Loikaw, MYANMAR (Agencia Fides, 24/05/2021) - Los militares del ejército birmano (Tatamadaw)
atacaron anoche con fuego de artillería la aldea de Kayan Tharyar, a 7
km de Loikaw, capital del estado de Kayah, con el objetivo de golpear a
supuestos grupos rebeldes. Una de las granadas de mortero alcanzó la
iglesia, matando al menos a dos mujeres e hiriendo a muchos otros
desplazados que habían buscado refugio allí. Así lo han comunicado a la
Agencia Fides los jesuitas de Myanmar.
Los habitantes de la aldea de Kayan Tharyar, de hecho, creían que la
iglesia parroquial sería un “lugar en el que podrían refugiarse con
seguridad de los accidentes y tiroteos en la zona, pero trágicamente no
ha sido así”, escriben los jesuitas. La catedral del Sagrado Corazón de
Pekhon (a unos quince kilómetros de Loikaw) también resultó dañada por
el fuego de artillería. Los jesuitas condenan estos “crímenes atroces de
la manera más enérgica posible” y piden que los militares birmanos
rindan cuentas de lo sucedido. “Los militares - escriben los clérigos -,
deben cesar inmediatamente los ataques contra los civiles y contra las
iglesias. Las bombas han destruido edificios, reduciéndolos a escombros
con imágenes que recuerdan un claro escenario de guerra.
El nivel de confrontación está aumentando en Myanmar, donde, hasta el 23
de mayo, han muerto al menos 818 personas desde el golpe de Estado
militar del 1 de febrero, al que siguió una amplia protesta popular. El
24 de abril, se registraron varias víctimas en la ciudad de Mindat,
asediada desde que los militares se negaron a liberar a siete
manifestantes. Los lugareños reaccionaron como pudieron, incluso
disparando o utilizando botellas incendiarias, y los militares
porvocaron muertos y heridos. El 17 de mayo, los medios de comunicación
gubernamentales afirmaron que se utilizaron cohetes de 107 mm para
atacar la base aérea de Taungoo y su unidad militar en Bago (al norte de
Yangon): la noticia muestra cómo está aumentando el nivel de
confrontación, que los analistas temen que pueda degenerar en una guerra
civil generalizada.
El padre Maurice Moe Haung, sacerdote birmano de los Misioneros de la
Caridad, residente en Italia, comenta a la Agencia Fides: “Hoy la tarea
de los fieles católicos en Myanmar es cada vez más difícil. Hay
inocentes indefensos que viven una tragedia sin precedentes y la gente
intenta defenderse con armas caseras. Hay un uso desproporcionado de la
fuerza armada que alimenta la espiral de violencia. Hoy nos unimos al
Papa para decir una vez más: basta de violencia”.
La rebelión contra la Junta sigue enardeciendo el centro y la periferia:
las protestas siguen afectando a las ciudades, 30 de las cuales están
bajo toque de queda de 20 a 4 horas, mientras que en Yangon y Mandalay,
epicentros de la rebelión, el toque de queda comienza dos horas antes.
Ni siquiera las zonas rurales están exentas de violencia, detenciones y
redadas militares.
Mientras tanto, la Junta ha declarado que disolverá la Liga Nacional
para la Democracia (LND) por fraude electoral y tomará medidas contra
los traidores que amañaron los comicios de noviembre, de los que el
partido de Aung San Suu Kyi salió vencedor como nunca antes.
Por su parte, el gobierno clandestino formado en el extranjero parece
más bien empeñado en dar la “ciudadanía” a la minoría étnica rohingya:
tras la petición de Estados Unidos, el nuevo ejecutivo planea
proporcionar tarjetas de identidad a la minoría expulsada de Myanmar y
habría dado a Maung Zarni -conocido activista de la causa rohingya- un
papel en el Ministerio de Cooperación Internacional.