viernes, 31 de agosto de 2018

Audiencias diarias del Papa FRANCISCO [Viernes 31 de agosto]

CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.mx - 31 de agosto de 2018).- El Papa FRANCISCO ha recibido esta mañana en Audiencias Separadas a:


- Em.mo Card. Gualtiero Bassetti, Arzobispo de Perugia-Città della Pieve (Italia), Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana;


- Padre Frederic Fornos, S.I., Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa;


- Participantes en el Capítulo General de los Oblatos de San José (Giuseppini d’Asti) (12.10 horas - Sala del Consistorio)

“Meeting point” para ilustrar la IV Jornada Mundial de Oración para el Cuidado de la Creación

CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.mx - 31 de agosto de 2018).-  Esta mañana a las 11.00 horas ha tenido lugar en la Sala de Prensa de la Santa Sede, en Via della Conciliazione 54, un “Meeting point” con los periodistas, para ilustrar la IV Jornada Mundial de Oración para el Cuidado de la Creación, instituida por el Papa FRANCISCO en 2015.


Estuvieron presentes Mons. Bruno Marie Duffé, Secretario del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.


Se recuerda que la Iglesia Católica celebra junto con la Iglesia Ortodoxa esta fiesta todos los 1° de septiembre.


El Mensaje del Santo Padre para la celebración de la IV Jornada será publicado mañana sábado, 1° de septiembre a las 12.00 horas.


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El Mensaje del Santo Padre deberá considerarse bajo embargo hasta las 12:00 del sábado 1° de septiembre de 2018.


El texto del Mensaje estará a disposición de los periodistas acreditados a partir de las 9.00 horas de mañana sábado.

Fuerzas armadas en el estado donde los refugiados venezolanos continúan llegando

Roraima, BRASIL (Agencia Fides, 30/08/2018) – El gobierno federal de Brasil ha decidido aplicar la ley de garantía y el orden en el estado de Roraima, esto significa que autoriza a las fuerzas armadas para actuar en el estado que es atravesado por un flujo masivo de inmigrantes venezolanos: lo anunció el Ministro de Seguridad Pública, Raul Jungmann, el martes 28 de agosto. La situación continúa presentándose muy crítica. El primero de marzo, Mons Mario Antonio da Silva, Obispo de Roraima, dijo a Fides: "En los últimos 45 días más de 18.000 venezolanos llegaron a Roraima, se estima que llegan cada día de 300 a 400 personas, todos necesitados y con un gran deseo de continuar sus vidas con dignidad". En julio de 2018, la prensa publicó una declaración del Ministerio del Interior de Brasil, la cual informó que entre enero y junio de 2018 se habían recibido 16.953 solicitudes de reconocimiento de la condición de refugiado, de los cuales 16.523 (97% del total), por Venezolanos, el resto cubanos (155), haitianos (139) y ciudadanos de otros países (133). Solo en mayo de 2018, cuando Maduro fue reelegido, Brasil registró 4.054 solicitudes venezolanas para ser reconocidos como refugiados.

Las demandas de los venezolanos en el estado de Roraima, sin embargo, no representan fielmente el flujo migratorio o el número de venezolanos que viven en ese estado, ya que muchos están en tránsito y, después de haber pedido ser declarados refugiados, se han ido a otras regiones del país. . El ejército brasileño y las Naciones Unidas (ONU), trabajando juntos en Roraima para atender a los inmigrantes, estiman que entre 600 y 700 personas vienen de Venezuela todos los días. Según datos oficiales, más de 70,000 refugiados venezolanos llegaron a Roraima desde 2015. Pero se sabe que este número no es fiel a la verdad.

La situación cambió por completo en Roraima después del 18 de agosto, cuando una multitud de brasileños atacó los improvisados campamentos venezolanos para quemar y destruir todo, luego de que un negociante local fuera asaltado por cuatro inmigrantes venezolanos. El mismo día, 1.200 venezolanos regresaron a su país.

La única ayuda que los inmigrantes venezolanos reciben en Pacaraima es el desayuno ofrecido por la parroquia dirigida por el sacerdote español Jesús Boadilla: un poco de pan y un café, a los más de 1,500 venezolanos, desde el lunes los viernes, para muchos es la única comida del día. El padre Boadilla enfatizó que "los venezolanos que vienen a la parroquia no tienen nada en absoluto, tienen hambre y el 25% son menores de edad". A pesar de las últimas tensiones entre residentes y migrantes, el flujo de venezolanos no muestra signos de disminuir.

El Patriarca caldeo: no queremos una “zona protegida” para los cristianos de la Llanura del Nínive

Bagdad, IRAK (Agencia Fides, 30/08/2018) – En este último año unas 8.000 familias cristianas han regresado a sus hogares en la Llanura del Nínive, de donde huyeron en 2014 por la llegada de los yihadistas del autodenominado Estado Islámico ( Daesh). Para la Iglesia caldea no cabe de ninguna manera la posibilidad de establecer en la Llanura del Nínive “una zona protegida para los cristianos”. Así lo asegura el patriarca caldeo Louis Raphael Sako en una entrevista de hace unos días al diario árabe Asharq Al-Awsat, con sede en Londres. “Somos parte de Irak, no queremos la separación y la creación de guetos de inspiración sectaria en este país”, destaca el Patriarca caldeo, creado cardenal por Francisco el pasado 28 de junio.

En la entrevista, el primado de la Iglesia caldea insiste en que “a los cristianos iraquíes no les conviene recluirse en milicias confesionales” o confiarse a las “intimidaciones” de las fuerzas armadas extranjeras, haciendo hincapié en que la condición de la comunidad cristiana iraquí sigue siendo difícil porque además padece una continua emigración. Por eso, el Patriarca sostiene que marcharse de Irak no es la solución porque “Occidente no es un paraíso”.

La provincia de Nínive, salpicada de pequeñas ciudades y pueblos de mayoría cristiana, fue tomada por los yihadistas del Daesh en 2014 lo que provocó la huida de miles de cristianos iraquíes que se refugiaron en la Región Autónoma del Kurdistán iraquí. En mayo de 2017, en una declaración conjunta dirigida a las autoridades regionales y nacionales y a las organizaciones internacionales, dos arzobispos de Mosul, - el sirio-católico y Boutros Moshe y el sirio-ortodoxo Mar Nicodemus Daud Matti Sharaf -, junto a Mar Timoteo Musa al Shamany, arzobispo sirio-ortodoxo de Bartellah, solicitaron convertir la llanura de Nínive en una zona autónoma bajo la protección internacional de las Naciones Unidas, con el fin de librarla de conflictos y salvaguardar los derechos de las comunidades cristianas de esas tierras donde están tradicionalmente enraizadas. La declaración también reclamaba el derecho de autonomía administrativa para las comunidades cristianas en la llanura de Nínive, para las aldeas recientemente recuperadas del control de las milicias yihadistas. El patriarcado caldeo, por su parte, difundió un comunicado oficial en el que explica a los fieles que la Iglesia caldea no participa de la declaración de los obispos sirios.

El antiguo sueño de crear una zona independiente para los cristianos en la Llanura de Nínive, -todavía fuertemente defendido por comunidades en la diáspora caldea y asiria-, fue promovido en la Convención Nacional de Washington en septiembre de 2016 por la organización Usa In Defense of Christians (IDC), en el encuentro dedicado al tema “Más allá del genocidio. Preservar el cristianismo en Medio Oriente”.

El compromiso de la Iglesia contra la explotación y la trata de seres humanos

Katmandú, NEPAL (Agencia Fides, 30/08/2018)- Crear conciencia generalizada y contribuir a contrarrestar fenómenos como la trata de seres humanos son los objetivos con los cuales Cáritas Nepal trabaja, desde 1991, brinda educación y apoyo a los niños en los campos de refugiados en Nepal. Actualmente, la población de refugiados en el país es de 10.000 personas y el número total de refugiados reasentados supera las 100 000 personas. Son datos que da la hermana Marisa de la Congregación de Jesús. A inicio de los años noventa, en Bután la nación la vecina, estalló la violencia hacia los “Lhotshampas” (bhutaneses de etnia nepalí).

El miedo y la persecución provocaron que muchos Lhotshampas huyeran de sus hogares en busca de refugio en los campamentos de refugiados en Nepal. En 1996, se contabilizaban 84.000 refugiados repartidos en siete poblados. Diez años más tarde, en 2007, se llegó a un acuerdo internacional para el reasentamiento de estas personas en Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Estados Unidos y en Europa. En este tiempo, Cáritas ha proporcionado educación a los niños de Bhután.

El compromiso de la Iglesia para combatir la trata y la esclavitud también es contínuo. “Al menos 5 millones nepalíes trabajan en el extranjero y muchos de ellos se encuentran en situaciones difíciles y peligrosas. Todos los días, al menos cuatro trabajadores migrantes nepalíes mueren en el exterior. Muchos de ellos son trabajadores no cualificados que terminan mal pagados”, destaca la hermana Marisa. Cáritas ha lanzado un proyecto piloto para asegurar que los jóvenes en busca de trabajo sean conscientes y sigan las prácticas de migración adecuadas, entendiendo cuáles son sus opciones en el país y en el extranjero.

Aproximadamente 350.000 nepalíes emigran al exterior cada año atraídos por las oportunidades de empleo y los salarios más altos. El 40% han reportado abusos o violencias e incluso chantajes por parte de sus empleadores. Las mujeres son el grupo más vulnerable porque alrededor del 95% de ellas no tienen documentación. Cáritas ofrece apoyo para empoderar a las mujeres y evitar así la explotación. UNICEF estima que unas 7000 mujeres y niñas nepalíes viajan cada año a la India engañadas. Allí son víctimas de redes criminales que las obligan a prostituirse, mientras que otras son forzadas a trabajar en jornadas extenuantes y en condiciones espantosas en la industria textil o como empleadas domésticas. Cáritas Nepal trabaja actualmente en once distritos que tienen una alta tasa de migración para proteger a hombres, mujeres, jóvenes y niños de la localidad y para prevenir la trata.

Los católicos recuerdan a sor Ruth Pfau, la heroína de la lucha contra la lepra en Pakistán

Karachi, PAKISTÁN (Agencia Fides, 30/08/2018) – Se cumple un año de la muerte de la hermana Ruth Pfau, la llamada “madre de los leprosos”, comprometida durante toda su vida en la lucha contra esta enfermedad en Pakistán. Con motivo de este aniversario, el cardenal Joseph Coutts, arzobispo de Karachi, celebró hace unos días una misa conmemorativa junto a más de 200 fieles en la catedral de San Patricio, en Karachi. “Ruth Pfau entregó su vida por los enfermos y por las personas con las que trabajó. Viajó por todo el país para tratar a los pacientes de lepra”, aseguró el purpurado quien también recordó unas palabras de la religiosa: “Como médico, mi trabajo no consiste solo en dar medicamentos a las personas. Quiero ver que esas personas vuelven a la vida”. El cardenal insistió en que la hermana Pfau “siempre destacó que los pacientes de lepra son seres humanos que se pueden curar”, por lo que siempre trabajó para “proteger su dignidad”. “Dejó un gran legado que perpetuar”, concluyó el cardenal.

La doctora Ruth Katherina Martha Pfau, nacida en Alemania el 9 de septiembre de 1929, se unió en 1957 a las Hijas del Corazón de María (DHM), una orden religiosa católica. En 1960 fue enviada al sur de la India para trabajar como misionera pero, por problemas con su visado, se quedó en Karachi. Desde entonces, trabajó para curar a los leprosos abandonados por sus familias, también al otro lado de la frontera, en Afganistán. Sirvió en Pakistán durante 57 años de su vida. El 10 de agosto de 2017 murió a la edad de 87 años. Gracias a sus incansables esfuerzos, la Organización Mundial de la Salud en 1996 declaró a Pakistán uno de los primeros países de Asia en “mantener la lepra bajo control”.

Ruth Pfau creó el “Marie Adelaide Leprosy Center” que ahora cuenta con 157 sucursales en todo Pakistán. Gracias a los servicios prestados a la nación recibió numerosos premios y en 1988 se le concedió la ciudadanía de Pakistán. Es la primera mujer y la tercera persona en Pakistán honrada con un funeral de Estado. Junto a ella solo lo tuvieron Mohammad Ali Jinnah, fundador de Pakistán, y Abdul Sattar Edhi, un conocido trabajador social.

El gobierno de Sindh ha dado su nombre al Hospital Civil de Karachi. Además, en mayo de 2018 el Banco Nacional de Pakistán emitió una moneda de 50 rupias para conmemorar a la célebre misionera.

Tensión de cara a las elecciones presidenciales por las candidaturas rechazadas por la Comisión Electoral

Kinsasa, REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO (Agencia Fides, 30/08/2018)- Surgen las controversias en República Democrática del Congo (RDC) ante algunas decisiones tomadas por la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI), en vista de las elecciones presidenciales del 23 de diciembre. En primer lugar preocupa la exclusión de 6 de las 25 personalidades que han presentado su candidatura para la presidencia de la República. Entre los candidatos excluidos figura Jean-Pierre Bemba, líder del Movimiento de Liberación del Congo (MLC), absuelto recientemente, en segunda instancia, por la Corte Penal Internacional (CPI), después de un largo pleito en el que se le responsabilizaba por la violencia cometida por sus tropas en República Centroafricana entre 2002 y 2003.

