Mlakal, SUDÁN (Agencia Fides, 25/09/2021) – “La Iglesia, más allá de las condiciones en que
actúa y de los peligros que corre, sigue siendo profética. Golpeada
duramente a lo largo de los años aquí en Sudán del Sur, no busca la
venganza sino la justicia, para el pueblo en primer lugar, que es un
requisito previo para una paz estable”. Así lo declara a la Agencia
Fides, la hermana Elena Balatti, misionera comboniana en Malakal, en el
estado del Alto Nilo, en estos momentos extremadamente delicados para el
país y después del episodio de violencia, contra representantes de fe
cristiana, que se ha cobrado la vida de la hermana Mary Daniel Abbud y
de la hermana Regina Roba, dos religiosas del Sagrado Corazón de Jesús -
así como de otros dos hombres que viajaban en el mismo autobús y de un
taxista -, el pasado mes de agosto. La religiosa sigue explicando a la Agencia Fides: “Ha sido un duro
golpe, conocía bien a la hermana María, la anterior superiora de la
orden fundada por los Institutos Combonianos, asesinada a quemarropa,
mientras regresaba de Nimule, en la frontera con Uganda, en Juba. Todos
venían de una celebración muy significativa en Loa, que había despertado
mucha alegría y esperanza, ya que marcaba la reapertura de la parroquia
después de los años de guerra. Estaban presentes el presidente Salva
Kiir, católico, que invitó a la gente a volver, el obispo y muchos
otros. El ambiente era bueno y se respiraba un aire de relajación y un
principio de vuelta a la normalidad después de tantos años.
Desgraciadamente, el brutal asesinato tenía una matriz vinculada a los
terrenos de la parroquia que habían sido ocupados durante los años de la
dura guerra. Al atentar contra el minibús e intentar matar a las
religiosas y fieles que regresaban de esa celebración, se pretendía dar
una
señal de tipo mafioso contra el llamamiento del presidente y del obispo a
retomar la zona: una verdadera intimidación a quienes pensaban
recuperar los terrenos expropiados. Este es un concepto absurdo, también
porque, aquí, hay suficiente tierra para todos. Los atacantes querían
incendiar el vehículo y por pura casualidad no lo consiguieron, de lo
contrario el número de víctimas habría sido mucho mayor”.
Exactamente tres años después de la firma del «Acuerdo Revitalizado» que
ponía fin al conflicto e iniciaba una nueva fase de unidad nacional, la
situación en Sudán del Sur sigue siendo muy delicada y hay quienes
temen volver a la época oscura tras años de avances iniciales hacia la
paz.
“Sigue faltando la aplicación de algunas partes fundamentales del
acuerdo, que preveía como objetivo final la celebración de elecciones y
un gobierno democrático en una sociedad reconciliada. Uno de los mayores
obstáculos es el fracaso en la unificación de las fuerzas militares
sobre el terreno, que debería haber conducido a un ejército unificado.
Las distintas milicias se mantienen fieles a sus banderas y esto crea
mucha confusión y tensión. Las noticias dicen a menudo que se está
preparando la fase final de esta unificación, pero no hay señales de
resultados concretos”.
Además, el pasado mes de julio, según el misionero comboniano, ocurrió
algo grave en relación con el proceso de paz: “Tras meses de fuertes
tensiones, se produjo una escisión en el seno del partido del
vicepresidente Riek Machar (SPLA-IO) (el grupo escindido lleva tiempo
criticando las decisiones y el estilo de Machar y ha nombrado a otro
líder interino, Gatwech Dual, ed). Esta enésima división en el partido
que fue el principal firmante, además del gobierno, del acuerdo de
Revitalización, no ayuda ciertamente al proceso hacia la estabilidad y
desencadena nuevos problemas: no lejos de Malakal, donde vivo, se han
producido enfrentamientos entre las dos facciones, con algunas víctimas.
Se están llevando a cabo negociaciones para reducir esta brecha, pero
las cosas avanzan lentamente. También hay que decir que las
negociaciones en Roma para implicar en el proceso de paz a las partes
que aún no han firmado el acuerdo, están paralizadas desde hace tiempo”.
Años de conflictos, inestabilidad política y éxodos masivos han llevado
al país, rico en materias primas y recursos, al borde de la ruina
económica. La urgencia de la paz viene dictada también por la necesidad
de cambiar de rumbo: “La crisis económica -señala la hermana Balatti-
persiste y mantiene a la mayoría de la población de un país muy rico en
una situación de injusta pobreza y miseria; la gestión de los recursos
es deficiente y las grandes riquezas que proporciona la naturaleza, los
minerales, el petróleo, la agricultura, el Nilo, permanecen lejos de la
gente. Podemos decir que el Covid no nos ha afectado especialmente aquí,
pero la economía estaba mal antes y cada vez va peor”.
La misionera concluye con una nota de esperanza: “La formación y el
derecho a la educación, también gracias a la Iglesia, se está
extendiendo y empieza a ser considerada como algo bueno y la gente no
quiere privarse de ella. La población, gracias a una profunda capacidad
de adaptación a situaciones poco alentadoras, se las arregla para
encontrar formas de seguir adelante y celebrar la vida incluso en los
momentos más duros. También hay muchas esperanzas puestas en la nueva
generación de políticos, para que la política se convierta en el ámbito
de los civiles y no ya de los militares”.