Estas han sido las palabras del Santo Padre durante la oración mariana:
PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo, 2 de diciembre de 2018
Domingo, 2 de diciembre de 2018
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy empieza el Adviento, el tiempo litúrgico que nos prepara para la
Navidad, invitándonos a levantar la mirada y abrir nuestros corazones
para recibir a Jesús. En Adviento, no vivimos solamente la espera
navideña; también estamos invitados a despertar la espera del glorioso
regreso de Cristo, cuando – al final de los tiempos regresará-,
preparándonos para el encuentro final con él mediante decisiones
coherentes y valientes. Recordamos la Navidad, esperamos el glorioso
regreso de Cristo y también nuestro encuentro personal: el día que el
Señor nos llame. Durante estas cuatro semanas, estamos llamados a
despojarnos de una forma de vida resignada y rutinaria y a salir
alimentando esperanzas, alimentando sueños para un futuro nuevo. El
evangelio de este domingo (cf. Lc21, 25-28, 34-36) va
precisamente en esta dirección y nos advierte de que no nos dejemos
oprimir por un modo de vida egocéntrico o de los ritmos convulsos de los
días. Resuenan de forma particularmente incisiva las palabras de
Jesús: “Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el
libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida y
venga aquel Día de improviso sobre vosotros […] Esta en vela, pues,
orando todo el tiempo” (vv 34.36).
Estar despiertos y orar: he aquí como vivir este tiempo desde
hoy hasta la Navidad. Estar despiertos y orar. El sueño interno viene
siempre de dar siempre vueltas en torno a nosotros mismos, y del
permanecer encerrado en la propia vida con sus problemas, alegrías y
dolores, pero siempre dando vueltas en torno a nosotros mismos. Y eso
cansa, eso aburre, esto cierra a la esperanza. Esta es la raíz del
letargo y de la pereza de las que habla el Evangelio. El Adviento nos
invita a un esfuerzo de vigilancia, mirando más allá de nosotros mismos,
alargando la mente y el corazón para abrirnos a las necesidades de la
gente, de los hermanos y al deseo de un mundo nuevo. Es el deseo de
tantos pueblos martirizados por el hambre, por la injusticia, por la
guerra; es el deseo de los pobres, de los débiles, de los
abandonados. Este es un tiempo oportuno para abrir nuestros corazones
para hacernos preguntas concretas sobre cómo y por quién gastamos
nuestras vidas.
La segunda actitud para vivir bien el tiempo de la espera del Señor es la oración. “Cobrad
ánimo y levantad la cabeza, porque vuestra liberación está cerca” (v.
28), es la admonición del evangelio de Lucas. Se trata de levantarse y
rezar, dirigiendo nuestros pensamientos y nuestro corazón a Jesús que
está por llegar. Uno se levanta cuando se espera algo o a
alguien. Nosotros esperamos a Jesús, queremos esperarle en oración, que
está estrechamente vinculada con la vigilancia. Rezar, esperar a Jesús,
abrirse a los demás, estar despiertos, no encerrados en nosotros
mismos. Pero si pensamos en la Navidad en un clima de consumismo, de ver
qué puedo comprar para hacer esto o aquello, de fiesta mundana, Jesús
pasará y no lo encontraremos. Nosotros esperamos a Jesús y queremos
esperarle en oración, que está estrechamente vinculada con la
vigilancia.
Pero ¿cuál es el horizonte de nuestra espera en oración? En la Biblia nos lo dicen, sobre todo, las voces de los profetas. Hoy,
es la de Jeremías, que habla al pueblo sometido a la dura prueba del
exilio y que corre el riesgo de perder su identidad. También nosotros,
los cristianos, que somos pueblo de Dios, corremos el peligro de
convertirnos en “mundanos” y perder nuestra identidad, e incluso de
“paganizar” el estilo cristiano. Por eso necesitamos la Palabra de Dios
que, a través del profeta, nos anuncia: “Mirad que días vienen en que
confirmaré la buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de
Judá. […] Haré brotar para David un Germen justo y practicará el derecho
y la justicia en la tierra” (33, 14-15) Y ese germen justo es Jesús
que viene y que nosotros esperamos.
¡Que la Virgen María, que nos trae a Jesús, mujer de la espera y la
oración, nos ayude a fortalecer nuestra esperanza en las promesas de su
Hijo Jesús, para que experimentemos que, a través de las pruebas de la
historia, Dios permanece fiel y se sirve incluso de los errores humanos
para manifestar su misericordia!
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas,
El Adviento es un tiempo de esperanza. En este momento me gustaría hacer mía la esperanza de paz de los niños de Siria,
de la amada Siria, atormentada por una guerra que dura desde hace ocho
años. Por este motivo, adhiriéndome a la iniciativa "Ayuda a la Iglesia
Necesitada", ahora encenderé una vela, junto con muchos niños que harán
lo mismo, niños sirios y muchos fieles en el mundo que hoy encienden
sus velas. [Enciende la vela]
¡Esta llama de esperanza y tantas llamitas de esperanza dispersen las
tinieblas de la guerra! Recemos y ayudemos a los cristianos a permanecer
en Siria y en Oriente Medio como testigos de misericordia, de perdón y
de reconciliación. La llama de la esperanza llegue también a todos
aquellos que sufren en estos días conflictos y tensiones en otras partes
del mundo, cercanas y lejanas. La oración de la Iglesia les ayude a
sentir la proximidad del Dios fiel y toque toda conciencia por un
compromiso sincero para la paz. Y que Dios, nuestro Señor, perdone a los
que hacen la guerra, a los que hacen armas para destruirse y convierta
sus corazones. Oremos por la paz en la amada Siria.
["Ave María..."]
Os saludo a vosotros, romanos y peregrinos, aquí presentes; en
particular a los procedentes de Linden, en los Estados Unidos de
América, Valencia y Pamplona; así como a los estudiantes y profesores
del Colegio "Claret" de Madrid.
Saludo al coro polifónico de Módica, a los fieles de Altamura,
Conversano y Laterza. Os deseo a todos un buen domingo y un buen camino
de Adviento. Por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y
hasta pronto!
Link:
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