Kabul, AFGANISTÁN (Agencia Fides 24/05/2021) – “La situación en Afganistán es preocupante desde todos los puntos de vista, porque la salida del contingente americano podría dejar un amplio espacio a la oposición, los talibanes. El futuro del país es imprevisible y, según muchos analistas, no se puede excluir el riesgo de una recaída en la guerra civil como ya ocurrió en 1992. Los acuerdos establecidos dejan un resquicio de luz, pero se teme que a partir de ahora se anulen los pasos dados por la sociedad civil afgana en los últimos veinte años. No han sido pasos de gigante pero, en el periodo de presencia de las tropas de la OTAN, la esperanza de vida de los afganos ha aumentado, pasando de 40 a 60 años, y el nivel de educación también ha aumentado en la población femenina”. Así lo comenta a la Agencia Fides el barnabita p. Giuseppe Moretti, misionero en Afganistán y superior de la Missio sui iuris de 1990 a 2015, al evaluar las consecuencias de la retirada de las tropas de la OTAN del país.
Según el p. Moretti, la masacre de las chicas estudiantes que tuvo lugar
en Kabul el 8 de mayo es una señal concreta de los fundamentalistas:
“No fue un grupo genérico de estudiantes el que fue atacado: los
terroristas querían atacar a las chicas que volvían a casa después de un
día en la escuela. Es un claro mensaje de lo que les espera a las
mujeres si los antiguos talibanes toman el poder. Recordemos que durante
su gobierno se decretó que la educación de las niñas debía terminar a
los 8 años”.
La raíz del cambio en el país, explica el barnabita, procede sobre todo
del universo femenino: “Las mujeres afganas son inteligentes, decididas,
quieren salvarse de la esclavitud bajo la que vivían, sin dejar de
respetar la ley islámica. Hay un verdadero movimiento: muchas chicas van
a la escuela, se sacan el carné, se convierten en extraordinarias
trabajadoras, y ahora se teme que todo esto se pierda”.
Según el p. Moretti, la esperanza del país está representada por la
nueva generación que no ha vivido la represión del gobierno talibán: “La
juventud afgana se ha formado en estos veinte años y, sin duda, debe
convertirse, o tal vez ya lo es, en la fuerza de contraste ante un
eventual retorno al pasado. Han estudiado, tienen medios modernos, saben
lo que es la libertad. Uno de los aspectos positivos de la presencia
internacional en los últimos años ha sido la difusión de los medios de
comunicación y de los valores positivos de la vida humana en libertad.
Debemos tener esperanza y confianza y rezar para que el mundo occidental
se mantenga realmente cerca de Afganistán en este momento crítico”.
La reflexión del barnabita llega en un momento en el que un informe de
la ONG “Human Rights Watch” sobre Afganistán habla de un país que
empieza a sentir los efectos del retroceso de las potencias
occidentales: la población se empobrece cada vez más y la atención
médica, generalmente garantizada por las donaciones extranjeras, es cada
vez más inaccesible, especialmente para las mujeres y, en general, para
los habitantes de las zonas rurales.