El 24 de agosto la CENI rechazó candidatura de Bemba, tomando como base el principio constitucional que prohíbe la candidatura a la presidencia de los ciudadanos que han sido condenados o que tienen procesos en curso por motivos de corrupción. Bemba, absuelto en segundo grado de las acusaciones de crímenes de guerra en la República Centroafricana, tiene todavía un proceso pendiente en la CPI por presunto soborno de los testigos durante el primer juicio sobre crímenes de guerra.

El 15 de agosto el ministro de Justicia ordenó al Tribunal Supremo y a la CENI de que eliminara de la lista a los candidatos con indicios de tener una ciudadanía extranjera. Según la oposición, la carta enviada por el ministro de justicia a la CENI y a la Corte Suprema es una grave interferencia en la autonomía de estos dos cuerpos y una fuerte intervención en el proceso de selección de los candidatos.

La exclusión de las seis personalidades, según la oposición, demostraría la subordinación de la CENI al gobierno saliente. Tanto es así que el Presidente Kabila había ya excluido de la carrera presidencial al ex gobernador de Katanga, Moïse Katumbi, a quien se le prohibió regresar a la República Democrática del Congo. La CENI, sin embargo, ha aceptado la candidatura de South Kivu Batumike de Rugimbanya, condenado en primera y segunda instancia por el Tribunal Militar y Alto Tribunal Militar, junto a 11 personas más, por asesinato, por la creación de una milicia llamada "Jeshi la Yesú" y por violación de menores.

Otro aspecto controversial es el uso de máquinas de votación electrónicas, que están dando lugar a sospechas sobre posible manipulación. El movimiento Lucha por el Cambio (LUCHA) anunció que desde el 3 de septiembre realizarán manifestaciones en todo el país para pedir que se use el sistema tradicional de votos en papel. En un comunicado, LUCHA pidiٕó a la Conferencia Episcopal Congoleña, garante del Acuerdo de San Silvestre de 2016, que "no permita que este acuerdo sirva como garantía de una caricatura electoral por parte de quienes solo tienen desprecio por el pueblo de Dios”. Más adelante, la organización instó a “asumir las responsabilidades y, cuando llegue el momento, aceptar con valentía las consecuencias de la no aplicación de las medidas de confianza previstas en dicho acuerdo”.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Textos íntegros de las intervenciones del Papa FRANCISCO en el EMF Dublín 2018



25-26 DE AGOSTO DE 2018

Viaje apostólico del Santo Padre a Irlanda con ocasión del Encuentro Mundial de las Familias en Dublín (25-26 de agosto de 2018)


SÁBADO 25 DE AGOSTO


SALUDO DEL PAPA FRANCISCO A LOS PERIODISTAS DURANTE EL VUELO DE ROMA A DUBLÍN, IRLANDA

Sábado, 25 de agosto de 2018



Greg Burke:


Buenos días Santo Padrey gracias por este saludo. Hacemos un viaje breve, pero intenso: un País pequeños pero un País importante, que ha tenido tanta infuencia en el mundo y en la Iglesia del mundo. Somos 70 periodistas aquí, varios venidos de Irlanda, algunos irlandeses residentes en Roma que hacen el viaje con nosotros. Y debo decir que hay mucha espera por el viaje.
Si Usted desea decir algo…


Papa FRANCISCO:


Buenos días y gracias por la compañía, gracias por haber venido. Será mi segunda Fiesta de las Familiar: la primera fue en Philadelphia, esta es la segunda. Y me gusta estar con las familiar, estoy contento de este viaje.  Y también otro motivo que toca un poco el corazón: regreso a Irlanda después de 38 años, donde estuve casi tres meses para practicar inglés, en el año 1980. Y también para mí este es un bello recuerdo. Gracias por vuestro trabajo. Ahora me gustaría saludarlos…


[Traducción del original italiano: http://catolicidad.blogspot.mx]


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ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES, LA SOCIEDAD CIVIL Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Castillo de Dublín
Sábado, 25 de agosto de 2018


Taoiseach (Primer Ministro),
Miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático,
Señoras y señores:



Al comienzo de mi visita en Irlanda, agradezco la invitación para dirigirme a esta distinguida Asamblea, que representa la vida civil, cultural y religiosa del país, junto al Cuerpo diplomático y a los demás asistentes. Doy las gracias por la acogida amistosa que me ha dispensado el Presidente de Irlanda y que refleja la tradición de cordial hospitalidad por la que los irlandeses son conocidos en todo el mundo. Valoro además la presencia de una delegación de Irlanda del Norte. Agradezco al señor Primer Ministro sus palabras.


Como sabéis, la razón de mi visita es la participación en el Encuentro Mundial de las Familias, que se realiza este año en Dublín. La Iglesia es efectivamente una familia de familias, y siente la necesidad de ayudar a las familias en sus esfuerzos para responder fielmente y con alegría a la vocación que Dios les ha dado en la sociedad. Este Encuentro es una oportunidad para las familias, no solo para que reafirmen su compromiso de fidelidad amorosa, de ayuda mutua y de respeto sagrado por el don divino de la vida en todas sus formas, sino también para que testimonien el papel único que ha tenido la familia en la educación de sus miembros y en el desarrollo de un sano y próspero tejido social.


Me gusta considerar el Encuentro Mundial de las Familias como un testimonio profético del rico patrimonio de valores éticos y espirituales, que cada generación tiene la tarea de custodiar y proteger. No hace falta ser profetas para darse cuenta de las dificultades que las familias tienen que afrontar en la sociedad actual, que evoluciona rápidamente, o para preocuparse de los efectos que la quiebra del matrimonio y la vida familiar comportarán, inevitablemente y en todos los niveles, en el futuro de nuestras comunidades. La familia es el aglutinante de la sociedad; su bien no puede ser dado por supuesto, sino que debe ser promovido y custodiado con todos los medios oportunos.


Es en la familia donde cada uno de nosotros ha dado los primeros pasos en la vida. Allí hemos aprendido a convivir en armonía, a controlar nuestros instintos egoístas, a reconciliar las diferencias y sobre todo a discernir y buscar aquellos valores que dan un auténtico sentido y plenitud a la vida. Si hablamos del mundo entero como de una única familia, es porque justamente reconocemos los nexos de la humanidad que nos unen e intuimos la llamada a la unidad y a la solidaridad, especialmente con respecto a los hermanos y hermanas más débiles. Sin embargo, nos sentimos a menudo impotentes ante el mal persistente del odio racial y étnico, ante los conflictos y violencias intrincadas, ante el desprecio por la dignidad humana y los derechos humanos fundamentales y ante la diferencia cada vez mayor entre ricos y pobres. Cuánto necesitamos recobrar, en cada ámbito de la vida política y social, el sentido de ser una verdadera familia de pueblos. Y de no perder nunca la esperanza y el ánimo de perseverar en el imperativo moral de ser constructores de paz, reconciliadores y protectores los unos de los otros.


Aquí en Irlanda dicho desafío tiene una resonancia particular, cuando se considera el largo conflicto que ha separado a hermanos y hermanas que pertenecen a una única familia. Hace veinte años, la Comunidad internacional siguió con atención los acontecimientos de Irlanda del Norte, que llevaron a la firma del Acuerdo del Viernes Santo. El Gobierno irlandés, junto con los líderes políticos, religiosos y civiles de Irlanda del Norte y el Gobierno británico, y con el apoyo de otros líderes mundiales, dio vida a un contexto dinámico para la pacífica resolución de un conflicto que causó enormes sufrimientos en ambas partes. Podemos dar gracias por las dos décadas de paz que han seguido a ese Acuerdo histórico, mientras que manifestamos la firme esperanza de que el proceso de paz supere todos los obstáculos restantes y favorezca el nacimiento de un futuro de concordia, reconciliación y confianza mutua.


El Evangelio nos recuerda que la verdadera paz es en definitiva un don de Dios; brota de los corazones sanados y reconciliados y se extiende hasta abrazar al mundo entero. Pero también requiere de nuestra parte una conversión constante, fuente de esos recursos espirituales necesarios para construir una sociedad realmente solidaria, justa y al servicio del bien común. Sin este fundamento espiritual, el ideal de una familia global de naciones corre el riesgo de convertirse solo en un lugar común vacío. ¿Podemos decir que el objetivo de crear prosperidad económica o financieras conduce por sí mismo a un orden social más justo y ecuánime? ¿No podría ser en cambio que el crecimiento de una “cultura del descarte” materialista, nos ha hecho cada vez más indiferentes ante los pobres y los miembros más indefensos de la familia humana, incluso de los no nacidos, privados del derecho a la vida? Quizás el desafío que más golpea nuestras conciencias en estos tiempos es la enorme crisis migratoria, que no parece disminuir y cuya solución exige sabiduría, amplitud de miras y una preocupación humanitaria que vaya más allá de decisiones políticas a corto plazo.


Soy consciente de la condición de nuestros hermanos y hermanas más vulnerables. Pienso especialmente en las mujeres y en los niños, que en el pasado han sufrido situaciones de particular dificultad, y en los huérfanos de entonces. Considerando la realidad de los más vulnerables, no puedo dejar de reconocer el grave escándalo causado en Irlanda por los abusos a menores por parte de miembros de la Iglesia encargados de protegerlos y educarlos. Resuenan aún en mi corazón las palabras que me ha dicho la señora Ministro de la Infancia en el aeropuerto. El fracaso de las autoridades eclesiásticas —obispos, superiores religiosos, sacerdotes y otros— al afrontar adecuadamente estos crímenes repugnantes ha suscitado justamente indignación y permanece como causa de sufrimiento y vergüenza para la comunidad católica. Yo mismo comparto estos sentimientos. Mi predecesor, el Papa Benedicto, no escatimó palabras para reconocer la gravedad de la situación y solicitar que fueran tomadas medidas «verdaderamente evangélicas, justas y eficaces» en respuesta a esta traición de confianza (cf. Carta pastoral a los Católicos de Irlanda, 10). Su intervención franca y decidida sirve todavía hoy de incentivo a los esfuerzos de las autoridades eclesiales para remediar los errores pasados y adoptar normas severas, para asegurarse de que no vuelvan a suceder. Más recientemente en una Carta al Pueblo de Dios he renovado el compromiso, más aún, un mayor compromiso para eliminar este flagelo en la Iglesia; a toda costa, moral y de sufrimiento.


Cada niño es, en efecto, un regalo precioso de Dios que hay que custodiar, animar para que despliegue sus cualidades y llevar a la madurez espiritual y a la plenitud humana. La Iglesia en Irlanda ha tenido, en el pasado y en el presente, un papel de promoción del bien de los niños que no puede ser ocultado. Deseo que la gravedad de los escándalos de los abusos, que han hecho emerger las faltas de muchos, sirva para recalcar la importancia de la protección de los menores y de los adultos vulnerables por parte de toda la sociedad. En este sentido, todos somos conscientes de la urgente necesidad de ofrecer a los jóvenes un acompañamiento sabio y valores sanos para su camino de crecimiento.


Queridos amigos:


Hace casi noventa años, la Santa Sede estuvo entre las primeras instituciones internacionales que reconocieron el libre Estado de Irlanda. Aquella iniciativa señaló el principio de muchos años de armonía y colaboración solícita, con una única nube pasajera en el horizonte. Recientemente, gracias a un esfuerzo intenso y a la buena voluntad por ambas partes se ha llegado a un restablecimiento esperanzador de aquellas relaciones amistosas para el bien recíproco de todos.


Los hilos de aquella historia se remontan a más de mil quinientos años atrás, cuando el mensaje cristiano, predicado por Paladio y Patricio, echó sus raíces en Irlanda y se volvió parte integrante de la vida y la cultura irlandesa. Muchos “santos y estudiosos” se sintieron inspirados a dejar estas costas y llevar la nueva fe a otras tierras. Todavía hoy, los nombres de Columba, Columbano, Brígida, Galo, Killian, Brendan y muchos otros son honrados en Europa y en otros lugares. En esta isla el monacato, fuente de civilización y creatividad artística, escribió una espléndida página de la historia de Irlanda y del mundo.


Hoy, como en el pasado, hombres y mujeres que habitan este país se esfuerzan por enriquecer la vida de la nación con la sabiduría nacida de la fe. Incluso en las horas más oscuras de Irlanda, ellos han encontrado en la fe la fuente de aquella valentía y aquel compromiso que son indispensables para forjar un futuro de libertad y dignidad, justicia y solidaridad. El mensaje cristiano ha sido parte integrante de tal experiencia y ha dado forma al lenguaje, al pensamiento y a la cultura de la gente de esta isla.


Rezo para que Irlanda, mientras escucha la polifonía de la discusión político-social contemporánea, no olvide las vibrantes melodías del mensaje cristiano que la han sustentado en el pasado y pueden seguir haciéndolo en el futuro.


Con este pensamiento, invoco cordialmente sobre vosotros y sobre todo el querido pueblo irlandés bendiciones divinas de sabiduría, alegría y paz.


Gracias.



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VISITA A LA CATEDRAL

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Procatedral de Santa María, Dublín
Sábado, 25 de agosto de 2018


Buenas tardes.


