jueves, 14 de mayo de 2015

Mensaje del Papa FRANCISCO: "Entrenadores: Educadores de personas"

CIUDAD DEL VATICANO ( - Mayo 14 de 2015).  Este jueves el Papa FRANCISCO ha enviado un mensaje al Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, Cardenal Stanisław Ryłko, en ocasión del Seminario Internacional de estudio sobre el tema: “Entrenadores: Educadores de personas”, organizado por la oficina “Iglesia y Deporte” del Pontificio Consejo para los Laicos, celebrándose en Roma, en el Auditorium de Villa Aurelia, los días 14 y 15 de mayo.


Este es el texto íntegro del Mensaje Papal:


Al Venerado Hermano
Señor Cardenal Stanisław Ryłko
Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos


Dirijo mi cordial saludo a Usted ya todos los participantes en el Seminario Internacional de estudio sobre el tema: "Entrenadores: Educadores de personas", organizado por la oficina Iglesia y Deporte del Pontificio Consejo para los Laicos. Prosiguiendo en vuesstro camino de reflexión y de promoción de los valores humanos y cristianos de la actividad deportiva, en este cuarto Seminario han tenido debidamente en consideración la figura del entrenador, poniendo énfasis en su papel de educador, tanto en el ámbito profesional y amateur.


Todos nosotros en la vida, hemos necesitado de educadores, personas maduras, sabias y equilibradas que nos ayuden a crecer en la familia, en el estudio, en el trabajo, en la fe. Educadores que nos animan a dar los primeros pasos en una nueva actividad sin tener miedo a los obstáculos y desafíos por afrontar; que nos instan a superar los momentos de dificultad; que nos exhorten a confiar en nosotros mismos y en nuestros compañeros; que están a nuestro lado tanto en los momentos de desilusión y pérdida como en los de alegría y éxito. Bueno, incluso el entrenador deportivo, sobre todo en los círculos católicos del deporte amateur, puede llegar a ser para muchos niños y jóvenes uno de estos buenos educadores, tan importantes para el desarrollo de una personalidad madura, armónica y completa.


La presencia de un buen entrenador-educador resulta providencial sobre todo en los años de adolescencia y de la primera juventud, cuando la personalidad se encuentra en pleno desarrollo y en búsqueda de modelos de conducta y de identificación; cuando se siente vivamente la necesidad de aprecio y respeto no sólo de sus coetáneos, sino también de los adultos; cuando es más real el peligro de perderse detrás de los malos ejemplos y en la búsqueda de la falsa felicidad. En esta delicada etapa de la vida, es una gran responsabilidad de un entrenador, que a menudo tienen el privilegio de pasar muchas horas a la semana con los jóvenes y tener una gran influencia sobre ellos con su comportamiento y su personalidad. La influencia de un educador, sobre todo para los jóvenes, depende más de lo que es como persona y de como vive de lo que dice. ¡Qué importante es ahora que un entrenador sea un ejemplo de integridad, de coherencia, de juicio justo, de imparcialidad, y también de alegría de vivir, de paciencia, de capacidad de estima y de benevolencia hacia todos, especialmente a los más desfavorecidos! ¡Y es importante que sea un ejemplo de fe! La fe, de hecho, siempre nos ayuda a mirar hacia Dios, para no absolutizar alguna de nuestras actividades, incluyendo la deportiva, ya sea amateur o profesional, y así mantener la distancia justa y la sabiduría para relativizar tanto las derrotas que las victorias. La fe nos da esa mirada de bondad sobre los demás que nos hace superar la tentación de la rivalidad y de la agresividad excesiva, nos hace entender la dignidad de toda persona, incluso los menos dotados y desfavorecidos. El entrenador, en este sentido, puede hacer una contribución muy valiosa para crear un clima de solidaridad y de inclusión para los jóvenes marginados y a la deriva en situación de riesgo social, incapaz de encontrar vías y medios adecuados para llevarlos a la práctica deportiva y de experiencias de socialización. Si tiene equilibrio humano y espiritual también sabrá preservar los valores auténticos del deporte ya su naturaleza fundamental del juego y de actividad socializante, impidiendo que se desnaturalice bajo la presión de tantos intereses, sobre todo económicos, hoy siempre más invasivos.


El entrenador puede ser, por lo tanto, un válido formador de los jóvenes, junto a los padres, a los maestros, sacerdotes y catequistas. Pero cada buen entrenador debe recibir una formación sólida. Es necesario formar a los formadores. Es oportuno para esto que vuestro seminario pida a todas las organizaciones que trabajan en el campo de los deportes,  las federaciones internacionales y nacionales, a las asociaciones deportivas laicas y eclesiásticas, a prestar la debida atención y a invertir los recursos necesarios para la formación profesional, humana y espiritual de los entrenadores. ¡Que bueno sería si en todos los deportes, en todos los niveles, desde las grandes competiciones internacionales hasta los torneos de oratorios parroquiales, los jóvenes encontrasen en sus entrenadores auténticos testimonios de vida y de fe vivida!


Pido al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen, para que vuestro trabajo de estos días sea rico de frutos para la pastoral del deporte, y para que se continuen promoviendo la santidad cristiana en este ambiente, en el que muchos jóvenes viven y pueden llegar y transformarse en gozosos testigos del Evangelio. Les pido que por favor recen por mí y con afecto los bendigo.


Desde el Vaticano, 14 mayo 2015


Fiesta de San Matias Apóstol


FRANCISCO


(Traducción del original italiano: )