Beirut, LÍBANO (Agencia Fides, 04/08/2021) – “Nos preocupa que la situación pueda
degenerar”, dicen a la Agencia Fides fuentes locales de Beirut, donde
hoy se recuerda la explosión del depósito de nitrato de amonio que el 4
de agosto conmocionó la capital libanesa. “Se ha invitado a la población
a dirigirse al puerto para exigir verdad y justicia”, dicen las
fuentes. “La herida sigue abierta, sobre todo porque la Presidencia de
la República, inmediatamente después de la tragedia, había prometido que
se arrojaría luz inmediatamente sobre las responsabilidades de lo
ocurrido. Pero un año después, se desconoce la verdad al respecto”.
La única noticia destacable es que una investigación del FBI ha revelado
que explotaron entre 400 y 500 toneladas de nitrato, una fracción de
las 2.700 toneladas almacenadas en el depósito del puerto.
“La gente se pregunta a dónde fueron a parar los 2.000 restantes y si la
tragedia tuvo algo que ver con la desaparición de esta enorme cantidad
de nitrato”. El nitrato de amonio puede utilizarse como fertilizante o
como explosivo y se especula que la cantidad que desapareció de Beirut
puede haber acabado en Siria, donde la guerra aún no ha terminado.
“Desde el 4 de agosto de 2020, la población exige la verdad para obtener
justicia, pero la clase política parece querer impedir que se
establezcan responsabilidades. Los gestores del puerto están imputados,
pero los jueces que investigan se encuentran con un muro infranqueable a
la hora de investigar las responsabilidades políticas, porque la
inmunidad parlamentaria de los diputados y ministros no ha sido
revocada”, señalan las fuentes.
“La situación está muy tensa porque la frustración de la gente por la
falta de verdad se suma al sufrimiento de una población estresada por la
grave crisis económica que un año después no ha hecho más que
agravarse”, explican las fuentes. “La inflación ha alcanzado cotas que
recuerdan a las de la República de Weimar en Alemania en los años 20:
con un millón de liras libanesas se puede comprar un poco de carne y
algunos otros alimentos. Hay escasez de gasolina, aceite y a veces
incluso de pan. El mercado negro fija los precios. El dólar se ha
disparado de 18.000 a 23.000 liras en poco tiempo. En un país que
importa casi todo, esto es una tragedia. Sobre todo para los enfermos,
especialmente los crónicos. Los medicamentos son escasos, pero se pueden
encontrar en el mercado negro a precios escandalosos. Por ejemplo, un
medicamento que antes costaba 6/7.000 liras ahora cuesta 180.000 liras.
Incluso el ejército tiene hambre y sobrevive gracias a la ayuda de
algunos estados extranjeros, árabes y no árabes”.
“Las ONG católicas, empezando por Cáritas, están haciendo una gran labor
de ayuda a la población, sobre todo en el sector alimentario”, subrayan
las fuentes. “Pero la falta de un gobierno en el que puedan confiar los
países donantes les impide tratar de encontrar una solución a la
crisis. Y si la gente tiene poco que comer, lamentablemente abundan las
armas. El camino está abierto a todas las posibilidades”, concluyen
nuestras fuentes.