Myitkyina, MYANMAR (Agencia Fides 07/01/2022) - Los salesianos de Myanmar han asumido el
servicio pastoral de la nueva parroquia de San Miguel, en el distrito de
Myo Thit Kyi, en la diócesis de Myitkyina, en el estado de Kachin, en
el norte del país. El cardenal Charles Maung Bo, también salesiano, se
la confió a los misioneros. Fides ha tenido conocimiento de que el nuevo
párroco es el padre Bosco Aung Zaw Win, director de la Comunidad Don
Bosco en Myitkyina. Durante la ceremonia de toma de posesión, celebrada
el pasado 1 de enero y que contó con la participación de más de 1.200
fieles, unos cuarenta niños y niñas recibieron el sacramento de la
Confirmación.
La parroquia de San Miguel es la segunda parroquia de la ciudad de
Myitkyina y ha sido especialmente creada para católicos que no son de
etnia, cultura e idioma Kachin. Muchos habitantes de la ciudad, que no
pertenecen a la etnia mayoritaria Kachin, se han mostrado agradecidos y
muy felices de tener una nueva parroquia donde poder rezar, recibir
catequesis, acudir a la liturgia y alimentar su vida espiritual en su
propio idioma. Según informa la hermana Maria Htwe a la Agencia Fides,
la mayoría de los feligreses son inmigrantes de la archidiócesis de
Mandalay que viven o residen temporalmente en Myitkyina.
La Familia Salesiana en Myanmar, presente en el país desde 1939, tiene
actualmente comunidades en Mandalay, Myitkyina, Anisakan, Pyin Oo Lwin,
Thibaw y Kalay Myo. La viceprovincia de María Auxiliadora (MYM) tiene
alrededor de 60 religiosas, 2 obispos (el cardenal Charles Maung Bo,
arzobispo de Yangon y monseñor Lucas Dau Ze Jeimphaung, obispo de
Lashio) mientras que las hermanas salesianas Hijas de María Auxiliadora
son alrededor de 50 y además de cientos de cooperadores y voluntarios
laicos. Los Salesianos responden a las necesidades de los niños, los
jóvenes y de sus familias en estos tiempos de crisis, a través, sobre
todo, de actividades educativas y pastorales. Especialmente en las
grandes ciudades, ante el fenómeno de los niños de la calle, los
Salesianos han optado por ayudar a los más pequeños, dándoles la
oportunidad de construir un futuro.
viernes, 7 de enero de 2022
Confiada a los Salesianos la parroquia de San Miguel de Myitkyina
“Mañana, la luz”, la historia de una niña ciega de una escuela católica en Gaya que marcó a un misionero
Dosso, NÍGER (Agencia Fides, 07/01/2022) – “Tuve que salir de la ciudad de Gaya y ahora
estoy en Dosso, a unos 140 kilómetros de distancia, de donde, por
razones de seguridad, no puedo moverme”, escribe a la Agencia Fides el
padre Rafael Marco Casamayor, religioso de la Sociedad de Misiones
Africanas (SMA).
“Sin embargo, he estado en contacto casi diario con los responsables del
Centro de Iniciativas y Ayuda Social (CIES) que abrimos en Gaya y que
se dedica a acoger y formar a niños ciegos. Me enteré de estos pequeños
que asistían a una escuela católica en la ciudad y, durante una de mis
visitas, me impresionó profundamente Hamida, una niña que me recitó un
poema titulado 'Mañana, la luz'”, explica el misionero.
“He vuelto frecuentemente a esta escuela hasta que la directora me
sugirió verme con el inspector educativo. De ese encuentro nació el
proyecto CIES para ayudar a los niños de las familias más humildes con
comida, transporte, ropa y material escolar. Empezamos con un grupo de
voluntarios, algunos profesores y otros formadores. Descubrí entonces
que hay muchos niños ciegos en toda la región, sobre todo por
oncocercosis, y que muchos son una vergüenza para la familia, una
maldición; por eso, los esconden y encierran en casa, los privan de toda
vida social que no sea pedir limosna por las calles”.
El padre Rafael habla de la casa que alquilaron para poder acogerlos,
equipada con mesas, sillas, literas, vajilla, cocina. Explica que les
ofrecen de lectura y escritura en braille, ejercicios de orientación,
juegos para ciegos y clases para aprender a tocar instrumentos
musicales. “Durante el último año pusimos en marcha un taller para que
todos, tanto para los niños como para nosotros, animadores y fundadores,
pudiéramos descubrir juntos este mundo nuevo”, cuenta el misionero.
