Abu Dhabi, EMIRATOS ÁRABES (Agencia Fides, 05/02/2021) - Hoy el Papa Francisco ha iniciado su viaje a Irak, y apenas ayer, 4 de marzo, se cumplieron exactamente los cinco años de la masacre en la que fueron asesinadas cuatro hermanas de la Madre Teresa en Adén, Yemen, junto con una docena de empleados la mayoría musulmanes. La singular coincidencia ha sido señalada por el obispo Paul Hinder, ofm Cap. vicario apostólico del sur de Arabia. Mientras se realiza la primera visita de un Papa en la tierra de la que partió Abraham, Padre de todos los creyentes, esa historia de martirio y sufrimiento compartido entre cristianos y musulmanes recuerda hechos similares que también han marcado recientemente a las Iglesias de Irak y al pueblo iraquí. “El fruto de su martirio” reconoce el Vicario Apostólico “no se mide con estadísticas. Sin embargo, siguen siendo para nosotros un signo provocador de un amor que va más allá del sentimentalismo y puede llevarnos a compartir la misma suerte de Jesús crucificado. Esas hermanas conocían el riesgo pero no huyeron. Estoy seguro de que su martirio dará frutos”.
El viaje del Papa Francisco a un país árabe cercano - informa el obispo
Hinder a la Agencia Fides - despierta emoción y expectativas singulares
en la variada comunidad católica del Vicariato: “nuestros fieles siguen
la visita del papa Francisco a Irak con interés y curiosidad. Esto -
agrega el Vicario Apostólico - es especialmente cierto para los
cristianos iraquíes que viven en el país. Hay dos escuelas en Dubai y
Sharjah dirigidas por las Hermanas iraquíes de María Inmaculada. Entre
otros, en su mayoría indios y filipinos, son principalmente nuestros
fieles de habla árabe de países de Oriente Medio Oriente, incluido
Egipto, los que dirigen su mirada hacia Irak durante estos días. Muchos
de ellos tienen vínculos, si no con Irak, al menos con personas que
vivían en Mesopotamia o que todavía viven allí. Los musulmanes también
muestran su interés. Uno de ellos me ha expresado explícitamente su
admiración por el coraje del Papa para visitar Irak en este momento
crítico”.
Hace poco más de dos años, el 4 de febrero de 2019, el Papa Francisco y
el Gran Imán de al Azhar, Sheikh Ahmed al Tayyeb, firmaron el Documento
sobre la Fraternidad Humana para la Paz Mundial y la Coexistencia Común
en Abu Dhabi. Desde entonces, el re-descubrimiento del vínculo fraterno
que une a todos los hijos de Dios ha sido propuesto por el Papa
Francisco -también en la encíclica ‘Hermanos todos’ - como punto de
partida para abordar juntos los conflictos y emergencias globales que
lastiman y desgastan las vidas de los pueblos. El viaje papal a Irak, el
primer país de mayoría chiíta visitado por el Papa Francisco, tiene
como lema la frase evangélica «Todos ustedes son hermanos» y la palabra
clave es Fraternidad. El futuro dirá si a partir de ahora también las
instituciones y círculos del Islam chiíta se involucrarán en el camino
de fraternidad iniciado en Abu Dhabi - al que han adherido hasta ahora
sujetos del Islam sunita - o si la desconfianza y las objeciones
condicionadas por los contrastes geopolíticos prevalecerán. “Sabemos
bien”, reconoce el obispo Hinder al respecto, “que incluso en el mundo
musulmán hay discordias, y no solo entre sunitas y chiítas.
Lamentablemente estos contrastes se hacen profundos por motivos
ideológicos y sobre todo políticos. Pero el hecho de que haya un abismo
entre Riad y Teherán no significa que no sea viable un diálogo entre los
representantes religiosos. En este campo, no creo en los avances
repentinos” explica con realismo el Vicario Apostólico, “pero yo mismo
soy testigo de un desarrollo prometedor en el diálogo interreligioso. Lo
que he visto y vivido en los 17 años que viví en Arabia me confirma que
con paciencia y confianza es posible acercarnos y progresar juntos. La
visita del Papa Francisco en 2019” recuerda el obispo Hinder “fue una
señal fuerte y bien vista por los musulmanes de la zona. Las relaciones
con las autoridades están marcadas por un creciente respeto mutuo. La
pandemia ha frenado los encuentros presenciales, pero los contactos
continúan con los medios virtuales disponibles”.
Los perfiles de las comunidades cristianas presentes en Irak y en la
Península Arábiga son diferentes. Los cristianos de los países de la
Península son trabajadores inmigrantes que llegaron en busca de empleo.
Las presentes en Irak son las comunidades cristianas indígenas, que han
disminuido en los últimos años debido a los flujos migratorios. No
obstante, Mons. Hinder muestra que comparte las consideraciones
expresadas por el Patriarca caldeo Louis Raphael Sako en la reciente
entrevista con Fides, en el que el cardenal
iraquí reitera que el Papa no va a Irak para “fortalecer a los
cristianos” en la vorágine de los conflictos sectarios, y también ha
rechazado las teorías de quienes sostienen que solo la ayuda externa,
económica, militar o de otro tipo, puede salvar a las comunidades
cristianas de Oriente Medio de la extinción. “Si bien las condiciones
políticas, sociales, económicas y religiosas juegan un papel importante
para cristianos y no cristianos” subraya el Vicario Apostólico, “hay que
reconocer que la permanencia de los cristianos en una región no es solo
producto de condiciones favorables, sino que es sobre todo, fruto de la
gracia que obra en el corazón de los fieles. Lo hemos visto a lo largo
de la historia en muchos países del mundo. Y lo mismo ocurre en Irak. No
olvidemos nunca que la fe en Cristo es ante todo un don del Espíritu
Santo que sopla donde quiere, incluso y sobre todo en condiciones
difíciles. Tenemos que olvidarnos de la manía de mirar solo las
estadísticas y los números. Hay cristianos en Irak que son testigos del
Señor crucificado y resucitado y, por tanto, siguen siendo un signo de
vida que supera todas las tragedias”. Respecto a la situación de las
comunidades cristianas en la Península Arábiga, Mons. Hinder confirma
las consecuencias negativas que ha producido la pandemia del Covid-19
sobre la actividad laboral de los inmigrantes cristianos y sobre la
propia vida eclesial: “Todavía es pronto para hacer un balance”,
advierte el Vicario Apostólico “pero ya se nota una disminución en el
número de migrantes y por lo tanto también de nuestras comunidades
cristianas. Quizás lo que más pesa es la inseguridad que muchas veces se
combina con el aislamiento por las restricciones. El hecho de que las
iglesias hayan estado cerradas durante muchos meses y en parte sigan
cerradas, es una carga para muchos que frecuentan la casa del Señor como
un lugar de consuelo ante el miedo y el sufrimiento. Me hace llorar al
ver a la gente rezar fuera de los muros de la iglesia, porque no se nos
permite mantener abierto el complejo parroquial. Luego, gracias a Dios,
están esos signos de solidaridad abierta y discreta con los fieles que
se encuentran en dificultades. Se hace mucho virtualmente. Pero nunca
había sentido que fuese tan importante mantener un contacto real con la
gente como ahora, en una época en la que ese contacto es muy limitado. Y
percibo que muchos comparten esta misma experiencia mía”.