Mandalay, MYANMAR (Agencia Fides, 21/06/2021) - “Estamos muy agradecidos al Papa Francisco. Cuando el Pontífice habla, la gente de Myanmar se siente muy animada y conmovida. No sólo los católicos, sino también personas de otras religiones. Es un apoyo muy importante para todos nosotros, en esta tragedia”: dice a la Agencia Fides el arzobispo Marco Tin Win, cabeza de la archidiócesis de Mandalay, la antigua capital birmana, comentando el último llamamiento del Papa Francisco. El Papa, al final del Ángelus de ayer, 20 de junio, se unió al llamamiento de los obispos de Myanmar, donde, tras el golpe de Estado del 1° de febrero, el conflicto civil se extiende por muchas zonas de la nación. El Papa Francisco comentó la “experiencia desgarradora” para la población, desplazada, con miedo y a un paso de la hambruna, y pidió que se protejan los corredores humanitarios en las zonas de conflicto, que se respete la santidad de los lugares de culto y que se salvaguarde la seguridad de los civiles, especialmente los ancianos y los niños. “Que el corazón de Cristo toque los corazones de todos, llevando la paz a Myanmar”, concluyó el Papa Francisco.
El arzobispo Marco Tin Win repite hoy: “Pedimos a todos de corazón:
¡escuchen la voz del Papa, pongan fin a toda violencia!” y confirma la
situación de “inmenso sufrimiento de la población en la diócesis de
Mandalay y en otros territorios: mujeres, niños, ancianos y enfermos
están desplazados, están agotados y sufren la violencia generalizada. El
ejército también ha quemado la ayuda humanitaria y esto es una gran
crueldad para la gente inocente”.
El Arzobispo comenta favorablemente la noticia del embargo universal de
armas decidido por las Naciones Unidas a Myanmar diciendo “El pueblo
birmano ha estado esperando esta decisión. Esperamos que sea un primer
paso para detener la violencia y retomar el camino de la paz”.
Sobre la protesta de los jóvenes, el Arzobispo dice: “Vemos que la
violencia y los enfrentamientos están aumentando. La protesta comenzó de
forma pacífica y fue reprimida con ferocidad. Hoy en día, especialmente
los jóvenes, no ven otra opción que defenderse con armas. La Iglesia
siempre predica y llama a la paz, y hoy estamos viviendo y siendo
testigos de la tragedia de la sangre de nuestro propio pueblo que se
derrama en suelo birmano. Es una verdadera tragedia y no hay salida, por
ahora, porque el diálogo está estancado y es rechazado por ambas
partes. Sólo podemos levantar los brazos al cielo invocando al Altísimo
Todopoderoso diciendo: escúchanos, sálvanos. Nuestro último refugio es
la oración. La Iglesia de Myanmar está ayudando a los pobres,
vulnerables e indefensos con todos los medios y sigue rezando
intensamente”.