Queridos amigos:


Me alegro de poder encontraros en esta histórica pro-catedral de Santa María, que durante estos años ha visto innumerables celebraciones del sacramento del matrimonio. Cuando os miro a vosotros, tan jóvenes, me pregunto: pero, entonces, ¿no es cierto lo que dicen, que los jóvenes no quieren casarse? ¡Gracias! Casarse y compartir la vida es algo hermoso. Hay un dicho español que dice así: “dolor compartido es medio dolor; alegría compartida es doble alegría”. Este es el camino del matrimonio. Cuánto amor se ha manifestado, cuántas gracias se han recibido en este sagrado lugar. Agradezco al arzobispo Martin su cordial bienvenida. Estoy particularmente contento de estar con vosotros, parejas de novios y esposos que os encontráis en distintas fases del itinerario del amor sacramental.


Es bonito escuchar también esa música que viene de ahí: los niños que lloran... Esa es una esperanza, es la música más hermosa; aún más que la más bella predicación, escuchar el llanto de un niño, porque es el grito de esperanza, de que la vida sigue, la vida continúa, que el amor es fecundo. Ver a los niños... Pero he saludado también a una persona anciana. Se necesita también mirar a los ancianos, porque las personas mayores están llenas de sabiduría. Escuchar a los ancianos: “¿Cómo ha sido tu vida?”. Esto me ha gustado, que habéis sido vosotros [se dirige al matrimonio anciano que habló en primer lugar] a empezar, después los de 50 años de matrimonio, porque tenéis mucha experiencia para compartir. El pasado y el futuro confluyen en el presente. Ellos, los viejos —permitidme la palabra: los viejos, the old— tienen la sabiduría. Incluso las suegras tienen sabiduría... [ríen]. Y los niños deben escuchar la sabiduría, vosotros jóvenes tenéis que escuchar la sabiduría y hablar con ellos para seguir adelante, porque ellos son las raíces. Ellos son las raíces, y vosotros tomáis de las raíces para continuar adelante. Esto seguro que lo diré más adelante, pero me mueve decirlo desde el corazón.


De modo especial, como he dicho, agradezco el testimonio de Vincent y Teresa, que nos han hablado de su experiencia de 50 años de matrimonio y de vida familiar. Gracias por las palabras de ánimo como también por los desafíos que habéis expuesto a las nuevas generaciones de recién casados y de novios, no solo de aquí, en Irlanda, sino del mundo entero. Ellos no serán como vosotros, serán diferentes. Sin embargo, tienen necesidad de vuestra experiencia para ser diferentes, para ir más allá. Es muy importante escuchar a los ancianos, a los abuelos. Tenemos mucho que aprender de vuestra experiencia de vida matrimonial sostenida cada día por la gracia del sacramento. Deseo preguntaros: ¿Os habéis peleado mucho? Pero, ¡esto hace parte del matrimonio! Un matrimonio que no riñe es un poco aburrido… [ríen]. Pero hay un secreto: pueden volar también los platos, pero el secreto está en hacer las paces antes de que termine el día. Y para hacer las paces no es necesario un discurso, basta una caricia, y así se hacen las paces. ¿Y sabéis por qué es importante? Porque si no se hacen las paces antes de acostarse, la “guerra fría” del día siguiente es demasiado peligrosa, empieza el rencor... Sí, pelead lo que queráis, pero por la noche se haced las paces. ¿De acuerdo? No lo olvides, vosotros jóvenes. 
Creciendo juntos en esta comunidad de vida y de amor, vosotros habéis experimentado muchas alegrías y, ciertamente, también muchos sufrimientos. Junto con todos los matrimonios que han recorrido un largo trecho en este camino, sois los guardianes de nuestra memoria colectiva. Tenemos siempre necesidad de vuestro testimonio lleno de fe. Es un recurso maravilloso para las jóvenes parejas, que miran al futuro con emoción y esperanza… y, también, puede que con un poquito de inquietud: ¿Cómo será este futuro?


Agradezco también a las parejas jóvenes que me han dirigido algunas preguntas con franqueza. No es fácil responder a estas preguntas. Denis y Sinead están a punto de embarcarse en un viaje de amor que según el proyecto de Dios lleva consigo un compromiso para toda la vida. Han preguntado cómo pueden ayudar a otros a comprender que el matrimonio no es simplemente una institución sino una vocación, una vida que va adelante, una decisión consciente y para toda la vida, a cuidarse, ayudarse y protegerse mutuamente.


Ciertamente debemos reconocer que hoy no estamos acostumbrados a algo que dure realmente toda la vida. Vivimos en una cultura de lo provisional; no estamos acostumbrados. Si siento que tengo hambre o sed, puedo nutrirme, pero mi sensación de estar saciado no dura ni siquiera un día. Si tengo un trabajo, sé que podría perderlo aun contra mi voluntad o que podría verme obligado a elegir otra carrera diferente. Es difícil incluso estar al día en el mundo de hoy, pues todo lo que nos rodea cambia, las personas van y vienen en nuestras vidas, las promesas se hacen, pero con frecuencia no se cumplen o se rompen. Puede que lo que me estáis pidiendo en realidad sea algo todavía más fundamental: “¿No hay nada verdaderamente importante que dure?”. Esta es la pregunta. Parece que nada hermoso, ni precioso dura. “¿Pero es verdad que nada precioso que pueda durar? ¿Ni siquiera el amor?”. Y está la tentación de que ese “para toda la vida”, que vosotros os diréis el uno al otro, se transforme y muera con el tiempo. Si el amor no se hace crecer con el amor, dura poco. Ese “para toda la vida” es un compromiso para hacer crecer el amor, porque en el amor no existe lo provisional. Si no se llama entusiasmo, se llama, no sé, encanto, pero el amor es definitivo, es un “yo” y un “tú”. Como decimos, es “mi media naranja”: tú eres mi media naranja, yo soy tu media naranja. El amor es así: todo y para toda la vida. Es fácil caer prisioneros de la cultura de lo efímero, y esta cultura ataca las raíces mismas de nuestros procesos de maduración, de nuestro crecimiento en la esperanza y el amor. ¿Cómo podemos experimentar, en esta cultura de lo efímero, lo que es verdaderamente duradero? Esta es una pregunta seria: ¿Cómo podemos experimentar, en esta cultura de lo efímero, lo que es verdaderamente duradero?


Lo que quisiera deciros es esto. Entre todas las formas de la fecundidad humana, el matrimonio es único. Es un amor que da origen a una vida nueva. Implica la responsabilidad mutua en la trasmisión del don divino de la vida y ofrece un ambiente estable en el que la vida nueva puede crecer y florecer. El matrimonio en la Iglesia, es decir el sacramento del matrimonio, participa de modo especial en el misterio del amor eterno de Dios. Cuando un hombre y una mujer cristianos se unen en el vínculo del matrimonio, la gracia de Dios los habilita a prometerse libremente el uno al otro un amor exclusivo y duradero. De ese modo su unión se convierte en signo sacramental —esto es importante: el sacramento del matrimonio— se convierte en signo sacramental de la nueva y eterna alianza entre el Señor y su esposa, la Iglesia. Jesús está siempre presente en medio de ellos. Los sostiene en el curso de la vida, en su recíproca entrega, en la fidelidad y en la unidad indisoluble (cf. Gaudium et spes, 48). El amor de Jesús para las parejas es una roca, es un refugio en los tiempos de prueba, pero sobre todo es una fuente de crecimiento constante en un amor puro y para siempre. Haced apuestas serias, para toda la vida. Arriesgad. Porque el matrimonio es también un riesgo, pero es un riesgo que vale la pena. Para toda la vida, porque el amor es así.


Sabemos que el amor es lo que Dios sueña para nosotros y para toda la familia humana. Por favor, no lo olvidéis nunca. Dios tiene un sueño para nosotros y nos pide que lo hagamos nuestro. No tengáis miedo de ese sueño. Soñad a lo grande. Custodiadlo como un tesoro y soñadlo juntos cada día de nuevo. Así, seréis capaces de sosteneros mutuamente con esperanza, con fuerza, y con el perdón en los momentos en los que el camino se hace arduo y resulta difícil recorrerlo. En la Biblia, Dios se compromete a permanecer fiel a su alianza, aun cuando lo entristecemos y nuestro amor se debilita. ¿Qué dice Dios a su pueblo en la Biblia? Escuchad bien: «Nunca te dejaré ni te abandonaré» (Hb 13,5). Y vosotros, como marido y mujer, ungiros mutuamente con estas palabras de promesa, cada día por el resto de vuestras vidas. Y no dejéis nunca de soñar. Repetid siempre en el corazón: «Nunca te dejaré ni te abandonaré».


Stephen y Jordan están recién casados y han preguntado algo muy importante: cómo pueden los padres trasmitir la fe a los hijos. Sé que aquí en Irlanda la Iglesia ha preparado cuidadosamente programas de catequesis para educar en la fe dentro de las escuelas y de las parroquias. Pero el primer y más importante lugar para trasmitir la fe es el hogar: se aprende a creer en el hogar, a través del sereno y cotidiano ejemplo de los padres que aman al Señor y confían en su palabra. Ahí, en el hogar, que podemos llamar la «iglesia doméstica», los hijos aprenden el significado de la fidelidad, de la honestidad y del sacrificio. Ven cómo mamá y papá se comportan entre ellos, cómo se cuidan el uno al otro y a los demás, cómo aman a Dios y a la Iglesia. Así los hijos pueden respirar el aire fresco del Evangelio y aprender a comprender, juzgar y actuar en modo coherente con la fe que han heredado. La fe, hermanos y hermanas, se trasmite alrededor de la mesa doméstica, en el hogar, en la conversación ordinaria, a través del lenguaje que solo el amor perseverante sabe hablar. No olvidéis nunca, hermanos y hermanas: la fe se transmite en dialecto. El dialecto del hogar, el dialecto de la vida doméstica, ahí, en la vida de familia. Pensad a los siete hermanos Macabeos. Cómo la madre les hablaba “en dialecto”; es decir, lo que habían aprendido desde pequeños sobre Dios. Es más difícil recibir la fe —se puede hacer, pero es más difícil— si no ha sido recibida en la lengua materna, en el hogar, en dialecto. Me siento tentado de hablar de una experiencia personal, de pequeño. Si sirve la digo. Recuerdo una vez —tendría cinco años— que entré a la casa y allí, en el comedor, mi padre llegaba del trabajo en ese momento, antes que yo, y vi a mi padre y a mi madre que se daban un beso. Nunca lo olvido. Qué hermoso. Él estaba cansado del trabajo, pero tuvo fuerzas para manifestar su amor a su mujer. Que vuestros hijos os vean así, que os acariciéis, os deis besos, os abracéis; esto es muy hermoso, porque aprenden así este dialecto del amor, y la fe, es este dialecto del amor.


Por tanto, es importante, rezad juntos en familia, hablad de cosas buenas y santas, y dejad que María nuestra Madre entre en vuestra vida, la vida familiar. Celebrad las fiestas cristianas. Que vuestros hijos sepan qué es una fiesta en familia. Vivid en profunda solidaridad con cuantos sufren y están al margen de la sociedad, y que los hijos aprendan. Otra anécdota. Conocí una mujer que tenía tres hijos, de siete, cinco y tres años más o menos; eran buenos esposos, tenían mucha fe y enseñaban a sus hijos a ayudar a los pobres, porque ellos los ayudaban mucho. Y una vez estaban almorzando, la mamá con los tres hijos, el papá estaba trabajando. Llaman a la puerta, y el mayor va a abrir, después vuelve y dice: “Mamá, es un pobre que pide comida”. Estaban comiendo un filete a la milanesa, rebozado —son muy buenos— [ríen]. Y la mamá pregunta a los hijos: “¿Qué hacemos?”. Todos los tres: “Sí, mamá, dale algo”. Había también algunos filetes que habían sobrado, pero la mamá tomó un cuchillo y comenzó a cortar por la mitad cada uno de los que tenían los hijos. Y los hijos dicen: “No, mamá, dale esos, no los nuestros”. “Ah, no: a los pobres se les da de lo tuyo, no de lo que sobra”. Así esa mujer de fe enseñó a sus hijos a dar a los pobres de lo propio. Pero todas estas cosas se pueden hacer en casa, cuando hay amor, cuando hay fe, cuando se habla ese dialecto de fe. En fin, vuestros hijos aprenderán de vosotros el modo de vivir cristiano; vosotros seréis sus primeros maestros en la fe, los transmisores de la fe.


Las virtudes y las verdades que el Señor nos enseña no siempre son estimadas por el mundo de hoy —a veces, el Señor pide cosas que no son populares— el mundo de hoy tiene poca consideración por los débiles, los vulnerables y todos aquellos que considera “improductivos”. El mundo nos dice que seamos fuertes e independientes; que no nos importen los que están solos o tristes, rechazados o enfermos, los no nacidos o los moribundos. Dentro de poco iré privadamente a encontrarme con algunas familias que afrontan desafíos serios y dificultades reales, pero los padres capuchinos les dan amor y ayuda. Nuestro mundo tiene necesidad de una revolución del amor. La “tormenta” que vivimos es sobre todo de egoísmo, de intereses personales… el mundo necesita de una revolución del amor. Que esta revolución comience desde vosotros y desde vuestras familias.


Hace algunos meses alguien me dijo que estamos perdiendo nuestra capacidad de amar. Estamos olvidando de forma lenta pero inexorablemente el lenguaje directo de una caricia, la fuerza de la ternura. Parece que la palabra ternura haya sido eliminada del diccionario. No habrá una revolución de amor sin una revolución de la ternura. Que, con vuestro ejemplo, vuestros hijos puedan ser guiados para que se conviertan en una generación más solícita, amable y rica de fe, para la renovación de la Iglesia y de toda la sociedad irlandesa.


