Jartum, SUDÁN (Agencia Fides 22/05/2021) – “En la sociedad sudanesa circulan ira y frustración, además de la pobreza. El temor es que en esta fase de estancamiento se abra paso un hombre fuerte, como tantas otras veces en la historia del país”, dice a la Agencia Fides un misionero que sirve en Sudán y que pide el anonimato por razones de seguridad. Hace dos años, Sudán vivió su “Primavera”, una revolución incruenta que condujo al derrocamiento del dictador Al Bashir y al inicio de un camino de transición hacia la democracia. Dos años después de aquel cambio histórico, se está produciendo una preocupante recesión económica y una precaria situación social.
El misionero señala: “Desde la caída de Bashir hemos entrado en un
periodo de grandes contradicciones, ha habido pasos adelante pero el
sentimiento que prevalece entre la gente es de decepción. El principal
problema es claramente económico: la inflación ha superado ampliamente
el 500%. Bajo Bashir todo era estatal y se gobernaba a través del
sistema de subvenciones, un modelo típico de la Hermandad Musulmana, que
garantizaba el pan, la energía y las medicinas, así como un fuerte
control. Desde que se anularon las subvenciones, los gastos a los que
tienen que hacer frente las familias se han multiplicado por diez. El
pan, por ejemplo, ha pasado de una lira la barra en diciembre de 2018 a
15 - 20 liras en la actualidad. La gente está al límite. En el plano
político, casi dos años después del acuerdo para el gobierno de
transición (firmado en agosto de 2019, preveía un ejecutivo compuesto
por un 50% de militares y un 50% de civiles, ed.), sigue sin haber
Asamblea
Legislativa, el órgano que debía representar a toda la sociedad, los
movimientos políticos, civiles y religiosos”.
Esta ausencia tiene implicaciones en la vida de las personas: “Significa
que la ley islámica sigue vigente: las mujeres son consideradas mucho
menos que los hombres: en los tribunales, por ejemplo, la palabra de un
hombre vale la de dos mujeres, las mujeres no pueden viajar solas, la
legislación en torno al divorcio, además, es toda a favor de los
hombres”.
El misionero señala también la cuestión que afecta a la libertad de
culto: “Las Iglesias siguen bajo la jurisdicción del Ministerio de
Asuntos Religiosos, que básicamente propone una repetición del enfoque
del ministerio en el régimen anterior. Hace algún tiempo, el ministro
propuso un reglamento según el cual correspondería al ministerio nombrar
o destituir a los obispos.
Naturalmente, las Iglesias no aceptaron y esa regulación se congeló,
pero la tendencia es controlar todo y utilizar todos los instrumentos
disponibles para ello, como la burocracia”. En la escena política “entre
el alma militar y la civil hay una tensión continua, mientras el pueblo
espera un cambio real que tarda en llegar”.
La fuente de Fides concluye: “Existe la esperanza de que no se pierda la
transición hacia una forma completa de democracia y respeto de los
derechos. Una señal positiva viene del fin del embargo: con la
cotización del dólar asentada y unificada, las inversiones han crecido.
Todo el mundo espera que esto reinicie la economía y dé aliento al
país”.