Después de cruzar la Guardia de Honor, antes de ingresar al Salón Presidencial del Aeropuerto, el Papa saludó a los Obispos de Rumania. Luego se trasladó en automóvil al Palacio Cotroceni, sede de la Presidencia de la República de Rumanía, para la ceremonia de bienvenida en Rumania. El Santo Padre FRANCISCO fue recibido por el Presidente de la República y por su esposa en la entrada del complejo del Palacio Presidencial de Cotroceni.
Después de la ejecución de los himnos, los honores militares y la presentación de las respectivas delegaciones, el Papa se trasladó en automóvil al Palacio Presidencial, donde a las 12.38 (11.38 am, hora de Roma), tuvo lugar la visita de cortesía al Presidente de Rumania. Sr. Klaus Werner Iohannis. El Papa y el Presidente posaron para la foto oficial. A continuación se trasladó a la Sala de Honor donde, tras la firma en el Libro de Oro y el intercambio de regalos, tuvo lugar el encuentro privado concluid el cual el Santo Padre y el Presidente se trasladaron a la Sala de Embajadores para la presentación de la familia.
Encuentro con la Primera ministra
Al final de la reunión con el Presidente de la República, el Santo Padre fue al Salón Azul del Palacio Presidencial para encontrarse en privado con la Primea Ministra de Rumania, la Sra. Vasilica Viorica Dăncilă. Después, el Papa FRANCISCO saludó al consorte de la Primera Ministra y luego, junto con el Presidente de la República, se trasladó a la Sala Unirii donde tuvo lugar el encuentro con las autoridades.
Encuentro con las autoridades, con la sociedad civil y con el cuerpo diplomático
A las 13.15 horas (12.15 horas, hora de Roma), en el Salón Unirii del Palacio Presidencial de Bucarest, el Santo Padre FRANCISCO encontró a las autoridades, los representantes de la Sociedad civil y los miembros del cuerpo diplomático.
Después del saludo del Presidente de Rumania, Sr. Klaus Werner Iohannis, el Papa pronunció su discurso.
Al final, el Santo Padre se desplazó en automóvil a la Nunciatura Apostólica de Bucarest.
Texto del discurso que el Papa FRANCISCO ha dirigido a las autoridades, a los representantes de la sociedad civil y a los miembros del cuerpo diplomático.
VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO
A RUMANÍA
(31 DE MAYO - 2 DE JUNIO DE 2019)
A RUMANÍA
(31 DE MAYO - 2 DE JUNIO DE 2019)
ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES, LA SOCIEDAD CIVIL Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO
DISCURSO DEL SANTO PADRE
Sala Unirii del Palacio de Cotroceni, Bucarest
Viernes, 31 de mayo de 2019
Viernes, 31 de mayo de 2019
Señor Presidente,
Señora Primer Ministro,
Santidad,
Excelentísimos Miembros del Cuerpo Diplomático,
Distinguidas Autoridades,
Distinguidos Representantes de las diversas Confesiones religiosas y de la sociedad civil,
Queridos hermanos y hermanas:
Señora Primer Ministro,
Santidad,
Excelentísimos Miembros del Cuerpo Diplomático,
Distinguidas Autoridades,
Distinguidos Representantes de las diversas Confesiones religiosas y de la sociedad civil,
Queridos hermanos y hermanas:
Dirijo un cordial saludo y mi agradecimiento al señor Presidente y a
la señora Primer Ministro por su invitación a visitar Rumania, y por las
amables palabras de bienvenida que me ha dirigido, también en nombre de
las demás Autoridades de la Nación y de vuestro querido pueblo. Saludo a
los miembros del Cuerpo Diplomático y a los representantes de la
sociedad civil aquí reunidos.
Saludo con amor fraterno a mi hermano Daniel; saludo con deferencia a
todos los Metropolitanos y Obispos del Santo Sínodo, y a todos los
fieles de la Iglesia Ortodoxa rumana. Hago extensivo un saludo afectuoso
a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, y a
todos los miembros de la Iglesia católica, a los que he venido a
confirmar en la fe y a alentar en su camino de vida y de testimonio
cristiano.
Me complace estar en vuestra tierra hermosa, veinte años después de la visita de San Juan Pablo II,
y en el momento en que Rumania, por primera vez desde que se unió a la
Unión Europea, preside en este semestre el Consejo Europeo.
Este es un momento propicio para dirigir una mirada de conjunto sobre
los últimos treinta años desde que Rumania se liberó de un régimen que
oprimía la libertad civil y religiosa, la aislaba de otros países
europeos y la llevaba también al estancamiento económico y al
agotamiento de sus fuerzas creadoras. Durante este tiempo, Rumania se ha
comprometido en la construcción de un proyecto democrático a través del
pluralismo de las fuerzas políticas y sociales, y del diálogo recíproco
en favor del reconocimiento fundamental de la libertad religiosa y la
plena integración del país en el amplio escenario internacional. Es
importante reconocer lo mucho que se ha avanzado en este camino, aun en
medio de grandes dificultades y privaciones. El deseo de progresar en
los diversos campos de la vida civil, social, cultural y científica ha
puesto en marcha tantas energías y proyectos, ha liberado numerosas
fuerzas creativas que antes estaban retenidas y ha dado un nuevo impulso
a las numerosas iniciativas emprendidas, conduciendo el país al siglo
XXI. Los aliento a seguir trabajando para consolidar las estructuras e
instituciones necesarias que no sólo den respuesta a las justas
aspiraciones de los ciudadanos, sino que estimulen y permitan a su
pueblo plasmar todo el potencial e ingenio del que sabemos es capaz.