Así vuestro amor, que es un don de Dios, ahondará todavía más sus raíces. Ninguna familia puede crecer si olvida sus propias raíces. Los niños no crecen en el amor si no aprenden a hablar con sus abuelos. Por tanto, dejad que vuestro amor eche raíces profundas. No olvidemos que «lo que el árbol tiene de florido/ vive de lo que tiene sepultado» (F. L. Bernárdez, soneto Si para recobrar lo recobrado). Así dice una poesía argentina, permitidme la publicidad.


Que, junto con el Papa, todas las familias de la Iglesia, representadas esta tarde por parejas ancianas y jóvenes, puedan agradecer a Dios el don de la fe y la gracia del matrimonio cristiano. Por nuestra parte, nos comprometemos con el Señor a trabajar por la venida de su reino de santidad, justicia y paz, con la fidelidad a las promesas que hemos hecho y con la constancia en el amor.


Gracias por este encuentro.


Y ahora, os invito a rezar juntos la oración por el Encuentro de las familias. Después os daré la bendición. Y os pido que recéis por mí, no lo olvidéis. 


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VISITA AL CENTRO DE ACOGIDA PARA FAMILIAS SIN HOGAR

SALUDO DEL SANTO PADRE

Centro de acogida de los padres capuchinos, Dublín
Sábado, 25 de agosto de 2018


Querido hermano, querido obispo, queridos hermanos capuchinos, y todos ustedes, hermanos.


Usted [el padre capuchino que hizo la presentación] dijo que los capuchinos son conocidos como los frailes del pueblo, cercanos a la gente, y esto es cierto. Y si a veces alguna comunidad capuchina se aleja del pueblo de Dios, se cae. Vosotros tenéis una armonía especial con el pueblo de Dios, sobre todo, con los pobres. Tenéis la gracia de contemplar las heridas de Jesús en las personas necesitadas, en aquellas que sufren, que no son felices o que no tienen nada, o que están llenas de vicios y defectos. Para vosotros es la carne de Cristo. Este es vuestro testimonio y la Iglesia necesita este testimonio. Gracias.


Otra cosa, después os hablaré a vosotros [dirigiéndose a los pobres]. Otra cosa que usted dijo y que me tocó el corazón: que aquí no pedís nada. Es Jesús quien viene [a los pobres]. No pidáis nada. Aceptad la vida tal como es, dad consuelo y, si es necesario, perdonad. Esto me hace pensar —como un reproche— a los sacerdotes que, en cambio, viven haciendo preguntas sobre la vida de la gente y en la confesión escarban, escarban, escarban en la conciencia. Vuestro testimonio enseña a los sacerdotes a escuchar, a estar cerca, a perdonar y a no preguntar demasiado. Ser sencillos, como Jesús dijo que hizo aquel padre cuando el hijo regresó lleno de pecados y vicios. El Padre no se sentó en el confesionario para preguntarle, preguntarle, preguntarle; aceptó el arrepentimiento de su hijo y lo abrazó. Que vuestro testimonio al pueblo de Dios, y este corazón capaz de perdonar sin causar sufrimiento, llegue a todos los sacerdotes. Gracias.


Y vosotros, queridos hermanos y hermanas, gracias por el amor y la confianza que tenéis con los padres capuchinos. Gracias por venir con confianza. Os diré una cosa: ¿Sabéis por qué venís con confianza? Porque os ayudan sin quitaros la dignidad. Para ellos, cada uno de vosotros es Jesucristo. Gracias por la confianza que nos dais. Vosotros sois la Iglesia, sois el pueblo de Dios. Jesús está con vosotros. Ellos os dan las cosas que necesitáis, pero escuchad los consejos que ellos os dan: siempre os aconsejarán bien. Y si tenéis algo, alguna duda, algo de dolor, hablad con ellos, y ellos os aconsejarán bien. Sabéis que os quieren, de lo contrario, esta obra no estaría aquí. Gracias por vuestra confianza. Y una última cosa: rezad. Rezad por la Iglesia; rezad por los sacerdotes; rezad por los capuchinos; rezad por los obispos, por vuestro obispo; y rezad también por mí... Me permito pediros un poco. Rezad por los sacerdotes, no lo olvidéis.


¡Muchas gracias! Ahora cada uno de vosotros que entre en su corazón y piense en sus seres queridos, porque daré la bendición también a ellos, a vosotros y a ellos. Y demos un paso más: si alguien de vosotros tiene un enemigo o alguien a quien no quiere, ponerlo también en vuestro corazón, para que reciba la bendición.


Que Dios os bendiga a todos, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.


Muchas gracias.


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FIESTA DE LAS FAMILIAS

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Estadio Croke Park, Dublín
Sábado, 25 de agosto de 2018


Dia dhaoibh [“buenas tardes”, en gaélico]


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!


Gracias por vuestra cálida bienvenida. Qué bien se está aquí. Es hermoso celebrar, porque nos hace más humanos y más cristianos. También nos ayuda a compartir la alegría de saber que Jesús nos ama, nos acompaña en el camino de la vida y nos atrae cada día más a él.


En cualquier celebración familiar se siente la presencia de todos: padres, madres, abuelos, nietos, tíos, primos, de quien no pudo venir, y de quien vive demasiado lejos, todos. Hoy en Dublín nos reunimos para una celebración familiar de acción de gracias a Dios por lo que somos: una sola familia en Cristo, extendida por toda la tierra. La Iglesia es la familia de los hijos de Dios. Una familia en la que nos alegramos con los que están alegres y lloramos con los que sufren o se sienten abatidos por la vida. Una familia en la que cuidamos de cada uno, porque Dios nuestro Padre nos ha hecho a todos hijos suyos en el bautismo. Por eso sigo alentando a los padres a que bauticen a sus hijos lo antes posible, para que puedan formar parte de la gran familia de Dios. Es necesario invitar a todos a la fiesta, incluso al niño pequeño. Y es por esto que debe ser bautizado pronto. Y hay otra cosa: si el niño es bautizado, el Espíritu Santo entra en su corazón. Hagamos una comparación: un niño sin bautizar, porque los padres dicen: “No, cuando sea mayor”, y un niño bautizado, con el Espíritu Santo en su interior: esto es más grande, porque tiene la fuerza de Dios dentro de él.


Vosotras, queridas familias, sois la gran mayoría del Pueblo de Dios. ¿Qué aspecto tendría la Iglesia sin vosotras? Una Iglesia de estatuas, una Iglesia de personas solas... Escribí la Exhortación Amoris laetitia sobre la alegría del amor para ayudarnos a reconocer la belleza y la importancia de la familia, con sus luces y sus sombras, y he querido que el tema de este Encuentro Mundial de las Familias fuera «El Evangelio de la familia, alegría para el mundo». Dios quiere que cada familia sea un faro que irradie la alegría de su amor en el mundo. ¿Qué significa esto? Significa que, después de haber encontrado el amor de Dios que salva, intentemos, con palabras o sin ellas, manifestarlo a través de pequeños gestos de bondad en la rutina cotidiana y en los momentos más sencillos del día.


Y esto ¿cómo se llama? Esto se llama santidad. Me gusta hablar de los santos «de la puerta de al lado», de todas esas personas comunes que reflejan la presencia de Dios en la vida y en la historia del mundo (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 6-7). La vocación al amor y a la santidad no es algo reservado a unos pocos privilegiados. Incluso ahora, si tenemos ojos para ver, podemos vislumbrarla a nuestro alrededor. Está silenciosamente presente en los corazones de todas aquellas familias que ofrecen amor, perdón, misericordia cuando ven que es necesario, y lo hacen en silencio, sin tocar la trompeta. El Evangelio de la familia es verdaderamente alegría para el mundo, ya que allí, en nuestras familias, siempre se puede encontrar a Jesús; él vive allí, en simplicidad y pobreza, como lo hizo en la casa de la Sagrada Familia de Nazaret.


El matrimonio cristiano y la vida familiar manifiestan toda su belleza y atractivo si están anclados en el amor de Dios, que nos creó a su imagen, para que podamos darle gloria como iconos de su amor y de su santidad en el mundo. Padres y madres, abuelos y abuelas, hijos y nietos: todos, todos llamados a encontrar la plenitud del amor en la familia. La gracia de Dios nos ayuda todos los días a vivir con un solo corazón y una sola alma. ¡También las suegras y las nueras! Nadie dice que sea fácil, lo sabéis mejor que yo. Es como preparar un té: es fácil hervir el agua, pero una buena taza de té requiere tiempo y paciencia; hay que dejarlo reposar. Así, día tras día, Jesús nos envuelve con su amor, asegurándose de que penetre todo nuestro ser. Del tesoro de su sagrado Corazón, derrama sobre nosotros la gracia que necesitamos para sanar nuestras enfermedades y abrir nuestra mente y corazón para escucharnos, entendernos y perdonarnos mutuamente.


Acabamos de escuchar el testimonio de Felicité, Isaac y Ghislain, que vienen de Burkina Faso. Nos han contado una conmovedora historia de perdón en familia. El poeta decía que «errar es humano, perdonar es divino». Y es verdad: el perdón es un regalo especial de Dios que cura nuestras heridas y nos acerca a los demás y a él. Gestos pequeños y sencillos de perdón, renovados cada día, son la base sobre la que se construye una sólida vida familiar cristiana. Nos obligan a superar el orgullo, el desapego y la vergüenza, y a hacer las paces. Muchas veces estamos enojados entre nosotros y queremos hacer las paces, pero no sabemos cómo. Da vergüenza hacer las paces, pero lo deseamos. No es difícil. Es fácil. Da una caricia; así se hacen las paces. Es cierto, me gusta decir que en las familias necesitamos aprender tres palabras —tú [Ghislain] las dijiste— tres palabras: “perdón”, “por favor” y “gracias”. Tres palabras. ¿Qué palabras son? Todos: [perdón, por favor, gracias]; otra vez: [perdón, por favor, gracias]; no escucho… [perdón, por favor, gracias]. Muchas gracias. Cuando discutas en casa, asegúrate de pedir disculpas y decir que lo sientes antes de irte a la cama. Antes de que termine el día, haced las paces. ¿Y sabéis por qué es necesario hacer las paces antes de terminar el día? Porque si no haces las paces, al día siguiente, la “guerra fría” es muy peligrosa. Cuidado con la guerra fría en la familia. Pero a veces, quizás, estás enojado y tienes la tentación de irte a dormir a otra habitación, solo y aislado; si te sientes así, simplemente llama a la puerta y di: “Por favor, ¿puedo pasar?”. Lo que se necesita es una mirada, un beso, una palabra afectuosa... y todo vuelve a ser como antes. Digo esto porque, cuando las familias lo hacen, sobreviven. No hay familia perfecta. Sin el hábito de perdonar, la familia se enferma y se desmorona gradualmente.


Perdonar significa dar algo de sí mismo. Jesús nos perdona siempre. Con la fuerza de su perdón, también nosotros podemos perdonar a los demás, si realmente lo queremos. ¿No es lo que pedimos cuando rezamos el Padrenuestro? Los niños aprenden a perdonar cuando ven que sus padres se perdonan recíprocamente. Si entendemos esto, podemos apreciar la grandeza de la enseñanza de Jesús sobre la fidelidad en el matrimonio. En lugar de ser una fría obligación legal, es sobre todo una poderosa promesa de la fidelidad de Dios mismo a su palabra y a su gracia sin límites. Cristo murió por nosotros para que nosotros, a su vez, podamos perdonarnos y reconciliarnos unos con otros. De esta manera, como personas y como familias, empezamos a comprender la verdad de las palabras de san Pablo: mientras todo pasa, «el amor no pasa nunca» (1 Co 13,8).


Gracias, Nisha y Ted, por vuestro testimonio de la India, donde estáis enseñando a vuestros hijos a ser una verdadera familia. Nos habéis ayudado también a comprender que las redes sociales no son necesariamente un problema para las familias, sino que pueden ayudar a construir una «red» de amistades, solidaridad y apoyo mutuo. Las familias pueden conectarse a través de Internet y beneficiarse de ello. Las redes sociales pueden ser beneficiosas si se usan con moderación y prudencia. Por ejemplo, vosotros, que participáis en este Encuentro Mundial de las Familias, formáis una “red” espiritual y de amistad, y las redes sociales os pueden ayudar a mantener este vínculo y extenderlo a otras familias en muchas partes del mundo. Es importante, sin embargo, que estos medios no se conviertan en una amenaza para la verdadera red de relaciones de carne y hueso, aprisionándonos en una realidad virtual y aislándonos de las relaciones concretas que nos estimulan a dar lo mejor de nosotros mismos en comunión con los demás. Quizás la historia de Ted y Nisha puede ayudar a todas las familias a que se pregunten sobre la necesidad de reducir el tiempo que se dedica a estos medios tecnológicos, y de pasar más tiempo de calidad entre ellos y con Dios. Pero cuando tú usas demasiado las redes sociales, tú “entras en órbita”. Cuando en la mesa, en lugar de hablar con la familia, todos tienen un teléfono celular y se conectan con el exterior, están “en órbita”. Pero esto es peligroso. ¿Por qué? Porque te saca de lo concreto de la familia y te lleva a una vida “gaseosa”, sin consistencia. Cuidado con esto. Recuerda la historia de Ted y Nisha; ellos nos enseñan cómo usar bien las redes sociales.


