Yangon, MYANMAR (Agencia Fides, 12/03/2021) – “En esta Cuaresma no abandonamos la esperanza
de que Myanmar resurja. El camino a seguir con fe, amor y diálogo es un
camino de verdad y justicia, que conduce a la libertad, la paz y la
democracia. Para alcanzarlo necesitamos la oración de todos nuestros
hermanos y hermanas del mundo”: con estas sentidas palabras, comunicadas
a la Agencia Fides, el cardenal Charles Maung Bo, arzobispo salesiano
de Yangon y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de
Myanmar, informa sobre los sentimientos de la comunidad católica que
vive en Myanmar, en medio de la tensión social y política. El cardenal,
que también es presidente de la Federación de Conferencias Episcopales
de Asia y copresidente de la organización “Religiones por la Paz
Internacional” describe “con profundo dolor” la situación del país que,
tras el golpe del 1 de febrero, “ha vuelto de improviso a la pesadilla
de la represión militar, la brutalidad, la violencia y la
dictadura”.
Por otro lado, el cardenal elogia “la increíble valentía, compromiso y
creatividad de nuestro pueblo”, que se manifiesta de forma pacífica,
dando “un signo de madurez”: “Los jóvenes y todos los ciudadanos
muestran tenacidad y resistencia: están decididos a no permitir que la
democracia, la libertad y la paz, conquistadas con dificultad, puedan de
repente ser anuladas. Los jóvenes no aceptan que les roben la
esperanza. Su fuerza de ánimo es una gran inspiración para todos
nosotros”, comenta a Fides, señalando la “solidaridad mutua entre
personas de diferentes grupos étnicos y religiones, codo con codo por la
misma causa, un bien para el pueblo”.
“La nación - afirma el Cardenal - vive un momento de gran prueba y sufrimiento, marcado por el derramamiento de sangre, el dolor, el duelo”, ya que “muchas personas inocentes resultan heridas, asesinadas o detenidas”, mientras “en los estados de Myanmar habitados por minorías étnicas el ejército ha vuelto a atacar a civiles, creando miles de desplazados internos”. El Card Bo espera “un Myanmar en el que los militares bajen las armas, abandonen el poder y hagan lo que debe hacer un ejército: proteger, y no atacar, al pueblo”.
En este contexto de violencia, continúa, “el Señor llama a la Iglesia a
ser un instrumento de justicia, paz y reconciliación, para consolar a
los afligidos, para contrastar el odio con el amor, para salvar vidas
humanas”. Y concluye: “De la oración y de la Palabra de Dios acogemos un
mensaje de esperanza que es el centro de nuestra fe. Nosotros, la
Iglesia en Myanmar, apreciamos este mensaje en nuestros corazones.
Oraremos y trabajaremos para que un nuevo Myanmar pueda renacer de esta
tragedia, como una nación en la que todo ser humano comparte
verdaderamente los derechos y libertades fundamentales y donde se
disfruta de una paz auténtica”.