En
el discurso que les dirigió, subrayó que el hambre ha
adquirido hoy la dimensión de un verdadero y propio escándalo que
amenaza la vida y la dignidad de tantas personas, hombres y mujeres,
niños y ancianos. ''Todos los días -afirmó- nos confrontamos con esta
injusticia; me permito decir, con este pecado, en un mundo rico de
recursos alimenticios, gracias también a los enormes progresos
tecnológicos, son demasiados los que carecen de lo necesario para
sobrevivir; y no solamente en los países pobres, sino cada vez más
también en las sociedades ricas y desarrolladas. La situación se agrava
con el aumento de los flujos migratorios, que traen a Europa miles de
prófugos, que escapan de sus países y necesitan todo. Ante un problema
tan desmesurado, resuenan las palabras de Jesús: ''Tuve hambre y me
distéis de comer''. Vemos en el Evangelio que el Señor, cuando se da
cuenta de que la multitud acudida a escucharle tiene hambre, no ignora
el problema, y tampoco pronuncia un hermoso discurso sobre la lucha
contra la pobreza, sino que lleva a cabo un gesto que deja a todos
maravillados: Toma lo poco que los discípulos habían llevado consigo, lo
bendice y multiplica los panes y los peces, hasta el punto que al
final, '' se llevaron doce cestos llenos de sobras''.
''Nosotros
no podemos hacer un milagro como hizo Jesús -continuó FRANCISCO- sin
embargo podemos hacer algo, frente a la emergencia del hambre, algo
humilde y que tiene también la fuerza de un milagro. En primer lugar
podemos educarnos a la humanidad, a reconocer la humanidad presente en
cada persona, necesitada de todo. Quizás pensaba en esto Danilo Fossati,
el empresario del sector alimentario cuando confío a Don Giussani su
malestar ante la destrucción de productos todavía comestibles viendo que
en Italia tantas personas pasaban hambre''.
El
Obispo de Roma recordó que la Fundación hunde sus raíces en el corazón
de aquellos dos hombres que no fueron indiferentes al grito de los
pobres y ''entendieron que algo tenía que cambiar en la mentalidad de
las personas, que había que derribar los muros del individualismo y del
egoísmo... Jesús mismo nos invita a dar lugar en nuestro corazón a la
urgencia de ''dar de comer a los hambrientos y la Iglesia ha hecho de
ella una de las obras de misericordia corporal''.
Por
último, refiriéndose a que los voluntarios del Banco Alimentario
encuentran cada día cientos de personas, les invitó a no olvidarse de
que eran ''personas y no números, cada uno con su fardo de dolor, con el
que a veces parece imposible cargar. Si lo tenéis siempre presente,
sábreis mirarles cara a cara, darles la mano, vislumbrar en ellos la
carne de Cristo y ayudarles también a reconquistar su dignidad y ponerse
de pie. Os animo -concluyó- a ser hermanos y amigos de los pobres; a
que sientan que son importantes a los ojos de Dios''.