Hemos escuchado de Enass y Sarmaad cómo el amor y la fe en la familia pueden ser fuentes de fortaleza y paz incluso en medio de la violencia y la destrucción causada por la guerra y la persecución. Su historia nos lleva a las trágicas situaciones que muchas familias sufren a diario, obligadas a abandonar sus hogares en busca de seguridad y paz. Pero Enass y Sarmaad también nos han mostrado cómo, a partir de la familia y gracias a la solidaridad manifestada por muchas otras familias, la vida se puede reconstruir y renace la esperanza. Hemos visto este apoyo en el vídeo de Rammy y su hermano Meelad, en el que Rammy ha manifestado profunda gratitud por el ánimo y por la ayuda que su familia ha recibido de otras familias cristianas de todo el mundo, que han hecho posible de regresar a sus pueblos. En toda sociedad, las familias generan paz, porque enseñan el amor, la aceptación y el perdón, que son los mejores antídotos contra el odio, los prejuicios y la venganza que envenenan la vida de las personas y de las comunidades.


Como enseñaba un buen sacerdote irlandés, «la familia que reza unida permanece unida» e irradia paz. Una familia así puede ser un apoyo especial para otras familias que no viven en paz. Después de la muerte del padre Ganni, Enass, Sarmaad y sus familias prefirieron el perdón y la reconciliación en lugar del odio y el resentimiento. Vieron, a la luz de la Cruz, que el mal solo se puede vencer con el bien, y que el odio solo puede superarse con el perdón. De manera casi increíble, han podido encontrar la paz en el amor de Cristo, un amor que hace nuevas todas las cosas. Y esta noche comparten con nosotros esta paz. Ellos rezaron. Oración, rezar juntos. Cuando escuchaba el coro, vi allí a una madre que enseñaba a su hijo a santiguarse. Os pregunto: ¿Enseñáis a los niños a hacer la señal de la cruz? ¿Sí o no? [Sí] ¿O enseñáis a hacer algo como esto [hace un gesto rápido], que no se entiende lo que es? Es muy importante que los niños pequeños aprendan a hacer bien la señal de la cruz: es el primer Credo que aprenden; credo en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Antes de ir a la cama esta noche, preguntaos vosotros, padres: ¿Enseño a mis hijos a hacer bien la señal de la cruz? Piénsalo, es vuestra responsabilidad.


El amor de Cristo, que renueva todo, es lo que hace posible el matrimonio y un amor conyugal caracterizado por la fidelidad, la indisolubilidad, la unidad y la apertura a la vida. Esto es lo que quería resaltar en el cuarto capítulo de Amoris laetitia. Hemos visto este amor en Mary y Damián, y en su familia con diez hijos. Os pregunto [a Mary y a Damián]: ¿Os hacen enojar los hijos? ¡Eh, la vida es así! Pero es hermoso tener diez hijos. Gracias. ¡Gracias por vuestras palabras y por vuestro testimonio de amor y de fe! Vosotros habéis experimentado la capacidad del amor de Dios que ha transformado completamente vuestra vida y que os bendice con la alegría de una hermosa familia. Nos habéis indicado que la clave de vuestra vida familiar es la sinceridad. Entendemos por vuestro testimonio lo importante que es continuar yendo a esa fuente de la verdad y del amor que puede transformar nuestra vida. ¿Quién es? Jesús, que inauguró su ministerio público precisamente en una fiesta de bodas. Allí, en Caná, cambió el agua en un buen vino nuevo y que permitió continuar magníficamente con la alegre celebración. Pero, habéis pensado, ¿qué hubiera pasado si Jesús no hubiera hecho eso? ¿Habéis pensado en lo feo que es terminar una fiesta de bodas solo con agua? ¡Es feo! La Virgen entendió, y le dijo al Hijo: “No tienen vino”. Y Jesús comprendió que la fiesta terminaría mal solo con agua. Lo mismo sucede con el amor conyugal. El vino nuevo comienza a fermentar durante el tiempo del noviazgo, necesario aunque transitorio, y madura a lo largo de la vida matrimonial en una entrega mutua, que hace a los esposos capaces de convertirse, aun siendo dos, en «una sola carne». Y también, a su vez, de abrir sus corazones al que necesita amor, especialmente al que está solo, abandonado, débil y, en cuanto vulnerable, frecuentemente marginado por la cultura del descarte. Esta cultura que vivimos hoy, que descarta todo: descarta todo lo que no es necesario, descarta a los niños porque molestan, descarta a los ancianos porque no sirven... Solo el amor nos salva de esta cultura del descarte.


Las familias están llamadas a continuar creciendo y avanzando en todos los sitios, aun en medio de dificultades y limitaciones, tal como lo han hecho las generaciones pasadas. Todos formamos parte de una gran cadena de familias, que viene desde el inicio de los tiempos. Nuestras familias son tesoros vivos de memoria, con los hijos que a su vez se convierten en padres y luego en abuelos. De ellos recibimos la identidad, los valores y la fe. Lo hemos visto en Aldo y Marisa, casados desde hace más de cincuenta años. Su matrimonio es un monumento al amor y a la fidelidad. Sus nietos los mantienen jóvenes; su casa está llena de alegría de felicidad y de bailes. ¡Fue bonito ver a la abuela que enseñaba a bailar a sus nietas! Su amor recíproco es un don de Dios, un regalo que están transmitiendo con alegría a sus hijos y nietos.


Una sociedad —escuchad bien esto—, una sociedad que no valora a los abuelos es una sociedad sin futuro. Una Iglesia que no se preocupa por la alianza entre generaciones terminará careciendo de lo que realmente importa, el amor. Nuestros abuelos nos enseñan el significado del amor conyugal y parental. Ellos mismos crecieron en una familia y experimentaron el afecto de hijos e hijas, de hermanos y hermanas. Por eso son un tesoro de experiencia, un tesoro de sabiduría para las nuevas generaciones. Es un gran error no preguntarles a los ancianos sobre sus experiencias o pensar que hablar con ellos sea una pérdida de tiempo. En este sentido, quisiera agradecerle a Missy su testimonio. Ella nos ha dicho que la familia ha sido siempre una fuente de fuerza y de solidaridad entre los nómadas. Su testimonio nos recuerda que, en la casa de Dios, hay un lugar para todos. Nadie debe ser excluido; nuestro amor y nuestra atención deben extenderse a todos.


Ya es tarde y estáis cansados. También yo. Pero permitidme que os diga una última cosa. Vosotras, familias, sois la esperanza de la Iglesia y del mundo. Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, crearon a la humanidad a su imagen y semejanza para hacerla partícipe de su amor, para que fuera una familia de familias y gozara de esa paz que solo él puede dar. Con vuestro testimonio del Evangelio podéis ayudar a Dios a realizar su sueño, podéis contribuir a acercar a todos los hijos de Dios, para que crezcan en la unidad y aprendan qué significa para el mundo entero vivir en paz como una gran familia. Por eso, he querido daros a cada uno de vosotros una copia de Amoris laetitia, preparada con ocasión de los dos Sínodos sobre la familia y escrita para que fuera una especie de guía para vivir con alegría el evangelio de la familia. Que nuestra Madre, Reina de la familia y de la paz, os sostenga en el camino de la vida, del amor y de la felicidad.


Y ahora, al final de nuestra reunión, diremos la oración de este Encuentro de las Familias. Recitemos juntos la oración oficial del Encuentro de las Familias: [un gran aplauso]


Dios, nuestro Padre,…


Oración y bendición


Buenas noches, y que descanséis. Y hasta mañana.


DOMINGO 26 DE AGOSTO DE 2018



PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Explanada del Santuario de Knock
Domingo, 26 de agosto de 2018


Queridos hermanos y hermanas:


Estoy feliz de estar aquí con vosotros. Estoy contento de estar con vosotros en la Casa de la Virgen. Y doy gracias a Dios por la oportunidad de visitar ―en el contexto del Encuentro Mundial de las Familias― este Santuario tan querido por el pueblo irlandés. Agradezco al arzobispo Neary y al rector, Padre Gibbons, su cordial bienvenida.


En la Capilla de la Aparición he encomendado a todas las familias del mundo a la amorosa intercesión de la Virgen y, de modo especial, a vuestras familias, las familias irlandesas. María nuestra Madre conoce las alegrías y las dificultades que se viven en cada hogar. Conservándolas en su inmaculado Corazón, las presenta ante el trono de su Hijo con amor.


En recuerdo de mi visita, he traído como regalo un rosario. Sé que en este país es importante la tradición del rosario en familia. Por favor, seguid con esta tradición. Cuántos corazones de padres, madres e hijos han obtenido fuerza y consuelo a lo largo de los años meditando sobre la participación de la Virgen en los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de la vida de Cristo.


María es Madre. María es nuestra Madre es también Madre de la Iglesia, y a ella le confiamos hoy el camino del Pueblo fiel de Dios en esta “Isla esmeralda”. Pidamos que las familias encuentren apoyo en sus esfuerzos por difundir el Reino de Cristo y por ocuparse de los últimos de nuestros hermanos y hermanas. Que en medio de los vientos y las tempestades que azotan nuestros tiempos, sean las familias baluartes de fe y de bondad que, según las mejores tradiciones de la nación, resisten a todo lo que pretende disminuir la dignidad del hombre y de la mujer creados a imagen de Dios y llamados al sublime destino de la vida eterna.


Que la Virgen mire con misericordia a todos los miembros de la familia de su Hijo que sufren. Rezando delante de su imagen, le he encomendado de modo particular a todos los sobrevivientes, víctimas de abusos por parte de miembros de la Iglesia en Irlanda. Ninguno de nosotros puede dejar de conmoverse por las historias de los menores que han sufrido abusos, a quienes se les ha robado la inocencia o se les ha alejado de sus madres se les ha dejado una cicatriz de recuerdos dolorosos. Esta herida abierta nos desafía a que estemos firmes y decididos en la búsqueda de la verdad y de la justicia. Imploro el perdón del Señor por estos pecados, por el escándalo y la traición sentida por tantos en la familia de Dios. Pido a nuestra Madre Santísima que interceda por todas las personas que han sobrevivido al abuso de cualquier tipo y que confirme a cada miembro de la familia cristiana con el propósito decidido de no permitir nunca más que estas situaciones vuelvan a repetirse; y también que interceda por todos nosotros, para que podamos proceder siempre con justicia y reparar —en lo que dependa de nosotros— tanta violencia.


Mi peregrinación a Knock también me da la posibilidad de dirigir un cordial saludo a la querida gente de Irlanda del Norte. Si bien mi viaje con motivo del Encuentro Mundial de las Familias no incluye una visita al Norte, os aseguro mi afecto y cercanía en la oración. Pido a la Virgen que sostenga a todos los miembros de la familia irlandesa para que perseveren, como hermanos y hermanas, en la tarea de la reconciliación. Agradecido por los progresos ecuménicos y por el significativo aumento de la amistad y la colaboración entre las comunidades cristianas, rezo para que todos los discípulos de Cristo lleven adelante con constancia los esfuerzos para avanzar en el proceso de paz y para construir una sociedad armoniosa y justa para sus hijos hoy, sean cristianos, musulmanes, judíos, de cualquier confesión: hijos de Irlanda.


Y ahora, con estas intenciones y con todas las que llevamos en el corazón, dirijámonos a la Santísima Virgen María con la oración del Ángelus.


Después del Ángelus:


Deseo dirigir un saludo especial a los hombres y mujeres que están en las cárceles de este país, y agradecer en particular a los que me han escrito, sabiendo que iba a venir a Irlanda. Me gustaría deciros: Estoy cerca de vosotros, muy cerca. Os aseguro a vosotros y a vuestros familiares mi cercanía y mi oración. Que María, Madre de misericordia, vele sobre vosotros y os conforte en la fe y en la esperanza. Gracias.


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SANTA MISA

Parque Fénix, Dublín
Domingo, 26 de agosto de 2018


Ayer estuve reunido con ocho personas sobrevivientes de abuso de poder, de conciencia y sexuales.


Recogiendo lo que ellos me han dicho, quisiera poner delante de la misericordia del Señor estos crímenes y pedir perdón por ellos.


Pedimos perdón por los abusos en Irlanda, abusos de poder y de conciencia, abusos sexuales por parte de miembros cualificados de la Iglesia. De manera especial pedimos perdón por todos los abusos cometidos en diversos tipos de instituciones dirigidas por religiosos y religiosas y otros miembros de la Iglesia. Y pedimos perdón por los casos de explotación laboral a que fueron sometidos tantos menores.


Pedimos perdón por las veces que, como Iglesia, no hemos brindado a los sobrevivientes de cualquier tipo de abuso compasión, búsqueda de justicia y verdad, con acciones concretas. Pedimos perdón.


Pedimos perdón por algunos miembros de la jerarquía que no se hicieron cargo de estas situaciones dolorosas y guardaron silencio. Pedimos perdón.


Pedimos perdón por los chicos que fueron alejados de sus madres y por todas aquellas veces en las cuales se decía a muchas madres solteras que trataron de buscar a sus hijos que les habían sido alejados, o a los hijos que buscaban a sus madres, decirles que "era pecado mortal". ¡Esto no es pecado mortal, es cuarto mandamiento! Pedimos perdón.


Que el Señor mantenga y acreciente este estado de vergüenza y de compunción, y nos dé la fuerza para comprometernos en trabajar para que nunca más suceda y para que se haga justicia. Amén.





«Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68).