“Unos días antes de Navidad, todas las personas que trabajan y colaboran
en el CIES vinieron a saludarme a Dosso y celebramos y recordamos las
dificultades superadas, el esfuerzo y la alegría de haber realizado un
sueño que ensancha nuestras almas”, concluye el misionero de la SMA.
jueves, 6 de enero de 2022
Mensaje del Santo Padre FRANCISCO para la Jornada Mundial de las Misiones 2022
CIUDAD DEL VATICANO (https://press.vatican.va - 6 de enero de 2022).- Mensaje del Santo Padre FRANCISCO para la Jornada Mundial de las Misiones que se celebrará el domingo 23 de octubre de 2022 con el tema “Para que sean mis testigos” (Hch 1,8):
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2022
«Para que sean mis testigos» (Hch 1,8)
Queridos hermanos y hermanas:
Estas palabras pertenecen al último diálogo que Jesús resucitado tuvo con sus discípulos antes de ascender al cielo, como se describe en los Hechos de los Apóstoles: «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza, para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra» (1,8). Este es también el tema de la Jornada Mundial de las Misiones 2022, que como siempre nos ayuda a vivir el hecho de que la Iglesia es misionera por naturaleza. Este año, nos ofrece la ocasión de conmemorar algunas fechas relevantes para la vida y la misión de la Iglesia: la fundación hace 400 años de la Congregación de Propaganda Fide —hoy, para la Evangelización de los Pueblos— y de la Obra de la Propagación de la Fe, hace 200 años, que, junto a la Obra de la Santa Infancia y a la Obra de San Pedro Apóstol, obtuvieron hace 100 años el reconocimiento de “Pontificias”.
Detengámonos en estas tres expresiones claves que resumen los tres fundamentos de la vida y de la misión de los discípulos: «Para que sean mis testigos», «hasta los confines de la tierra» y «el Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza».
1. «Para que sean mis testigos» – La llamada de todos los cristianos a dar testimonio de Cristo
Este es el punto central, el corazón de la enseñanza de Jesús a los discípulos en vista de su misión en el mundo. Todos los discípulos serán testigos de Jesús gracias al Espíritu Santo que recibirán: serán constituidos tales por gracia. Dondequiera que vayan, allí donde estén. Como Cristo es el primer enviado, es decir misionero del Padre (cf. Jn 20,21) y, en cuanto tal, su “testigo fiel” (cf. Ap 1,5), del mismo modo cada cristiano está llamado a ser misionero y testigo de Cristo. Y la Iglesia, comunidad de los discípulos de Cristo, no tiene otra misión si no la de evangelizar el mundo dando testimonio de Cristo. La identidad de la Iglesia es evangelizar.
Una lectura de conjunto más detallada nos aclara algunos aspectos siempre actuales de la misión confiada por Cristo a los discípulos: «Para que sean mis testigos». La forma plural destaca el carácter comunitario-eclesial de la llamada misionera de los discípulos. Todo bautizado está llamado a la misión en la Iglesia y bajo el mandato de Iglesia. La misión por tanto se realiza de manera conjunta, no individualmente, en comunión con la comunidad eclesial y no por propia iniciativa. Y si hay alguno que en una situación muy particular lleva adelante la misión evangelizadora solo, él la realiza y deberá realizarla siempre en comunión con la Iglesia que lo ha enviado. Como enseñaba san Pablo VI en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, documento que aprecio mucho: «Evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial. Cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia y su gesto se enlaza mediante relaciones institucionales ciertamente, pero también mediante vínculos invisibles y raíces escondidas del orden de la gracia, a la actividad evangelizadora de toda la Iglesia» (n. 60). En efecto, no es casual que el Señor Jesús haya enviado a sus discípulos en misión de dos en dos; el testimonio que los cristianos dan de Cristo tiene un carácter sobre todo comunitario. Por eso la presencia de una comunidad, incluso pequeña, para llevar adelante la misión tiene una importancia esencial.
En segundo lugar, a los discípulos se les pide vivir su vida personal en clave de misión. Jesús los envía al mundo no sólo para realizar la misión, sino también y sobre todo para vivir la misión que se les confía; no sólo para dar testimonio, sino también y sobre todo para ser sus testigos. Como dice el apóstol Pablo con palabras muy conmovedoras: «Siempre y en todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Co 4,10). La esencia de la misión es dar testimonio de Cristo, es decir, de su vida, pasión, muerte y resurrección, por amor al Padre y a la humanidad. No es casual que los Apóstoles hayan buscado al sustituto de Judas entre aquellos que, como ellos, fueron “testigos de la resurrección” (cf. Hch 1,22). Es Cristo, Cristo resucitado, a quien debemos testimoniar y cuya vida debemos compartir. Los misioneros de Cristo no son enviados a comunicarse a sí mismos, a mostrar sus cualidades o capacidades persuasivas o sus dotes de gestión, sino que tienen el altísimo honor de ofrecer a Cristo en palabras y acciones, anunciando a todos la Buena Noticia de su salvación con alegría y franqueza, como los primeros apóstoles.
Por eso, en definitiva, el verdadero testigo es el “mártir”, aquel que da la vida por Cristo, correspondiendo al don de sí mismo que Él nos hizo. «La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 264).
