viernes, 24 de febrero de 2012

BENEDICTO XVI: Mensajes (Feb.11 y 9)

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
PARA LA CAMPAÑA DE FRATERNIDAD EN BRASIL

Al venerado hermano
cardenal Raymundo Damasceno Assis
Arzobispo de Aparecida (SP)
y presidente de la Conferencia episcopal de Brasil



Un cordial saludo en Cristo Señor.
De buen grado me uno a la Conferencia episcopal de Brasil que lanza una nueva Campaña de fraternidad con el lema «que la salud se difunda en la tierra» (cf. Eclo 38, 8), con el fin de suscitar, partiendo de una reflexión sobre la realidad de la salud en Brasil, mayor espíritu fraterno y comunitario en la atención a los enfermos y de llevar a la sociedad a garantizar a más personas el derecho a tener acceso a los medios necesarios para una vida sana.
A los cristianos, de modo especial, el lema bíblico recuerda que la salud va mucho más allá de un simple bienestar físico. En el episodio de la curación de un paralítico (cf. Mt 9, 2-8), Jesús, antes de hacer que volviera a caminar, le perdona los pecados, enseñando que la curación perfecta es el perdón de los pecados y que la salud por excelencia es la del alma, pues «¿De qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?» (Mt 16, 26). De hecho, las palabras salud y salvación tienen su origen en el mismo término latino salus y por eso en los Evangelios vemos la acción del Salvador de la humanidad asociada a varias curaciones: «Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mt 4, 23).
Que esta Campaña, con su ejemplo ante los ojos, según el verdadero espíritu cuaresmal, inspire en el corazón de los fieles y de las personas de buena voluntad una solidaridad cada vez más profunda con los enfermos, que muchas veces sufren más por la soledad y el abandono que por la enfermedad, recordando que Jesús mismo quiso identificarse con ellos: estaba «enfermo y me visitasteis» (Mt 25, 36). Que al mismo tiempo les ayude a descubrir que, si por una parte la enfermedad es una prueba dolorosa, por otra puede ser, en unión con Cristo crucificado y resucitado, una participación en el misterio de su sufrimiento por la salvación del mundo. Dado que, «ofreciendo nuestro dolor a Dios por medio de Cristo, podemos colaborar en la victoria del bien sobre el mal, porque Dios hace fecundo nuestro ofrecimiento, nuestro acto de amor» (Discurso del Santo Padre durante el encuentro con los enfermos, Turín, 2 de mayo de 2010: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de mayo de 2010, p. 10).
Así pues, uniéndome a esta iniciativa de la Conferencia episcopal de Brasil y haciendo mías las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de cada uno, saludo fraternamente a cuantos participan, física o espiritualmente, en la Campaña de «Fraternidad y salud pública», invocando, con la intercesión de Nuestra Señora Aparecida, para todos, y de modo especial para los enfermos, el consuelo y la fuerza de Dios en el cumplimiento del deber del propio estado, individual, familiar y social, fuente de salud y de progreso de Brasil, haciéndolo fértil en la santidad, próspero en la economía, justo en la participación en las riquezas, alegre en el servicio público, ecuánime en el poder y fraterno en el desarrollo. Y para confirmar a todos en estos buenos propósitos, envío una propiciadora bendición apostólica.


Vaticano, 11 de Febrero de 2012

BENEDICTO PP. XVI

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MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL CONGRESO INTERNACIONAL
«JESÚS, NUESTRO CONTEMPORÁNEO»
[ROMA, 9-11 FEBRERO 2012]

Al venerado hermano
Cardenal Angelo Bagnasco
Arzobispo metropolitano de Génova
Presidente de la Conferencia episcopal italiana