En la conclusión de este Encuentro Mundial de las Familias, nos reunimos como familia alrededor de la mesa del Señor. Agradecemos al Señor por tantas bendiciones que ha derramado en nuestras familias. Queremos comprometernos a vivir plenamente nuestra vocación para ser, según las conmovedoras palabras de santa Teresa del Niño Jesús, «el amor en el corazón de la Iglesia».


En este momento maravilloso de comunión entre nosotros y con el Señor, es bueno que nos detengamos un momento para considerar la fuente de todo lo bueno que hemos recibido. En el Evangelio de hoy, Jesús revela el origen de estas bendiciones cuando habla a sus discípulos. Muchos de ellos estaban desolados, confusos y también enfadados, debatiendo sobre aceptar o no sus “palabras duras”, tan contrarias a la sabiduría de este mundo. Como respuesta, el Señor les dice directamente: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida» (Jn 6,63).


Estas palabras, con su promesa del don del Espíritu Santo, rebosan de vida para nosotros que las acogemos desde la fe. Ellas indican la fuente última de todo el bien que hemos experimentado y celebrado aquí en estos días: el Espíritu de Dios, que sopla constantemente vida nueva en el mundo, en los corazones, en las familias, en los hogares y en las parroquias. Cada nuevo día en la vida de nuestras familias y cada nueva generación trae consigo la promesa de un nuevo Pentecostés, un Pentecostés doméstico, una nueva efusión del Espíritu, el Paráclito, que Jesús nos envía como nuestro Abogado, nuestro Consolador y quien verdaderamente nos da valentía.


Cuánta necesidad tiene el mundo de este aliento que es don y promesa de Dios. Como uno de los frutos de esta celebración de la vida familiar, que podáis regresar a vuestros hogares y convertiros en fuente de ánimo para los demás, para compartir con ellos “las palabras de vida eterna” de Jesús. Vuestras familias son un lugar privilegiado y un importante medio para difundir esas palabras como “buena noticia” para todos, especialmente para aquellos que desean dejar el desierto y la “casa de esclavitud” (cf. Jos 24,17) para ir hacia la tierra prometida de la esperanza y de la libertad.


En la segunda lectura de hoy, san Pablo nos dice que el matrimonio es una participación en el misterio de la fidelidad eterna de Cristo a su esposa, la Iglesia (cf. Ef 5,32). Pero esta enseñanza, aunque magnífica, tal vez pueda parecer a alguno una “palabra dura”. Porque vivir en el amor, como Cristo nos ha amado (cf. Ef 5,2), supone la imitación de su propio sacrificio, implica morir a nosotros mismos para renacer a un amor más grande y duradero. Solo ese amor puede salvar el mundo de la esclavitud del pecado, del egoísmo, de la codicia y de la indiferencia hacia las necesidades de los menos afortunados. Este es el amor que hemos conocido en Jesucristo, que se ha encarnado en nuestro mundo por medio de una familia y que a través del testimonio de las familias cristianas tiene el poder, en cada generación, de derribar las barreras para reconciliar al mundo con Dios y hacer de nosotros lo que desde siempre estamos destinados a ser: una única familia humana que vive junta en la justicia, en la santidad, en la paz.


La tarea de dar testimonio de esta Buena Noticia no es fácil. Sin embargo, los desafíos que los cristianos de hoy tienen delante no son, a su manera, más difíciles de los que debieron afrontar los primeros misioneros irlandeses. Pienso en san Columbano, que con su pequeño grupo de compañeros llevó la luz del Evangelio a las tierras europeas en una época de oscuridad y decadencia cultural. Su extraordinario éxito misionero no estaba basado en métodos tácticos o planes estratégicos, no, sino en una humilde y liberadora docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo. Su testimonio cotidiano de fidelidad a Cristo y entre ellos fue lo que conquistó los corazones que deseaban ardientemente una palabra de gracia y lo que contribuyó al nacimiento de la cultura europea. Ese testimonio permanece como una fuente perenne de renovación espiritual y misionera para el pueblo santo y fiel de Dios.


Naturalmente, siempre habrá personas que se opondrán a la Buena Noticia, que “murmurarán” contra sus “palabras duras”. Pero, como san Columbano y sus compañeros, que afrontaron aguas congeladas y mares tempestuosos para seguir a Jesús, no nos dejemos influenciar o desanimar jamás ante la mirada fría de la indiferencia o los vientos borrascosos de la hostilidad.


Incluso, reconozcamos humildemente que, si somos honestos con nosotros mismos, también nosotros podemos encontrar duras las enseñanzas de Jesús. Qué difícil es perdonar siempre a quienes nos hieren. Qué desafiante es acoger siempre al emigrante y al extranjero. Qué doloroso es soportar la desilusión, el rechazo, la traición. Qué incómodo es proteger los derechos de los más frágiles, de los que aún no han nacido o de los más ancianos, que parece que obstaculizan nuestro sentido de libertad.


Sin embargo, es justamente en esas circunstancias en las que el Señor nos pregunta: «¿También vosotros os queréis marchar?» (Jn 6,67). Con la fuerza del Espíritu que nos anima y con el Señor siempre a nuestro lado, podemos responder: «Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (v. 69). Con el pueblo de Israel, podemos repetir: «También nosotros serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!» (Jos 24,18).


Con los sacramentos del bautismo y de la confirmación, cada cristiano es enviado para ser un misionero, un “discípulo misionero” (cf. Evangelii gaudium, 120). Toda la Iglesia en su conjunto está llamada a “salir” para llevar las palabras de vida eterna a las periferias del mundo. Que esta celebración nuestra de hoy pueda confirmar a cada uno de vosotros, padres y abuelos, niños y jóvenes, hombres y mujeres, religiosos y religiosas, contemplativos y misioneros, diáconos y sacerdotes, y obispos, para compartir la alegría del Evangelio. Que podáis compartir el Evangelio de la familia como alegría para el mundo.


Mientras nos disponemos a reemprender cada uno su propio camino, renovemos nuestra fidelidad al Señor y a la vocación a la que nos ha llamado. Haciendo nuestra la oración de san Patricio, repitamos con alegría: «Cristo en mí, Cristo detrás de mí, Cristo junto a mí, Cristo debajo de mí, Cristo sobre mí» [lo repite en gaélico]. Con la alegría y la fuerza conferida por el Espíritu Santo, digámosle con confianza: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68).


Agradecimiento al concluir la Santa Misa


Al concluir esta Celebración eucarística y este maravilloso Encuentro Mundial de las Familias, regalo de Dios para nosotros y para toda la Iglesia, deseo dar las gracias cordialmente a todos los que han colaborado en su realización de diversas maneras. Doy las gracias al arzobispo Martin y a la arquidiócesis de Dublín por el trabajo de preparación y organización. Agradezco especialmente el apoyo y la ayuda ofrecida por el Gobierno, las autoridades civiles y tantos voluntarios, de Irlanda y de otros países, que han entregado su tiempo y trabajo con generosidad. De modo especial, deseo dar las gracias de forma muy sentida a todas las personas que han rezado por este encuentro: ancianos, niños, religiosos y religiosas, enfermos, encarcelados… Estoy seguro de que el éxito de esta jornada se debe a sus oraciones sencillas y perseverantes. ¡Gracias a todos! ¡Que el Señor os lo pague!


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ENCUENTRO CON LOS OBISPOS

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Convento de las Hermanas Dominicas, Dublín
Domingo, 26 de agosto de 2018


Queridos hermanos obispos:


A punto de concluir mi visita a Irlanda, doy gracias por esta oportunidad de compartir unos momentos con vosotros. Agradezco al arzobispo Eamon Martin sus amables palabras de introducción y os saludo a todos con afecto en el Señor.


Nuestro encuentro de esta noche retoma el diálogo fraterno que tuvimos el año pasado en Roma durante vuestra visita ad limina Apostolorum. En estas breves reflexiones, quisiera resumir nuestra conversación anterior, en el espíritu del Encuentro Mundial de las Familias que acabamos de celebrar. Todos nosotros, como obispos, somos conscientes de nuestra responsabilidad como padres del santo Pueblo fiel de Dios. Como buenos padres, tratamos de alentar e inspirar, reconciliar y unir, y sobre todo de preservar todo el bien transmitido de generación en generación en esta gran familia que es la Iglesia en Irlanda. Es verdad, la Iglesia en Irlanda sigue siendo fuerte, es verdad.


Por ello, esta noche mi palabra para vosotros es de aliento en vuestros esfuerzos —como continuación de la homilía—, en estos momentos de desafío, para perseverar en vuestro ministerio de heraldos del Evangelio y pastores del rebaño de Cristo. De manera especial, estoy agradecido por la atención que mostráis hacia los pobres, los excluidos y los necesitados, como recientemente lo ha atestiguado vuestra carta pastoral sobre las personas sin hogar y sobre las dependencias. También estoy agradecido por la ayuda que brindáis a vuestros sacerdotes, cuya pena y desánimo causados por los recientes escándalos son a menudo ignorados. Sed cercanos a los sacerdotes. Como obispos, son los más cercanos que tenéis.


Un tema recurrente de mi visita ha sido, por supuesto, la necesidad de que la Iglesia reconozca y remedie con honestidad evangélica y valentía los errores del pasado —pecados graves— con respecto a la protección de los niños y los adultos vulnerables. Entre estos, las mujeres maltratadas. En los últimos años, como cuerpo episcopal, habéis procedido resueltamente, no solo a poner en marcha caminos de purificación y reconciliación con las víctimas, las víctimas y los sobrevivientes de los abusos, sino también, con la ayuda del National Board para la protección de los niños en la Iglesia en Irlanda, habéis procedido a establecer un conjunto detallado de reglas destinadas a garantizar la seguridad de los jóvenes. En estos años todos hemos tenido que abrir nuestros ojos —es doloroso— ante la gravedad y el alcance de los abusos de poder, de conciencia y sexuales en diferentes contextos sociales. En Irlanda, como también en otros lugares, la honestidad y la integridad con que la Iglesia decide abordar este capítulo doloroso de su historia puede ofrecer a toda la sociedad un ejemplo y una llamada. Seguid así. Las humillaciones son dolorosas, pero hemos sido salvados de la humillación del Hijo de Dios, y esto nos da valor. Las heridas de Cristo nos dan fuerza. Os pido, por favor, cercanía: esta es la palabra, cercanía al Señor y al pueblo de Dios. Proximidad. No repitáis actitudes de distancia y clericalismo que algunas veces, en vuestra historia, dieron una imagen real de una Iglesia autoritaria, dura y autocrática.


Como mencionamos en nuestra conversación en Roma, la transmisión de la fe en su integridad y belleza representa un desafío significativo en el contexto de la rápida evolución de la sociedad. El Encuentro Mundial de las Familias nos ha dado gran esperanza y nos ha estimulado sobre el hecho de que las familias son cada vez más conscientes de su papel irremplazable en la transmisión de la fe. La transmisión de la fe se realiza principalmente en la familia; la fe se va transmitiendo “en dialecto”, el dialecto de la familia. Al mismo tiempo, las escuelas católicas y los programas de educación religiosa continúan desempeñando una función indispensable en la creación de una cultura de la fe y de un sentido de discipulado misionero. Sé que esto es un motivo de cuidado pastoral para todos vosotros. La genuina formación religiosa requiere maestros fieles y alegres, capaces de formar no solo las mentes sino también los corazones en el amor de Cristo y en la práctica de la oración. A veces pensamos que formar en la fe significa dar conceptos religiosos, y no pensamos en formar el corazón, en formar actitudes. Ayer el presidente de la nación me dijo que había escrito un poema sobre Descartes y lo dijo, más o menos: “La frialdad del pensamiento ha matado la música del corazón”. Formar la mente, sí, pero también el corazón. Y enseñar a rezar: enseñar a los niños a rezar; desde el principio, oración. La preparación de tales maestros y la difusión de programas para la formación permanente son esenciales para el futuro de la comunidad cristiana, en la que un laicado comprometido está particularmente llamado a llevar la sabiduría y los valores de su fe como parte de su compromiso con los diferentes sectores de la vida social, cultural y política del país.


La conmoción de los últimos años ha puesto a prueba la fe tradicionalmente fuerte de los irlandeses. No obstante, ha constituido también una oportunidad para una renovación interior de la Iglesia en este país y ha indicado modos nuevos de concebir su vida y su misión. «Dios siempre es novedad» y «nos empuja a partir una y otra vez y a desplazarnos para ir más allá de lo conocido» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 135). Que con humildad y confianza en su gracia, podáis discernir y emprender caminos nuevos para estos tiempos nuevos. Sed valientes y creativos. Ciertamente, el fuerte sentido misionero arraigado en el alma de vuestro pueblo os inspirará las formas creativas para dar testimonio de la verdad del Evangelio y hacer crecer la comunidad de los creyentes en el amor de Cristo y en el celo por el crecimiento de su Reino.


Que en vuestros esfuerzos diarios por ser padres y pastores de la familia de Dios en este país —padres, por favor, no padrastros—, seáis sostenidos siempre por la esperanza que se fundamenta en la verdad de las palabras de Cristo y en la seguridad de sus promesas. En todo tiempo y lugar, esta verdad nos hace libres (cf. Jn 8,32), posee su propio poder intrínseco para convencer a las mentes y conducir los corazones hacia sí. No os desaniméis cada vez que vosotros y vuestro pueblo os sintáis un pequeño rebaño expuesto a desafíos y dificultades. Como nos enseña san Juan de la Cruz, en la noche oscura es donde la luz de la fe brilla más pura en nuestros corazones. Y esta luz mostrará el camino para la renovación de la vida cristiana en Irlanda en los próximos años.


