CIUDAD DEL VATICANO, 15 de mayo de 2016 (VIS).- A mediodía el Papa FRANCISCO, que acababa de celebrar la santa misa
en la Basílica Vaticana, se asomó a la ventana de su estudio para rezar
el Regina Caeli con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, a
quienes habló de que en la solemnidad de Pentecostés, que concluye el
tiempo pascual, la liturgia nos invita a abrirnos al don del Espíritu
Santo que Jesús imploro al Padre en la Última Cena cuando dijo a sus
discípulos “Si me amáis , cumpliréis mis mandamientos. Y yo rogaré al
Padre, para que os de otro Paráclito que estará siempre con vosotros”.
“Estas palabras nos recuerdan, en primer lugar, que el amor por una
persona y también por el Señor, no se demuestra con las palabras, sino
con los hechos -afirmó- y también “cumplir los mandamientos”
hay que entenderlo de forma existencial, de manera que toda la vida
resulte involucrada. En efecto, ser cristianos no significa
principalmente pertenecer a una cultura o adherir a una determinada
doctrina, sino sobre todo, vincular la propia vida, en cada uno de sus
aspectos, a la persona de Jesús y a través de Él, al Padre. Para ello
Jesús promete la efusión del Espíritu Santo a sus discípulos. Así,
gracias al Espíritu Santo, Amor que une al Padre y al Hijo y de ellos
procede, todos podemos vivir la misma vida de Jesús. El Espíritu, de
hecho, nos enseña cada cosa, o sea la única cosa indispensable: amar
como ama Dios”.
“Cuando Jesús promete que vendrá el Espíritu Santo lo define como
“otro paráclito” que significa consolador, abogado, intercesor, es
decir, aquél que nos asiste, nos defiende, está a nuestro lado en el
camino de la vida y en la lucha por el bien y contra el mal. “Jesús dice
“otro Paráclito” porque el primero es Él mismo, que se hizo carne para
asumir sobre sí nuestra condición humana y liberarla de la esclavitud
del pecado”.
Además, el Espíritu Santo “ejerce una función de enseñanza y de
memoria -subrayó- Nos lo dijo Jesús: “El Paráclito, el Espíritu Santo,
que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todo y os recordará todo
lo que os he dicho”. El Espíritu Santo no trae una enseñanza diversa,
sino que hace viva y operante la enseñanza de Jesús, para que el tiempo
que pasa no la borre ni la debilite. El Espíritu Santo injerta esta
enseñanza dentro de nuestro corazón, nos ayuda a interiorizarla,
haciendo que se transforme en parte de nosotros, carne de nuestra carne.
Y, al mismo tiempo, prepara nuestro corazón para que sea capaz de
recibir las palabras y los ejemplos del Señor. Todas las veces que la
palabra de Jesús es recibida con alegría en nuestro corazón, esto es
obra del Espíritu Santo”.
“Recemos ahora juntos el Regina Coeli –por última vez este año-
invocando la intercesión maternal de la Virgen María para que nos
conceda la gracia de ser fuertemente animados por el Espíritu Santo,
para testimoniar a Cristo con franqueza evangélica y abrirnos cada vez
más a la plenitud de su amor”, concluyó.
Después de la oración mariana, el Papa habló de la publicación de su
mensaje para la 90 Jornada Misionera Mundial y pidió al Espíritu Santo
que diera fuerza a todos los misioneros ad gentes y sostuviera la misión
de la Iglesia en todo el mundo y al mismo tiempo que nos diera
“jóvenes, chicos y chicas, fuertes que tengan ganas de ir y anunciar el
Evangelio”.
También saludó a los participantes en la Fiesta de los Pueblos, que
cumple su 25 aniversario, en la romana Plaza de san Juan de Letrán,
manifestando el deseo de que ese evento “signo de unidad y de la
diversidad de las culturas, nos ayude a entender que el camino hacia la
paz es este: hacer unidad, respetando las diferencias”.
Por último se dirigió a los Alpinos, reunidos en su Encuentro
Nacional en la ciudad italiana de Asti exhortándoles a ser “testigos de
misericordia y de esperanza, imitando el ejemplo del beato sacerdote
Carlo Gnocchi, del beato hermano Luigi Bordino y del venerable Teresio
Olivelli, que honraron el Cuerpo de los Alpinos con la santidad de sus
vidas”.