En fin, a propósito del testimonio cristiano, permanece siempre válida la observación de san Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 41). Por eso, para la trasmisión de la fe es fundamental el testimonio de vida evangélica de los cristianos. Por otra parte, sigue siendo necesaria la tarea de anunciar su persona y su mensaje. Efectivamente, el mismo Pablo VI prosigue diciendo: «Sí, es siempre indispensable la predicación, la proclamación verbal de un mensaje. […] La palabra permanece siempre actual, sobre todo cuando va acompañada del poder de Dios. Por esto conserva también su actualidad el axioma de san Pablo: “la fe viene de la audición” (Rm 10,17), es decir, es la Palabra oída la que invita a creer» (ibíd., 42).
En la evangelización, por tanto, el ejemplo de vida cristiana y el anuncio de Cristo van juntos; uno sirve al otro. Son dos pulmones con los que debe respirar toda comunidad para ser misionera. Este testimonio completo, coherente y gozoso de Cristo será ciertamente la fuerza de atracción para el crecimiento de la Iglesia incluso en el tercer milenio. Exhorto por tanto a todos a retomar la valentía, la franqueza, esa parresia de los primeros cristianos, para testimoniar a Cristo con palabras y obras, en cada ámbito de la vida.
2. «Hasta los confines de la tierra» – La actualidad perenne de una misión de evangelización universal
Exhortando a los discípulos a ser sus testigos, el Señor resucitado les anuncia adónde son enviados: “a Jerusalén, a toda Judea, a Samaría y hasta los confines de la tierra” (cf. Hch 1,8). Aquí surge evidente el carácter universal de la misión de los discípulos. Se pone de relieve el movimiento geográfico “centrífugo”, casi a círculos concéntricos, de Jerusalén, considerada por la tradición judía como el centro del mundo, a Judea y Samaría, y hasta “los confines de la tierra”. No son enviados a hacer proselitismo, sino a anunciar; el cristiano no hace proselitismo. Los Hechos de los Apóstoles nos narran este movimiento misionero que nos da una hermosa imagen de la Iglesia “en salida” para cumplir su vocación de testimoniar a Cristo Señor, guiada por la Providencia divina mediante las concretas circunstancias de la vida. Los primeros cristianos, en efecto, fueron perseguidos en Jerusalén y por eso se dispersaron en Judea y Samaría, y anunciaron a Cristo por todas partes (cf. Hch 8,1.4).
Algo parecido sucede también en nuestro tiempo. A causa de las persecuciones religiosas y situaciones de guerra y violencia, muchos cristianos se han visto obligados a huir de su tierra hacia otros países. Estamos agradecidos con estos hermanos y hermanas que no se cierran en el sufrimiento, sino que dan testimonio de Cristo y del amor de Dios en los países que los acogen. A esto los exhortaba san Pablo VI considerando «la responsabilidad que recae sobre los emigrantes en los países que los reciben» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 21). Experimentamos, en efecto, cada vez más, cómo la presencia de fieles de diversas nacionalidades enriquece el rostro de las parroquias y las hace más universales, más católicas. En consecuencia, la atención pastoral de los migrantes es una actividad misionera que no hay que descuidar, que también podrá ayudar a los fieles locales a redescubrir la alegría de la fe cristiana que han recibido.
La indicación “hasta los confines de la tierra” deberá interrogar a los discípulos de Jesús de todo tiempo y los debe impulsar a ir siempre más allá de los lugares habituales para dar testimonio de Él. A pesar de todas las facilidades que el progreso de la modernidad ha hecho posible, existen todavía hoy zonas geográficas donde los misioneros, testigos de Cristo, no han llegado con la Buena Noticia de su amor. Por otra parte, ninguna realidad humana es extraña a la atención de los discípulos de Cristo en su misión. La Iglesia de Cristo era, es y será siempre “en salida” hacia nuevos horizontes geográficos, sociales y existenciales, hacia lugares y situaciones humanas “límites”, para dar testimonio de Cristo y de su amor a todos los hombres y las mujeres de cada pueblo, cultura y condición social. En este sentido, la misión también será siempre missio ad gentes, como nos ha enseñado el Concilio Vaticano II, porque la Iglesia siempre debe ir más lejos, más allá de sus propios confines, para anunciar el amor de Cristo a todos. A este respecto, quisiera recordar y agradecer a tantos misioneros que han gastado su vida para ir “más allá”, encarnando la caridad de Cristo hacia los numerosos hermanos y hermanas que han encontrado.
3. «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza» – Dejarse fortalecer y guiar por el Espíritu
Cristo resucitado, al anunciar a los discípulos la misión de ser sus testigos, les prometió también la gracia para una responsabilidad tan grande: «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza para que sean mis testigos» (Hch 1,8). Efectivamente, según el relato de los Hechos, fue inmediatamente después de la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesús cuando por primera vez se dio testimonio de Cristo muerto y resucitado con un anuncio kerigmático, el denominado discurso misionero de san Pedro a los habitantes de Jerusalén. Así los discípulos de Jesús, que antes eran débiles, temerosos y cerrados, dieron inicio al periodo de la evangelización del mundo. El Espíritu Santo los fortaleció, les dio valentía y sabiduría para testimoniar a Cristo delante de todos.
