“El deporte es una gran oportunidad para aprender a dar lo mejor de ti mismo, con sacrificio y compromiso, pero sobre todo no solos. – observó el Santo Padre- Escuchadme bien: el deporte, no solos. Vivimos en una época en la que, gracias también a la presencia masiva de nuevas tecnologías, es fácil aislarse, crear lazos virtuales con muchos, pero a distancia. Lazos, pero solos. Lo mejor de jugar con una pelota es poder hacerlo junto con otros, pasarlo en medio del campo, aprender a construir acciones de juego, unirse en equipo ... El balón se convierte en un medio de invitar a las personas reales a compartir amistades, a encontrarse en un espacio, a mirarse a la cara, a desafiarse para poner a prueba sus habilidades. Queridos amigos: el fútbol es un juego de equipo, ¡no puedes divertirte solo! Y si se vive así, realmente puede hacer mucho bien sea a la cabeza como al corazón en una sociedad que exaspera al subjetivismo, es decir la centralidad del propio yo, casi como un principio absoluto... Jugar te hace feliz porque puedes expresar tu libertad, competir de una manera divertida, vivir un tiempo gratis, simplemente porque te gusta,… Se corre tras un sueño sin volverse necesariamente un campeón. La Carta de los Derechos de los Niños al Deporte también reafirma el derecho de todo niño a "no ser un campeón" (Artículo 10).
Después invitó a los padres a transmitir a sus hijos esa mentalidad del juego, de la gratuidad, y de la sociabilidad “para animarlos en los momentos difíciles, especialmente después de una derrota ... Y para ayudarles a entender que el banco no es una humillación, sino una oportunidad de crecer y una oportunidad para otra persona. Que tengan siempre el gusto de dar lo mejor, porque más allá del juego está la vida que les espera”.
En esta aventura, los entrenadores tienen un papel importante, porque representan un punto de referencia para los niños que entrenan . “Todo lo que decís y hacéis y la forma en que lo decís y lo hacéis, se convierte en una enseñanza para vuestros atletas, es decir, dejará una marca indeleble en su vida, para bien o para mal”, advirtió el Papa.
También se dirigió a los campeones del fútbol en los que se inspiran estos jóvenes atletas. “No olvidéis desde dónde empezasteis: en ese campo de periferia, en ese oratorio, en esa pequeña sociedad ... Os deseo que sintáis siempre gratitud por vuestra historia hecha de sacrificios, victorias y derrotas. Y también que sintáis la responsabilidad educativa, demostrada con la coherencia de vida y la solidaridad con los más débiles, de animar a los más jóvenes a volverse grandes dentro y tal vez incluso campeones en la vida”.
Las últimas palabras fueron para los directivos a quienes exhortó a defender siempre el espíritu amateur del juego. “Que no termine la belleza del fútbol en un do ut des de los negocios financieros”.