martes, 6 de julio de 2021

Obispo copto Anba Moussa: ningún argumento religioso puede justificar la horrenda costumbre de la mutilación genital femenina

El Cairo, EGIPTO (Agencia Fides, 05/07/2021) - En la Sagrada Biblia no hay un solo versículo que pueda servir de pretexto para justificar la práctica de la mutilación genital femenina, de la que todavía son víctimas innumerables niñas en muchos países africanos, entre ellos Egipto. La enésima negativa clara a los intentos de justificar con argumentos ético-religiosos o incluso con referencias a los Textos Sagrados esta violenta y devastadora costumbre la ha realizado recientemente Anba Moussa, obispo de la Iglesia copta Ortodoxa encargado de coordinar las actividades pastorales dirigidas a las generaciones más jóvenes. Así lo ha declarado Anba Moussa en el marco del debate público y mediático promovido también en el diario Al-Masry Al-Youm después de que el presidente egipcio Abdel Fattah al Sisi aprobara a finales de abril unas enmiendas al Código Penal egipcio que endurecen las penas previstas para quienes persistan en la promoción y aplicación de la práctica de la mutilación genital femenina, penas que golpean con especial dureza a los médicos y al personal paramédico implicado en este fenómeno. La Iglesia Copta Ortodoxa y otras Iglesias y comunidades eclesiales -recuerda Anba Moussa- siempre han rechazado unánimemente la llamada “circuncisión femenina”, por considerarla una antigua costumbre que no puede tener ninguna relación con la Sagrada Escritura y la doctrina cristiana, que reconoce como buena toda realidad creada por Dios, y por tanto no puede justificar con argumentos teológicos, morales o espirituales la eliminación de órganos y miembros del cuerpo humano. El obispo copto ortodoxo subraya que los genitales, tanto masculinos como femeninos, desempeñan un papel fundamental en la vida afectiva y sexual del hombre y de la mujer, orientado según el designio de la Creación, y cualquier intento de justificar su eliminación o manipulación quirúrgica con argumentos pseudo-religiosos es en sí mismo también una falta de respeto hacia el amor gratuito con el que Dios creó al hombre y a la mujer. Enumerando varios argumentos contra la práctica de la mutilación genital, Anba Moussa recuerda que también puede provocar hemorragias mortales, y que a menudo las niñas víctimas sufren un “shock psicológico aterrador” que puede marcarlas de por vida. El obispo también estigmatiza los argumentos de quienes presentan esta feroz costumbre como un antídoto contra las prácticas sexuales perversas, recordando los pasajes evangélicos en los que el propio Jesús repite que las impurezas y las malas intenciones salen del corazón de los hombres (Cf. Mc 7, 21-22). En su discurso, Anba Moussa también reitera la oportunidad de una “campaña masiva en los medios de comunicación” para apoyar especialmente a las poblaciones del campo en el creciente rechazo a “esta práctica dañina”.
 

Ya hace unos años había lanzado entre sus fieles una intensa campaña de concienciación contra la práctica de la infibulación y la mutilación genital femenina, que sigue estando muy extendida incluso entre los cristianos coptos de diferentes zonas del Alto Egipto. En su momento, el Patriarca Tawadros II instó a todas las comunidades coptas a concienciar sobre los peligros y las graves consecuencias físicas y psicológicas de esta práctica. Se han colocado carteles de advertencia contra la infibulación cerca de los locales de las iglesias donde se administra el bautismo.
 

Los orígenes históricos de la práctica de la infibulación están ligados a prácticas muy extendidas en el antiguo Egipto. Por eso su nombre en árabe corresponde a la expresión “infibulación faraónica” (al khitan al fira'uni). La infibulación y la circuncisión femeninas no se mencionan en el Corán, y el Islam como tal no exige ninguna mutilación genital femenina. La práctica de la infibulación, aunque prohibida por la Iglesia copta, sobrevive en las comunidades cristianas del Alto Egipto y del Cuerno de África, en Eritrea y Etiopía (pero también en Níger) como herencia de costumbres tribales anteriores al inicio de la predicación apostólica.