Así como «nadie puede decir: “¡Jesús es el Señor!”, si no está movido por el Espíritu Santo» (1 Co 12,3), tampoco ningún cristiano puede dar testimonio pleno y genuino de Cristo el Señor sin la inspiración y el auxilio del Espíritu. Por eso todo discípulo misionero de Cristo está llamado a reconocer la importancia fundamental de la acción del Espíritu, a vivir con Él en lo cotidiano y recibir constantemente su fuerza e inspiración. Es más, especialmente cuando nos sintamos cansados, desanimados, perdidos, acordémonos de acudir al Espíritu Santo en la oración, que —quiero decirlo una vez más— tiene un papel fundamental en la vida misionera, para dejarnos reconfortar y fortalecer por Él, fuente divina e inextinguible de nuevas energías y de la alegría de compartir la vida de Cristo con los demás. «Recibir el gozo del Espíritu Santo es una gracia. Y es la única fuerza que podemos tener para predicar el Evangelio, para confesar la fe en el Señor» (Mensaje a las Obras Misionales Pontificias, 21 mayo 2020). El Espíritu es el verdadero protagonista de la misión, es Él quien da la palabra justa, en el momento preciso y en el modo apropiado.
También queremos leer a la luz de la acción del Espíritu Santo los aniversarios misioneros de este año 2022. La institución de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, en 1622, estuvo motivada por el deseo de promover el mandato misionero en nuevos territorios. ¡Una intuición providencial! La Congregación se reveló crucial para hacer que la misión evangelizadora de la Iglesia sea realmente tal, independiente de las injerencias de los poderes mundanos, con el fin de constituir las Iglesias locales que hoy muestran tanto vigor. Deseamos que la Congregación, como en los cuatro siglos pasados, con la luz y la fuerza del Espíritu, continúe e intensifique su trabajo de coordinar, organizar y animar la actividad misionera de la Iglesia.
El mismo Espíritu que guía la Iglesia universal, inspira también a hombres y mujeres sencillos para misiones extraordinarias. Y fue así como una joven francesa, Paulina Jaricot, fundó hace exactamente 200 años la Obra de la Propagación de la Fe; su beatificación se celebra en este año jubilar. Aun en condiciones precarias, ella acogió la inspiración de Dios para poner en movimiento una red de oración y colecta para los misioneros, de modo que los fieles pudieran participar activamente en la misión “hasta los confines de la tierra”. De esta genial idea nació la Jornada Mundial de las Misiones que celebramos cada año, y cuya colecta en todas las comunidades está destinada al fondo universal con el cual el Papa sostiene la actividad misionera.
En este contexto recuerdo además al obispo francés Charles de Forbin-Janson, que comenzó la Obra de la Santa Infancia para promover la misión entre los niños con el lema “Los niños evangelizan a los niños, los niños rezan por los niños, los niños ayudan a los niños de todo el mundo”; así como a la señora Jeanne Bigard, que dio vida a la Obra de San Pedro Apóstol para el sostenimiento de los seminaristas y de los sacerdotes en tierra de misión. Estas tres obras misionales fueron reconocidas como “pontificias” precisamente cien años atrás. Y fue también bajo la inspiración y guía del Espíritu Santo que el beato Pablo Manna, nacido hace 150 años, fundó la actual Pontificia Unión Misional para animar y sensibilizar hacia la misión a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, y a todo el Pueblo de Dios. El mismo Pablo VI formó parte de esta última Obra y fue quien le dio el reconocimiento pontificio. Menciono estas cuatro Obras Misionales Pontificias por sus grandes méritos históricos y también para invitarlos a alegrarse con ellas en este año especial por las actividades que llevan adelante para sostener la misión evangelizadora de la Iglesia universal y de las Iglesias locales. Espero que las Iglesias locales puedan encontrar en estas Obras un sólido instrumento para alimentar el espíritu misionero en el Pueblo de Dios.
Queridos hermanos y hermanas, sigo soñando con una Iglesia totalmente misionera y una nueva estación de la acción misionera en las comunidades cristianas. Y repito el deseo de Moisés para el pueblo de Dios en camino: «¡Ojalá todo el pueblo de Dios profetizara!» (Nm 11,29). Sí, ojalá todos nosotros fuéramos en la Iglesia lo que ya somos en virtud del bautismo: profetas, testigos y misioneros del Señor. Con la fuerza del Espíritu Santo y hasta los confines de la tierra. María, Reina de las misiones, ruega por nosotros.
Roma, San Juan de Letrán, 6 de enero de 2022, Epifanía del Señor.