Con ocasión del congreso internacional «Jesús, nuestro contemporáneo» que se está celebrando en Roma del 9 al 11 de febrero de 2012 por iniciativa del comité para el Proyecto cultural de la Conferencia episcopal italiana, le dirijo un cordial saludo a usted, venerado hermano, a los señores cardenales y a los obispos presentes, a los relatores, a los organizadores y a todos los que participan en un acontecimiento tan significativo.
Me alegra mucho y agradezco la elección de dedicar a la Persona de Jesús algunas jornadas de profundización interdisciplinar y de propuesta cultural, destinadas a tener resonancia en la comunidad eclesial y social italiana. Muchas señales, de hecho, revelan que el nombre y el mensaje de Jesús de Nazaret, aun en tiempos tan distraídos y confusos, suscitan frecuentemente interés y ejercen un fuerte atractivo, incluso en quienes no llegan a adherirse a su palabra de salvación. Por eso, nos sentimos estimulados a suscitar en nosotros mismos y por doquier una comprensión cada vez más profunda y completa de la figura real de Jesucristo, como puede brotar únicamente de la hermenéutica de la fe puesta en fecunda relación con la razón histórica. Con este fin escribí mis dos libros dedicados a Jesús de Nazaret.
Es muy significativo que, dentro de la obra de elaboración cultural de la comunidad cristiana, se estudie como tema algo que no puede considerarse objeto exclusivo de las disciplinas sagradas, como lo muestra muy bien la amplitud de las competencias y la pluralidad de las voces llamadas a participar en este congreso. La evangelización de la cultura, a la que se orienta el Proyecto cultural de la Conferencia episcopal italiana, se funda en la convicción de que la vida de la persona y de un pueblo puede ser animada y transformada en todas sus dimensiones por el Evangelio, para alcanzar con plenitud su fin y su verdad.
Durante mi pontificado, en repetidas ocasiones he recordado que abrir a Dios un camino en el corazón y en la vida de los hombres constituye una prioridad. «Con él o sin él todo cambia», afirmaba incisivamente el título del anterior congreso del comité para el Proyecto cultural. No podemos confiar nuestra vida a un ente superior indefinido o a una fuerza cósmica, sino sólo al Dios cuyo rostro de Padre se nos ha hecho familiar gracias al Hijo, «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14). Jesús es la clave que nos abre la puerta de la sabiduría y del amor, que rompe nuestra soledad y mantiene la esperanza frente al misterio del mal y de la muerte. Por lo tanto, la vida de Jesús de Nazaret, en cuyo nombre también actualmente muchos creyentes, en distintos países del mundo, afrontan sufrimientos y persecuciones, no puede quedar confinada a un pasado lejano, sino que es decisiva para nuestra fe hoy.
¿Qué significa afirmar que Jesús de Nazaret, que vivió entre Galilea y Judea hace dos mil años, es «contemporáneo» de cada hombre y mujer que vive hoy y en todos los tiempos? Nos lo explica Romano Guardini con palabras que siguen siendo tan actuales como cuando las escribió: «Su vida terrena entró en la eternidad y así está vinculada a toda hora del tiempo terreno redimido por su sacrificio... En el creyente se realiza un misterio inefable: Cristo que está “arriba”, “sentado a la derecha del Padre” (Col 3, 1), también está “en” este hombre, con la plenitud de su redención, pues en todo cristiano se hace de nuevo realidad la vida de Cristo, su crecimiento, su madurez, su pasión, muerte y resurrección, que constituye su verdadera vida» (El testamento de Jesús, Milán 1993, p. 141).
Jesús entró para siempre en la historia humana y sigue viviendo, con su belleza y potencia, en aquel cuerpo frágil y siempre necesitado de purificación, pero también infinitamente colmado de amor divino, que es la Iglesia. A él se dirige en la liturgia para alabarlo y recibir la vida auténtica. La contemporaneidad de Jesús se revela de modo especial en la Eucaristía, en la que él está presente con su pasión, muerte y resurrección. Este es el motivo que hace a la Iglesia contemporánea de todo hombre, capaz de abrazar a todos los hombres y todas las épocas, porque la guía el Espíritu Santo con el fin de continuar la obra de Jesús en la historia.
Confiándole estos pensamientos, venerado hermano, le envío de corazón a usted y a todos los participantes en el congreso mi cordial saludo, con el deseo de éxito. Acompaño vuestros trabajos con la oración y con mi bendición apostólica, propiciadora de una comunión cada veza más íntima con Jesús y con el Padre que lo envió a nosotros.
Vaticano, 9 de febrero de 2012

BENEDICTO PP. XVI

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MENSAJE EN NOMBRE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL SIMPOSIO INTERNACIONAL
«HACIA LA CURACIÓN Y LA RENOVACIÓN»
(ROMA, PONTIFICIA UNIVERSIDAD GREGORIANA,
6-9 DE FEBRERO DE 2012)

Estimado padre Dumortier:

El Santo Padre envía su cordial saludo a todos los participantes en el simposio «Hacia la curación y la renovación» que tiene lugar del 6 al 9 de febrero de 2012 bajo el auspicio de la Pontificia Universidad Gregoriana, y asegura sus oraciones por esta importante iniciativa. Pide al Señor que, a través de vuestras deliberaciones, numerosos obispos y superiores religiosos en todo el mundo puedan recibir una ayuda para responder de modo realmente conforme a Cristo a la tragedia del abuso de menores.
Como Su Santidad ha observado frecuentemente, la curación de las víctimas debe constituir una solicitud importante en la comunidad cristiana y debe proceder a la vez que una profunda renovación de la Iglesia en todos los niveles. Nuestro Señor nos recuerda que cada acto de caridad hacia el más pequeño de nuestros hermanos es un acto de caridad hacia él (cf. Mt 25, 40). Por lo tanto, el Santo Padre sostiene y alienta todo esfuerzo para responder con caridad evangélica al desafío de ofrecer a los niños y a los adultos indefensos un ambiente que conduzca a su crecimiento humano y espiritual. Exhorta a los participantes en el simposio a continuar haciendo uso de una vasta gama de competencias a fin de promover en toda la Iglesia una fuerte cultura de tutela eficaz y de apoyo a las víctimas.
Encomendando el trabajo del simposio a la intercesión de María, Madre de la Iglesia, imparte de buen grado su bendición apostólica a todos los participantes, como prenda de fortaleza y de paz en el Señor.
Cordialmente en Cristo,
Cardenal Tarcisio Bertone, s.d.b.
Secretario de Estado
              
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