Nabek, SIRIA (Agencia Fides, 05/03/2021) - “Debemos rezar por este viaje. No es un viaje solo para los cristianos de allí, ni para un solo país. Es un viaje para todo Oriente Medio. Recemos para que ayude a todos, sunitas, chiítas e incluso cristianos, a ser sinceros en el diálogo”. Así, el padre Jacques Mourad, un monje siro católico de la comunidad de Deir Mar Musa, se prepara para vivir y seguir espiritualmente el viaje del papa Francisco desde Siria hasta el vecino Irak, que comienza mañana. El padre Mourad, miembro de la comunidad monástica fundada por el jesuita romano Paolo Dall’Oglio, fue secuestrado y retenido como rehén durante muchos meses por milicianos yihadistas del Estado Islámico (Daesh) en 2015. Después de su liberación, vivió durante mucho tiempo en Sulaymanyia, en el Kurdistán iraquí, en la casa local de su comunidad monástica. En ese momento, ayudó espiritual y materialmente a muchos refugiados cristianos iraquíes que huyeron de Qaraqosh y otras ciudades de la llanura de Nínive ante el avance de los yihadistas de Daesh. Su sabiduría espiritual como monje sirio puede brindar valiosos conocimientos para saborear plenamente la importancia de la próxima visita papal. “El Papa Francisco”, repite el padre Jacques a la Agencia Fides, “viene a traer a Jesús. Él lleva a Jesús a todos, no solo a los cristianos. Jesús es para todos, no solo para los cristianos. Y el Papa lleva el amor de Jesús a todos. Todos pueden amar a Jesús y recibir un anticipo de su amor por todos, de forma gratuita y sin medida. Todos llevan en su corazón el deseo de Cristo”.
En el horizonte de las tribulaciones iraquíes, donde los sectarismos
añaden leña al fuego de la violencia y el resentimiento, según el padre
Jacques, el milagro de la reconciliación puede florecer precisamente a
partir del martirio que caracteriza el camino de esas Iglesias: “Espero -
confiesa el padre Mourad -, que el Papa baje a la cripta de la Iglesia
del Perpetuo Socorro, en Bagdad, la iglesia de la masacre. Espero que
allí pueda rendir homenaje a la sangre de los mártires, pero también
pensando en sus asesinos. A partir de su sangre, de la sangre de los
mártires, es necesario implorar que la emoción se convierta no en un
pretexto para reabrir heridas, sino para mirar también a los asesinos y
ofrecer perdón a todos, en la contemplación de su gloria, de la gloria
de los mártires. Este es el milagro que puede ocurrir, y que es
necesario implorar, precisamente a la luz de la gloria de Cristo en
ellos. Este es el milagro que podría reabrir muchos caminos. Podría
sacar a relucir el deseo de paz que hay en todos, en medio de las
heridas y el dolor”.
La visita del Papa Francisco a Irak también representa para el padre
Mourad una oportunidad única de saborear la vocación singular de las
comunidades cristianas indígenas de Oriente Medio: “La misión misma de
las Iglesias en nuestros países” comenta el monje sirio “es vivir con
humildad y pobreza entre los musulmanes. Y así, de esta manera, también
custodiar también la espera de Jesús que está presente en los
musulmanes. Sin esta misión, la presencia de cristianos en Oriente Medio
puede no tener sentido. Todo se vuelve difícil para los cristianos, y
también para los demás, si los cristianos no llevan consigo la esperanza
de Cristo”. Viviendo su propia experiencia de comunión con los
refugiados cristianos que huyeron de sus hogares en Qaraqosh, el padre
Mourad experimentó lo inútil que es buscar apoyos y ayuda política,
económica o geopolítica como si esos fueran los factores indispensables
para garantizar la permanencia de las comunidades cristianas en la
región de Oriente Medio: “La única fuerza de los cristianos”, repite el
p. Jacques a la Agencia Fides, “es vivir el amor de Jesús, y ningún otro
amor, incluso hasta la cruz. Y los cristianos iraquíes ya han vivido y
siguen viviendo su testimonio cristiano de una manera extraordinaria
durante todos estos años de guerras. Ahora bien, los que han participado
así del misterio de Cristo no tienen otros intereses, no tienen otras
palabras que añadir. En sus días viven la espiritualidad de la cruz de
Jesús, con la que nos vestimos cuando recibimos la unción con el aceite
de la confirmación, inmediatamente después de nuestro bautismo, según
los ritos de nuestras Iglesias”.
Precisamente a la luz de esta participación en el misterio de salvación
anunciado en el Evangelio, las palabras sobre la fraternidad elegidas
por el Papa Francisco para hablar con los musulmanes y con todos no
aparecen como expresión de un vago idealismo sentimental: “Especialmente
para nosotros en el Medio Oriente”, apunta el p. Jacques “en la palabra
'fraternidad' se concentra toda la teología cristiana que necesitamos
no solo para vivir cada día, sino también para dar testimonio de nuestra
fe. Cuando los cristianos perdemos nuestra vocación de testificar,
también perdemos el sentido de nuestro vivir aquí en los países de
Oriente Medio, junto a nuestros hermanos. Jesús se encarnó por esto, y
todo es posible para los que Él ama. Vino a decirnos que Dios es la
fuente de nuestra vida y que los seres humanos somos el pueblo de Dios,
en cambio, siempre que un país y un pueblo se ven sometidos a la
violencia y la guerra, se niega esta vocación de todos los hombres a
descubrirse como hermanos. Y esta es obra del diablo, que quiere
destruir todo lo que Dios ama”.