FRANCISCO
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Ángelus del Papa FRANCISCO en la Solemnidad de la Epifanía del Señor
CIUDAD DEL VATICANO (https://press.vatican.va - 6 de enero de 2022).- Concluida la Celebración en la Basílica Vaticana de la Santa Misa de la Solemnidad de la Epifanía del Señor, a las 12.00 horas el Santo Padre FRANCISCO desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano haa rezado el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Papa antes de introducir la oración mariana:
SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Jueves, 6 de enero de 2022
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días, buena fiesta!
Hoy, solemnidad de la Epifanía, contemplamos el episodio de los magos (cf. Mt 2,1-12), que emprenden un largo y extenuante viaje para ir a adorar al «Rey de los judíos» (v. 2). Los guía el signo prodigioso de una estrella, y cuando al final llegaron a la meta, en lugar de encontrar algo prodigioso, ven a un niño con su madre. Podrían haber protestado: “¿Todo un largo camino y tantos sacrificios para ver a un niño pobre?”. Y, sin embargo, no se escandalizan y no se sienten defraudados. No se quejan. ¿Qué hacen? Se postran. «Entraron en la casa ―dice el Evangelio―; vieron al niño con su madre María y, postrándose, le adoraron» (v. 11).
¡Pensemos en estos sabios que llegan de lejos, ricos, cultos y famosos, y se postran, es decir, se inclinan hasta el suelo para adorar a un niño! Parece una contradicción. Sorprende este gesto tan humilde de hombres tan ilustres. Postrarse ante una autoridad que se presentaba con los signos del poder y la gloria era normal en aquellos tiempos. E incluso hoy no sería extraño. Pero frente al Niño de Belén no es fácil. No es fácil adorar a este Dios, cuya divinidad permanece oculta y no parece triunfante. Significa acoger la grandeza de Dios, que se manifiesta en la pequeñez: este es el mensaje. Los magos se rebajan ante la inaudita lógica de Dios, acogen al Señor no como lo imaginaban, sino como es, pequeño y pobre. Su postración es el signo de quienes dejan de lado sus ideas y dan espacio a Dios. Se requiere humildad para hacer esto.
El Evangelio insiste en esto: no dice solamente que los magos adoraron, subraya que se postraron y adoraron. Tomemos esta indicación: la adoración va junto con la postración. Al hacer este gesto, los magos demuestran que acogen con humildad a Aquel que se presenta en la humildad. Y así se abren a la adoración de Dios. Los cofres que abren son imagen de su corazón abierto: su verdadera riqueza no consiste en la fama y el éxito, sino en la humildad, en el hecho de considerarse necesitados de salvación. Y así es el ejemplo que nos dan los magos, hoy
Queridos hermanos y hermanas, si en la base de todo nos ponemos siempre a nosotros con nuestras ideas y presumimos de tener algo de qué jactarnos antes Dios, nunca lo encontraremos plenamente, no llegaremos a adorarlo. Si no caen nuestras pretensiones y vanidades, nuestro pundonor y deseo de sobresalir, es posible que acabemos adorando a alguien o algo en la vida, ¡pero no será el Señor! Si, por el contrario, abandonamos nuestra pretensión de autosuficiencia, si nos hacemos pequeños por dentro, redescubriremos el asombro de adorar a Jesús. Porque la adoración pasa por la humildad de corazón: quien tiene el afán de adelantar, no nota la presencia del Señor. Jesús pasa cerca y es ignorado, como les sucedió a muchos en aquel tiempo, pero no a los magos.
Hermanos y hermanas, fijándonos en ellos, hoy nos preguntamos: ¿cómo está mi humildad? ¿Estoy convencido de que el orgullo impide mi progreso espiritual? Ese orgullo, manifiesto u oculto, que cubre siempre el impulso hacia Dios. ¿Trabajo sobre mi docilidad, para estar disponible para Dios y los demás, o estoy siempre centrado en mí mismo, en mis exigencias, con ese egoísmo oculto que es la soberbia? ¿Sé dejar de lado mi punto de vista para abrazar el de Dios y el de los demás? Y finalmente, ¿rezo y adoro solo cuando necesito algo, o lo hago constantemente porque creo que siempre necesito a Jesús? Los magos comenzaron el camino mirando una estrella y hallaron a Jesús. Caminaron mucho. Hoy podemos seguir este consejo: mira la estrella y camina. Nunca dejes de caminar, pero no olvides mirar la estrella. Este es el consejo de hoy, fuerte: mira la estrella y camina, mira la estrella y camina.
Que la Virgen María, sierva del Señor, nos enseñe a redescubrir la necesidad vital de la humildad y el ardiente deseo de la adoración. Nos enseñe a mirar la estrella y a caminar.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy mi pensamiento va a los hermanos y hermanas de las Iglesias orientales, tanto católicas como ortodoxas, que mañana celebran la Natividad del Señor. A ellos les dirijo con afecto mis mejores deseos de paz y de todo bien: ¡Cristo, nacido de la Virgen María, ilumine a vuestras familias y comunidades! Hermanos y hermanas, ¡feliz Navidad!
