miércoles, 8 de mayo de 2013

Audiencia General del Papa FRANCISCO: "El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo"


CIUDAD DEL VATICANO, 8 Mayo 2013 (VIS).- “El tiempo pascual es por excelencia el tiempo del Espíritu Santo que culmina con la solemnidad de Pentecostés en que la Iglesia revive la efusión del Espíritu Santo”, ha explicado el Papa FRANCISCO a las 75 mil personas presentes en la Plaza de San Pedro para asistir a la tradicional Audiencia General de los miércoles a las 10.30 horas.

Después de dar la vuelta en automóvil a la Plaza y saludar a los diversos grupos de fieles, el Papa ha comenzado su catequesis dedicada a la tercera persona de la Trinidad: el Espíritu Santo.

“En el Credo -ha dicho FRANCISCO- profesamos con fe: “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida”. La primera verdad que aseveramos es que el Espíritu Santo es “Kyrios”, es decir Señor. Esto significa que es verdaderamente Dios como lo son el Padre y el Hijo . Pero quisiera hablar sobre todo del hecho de que es también la fuente inagotable de la vida de Dios en nosotros”.

“El hombre de todos los tiempos y todos los lugares- ha proseguido el pontífice- desea una vida plena y hermosa ...una vida que no esté amenazada por la muerte, sino que pueda madurar y crecer hasta su plenitud. El ser humano es como un viandante que, cruzando los desiertos de la vida, tiene sed de agua viva, y fresca, capaz de saciar su profundo deseo de luz, amor, belleza y paz. !Todos sentimos ese deseo! Y Jesús ha venido a darnos ese "agua viva" que es el Espíritu Santo que procede del Padre y que derrama en nuestros corazones. "He venido para que tengan vida y la tengan abundante”, dice Jesús”.

Cristo ha venido a darnos el agua viva que es el Espíritu Santo “para que nuestra vida esté guiada por Dios..Por eso cuando decimos que el cristiano es un ser espiritual, queremos decir que es una persona que piensa y actúa de acuerdo con Dios, según el Espíritu Santo. Sabemos que el agua es esencial para la vida, sin agua morimos, el agua apaga la sed, lava, hace que la tierra sea fértil...El “agua viva", el Espíritu Santo, don del Resucitado que viene a morar en nosotros, nos purifica, nos ilumina, nos renueva, nos transforma, porque nos hace partícipes de la misma vida de Dios, que es amor”.

El apóstol Pablo, ha señalado el Obispo de Roma afirma que la vida de los cristianos “está animada por el Espíritu y rica de sus frutos que son “amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí". El Espíritu mismo, junto con nuestro espíritu, atestigua que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él, para que también seamos glorificados con él. Este es el precioso don que el Espíritu Santo trae a nuestros corazones: la vida misma de Dios, vida de hijos verdaderos, una relación de libertad y confianza en el amor y la misericordia de Dios, que tiene como efecto también un nueva mirada a los demás, cercanos y lejanos, vistos siempre como hermanos y hermanas en Jesús a los que hay que amar y respetar. El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo”.

“Por eso - ha concluido- el agua viva que es el Espíritu Santo apaga la sed de nuestra vidas porque nos dice que Dios nos ama como hijos, que podemos amarlo como hijos suyos y que por su gracia podemos vivir como hijos de Dios, como Jesús”.

Posteriormente saludó a los fieles en francés, inglés, alemán, español, portugués, polaco y árabe.

En castellano dijo:

"Queridos hermanos y hermanas:

El tiempo pascual es por excelencia el tiempo del Espíritu Santo que culmina con la Solemnidad de Pentecostés. En el Credo profesamos la fe en el Espíritu Santo, que es Dios, «Señor y dador de vida». Él es la fuente inagotable de la vida divina en nosotros. Él es «el agua viva» que Jesús prometió a la Samaritana para saciar para siempre la sed, para colmar los anhelos más profundos y más altos del corazón humano. Porque Jesús ha «venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10,10). El Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, Cristo lo ha derramado en nuestro corazón, para hacernos hijos de Dios y para que nuestra vida sea guiada, animada y alimentada por él. Esto es precisamente lo que entendemos al decir que el cristiano es un hombre espiritual: una persona que piensa y actúa siguiendo la inspiración del Espíritu Santo. Así, la existencia del cristiano, dice San Pablo, es animada por el Espíritu Santo y rica de sus frutos, que son: «Amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí» (Ga 5,22-23). El don precioso del Espíritu Santo es, pues, la vida misma de Dios, en cuanto verdaderos hijos suyos por su adopción.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en especial a la Delegación del Estado de México, así como a los grupos venidos de España, Colombia, Venezuela y otros países latinoamericanos. En este día en el que se celebra Nuestra Señora de Luján, celestial Patrona de Argentina, un aplauso a la Virgen de Luján - más fuerte, no siento, más fuerte. En este día de la Virgen de Luján deseo hacer llegar a todos los hijos de esas queridas tierras argentinas mi sincero afecto, a la vez que pongo en manos de la Santísima Virgen todas sus alegrías y preocupaciones. Muchas gracias".


Continuando con sus saludos el Papa se dirigió entre otros a los familiares de los nuevos Guardias Suizos que juraron bandera el pasado 6 de Mayo. También dio la bienvenida a los peregrinos polacos que celebran hoy la festividad de su Patrono San Estanislao. “Que su atención por cada ser humano y por el orden moral en la vida social -ha dicho- os sirva de ejemplo y acicate para el bien de los hermanos y de vuestra patria”.

Por último ha recordado que hoy 8 de Mayo, en el Santuario de la Virgen del Rosario de Pompeya (Italia) se reza la “Supplica alla Madonna del Rosario” compuesta por el beato Bartolo Longo. “Nos unimos espiritualmente a este popular acto de fe y de devoción para que por la intercesión de María, el Señor conceda misericordia y paz a la Iglesia y al mundo entero”.


La Audiencia General concluyó con el canto de Pater Noster y la Bendición Apostólica impartida por el Santo Padre FRANCISCO.