Por último, en espíritu de comunión eclesial, os pido que continuéis promoviendo la unidad y la fraternidad entre vosotros, es muy importante; y también, junto con los líderes de otras comunidades cristianas, trabajéis y oréis fervientemente por la reconciliación y la paz entre todos los miembros de la familia irlandesa. Hoy, en el almuerzo, estaba yo, luego [las autoridades de] Dublín, Irlanda del Norte... Unidos, todos. Y una cosa que siempre digo, pero que se debe repetir: ¿Cuál es la primera tarea del obispo? Digo esto a todos: oración. Cuando los cristianos helenistas fueron a quejarse porque no cuidaron de sus viudas [cf. Hch 6,1] Pedro y los apóstoles inventaron a los diáconos. Entonces, cuando Pedro explica cómo debería ser, termina así: «Y a nosotros [apóstoles], nos corresponde la oración y el anuncio de la palabra». Lanzo una pregunta aquí, y que cada uno responda en su interior: ¿Cuántas horas al día rezáis cada uno de vosotros?


Con estas ideas, queridos hermanos, os aseguro mi oración por vuestras intenciones, y os pido que me recordéis en la vuestra. A todos vosotros y a los fieles confiados a vuestro cuidado pastoral, os imparto la Bendición, como prenda de alegría y fortaleza en el Señor Jesucristo.


Estoy cerca de vosotros: ¡adelante, fuerza! El Señor es muy bueno. Y la Virgen nos protege. Y cuando las cosas son un poco difíciles, rezad Sub tuum praesidium, porque los místicos rusos solían decir: en los momentos de turbulencia espiritual, debemos pasar bajo el manto de la Santa Madre de Dios, sub tuum praesidium. ¡Muchas gracias! Y ahora os daré la Bendición.


Recemos juntos el Ave María.


Que Dios los bendiga a todos, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.


Muchas gracias.


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CONFERENCIA DE PRENSA DEL SANTO PADRE
DURANTE EL VUELO DE REGRESO A ROMA

Domingo, 26 de agosto de 2018


Greg Burke


¡Buenas tardes, Santo Padre!


Papa FRANCISCO


¡Buenas tardes!


Greg Burke


Gracias por este tiempo que nos dedica, después de dos días tan intensos. Ciertamente ha habido momentos difíciles en Irlanda —está siempre la cuestión de los abusos— pero también momentos muy bonitos: la fiesta de las familias, los testimonios de las familias, el encuentro con las jóvenes parejas y también la visita a los capuchinos, que tanto ayudan a los pobres.
Damos la palabra a los periodistas, empezando por los irlandeses, pero quizá usted quiere decir algo antes.


Papa FRANCISCO


Dar las gracias, porque si yo me he cansado, pienso en vosotros, que tenéis trabajo, trabajo, trabajo… Os agradezco mucho por vuestro esfuerzo, por vuestro trabajo. Muchas gracias.


Greg Burke


La primera pregunta, como es habitual, viene de un periodista del país, que es Tony Connelly, de RTÉ - Radio Tv irlandesa.


Tony Connelly, RTÉ (Radio Tv Irlanda)


Santidad, el sábado habló del encuentro que tuvo con el Ministro para la infancia; dijo que le había conmovido mucho lo que la señora le dijo sobre las casas para las madres y los niños. ¿Qué le dijo exactamente? ¿Se ha conmovido tanto porque ha sido la primera vez que usted ha oído hablar de estas casas?


Papa FRANCISCO


La ministra me dijo antes algo que no se refería tanto a madres e hijos; me dijo —pero fue breve—: “Santo Padre, nosotros hemos encontrado fosas comunes de niños, niños enterrados. Estamos haciendo investigaciones. ¿La Iglesia tiene algo que ver en todo esto?”. Pero lo dijo con mucha educación, de verdad, y con mucho respeto. Yo le di las gracias; esto me ha tocado el corazón, hasta el punto de que quise repetirlo en el discurso. No era en el aeropuerto —me he equivocado—, era en el encuentro con el presidente. En el aeropuerto había otra señora —ministra, creo— me he confundido. Pero ella me dijo: “Después le mandaré un informe”. Me ha enviado el informe, no he podido leerlo. He visto que me había enviado un informe. Fue muy equilibrada al decirme: Hay un problema, todavía no ha terminado la investigación, pero me ha hecho sentir también que la Iglesia tenía algo que hacer en eso. En mi opinión, esto ha sido un ejemplo de colaboración constructiva, antes que… —no quiero decir la palabra “protesta”— de lamento, de lamento por lo que en un tiempo pasado quizá la Iglesia había favorecido. Esa señora tenía una dignidad que me ha tocado el corazón. Y ahora tengo ese informe, que estudiaré cuando vuelva a casa. Gracias a usted.


Greg Burke


Ahora, otro irlandés que es Paddy Agnew, del “Sunday Independent”, residente en Roma pero periodista irlandés.


Papa FRANCISCO


¡No es el único irlandés en Roma!


Paddy Agnew, del “Sunday Independent”


Santo Padre, gracias y buenas noches. Ayer, Marie Collins, la víctima Marie Collins, que usted conoce bien, indicó que usted no es favorable a la institución de nuevos tribunales vaticanos de investigación sobre el problema de los abusos sexuales y, en particular, los llamados tribunales de investigación sobre los obispos, sobre la asunción de responsabilidad por parte de los obispos (bishop accountability). ¿Por qué considera que no es necesario?


Papa FRANCISCO


No, no, no es así. No es así. Marie Collins tiene fijación con la idea. Yo estimo mucho a Marie Collins, a veces la llamamos en el Vaticano para que dé conferencias. Ella tiene la fijación con la idea de ese escrito, “Como una madre amorosa”, en el que se decía que para juzgar a los obispos estaría bien hacer un tribunal especial. Después se ha visto que esto no era factible y tampoco era conveniente por las diferentes culturas de los obispos que deben ser juzgados. Se toma la recomendación de “Madre amorosa” y se hace un jurado para cada obispo, pero no es el mismo. Este obispo es juzgado y el Papa hace un jurado que sea capaz de llevar ese caso. Es algo que funciona mejor, también porque, para un grupo de obispos, dejar la diócesis por esto no es posible. Así cambian los tribunales, los jurados. Y así hemos hecho hasta ahora. Han sido juzgados varios obispos: el último el de Guam, el arzobispo de Guam, que ha recurrido en apelación y yo he decidido —porque era un caso muy, muy complejo— usar un derecho que tengo, de reservarme la apelación y no mandarlo al tribunal de apelación que hace su trabajo con todos los sacerdotes, pero me lo he reservado. He formado una comisión de canonistas que me ayuda y me han dicho que, en poco tiempo, un mes como mucho, se hará la “recomendación” para que yo haga el juicio. Es un caso complicado, por una parte, pero no difícil, porque las evidencias son clarísimas; por el lado de las evidencias, son claras. Pero no puedo prejuzgar. Espero el informe y después juzgaré. Digo que las evidencias son claras porque son las que han llevado a la condena en el primer tribunal. Este ha sido el último caso. Ahora hay otro en proceso, veremos cómo acaba. Pero está claro, yo le he dicho a Marie: el espíritu y también la recomendación de “Como una madre amorosa” se realiza. Un obispo es juzgado por un tribunal, pero no es siempre el mismo tribunal, porque no es posible. Ella [Marie Collins] no ha entendido bien esto, pero cuando la vea —porque ella viene a veces al Vaticano, la llamamos— se lo explicaré más claramente. Yo la quiero mucho.


Greg Burke


Ahora el grupo italiano, Santo Padre: está Stefania Falasca, de “Avvenire”.


Stefania Falasca, “Avvenire”


Buenas noches, Santo Padre. Usted ha dicho, también hoy, que siempre es un desafío acoger al migrante y al extranjero. Precisamente ayer se resolvió una situación dolorosa, la de la nave “Diciotti”. ¿Está su “manita” detrás de esta solución? ¿Está su implicación, su interés?


Papa FRANCISCO


¡La manita es del diablo, no la mía! [ríen] La manita es del diablo...


Stefania Falasca


Y, además, muchos ven un chantaje a Europa sobre la piel de esta gente. ¿Usted qué piensa?


Papa FRANCISCO


Acoger migrantes es algo antiguo como la Biblia. En el Deuteronomio, en los mandamientos, Dios manda esto: Acoger al migrante, “al extranjero”. Es algo antiguo, que está en el espíritu de la revelación divina y también en el espíritu del cristianismo. Es un principio moral. Sobre esto he hablado, y después he visto que debía explicitar un poco más, porque no se trata de acoger “a la belle étoile”, no, sino un acoger razonable. Y esto vale en toda Europa. ¿Cuándo me he dado cuenta de cómo debe ser esta actitud razonable? Cuando hubo un atentado en Zaventem [Bélgica]: los chicos, los guerrilleros que hicieron el atentado en Zaventem eran belgas, pero hijos de inmigrantes no integrados, segregados. Es decir, fueron acogidos por el país pero dejados ahí, e hicieron un gueto: no fueron integrados. Por eso he subrayado esto, es importante. Después, he recordado, cuando fui a Suecia —y Franca [Giansoldati] en un artículo hizo mención de esto y de cómo yo he explicitado este pensamiento—, cuando fui a Suecia hablé de integración, y lo sabía porque durante la dictadura en Argentina, desde 1976 a 1983, muchos, muchos argentinos y también uruguayos huyeron a Suecia. Y ahí, enseguida el gobierno los tomaba, les hacía estudiar la lengua y les daba trabajo, los integraba. Hasta el punto que —y esta es una anécdota interesante— la señora ministra que vino a despedirme al aeropuerto de Lund era hija de una sueca y de un migrante africano; pero este migrante africano se había integrado de tal manera que su hija se había convertido en ministra en el país. Suecia ha sido un modelo. Pero, en aquel momento, Suecia empezaba a tener dificultades, no porque no tuviera buena voluntad, sino porque no tenía las posibilidades de integración. Este fue el motivo por el que Suecia se ha parado un poco, ha dado este paso. Integración. Y después he hablado aquí, en una rueda de prensa entre vosotros, de la virtud de la prudencia que es la virtud del gobernante, y he hablado de la prudencia de los pueblos sobre el número o sobre las posibilidades. Un pueblo que puede acoger, pero no tiene posibilidad de integrar, mejor que no acoja. Ahí está el problema de la prudencia. Y creo que este es precisamente el problema del diálogo hoy en la Unión Europea. Se debe continuar hablando: las soluciones se encuentran.


¿Qué ha pasado con la “Diciotti”? Yo no he metido la manita. El que ha hecho el trabajo con el ministro del interior ha sido el padre Aldo, el buen padre Aldo, que es el que sigue la Obra de Don Benzi, que los italianos conocen bien, que trabajan para la liberación de las prostitutas, las que son explotadas y tantas cosas más. E intervino también la Conferencia episcopal italiana, el cardenal Bassetti, que estaba aquí, pero por teléfono seguía toda la mediación, y uno de los dos subsecretarios, monseñor Maffeis, negociaba con el ministro. Y creo que intervino Albania… Han tomado un cierto número de migrantes Albania, Irlanda y Montenegro, creo, no estoy seguro. De los otros se ha hecho cargo la Conferencia episcopal, no sé si bajo el “paraguas” del Vaticano o no; no sé cómo se ha negociado la cosa; pero van al Centro “Mundo mejor”, en Rocca di Papa, serán acogidos ahí. El número creo que supera los cien. Y ahí empezarán a aprender el idioma y a hacer ese trabajo que se ha hecho con los migrantes integrados. Yo tuve una experiencia muy gratificante. Cuando fui a la Universidad Roma III había estudiantes que querían hacerme preguntas y vi a una estudiante: “Yo esa cara la conozco”. Era una que vino conmigo entre los trece que traje de Lesbos. ¡Esa chica estaba en la universidad! ¿Por qué? Porque la Comunidad de San Egidio, desde el día después de su llegada, la llevó a la escuela, a estudiar. Y la integró a nivel universitario. Este es el trabajo con los migrantes. Está la apertura del corazón a todos, sufrir; después, la integración como condición para acoger; y después la prudencia de los gobernantes para hacer esto. Yo lo he visto, tengo una grabación clandestina, de qué es lo que le sucede a aquellos que son enviados de vuelta y son tomados por los traficantes: es horrible, las cosas que hacen a los hombres, a las mujeres y a los niños. Los venden, pero a los hombres les hacen torturas muy sofisticadas. Había uno ahí —un espía— que ha sido capaz de hacer esa grabación, que he enviado a mis dos subsecretarios de las migraciones. Por eso, antes de mandarlos de vuelta hay que pensarlo bien.


Y después, una última cosa. Están estos migrantes que vienen; pero están otros que son engañados, en Fiumicino, son engañados: “No, te damos trabajo…”. Les hacen tener los papeles, a todos, y terminan en la calle esclavizados, bajo amenaza de los traficantes de mujeres. Esto es.


Greg Burke


Gracias, Santo Padre. La próxima pregunta es del grupo anglófono: Anna Matranga, de la televisión americana CBS.