La Epifanía es de manera especial la fiesta de la infancia misionera, es decir, de esos niños y jóvenes ―hay muchos, en varios países del mundo― que se comprometen a rezar y ofrecer sus ahorros para que el Evangelio sea anunciado a quienes no lo conocen. Quiero darles las gracias: niños y niñas, ¡gracias!, y recordad que la misión comienza con el testimonio cristiano en la vida cotidiana.
Al respecto, animo las iniciativas de evangelización que se inspiran en las tradiciones de la Epifanía y que, en la situación actual, utilizan diversos medios de comunicación. Recuerdo particularmente la “Procesión de los Reyes Magos” que tiene lugar en Polonia.
Y hoy os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos procedentes de Italia y de varios países. Saludo a los que van a recibir el sacramento de la confirmación de Romano di Lombardia, con sus padres y catequistas.
Y os deseo a todos una feliz fiesta. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.
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El Santo Padre preside la Celebración de la Solemnidad de la Epifanía del Señor
CIUDAD DEL VATICANO (https://press.vatican.va - 6 de enero de 2022).- A las 10.00 horas de esta mañana, Solemnidad de la Epifanía del Señor, el Papa FRANCISCO ha presidido la Celebración Eucarística en la Basílica de San Pedro.
Texto de la Homilía que el Santo Padre ha pronunciado después de la proclamación del Santo Evangelio:
SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Basílica de San Pedro
Jueves, 6 de enero de 2022
Los magos viajan hacia Belén. Su peregrinación nos habla también a nosotros: llamados a caminar hacia Jesús, porque Él es la estrella polar que ilumina los cielos de la vida y orienta los pasos hacia la alegría verdadera. Pero, ¿dónde se inició la peregrinación de los magos para encontrar a Jesús? ¿Qué movió a estos hombres de Oriente a ponerse en camino?
Tenían buenas excusas para no partir. Eran sabios y astrólogos, tenían fama y riqueza. Habiendo alcanzado esa seguridad cultural, social y económica, podían conformarse con lo que sabían y lo que tenían, podían estar tranquilos. En cambio, se dejan inquietar por una pregunta y por un signo: «¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella…» (Mt 2,2). Su corazón no se deja entumecer en la madriguera de la apatía, sino que está sediento de luz; no se arrastra cansado en la pereza, sino que está inflamado por la nostalgia de nuevos horizontes. Sus ojos no se dirigen a la tierra, sino que son ventanas abiertas al cielo. Como afirmó Benedicto XVI, eran «hombres de corazón inquieto. […] Hombres que esperaban, que no se conformaban con sus rentas seguras y quizás una alta posición social […]. Eran buscadores de Dios» (Homilía, 6 enero 2013).
¿Dónde nace esta sana inquietud que los ha llevado a peregrinar? Nace del deseo. Este es su secreto interior: saber desear. Meditemos esto. Desear significa mantener vivo el fuego que arde dentro de nosotros y que nos impulsa a buscar más allá de lo inmediato, más allá de lo visible. Desear es acoger la vida como un misterio que nos supera, como una hendidura siempre abierta que invita a mirar más allá, porque la vida no está “toda aquí”, está también “más allá”. Es como una tela blanca que necesita recibir color. Precisamente un gran pintor, Van Gogh, escribía que la necesidad de Dios lo impulsaba a salir de noche para pintar las estrellas (cf. Carta a Theo, 9 mayo 1889). Sí, porque Dios nos ha hecho así: amasados de deseo; orientados, como los magos, hacia las estrellas. Podemos decir, sin exagerar, que nosotros somos lo que deseamos. Porque son los deseos los que ensanchan nuestra mirada e impulsan la vida a ir más allá: más allá de las barreras de la rutina, más allá de una vida embotada en el consumo, más allá de una fe repetitiva y cansada, más allá del miedo de arriesgarnos, de comprometernos por los demás y por el bien. «Ésta es nuestra vida —decía san Agustín—: ejercitarnos mediante el deseo» (Tratados sobre la primera carta de san Juan, IV, 6).
Hermanos y hermanas, el viaje de la vida y el camino de la fe —para los magos, como también para nosotros— necesitan del deseo, del impulso interior. A veces vivimos en una actitud de “estacionamiento”, vivimos estacionados, sin este impulso del deseo que es el que nos que hace avanzar. Nos hace bien preguntarnos: ¿en qué punto del camino de la fe estamos? ¿No estamos, desde hace demasiado tiempo, bloqueados, aparcados en una religión convencional, exterior, formal, que ya no inflama el corazón y no cambia la vida? ¿Nuestras palabras y nuestros ritos provocan en el corazón de la gente el deseo de encaminarse hacia Dios o son “lengua muerta”, que habla sólo de sí misma y a sí misma? Es triste cuando una comunidad de creyentes no desea más y, cansada, se arrastra en el manejo de las cosas en vez de dejarse sorprender por Jesús, por la alegría desbordante e incómoda del Evangelio. Es triste cuando un sacerdote ha cerrado la puerta al deseo; es triste caer en el funcionalismo clerical, es muy triste.
