Roma, ITALIA (Agencia Fides, 17/03/2021) - Con motivo de “la 29 Jornada de oración y ayuno
en memoria de los Misioneros Mártires” que se celebra el 24 de marzo, la Agencia Fides ofrece algunos testimonios de
misioneros asesinados por causa del Evangelio en varios continentes, en
diferentes épocas y contextos. Para algunos de ellos se ha iniciado la
causa de beatificación, como el padre Ettore Cunial, de los Josefinos
del Murialdo (Congregación de San José), asesinado en Durazzo en octubre
de 2001. Nació en Possagno (Treviso), el 13 de agosto de 1933 y era
sacerdote desde 1962. Maestro, director de comunidad, párroco, superior,
fueron algunos de sus diversos cargos hasta que, a los 67 años, fue
enviado como misionero a Albania. En pocos meses, había logrado
entrelazar su vida con la de la población local, como dice a Fides el
postulador, el padre Giuseppe Rainone.
“El 8 de octubre de 2020, con una concelebración sencilla y solemne en
la Catedral de Tirana, el arzobispo George Frendo, de acuerdo con la
Congregación de los Josefinos de Murialdo, abrió oficialmente el proceso
de beatificación del p. Ettore Cunial, sacerdote y misionero Josefino.
Han pasado 19 años desde su trágica muerte, ocurrida en Durres en la
‘Casa Nazareth’, la noche del 8 de octubre de 2001.
El p. Ettore llegó a la comunidad de Fier el 19 de noviembre de 2000 y
desde el 21 de marzo de 2001 vivió en la colina de Durazzo. La última
obediencia que recibió fue el mandato para la misión en Albania.
Recordamos su empeño por ponerse manos a la obra, por estudiar el idioma
albanés, en busca de un lugar donde iniciar una nueva presencia
josefina de animación juvenil-vocacional. Lo imaginamos en Casa
Nazareth, en el cerro de Moisés en Durres, inmerso en el cuidado de la
casa, en la soledad de la oración, siempre dando la bienvenida a quienes
iban a buscarlo, en casa o por teléfono, de cerca y de lejos. Desde
allí se movía por la ciudad a pie, sirviendo a la parroquia y a las
comunidades religiosas, jóvenes y familias. Manso y sonriente, fuerte e
infatigable, llevaba la paz a todas partes y creaba comunión con todos.
En esos pocos meses la gente quedó impresionada por su cercanía a todas
las personas, por su acción pastoral hecha de caridad y compasión, de
atención a los sufrimientos espirituales y morales. Sobre todo los
sacerdotes, religiosos y religiosas, sintieron en él al buen padre
espiritual, un religioso enamorado de Dios y del prójimo; muchos le
pidieron la dirección espiritual, así como predicar retiros y dispensar
el sacramento de la reconciliación.
La noche del 8 de octubre, un joven de 17 años lo esperaba para matarlo,
con 17 golpes de cuchillo, instigado y explotado por un adulto vecino
suyo. El proceso que siguió puso de relieve la figura moral y espiritual
del sacerdote josefino, que en tan poco tiempo había entrado en el
corazón de tanta gente.
El p. Cesare Cotemme, un josefino que lo conocía de cerca desde hacia
varios años, comentó hablando de él: “El don del p. Ettore no es solo el
de su última hora trágica, sino que lo es toda su vida. Es una
expresión admirable y preciosa del misterio de la vida, de una vida
recibida de Dios y dedicada enteramente a amarlo y a servirlo: sin
resistir jamás a su voluntad, sin alienar ni excluir jamás a ninguno de
los que veían en él, en los que veía el reflejo de la presencia
autentica del Señor, y en los que sin distinción, bajo cualquier
apariencia de bien o de mal, con la fuerza de su fe, el p. Héctor sabía
ver siempre el rostro de Dios”.
Mons. Paolo Mietto, su compañero de estudios y sacerdocio, entonces
obispo del Vicariato Apostólico de Napo, al enterarse de la muerte del
p. Ettore dijo: “Cuando recibí la noticia de su asesinato, me vino
espontáneo pensar que si en las predicciones divinas estaba la de un
primer mártir Josefino, no podía ser otro que d. Ettore para
'merecerlo'”.
Mons. Frendo, Arzobispo de Tirana, en una entrevista al inicio de su
proceso de beatificación declaró: “Si tuviera que definir en tan solo
dos palabras al padre Ettore como lo conocí, podría decir que era un
'verdadero misionero'... Hemos tomado la iniciativa de iniciar el
proceso de beatificación porque estamos convencidos de su santidad: su
humildad, sin la cual no se puede ser santo; su vida de oración, que
también se reflejaba en su rostro; su celo apostólico, que no tenía
límites”.
Otros testimonios con motivo de su muerte fueron compartidos por quienes lo habían conocido no solo en Albania, sino también en Roma, en San Giuseppe Vesuviano (Nápoles), en Acquedolci (Messina) y en Cefalù (Palermo). Se trata de personas que dan gracias al Señor por haberlo conocido, por haberse beneficiado de su labor pastoral; testimonios llenos de admiración e invocación constante al mismo padre Ettore.
Somos conscientes de que a veces no brillamos po nuestra “atención” a
los caminos de los santos y quizás los consideramos más una carga que un
regalo. Sin embargo, no puede faltarnos el pensamiento de que este
hermano no pertenece sólo a nuestra Congregación; pertenece a la Iglesia
y se puede proponer como ejemplo de un camino de santidad posible para
todos. Como nos recuerda el Papa Francisco: “No tengas miedo de apuntar
más alto, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte
guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano,
porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia
(Gaudete et Exsultate n.34)".