Anna Matranga, CBS


Buenas noches, Santo Padre. Volveré al argumento “abusos”, del que ya ha hablado. Esta mañana muy pronto salió un documento del arzobispo Carlo María Viganò, en el que dice que en 2013 tuvo una conversación personal con usted en el Vaticano, y que en ese coloquio él habría hablado con usted explícitamente del comportamiento y de los abusos sexuales del ex cardenal McCarrick. Quería preguntarle si esto es verdad. Y quería también preguntar otra cosa: el arzobispo ha dicho también que el Papa Benedicto había sancionado a McCarrick, que le había dicho que no podía vivir en el seminario, no podía celebrar misa en público, no podía viajar; estaba sancionado por la Iglesia. ¿Le puedo preguntar si estas dos cosas son verdad?


Papa FRANCISCO


Una cosa: yo preferiría —aunque responderé a su pregunta— preferiría que antes habláramos del viaje y después de otros argumentos, pero respondo. He leído esta mañana ese comunicado. Lo he leído y sinceramente debo deciros esto, a usted y a todos aquellos entre vosotros que estáis interesados: leed atentamente el comunicado y haced vuestro juicio. Yo no diré una palabra sobre esto. Creo que el comunicado habla por sí mismo, y vosotros tenéis la suficiente capacidad periodística para extraer conclusiones. Es un acto de confianza. Cuando haya pasado un poco de tiempo, y vosotros hayáis extraído las conclusiones, quizá yo hablaré. Pero quisiera que vuestra madurez profesional haga este trabajo: os hará bien, de verdad. Está bien así.


Anna Matranga


Marie Collins dijo, después de haberse encontrado con usted durante el encuentro con las víctimas, que ha hablado directamente con usted precisamente sobre el ex cardenal McCarrick. Ha dicho que usted ha sido muy duro en su condena de McCarrick. Le quería preguntar: ¿Cuándo ha sido la última vez que usted escuchó hablar de los abusos que había cometido el ex cardenal?


Papa FRANCISCO


Esto forma parte del comunicado sobre McCarrick: estudiadlo y después diré. Pero dado que ayer no lo había leído, me permití hablar claro con Marie Collins y el grupo [de las víctimas], en el encuentro que duró realmente una hora y media, una cosa que me hizo sufrir mucho. Pero creo que era necesario escuchar a aquellas ocho personas; y de esta reunión salió la propuesta —que hice yo y ellos la aceptaron y me ayudaron a realizarla— de pedir perdón hoy en la Misa, pero sobre cosas concretas. Por ejemplo, la última que yo nunca había escuchado: aquellas madres —se llamaba el “lavadero de mujeres”—, cuando una mujer se quedaba embarazada sin matrimonio, iba a un hospital o no sé cómo se llamaba, instituto, pero lo dirigían las hermanas y después daban al niño en adopción a la gente. Y había hijos, en aquel tiempo, que intentaban encontrar a las madres, si estaban vivas, no sabían; y les decían a ellos que era pecado mortal hacer esto; y también a las madres que buscaban a los hijos les decían que era pecado mortal. Por eso he terminado hoy diciendo que esto no es pecado mortal, sino que es el cuarto mandamiento. Y las cosas que he dicho hoy, algunas no las sabía y ha sido para mí doloroso, pero también con el consuelo de poder ayudar a aclarar estas cosas. Y espero su comentario sobre aquel documento, me gustaría. Gracias.


Greg Burke


Gracias, Santo Padre. Ahora Cecile Chambraud de “Le Monde”.


Cecile Chambraud, “Le Monde”


Buenas tardes, Santo Padre. Espero que no le incomode si le hago mi pregunta en español y le ruego que responda en italiano para todos los colegas. En su discurso a las autoridades irlandesas, usted se ha referido a su reciente Carta al Pueblo de Dios. En esa Carta, usted llama a todos los católicos a participar en la lucha contra los abusos en la Iglesia. ¿Puede explicarnos qué pueden hacer concretamente los católicos, cada uno en su propia posición, para luchar contra los abusos? Y a este respecto, en Francia, un sacerdote ha empezado una petición llamando a que renuncie el cardenal Barbarin, acusado por víctimas. ¿Le parece adecuada esta iniciativa, o no?


Papa FRANCISCO


Si hay sospechas o pruebas o medias pruebas no veo nada de malo en hacer una investigación, siempre que se haga sobre un principio jurídico fundamental: Nemo malus nisi probetur, nadie es malo si no se prueba. Y muchas veces existe la tentación no solo de hacer la investigación, sino de publicar la investigación que se ha hecho y por qué es culpable. Así algunos medios —no los vuestros, no lo sé— comienzan a crear un clima de culpabilidad. Y me permito decir una cosa que ha sucedido en estos tiempos, que podrá ayudar en esto, porque para mí es importante cómo se procede y cómo los medios pueden ayudar. Hace tres años, más o menos, comenzó en Granada el problema de los llamados curas pedófilos, un grupo de siete, ocho o diez curas que fueron acusados de abuso de menores y también de hacer fiestas, orgías y esas cosas. La acusación la recibí yo, directamente. En una carta escrita por un joven de veintitrés años —según él— había sido abusado, daba nombres y todo. Era un joven que trabajaba en un colegio religioso de Granada, de mucho prestigio. La carta, perfecta… Y me preguntaba qué hacer para denunciar esto. Yo dije: “Ve al arzobispo, el arzobispo sabe lo que debes hacer”. El arzobispo hizo todo lo que debía hacer, la cosa llegó también al tribunal civil. Hubo dos procesos. Los medios del lugar comenzaron a hablar, a hablar… Tres días después, la parroquia tenía pintadas: “Curas pedófilos” y cosas del estilo; y así se creó la conciencia de que estos curas eran criminales. Siete fueron interrogados, y no se encontró nada; sobre tres fue adelante la investigación, permanecieron dos en la cárcel durante cinco días; y uno, el padre Román, que era el párroco, durante siete días. Durante casi otros tres años sufrieron el odio, las bofetadas de todo el pueblo: criminalizados, no podían salir fuera y sufrieron humillaciones hechas por el jurado para comprobar las acusaciones del chico, que yo no oso repetir aquí. Después de más de tres años, el jurado declara inocentes a los curas, inocentes todos, pero sobre todo a estos tres —los demás ya estaban fuera de la causa—, y culpable al denunciante. Porque habían visto que aquel joven era fantasioso, pero era una persona muy inteligente y trabajaba también en un colegio católico y tenía ese prestigio, que daba impresión de decir la verdad. Fue condenado él a pagar los gastos y todas esas cosas, y ellos, inocentes. Estos hombres fueron condenados por los medios del lugar antes que por la justicia. Y por eso, vuestro trabajo es muy delicado. Vosotros debéis acompañar, debéis decir las cosas, pero siempre con esa presunción legal de inocencia, y no la presunción legal de culpabilidad. Y hay diferencia entre el informador que informa sobre un caso, pero no se juega con una condena previa, y el investigador que hace de “Sherlock Holmes”, que va con la presunción de culpabilidad. Cuando leemos la técnica de Hercule Poirot: para él, todos eran culpables. Pero este es el trabajo del investigador. Son dos posiciones diversas. Pero quienes informan deben partir siempre de la presunción de inocencia, diciendo las propias impresiones, dudas, pero sin dar condenas. Este caso que sucedió en Granada para mí es un ejemplo que hará bien a todos nosotros, en nuestro [respectivo] trabajo.


Greg Burke


En la primera parte [de la pregunta precedente] había preguntado qué podría hacer el Pueblo de Dios en la cuestión...


Papa FRANCISCO


Ah sí, sí. Cuando se ve algo, hablar inmediatamente. Yo diré otra cosa un poco fea. A veces, son los padres quienes cubren un abuso de un cura. Muchas veces. Se ve en las sentencias. [Dicen:] “No es posible…”. No creen, o se convencen de que no es verdad y el chico o la chica se queda así. Yo tengo por método recibir cada semana a una o dos personas, pero no es matemático; y he recibido a una persona, una señora, que desde hace 40 años sufría esta llaga del silencio, porque los padres no la habían creído. Fue abusada con ocho años. Hablar, esto es importante. Es cierto que, para una madre, ver eso, sería mejor que no fuera verdad y entonces piensa que el hijo tal vez tiene fantasías. [Pero es necesario] hablar. Y hablar con las personas precisas, hablar con aquellos que pueden iniciar un juicio, al menos, una investigación previa. Hablar con el juez o con el obispo o, si el párroco es bueno, hablar con el párroco. Esto es lo primero que puede hacer el Pueblo de Dios. Estas cosas no hay que cubrirlas, no hay que cubrirlas. Me decía un psiquiatra hace tiempo —pero esto no quiero que sea una ofensa para las mujeres— que por el sentido de maternidad, las mujeres están más inclinadas a cubrir las cosas del hijo que los hombres. Pero no sé si es verdad o no. Pero esto es: hablar. Gracias.


Greg Burke


Del grupo español está Javier Romero, de “Rome Reports TV”.


Javier Romero


Santidad, disculpe, quisiera hacerle dos preguntas. La primera: El primer ministro de Irlanda, que ha sido muy directo en su discurso, está orgulloso de un nuevo modelo de familia diferente al que tradicionalmente propone la Iglesia hasta ahora; hablo del matrimonio homosexual. Y este es tal vez uno de los modelos que genera más desencuentros, en el caso especialmente de una familia católica, cuando hay una persona de esta familia que se declara homosexual. Santidad, la primera pregunta que quisiera hacerle es: ¿Qué piensa usted? ¿Qué quisiera decirle usted a un papá, a un padre, al que el hijo le dice que es homosexual y que quiere ir a vivir con su pareja? Esta es la primera pregunta. Y la segunda: De hecho, también usted en el discurso con el primer ministro ha hablado del aborto. Hemos visto cómo Irlanda ha cambiado tanto en los últimos años y parecía que el ministro estuviera satisfecho de esos cambios. Uno de esos cambios fue precisamente el aborto. Nosotros hemos visto que en los últimos meses, en los últimos años, la cuestión del aborto ha salido en muchos países, entre ellos en Argentina, su país. Usted cómo se siente cuando ve que este es un argumento del que usted habla a menudo y hay tantos países en los que se ha introducido...


Papa FRANCISCO


Está bien. Comienzo por lo segundo, pero hay dos puntos —gracias por esto—, porque están ligados a las cuestiones de las que estamos hablando. Sobre el aborto, vosotros sabéis cómo piensa la Iglesia. El problema del aborto no es un problema religioso. Nosotros no estamos contra el aborto a causa de la religión. No. Es un problema humano y hay que estudiarlo desde la antropología. Estudiar el aborto comenzando por el hecho religioso es ignorar el pensamiento. El problema del aborto hay que estudiarlo desde la antropología. Y siempre está la cuestión antropológica sobre la ética de eliminar un ser vivo para resolver un problema. Pero esta es ya la discusión. Solamente quiero subrayar esto: No permito nunca que se empiece a discutir el problema del aborto desde el hecho religioso. No. Es un problema humano. Este es mi pensamiento.


Segundo. Siempre ha habido homosexuales y personas con tendencias homosexuales. Siempre. Dicen los sociólogos, pero no sé si es cierto, que en los tiempos de cambio de época crecen algunos fenómenos sociales y éticos, y uno de estos sería este. Esta es la opinión de algunos sociólogos. Tu pregunta es clara: ¿Qué diría yo a un papá que ve que su hijo o su hija tiene esa tendencia? Yo les diría sobre todo que rezaran: reza. No condenar, dialogar, entender, dar espacio al hijo o a la hija. Dar espacio para que se exprese. Después, ¿en qué edad se manifiesta esta inquietud del hijo? Es importante. Una cosa es cuando se manifiesta de niño, cuando hay tantas cosas que se pueden hacer, para ver cómo son las cosas; otra es cuando se manifiesta después de los 20 años o cosas por el estilo, pero yo nunca diré que el silencio es el remedio. Ignorar al hijo o la hija con tendencia homosexual es una falta de paternidad y maternidad. Tú eres mi hijo, tú eres mi hija, así como eres; yo soy tu padre y tu madre, hablamos. Y si vosotros, padre y madre, no podéis con ello, pedid ayuda, pero siempre en el diálogo, siempre en el diálogo. Porque ese hijo y esa hija tienen derecho a una familia y la familia es esta, la que es: no echarlo de la familia. Este es un desafío serio a la paternidad y a la maternidad. Te agradezco la pregunta. Gracias.


Greg Burke


Gracias a usted, Santo Padre.


Papa FRANCISCO


Y después, quisiera decir una cosa para los irlandeses que están aquí. Yo he encontrado mucha fe en Irlanda. Mucha fe. Es cierto, el pueblo irlandés ha sufrido mucho por los escándalos. Pero hay fe, en Irlanda, y grande. Y además el pueblo irlandés sabe distinguir y cito lo que hoy he escuchado de un prelado: “El pueblo irlandés sabe distinguir bien entre las verdades y las medias verdades. Es una cosa que tiene dentro”. Es cierto que está en un proceso de transformación, de sanación de este escándalo. Es cierto que algunos se abren a posiciones que parecen alejarse de la fe, pero el pueblo irlandés tiene una fe arraigada y fuerte. Lo quiero decir porque es lo que he visto, he escuchado y sobre lo que en estos dos días me he informado.


Gracias por vuestro trabajo, muchas gracias. Y rezad por mí, por favor.


Greg Burke


Gracias a usted. Buena cena y buen reposo.
 

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