La crisis de la fe, en nuestra vida y en nuestras sociedades, también tiene relación con la desaparición del deseo de Dios. Tiene relación con la somnolencia del alma, con la costumbre de contentarnos con vivir al día, sin interrogarnos sobre lo que Dios quiere de nosotros. Nos hemos replegado demasiado en nuestros mapas de la tierra y nos hemos olvidado de levantar la mirada hacia el Cielo; estamos saciados de tantas cosas, pero carecemos de la nostalgia por lo que nos hace falta. Nostalgia de Dios. Nos hemos obsesionado con las necesidades, con lo que comeremos o con qué nos vestiremos (cf. Mt 6,25), dejando que se volatilice el deseo de aquello que va más allá. Y nos encontramos en la avidez de comunidades que tienen todo y a menudo ya no sienten nada en el corazón. Personas cerradas, comunidades cerradas, obispos cerrados, sacerdotes cerrados, consagrados cerrados. Porque la falta de deseo lleva a la tristeza, a la indiferencia. Comunidades tristes, sacerdotes tristes, obispos tristes.
Pero mirémonos sobre todo a nosotros mismos y preguntémonos: ¿cómo va el camino de mi fe? Es una pregunta que nos podemos hacer hoy cada uno de nosotros. ¿Cómo va el camino de mi fe? ¿Está inmóvil o en marcha? La fe, para comenzar y recomenzar, necesita ser activada por el deseo, arriesgarse en la aventura de una relación viva e intensa con Dios. Pero, ¿mi corazón está animado todavía por el deseo de Dios? ¿O dejo que la rutina y las desilusiones lo apaguen? Hoy, hermanos y hermanas, es el día para hacernos estas preguntas. Hoy es el día para volver a alimentar el deseo. Y ¿Cómo hacerlo? Vayamos a la “escuela del deseo”, vayamos a los magos. Ellos nos lo enseñarán, en su escuela del deseo. Miremos los pasos que realizan y saquemos algunas enseñanzas.
En primer lugar, ellos parten cuando aparece la estrella: nos enseñan que es necesario volver a comenzar cada día, tanto en la vida como en la fe, porque la fe no es una armadura que nos enyesa, sino un viaje fascinante, un movimiento continuo e inquieto, siempre en busca de Dios, siempre con el discernimiento, en aquel camino.
Después, en Jerusalén, los magos preguntan, preguntan dónde está el Niño. Nos enseñan que necesitamos interrogantes, necesitamos escuchar con atención las preguntas del corazón, de la conciencia; porque es así como Dios habla a menudo, se dirige a nosotros más con preguntas que con respuestas. Y esto tenemos que aprenderlo bien: Dios se dirige a nosotros más con preguntas que con respuestas. Pero dejémonos inquietar también por los interrogantes de los niños, por las dudas, las esperanzas y los deseos de las personas de nuestro tiempo. El camino es dejarse interrogar.
Los magos también desafían a Herodes. Nos enseñan que necesitamos una fe valiente, que no tenga miedo de desafiar a las lógicas oscuras del poder, y se convierta en semilla de justicia y de fraternidad en sociedades donde, todavía hoy, tantos Herodes siembran muerte y masacran a pobres y a inocentes, ante la indiferencia de muchos.
Finalmente, los magos regresan «por otro camino» (Mt 2,12), nos estimulan a recorrer nuevos caminos. Es la creatividad del Espíritu, que siempre realiza cosas nuevas. Es también, en este momento, una de las tareas del Sínodo que estamos llevando a cabo: caminar juntos a la escucha, para que el Espíritu nos sugiera senderos nuevos, caminos para llevar el Evangelio al corazón del que es indiferente, del que está lejos, de quien ha perdido la esperanza pero busca lo que los magos encontraron, «una inmensa alegría» (Mt 2,10) Salir e ir más allá, seguir adelante.
Al final del viaje de los magos hay un momento crucial: cuando llegan a su destino “caen de rodillas y adoran al Niño” (cf. v. 11). Adoran. Recordemos esto: el camino de la fe sólo encuentra impulso y cumplimiento ante la presencia de Dios. El deseo se renueva sólo si recuperamos el gusto de la adoración. El deseo lleva a la adoración y la adoración renueva el deseo. Porque el deseo de Dios sólo crece estando frente a Él. Porque sólo Jesús sana los deseos. ¿De qué? Los sana de la dictadura de las necesidades. El corazón, en efecto, se enferma cuando los deseos sólo coinciden con las necesidades. Dios, en cambio, eleva los deseos y los purifica, los sana, curándolos del egoísmo y abriéndonos al amor por Él y por los hermanos. Por eso no olvidemos la adoración, la oración de adoración, que no es muy común entre nosotros. Adorar, en silencio. Por ello, no nos olvidemos de la adoración, por favor.
