El Cairo, EGIPTO (Agencia Fides, 05/07/2021) - En la Sagrada Biblia no hay un solo versículo
que pueda servir de pretexto para justificar la práctica de la
mutilación genital femenina, de la que todavía son víctimas innumerables
niñas en muchos países africanos, entre ellos Egipto. La enésima
negativa clara a los intentos de justificar con argumentos
ético-religiosos o incluso con referencias a los Textos Sagrados esta
violenta y devastadora costumbre la ha realizado recientemente Anba
Moussa, obispo de la Iglesia copta Ortodoxa encargado de coordinar las
actividades pastorales dirigidas a las generaciones más jóvenes. Así lo
ha declarado Anba Moussa en el marco del debate público y mediático
promovido también en el diario Al-Masry Al-Youm después de que el
presidente egipcio Abdel Fattah al Sisi aprobara a finales de abril unas
enmiendas al Código Penal egipcio que endurecen las penas previstas
para quienes persistan en la promoción y aplicación de la práctica de la
mutilación genital femenina, penas que golpean con especial dureza a
los médicos y al personal paramédico implicado en este fenómeno. La
Iglesia Copta Ortodoxa y otras Iglesias y comunidades eclesiales
-recuerda Anba Moussa- siempre han rechazado unánimemente la llamada
“circuncisión femenina”, por considerarla una antigua costumbre que no
puede tener ninguna relación con la Sagrada Escritura y la doctrina
cristiana, que reconoce como buena toda realidad creada por Dios, y por
tanto no puede justificar con argumentos teológicos, morales o
espirituales la eliminación de órganos y miembros del cuerpo humano. El
obispo copto ortodoxo subraya que los genitales, tanto masculinos como
femeninos, desempeñan un papel fundamental en la vida afectiva y sexual
del hombre y de la mujer, orientado según el designio de la Creación, y
cualquier intento de justificar su eliminación o manipulación quirúrgica
con argumentos pseudo-religiosos es en sí mismo también una falta de
respeto hacia el amor gratuito con el que Dios creó al hombre y a la
mujer. Enumerando varios argumentos contra la práctica de la mutilación
genital, Anba Moussa recuerda que también puede provocar hemorragias
mortales, y que a menudo las niñas víctimas sufren un “shock psicológico
aterrador” que puede marcarlas de por vida. El obispo también
estigmatiza los argumentos de quienes presentan esta feroz costumbre
como un antídoto contra las prácticas sexuales perversas, recordando los
pasajes evangélicos en los que el propio Jesús repite que las impurezas
y las malas intenciones salen del corazón de los hombres (Cf. Mc 7,
21-22). En su discurso, Anba Moussa también reitera la oportunidad de
una “campaña masiva en los medios de comunicación” para apoyar
especialmente a las poblaciones del campo en el creciente rechazo a
“esta práctica dañina”.
Ya hace unos años había lanzado entre sus fieles
una intensa campaña de concienciación contra la práctica de la
infibulación y la mutilación genital femenina, que sigue estando muy
extendida incluso entre los cristianos coptos de diferentes zonas del
Alto Egipto. En su momento, el Patriarca Tawadros II instó a todas las
comunidades coptas a concienciar sobre los peligros y las graves
consecuencias físicas y psicológicas de esta práctica. Se han colocado
carteles de advertencia contra la infibulación cerca de los locales de
las iglesias donde se administra el bautismo.
Los orígenes históricos de la práctica de la infibulación están ligados a
prácticas muy extendidas en el antiguo Egipto. Por eso su nombre en
árabe corresponde a la expresión “infibulación faraónica” (al khitan al
fira'uni). La infibulación y la circuncisión femeninas no se mencionan
en el Corán, y el Islam como tal no exige ninguna mutilación genital
femenina. La práctica de la infibulación, aunque prohibida por la
Iglesia copta, sobrevive en las comunidades cristianas del Alto Egipto y
del Cuerno de África, en Eritrea y Etiopía (pero también en Níger) como
herencia de costumbres tribales anteriores al inicio de la predicación
apostólica.