Al mismo tiempo, es necesario reconocer que las transformaciones
requeridas tras la apertura de una nueva etapa han comportado —junto a
logros positivos— la aparición de obstáculos inevitables que hay que
superar y los efectos colaterales que no siempre son fáciles de
gestionar para la estabilidad social y para la misma administración del
territorio. Ante todo, pienso en el fenómeno de la emigración, que ha
afectado a varios millones de personas que han abandonado sus hogares y
sus países de origen para buscar nuevas oportunidades de trabajo y de
una vida digna. Pienso en la despoblación de tantas aldeas, que en pocos
años han visto marcharse a un número considerable de sus habitantes;
pienso en las consecuencias que todo esto puede tener sobre la calidad
de vida en esos territorios y el debilitamiento de sus más ricas raíces
culturales y espirituales que los sostuvieron en los momentos más
difíciles, en la adversidad. Rindo homenaje a los sacrificios de tantos
hijos e hijas de Rumania que enriquecen con su cultura, su idiosincrasia
y su trabajo, los países donde emigraron y ayudan con el fruto de su
empeño a sus familias que quedaron en casa. Pensar en los hermanos y
hermanas que están en el extranjero es un acto de patriotismo, es un
acto de hermandad, es un acto de justicia. Continuad a hacerlo.
Para afrontar los problemas de esta nueva fase histórica, para hallar
soluciones efectivas y encontrar la fuerza para aplicarlas, hay que
aumentar la colaboración positiva de las fuerzas políticas, económicas,
sociales y espirituales; es necesario caminar juntos, caminar en unidad,
y decidirse todos con convicción a no renunciar a la vocación más noble
a la que un Estado debe aspirar: hacerse cargo del bien común de su
pueblo. Caminar juntos, como forma de construir la historia, requiere la
nobleza de renunciar a algo del propio punto de vista, o del interés
personal específico, en favor de un proyecto más amplio, de tal manera
que se pueda forjar una armonía que permita avanzar con seguridad hacia
metas comunes. Esta es la nobleza básica.
De esta manera es posible construir una sociedad inclusiva, en la que
cada uno, poniendo a disposición sus propios talentos y capacidades,
con educación de calidad y trabajo creativo, participativo y solidario
(cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium,
192), se transforme en protagonista del bien común donde los más
débiles, los más pobres y los últimos no sean vistos como indeseados,
como obstáculos que impiden que la “máquina” camine, sino como
ciudadanos, como hermanos para ser plenamente insertados en la vida
civil; es más, sean considerados como la mejor verificación de la bondad
real del modelo de sociedad que se está construyendo. De hecho, cuanto
más una sociedad se responsabiliza del destino de los más
desfavorecidos, tanto más puede llamarse verdaderamente civil.
Todo esto debe tener un alma y un corazón y una clara dirección de
marcha, que no esté impuesta por consideraciones extrínsecas o por el
poder desenfrenado de los más importantes centros financieros, sino por
la conciencia de la centralidad de la persona humana y sus derechos
inalienables (cf. ibíd.,
203). Para un desarrollo sostenible y armonioso, para la reactivación
concreta de la solidaridad y la caridad, para la sensibilización de las
fuerzas sociales, civiles y políticas hacia el bien común, no es
suficiente con actualizar las teorías económicas, ni con las técnicas y
las habilidades profesionales, aunque sean necesarias. Se trata en
efecto de desarrollar, junto con las condiciones materiales, el alma de
vuestro pueblo; porque los pueblos tienen un alma, tienen un modo de
entender la realidad, de vivir la realidad. Volver siempre a esta alma
del propio pueblo: esto hace ir adelante al pueblo.
En este sentido, las Iglesias cristianas pueden ayudar a redescubrir y
alimentar ese corazón palpitante del que brote una acción política y
social que partiendo de la dignidad de la persona lleve a comprometerse
con lealtad y generosidad por el bien común de la comunidad. Al mismo
tiempo, se esfuerzan por convertirse en un reflejo creíble y en un
testimonio atractivo de la acción de Dios, y así se promueve entre ellas
una verdadera amistad y colaboración. La Iglesia Católica quiere
situarse en este cauce, quiere contribuir a la construcción de la
sociedad, quiere ser un signo de armonía, de esperanza y de unidad y
ponerse al servicio de la dignidad humana y el bien común. Desea
colaborar con las Autoridades, con las demás Iglesias y con todos los
hombres y mujeres de buena voluntad para caminar juntos y poner sus
talentos al servicio de toda la comunidad. La Iglesia Católica no es
extranjera, sino que participa plenamente en el espíritu nacional
rumano, como lo demuestra la participación de sus fieles en la formación
del destino de la nación, en la creación y el desarrollo de estructuras
de educación integral y formas de asistencia típicas de un Estado
moderno. Por eso, desea contribuir a la construcción de la sociedad y la
vida civil y espiritual de vuestra hermosa tierra de Rumania.
Señor Presidente: Al mismo tiempo que le deseo a Rumania prosperidad y
paz, invoco abundantes Bendiciones divinas y la protección de la Santa
Madre de Dios sobre usted, sobre su familia, sobre todos los presentes,
así como sobre toda la población de este país.
Que Dios bendiga a Rumania.
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