Y al ir así, día tras día, tendremos la certeza, como los magos, de que incluso en las noches más oscuras brilla una estrella. Es la estrella del Señor, que viene a hacerse cargo de nuestra frágil humanidad. Caminemos a su encuentro. No le demos a la apatía y a la resignación el poder de clavarnos en la tristeza de una vida mediocre. Abracemos la inquietud del Espíritu, tengamos corazones inquietos.El mundo espera de los creyentes un impulso renovado hacia el Cielo. Como los magos, alcemos la cabeza, escuchemos el deseo del corazón, sigamos la estrella que Dios hace resplandecer sobre nosotros. Y como buscadores inquietos, permanezcamos abiertos a las sorpresas de Dios. Hermanos y hermanas, soñemos, busquemos, adoremos.
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Telegrama Papal por la muerte del Card. Francisco Álvarez Martínez
CIUDAD DEL VATICANO (https://press.vatican.va - 6 de enero de 2022).- Telegrama de condolencias por la muerte, ocurrida ayer, del Em.mo Card. Francisco Álvarez Martínez, Arzobispo Emérito de Toledo (España), del Título de Santa Maria “Regina Pacis” en Monte Verde, enviado por el Santo Padre FRANCISCO a S.E. Mons. Francisco Cerro Chaves, Arzobispo de Toledo (España):
Telegrama del Santo Padre
«EXCMO. MONS. FRANCISCO CERRO CHAVES
ARZOBISPO DE TOLEDO
AL RECIBIR LA NOTICIA DEL FALLECIMIENTO DEL CARDENAL FRANCISCO ÁLVAREZ MARTÍNEZ, ARZOBISPO EMÉRITO DE TOLEDO, EXPRESO A VUESTRA EXCELENCIA MI SENTIMIENTO DE PESAR, ROGANDO QUE TENGA LA BONDAD DE TRANSMITIRLO TAMBIÉN A LOS FAMILIARES DEL DIFUNTO PRELADO Y A CUANTOS FORMAN PARTE DE ESA COMUNIDAD ECLESIAL.
ASIMISMO, RECORDANDO A ESTE ABNEGADO PASTOR QUE, DURANTE AÑOS Y CON FIDELIDAD, ENTREGÓ SU VIDA AL SERVICIO DE DIOS Y DE LA IGLESIA, OFREZCO SUFRAGIOS POR EL ETERNO DESCANSO DE SU ALMA, PARA QUE EL SEÑOR JESÚS LE OTORGUE LA CORONA DE GLORIA QUE NO SE MARCHITA Y COMO SIGNO DE ESPERANZA CRISTIANA EN EL SEÑOR RESUCITADO IMPARTO A TODOS LA BENDICIÓN APOSTÓLICA.
FRANCISCO PP».
El Santo Padre nombra Vicario Apostólico de Makokou (Gabón), al Rev. Severin Nziengui Mangandza
CIUDAD DEL VATICANO (https://press.vatican.va - 6 de enero de 2022).- En otros Actos Pontificios hoy el Santo Padre FRANCISCO ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral del Vicariato Apostólico de Makokou (Gabón), presentada por S.E. Monseñor Joseph Koerber, C.S.Sp.
Ha nombrado Vicario Apostólico del mismo Vicariato al Reverendo Padre Severin Nziengui Mangandza, C.S.Sp., hasta ahora Superior Provincial de la Congregación del Espíritu Santo en Gabón y Guinea Ecuatorial.
Monseñor Severin Nziengui Mangandza, C.S.Sp., nació el 21 de febrero de
1970 en Libreville. Obtuvo el Bachillerato (1995-1996) y entró en la
Congregación del Espíritu Santo. De 1996 a 1999 estudió Filosofía, se
licenció en la Université Omar Bongo de Libreville y de 1999 a 2000
desarrolló el postulantado en Otélé en Camerún. De 2000 a 2003 estudió
Filosofía en el Séminaire Spiritain Daniel Brottier de Libreville,
obteniendo el Diploma; asistió al noviciado en Mbalmayo (2003-2004) y se
licenció en Teología Dogmática en la Université Catholique d’Afrique
Centrale de Yaundé (2004-2007). El 12 de julio de 2008 fue ordenado
sacerdote.
Después de la ordenación desenvolvió los siguientes cargos y estudios:
Vicario Parroquial de Saint Kisito en Makélékélé, Congo Brazzaville
(2008-2011); Estudios en el Institut Catholique de París (2011-2012);
Maestro de novicios en Mbalmayo, Camerún (2012-2014); Director de
estudios y ecónomo de Séminaire Spiritain Daniel Brottier en Libreville
(2014-2016). Desde 2016 hasta ahora ha sido Superior Provincial de la
Congregación del Espíritu Santo C.S.Sp., en Gabón y Guinea Ecuatorial.