Habló
también de su experiencia como madre de dos hijos a los que acompaña
cada domingo a la iglesia pero que no están bautizados. ''Era el deseo
de mi marido, permitir también a nuestros hijos la libertad de elegir su
propia religión y lo acepté con un gran nudo en la garganta'', comentó,
subrayando que las diferencias de religión nunca son un obstáculo para
ellos gracias a ''pequeñas palabras mágicas como el compromiso, la
humildad y el perdón que nos ayudan a perder nuestro ego y vivir para el
otro''.
Con
ironía preguntó si alguno de los presentes conocía la fórmula para un
matrimonio perfecto afirmando que los Baiai aún continúan aprendiendo y
entendiendo su matrimonio todos los días. ''Si no fuera por la
tolerancia de mi marido, el amor del cristianismo, mi amor y el
comprender su procedencia, -finalizó- nunca hubiéramos sido capaces de
celebrar nuestras diferencias de vida y de comunidades''.