El
Pontífice que se une espiritualmente a los misioneros escribe: ''Ojalá
recordemos siempre que no podemos mostrar a los demás lo que nosotros
mismos no hemos visto ni oído. Por eso, para ser misionero, antes de
anunciar, de comunicar, es necesario ver. Ver a ese Jesús que se ha
hecho pequeño para alcanzar nuestra debilidad, que ha asumido nuestra
carne mortal, para revestirla de su inmortalidad y que viene
cotidianamente a nuestro encuentro, para caminar con nosotros y
tendernos su mano amiga en la dificultad''.
''No
olviden nunca el llamado, el primer encuentro con Jesús, el gozo con el
que recibieron ustedes el primer anuncio, tal vez de sus padres, de sus
abuelos, de sus catequistas o maestros -recalca el Santo Padre- Y no
dejen de rezar, de rezar los unos por los otros, de sostenerse
mutuamente con la oración, y verán como Jesús, por medio de ustedes, y a
pesar de su debilidad, obrará maravillas ante todos los pueblos''.
''No
olviden tampoco que la misión, además de ser una pasión por Jesús, es
una pasión por su pueblo: Dejémonos mirar por Jesús, pero aprendamos
también a mirar como Jesús. Una mirada de ternura, de comprensión y de
misericordia que nos lleve a tocar las llagas del Señor en la carne de
nuestros hermanos necesitados. Ver a Jesús en el otro purifica el
corazón, liberándolo del egoísmo, de toda segunda intención, de todo
deseo mundano''.
''Espero
que estas breves reflexiones -finaliza el Obispo de Roma- los animen a
seguir construyendo una Iglesia en salida, unos grupos solidarios que
trabajan para comunicar esta alegría que el Señor ha puesto en nuestros
corazones''.