CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 20 de marzo de 2021).- Mensaje que el Santo Padre FRANCISCO envió ayer a los participantes del encuentro online "Nuestro Amor cotidiano", organizado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, la diócesis de Roma y el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II en el quinto aniversario de la publicación de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, con motivo de la apertura del Año "Familia Amoris Laetitia", convocado por el Papa FRANCISCO el pasado 27 de diciembre y que finalizará el 26 de junio de 2022 con el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma:
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO ON-LINE “NUESTRO AMOR COTIDIANO”
POR LA APERTURA DEL AÑO "FAMILIA AMORIS LAETITIA"
Queridos hermanos y hermanas
Saludo a todos vosotros que participáis en la conferencia de estudio
sobre el tema "Nuestro amor cotidiano". Mi pensamiento se dirige en
particular al cardenal Kevin Joseph Farrell, prefecto del Dicasterio
para los Laicos, la Familia y la Vida, al cardenal Angelo De Donatis,
vicario de la diócesis de Roma, y a monseñor Vincenzo Paglia, gran
canciller del Instituto teológico Juan Pablo II para las Ciencias del
Matrimonio y la Familia.
Hace cinco años se promulgó la exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia sobre
la belleza y la alegría del amor conyugal y familiar. En este
aniversario he invitado a vivir un año de relectura del documento y de
reflexión sobre el tema, hasta la celebración de la X Jornada Mundial de
las Familias que, si Dios quiere, tendrá lugar en Roma el 26 de junio
de 2022. Os agradezco las iniciativas que habéis emprendido con este fin
y la contribución que cada uno de vosotros hace en su propio ámbito de
trabajo.
Durante este quinquenio, Amoris laetitia ha marcado el inicio de
un camino que trata de impulsar un nuevo enfoque pastoral de la realidad
de la familia. La intención principal del documento es comunicar, en un
tiempo y una cultura profundamente cambiados, que hoy es necesaria una
nueva mirada de la Iglesia sobre la familia: no basta con reiterar el
valor y la importancia de la doctrina, si no nos convertimos en
custodios de la belleza de la familia y si no nos hacemos cargo con
compasión de su fragilidad y sus heridas.
Estos dos aspectos están en el corazón de toda la pastoral familiar: la
franqueza del anuncio del Evangelio y la ternura del acompañamiento.
Por un lado, anunciamos a las parejas, a los matrimonios y a las
familias una Palabra que les ayuda a captar el sentido auténtico de su
unión y de su amor, signo e imagen del amor trinitario y de la alianza
entre Cristo y la Iglesia. Es la Palabra siempre nueva del Evangelio, de
la que puede tomar forma toda doctrina, incluida la de la familia. Y es
una Palabra exigente, que quiere liberar las relaciones humanas de la
esclavitud que a menudo desfigura su rostro y las hace inestables: la
dictadura de las emociones, la exaltación de lo provisional que
desalienta los compromisos de por vida, el predominio del
individualismo, el miedo al futuro. Frente a estas dificultades, la
Iglesia reafirma a los esposos cristianos el valor del matrimonio como
proyecto de Dios, como fruto de su gracia y como llamada a ser vivida
con totalidad, fidelidad y gratuidad. Este es el camino para que las
relaciones, incluso a través de un recorrido marcado por los fracasos,
las caídas y los cambios, se abran a la plenitud de la alegría y la
realización humana y se conviertan en un fermento de fraternidad y amor
en la sociedad.
Por otra parte, este anuncio no puede ni debe darse nunca desde arriba o
desde fuera. La Iglesia está encarnada en la realidad histórica como lo
estuvo su Maestro, e incluso cuando anuncia el Evangelio de la familia
lo hace sumergiéndose en la vida real, conociendo de cerca las fatigas
cotidianas de los esposos y de los padres, sus problemas, sus
sufrimientos, todas esas pequeñas y grandes situaciones que pesan y a
veces obstaculizan su camino. Este es el contexto concreto en el que se
vive el amor cotidiano. Habéis titulado así vuestra conferencia:
"Nuestro amor cotidiano". Es una elección significativa. Se trata del
amor generado por la sencillez y el trabajo silencioso de la vida de
pareja, por ese esfuerzo cotidiano y a veces agotador de los cónyuges,
de las madres, de los padres, de los hijos. Un Evangelio que se
propusiera como una doctrina caída de lo alto y no entrara en la "carne"
de esta cotidianidad, correría el riesgo de quedarse en una bella
teoría y, a veces, de ser vivido como una obligación moral. Estamos
llamados a acompañar, a escuchar, a bendecir el camino de las familias;
no sólo a trazar la dirección, sino a hacer el camino con ellas; a
entrar en las casas con discreción y amor, para decir a los cónyuges: la
Iglesia está con vosotros, el Señor está cerca de vosotros, queremos
ayudaros a conservar el don que habéis recibido.
Anunciar el Evangelio acompañando a las personas y poniéndonos al
servicio de su felicidad: así podemos ayudar a las familias a caminar de
una manera que responda a su vocación y misión, conscientes de la
belleza de los vínculos y de su fundamento en el amor de Dios Padre,
Hijo y Espíritu Santo.
Cuando la familia vive bajo el signo de esta comunión divina, que he querido explicitar en sus aspectos existenciales en Amoris laetitia,
entonces se convierte en palabra viva de Dios-Amor, pronunciada al
mundo y para el mundo. En efecto, la gramática de las relaciones
familiares -es decir, de la conyugalidad, de la maternidad, de la
paternidad, de la filialidad y de la fraternidad- es la vía por la que
se transmite el lenguaje del amor, que da sentido a la vida y calidad
humana a toda relación. Es un lenguaje hecho no sólo de palabras, sino
también de formas de ser, de cómo hablamos, de las miradas, gestos,
tiempos y espacios de nuestra relación con los demás. Los esposos lo
saben bien, los padres y los hijos lo aprenden a diario en esta escuela
de amor que es la familia. Aquí también tiene lugar la transmisión de la
fe entre las generaciones: pasa precisamente a través del lenguaje de
las buenas y sanas relaciones que se viven en la familia cada día,
especialmente al enfrentar juntos los conflictos y las dificultades.
En este tiempo de pandemia, en medio de tantas dificultades tanto
psicológicas como económicas y sanitarias, todo esto ha resultado
evidente : los lazos familiares han estado y siguen estando muy
probados, pero al mismo tiempo continúan siendo el punto de referencia
más firme, el apoyo más fuerte, la salvaguarda insustituible para la
estabilidad de toda la comunidad humana y social.
¡Apoyemos, pues, a la familia! Defendámosla de todo lo que comprometa su
belleza. Acerquémonos a este misterio de amor con asombro, discreción y
ternura. Y comprometámonos a salvaguardar sus vínculos preciosos y
delicados: hijos, padres, abuelos... Necesitamos estos vínculos para
vivir y vivir bien, para hacer la humanidad más fraterna.
Por lo tanto, el año dedicado a la familia, que comienza hoy, será un momento propicio para continuar la reflexión sobre Amoris laetitia.
Y por ello os doy las gracias de todo corazón, sabiendo que el
Instituto Juan Pablo II puede contribuir de muchas maneras, en diálogo
con otras instituciones académicas y pastorales, al desarrollo de la
atención humana, espiritual y pastoral en apoyo de la familia. Os
encomiendo a vosotros y a vuestro trabajo a la Sagrada Familia de
Nazaret ; y os pido que hagáis lo mismo conmigo y con mi ministerio.
Roma, San Juan de Letrán, 19 de marzo de 2021
Solemnidad de san José, inicio del Año Familia Amoris laetitia
FRANCISCO
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