Bozoum, REPÚBLICA CENTROAFRICANA (Agencia Fides, 07/06/2019) - "El país se encuentra en una situación de
inestabilidad muy grave. A pesar de los acuerdos de Jartum firmados en
febrero por el gobierno y 14 líderes rebeldes, el 80% del territorio
está en manos de bandas que responden a los líderes locales. El acuerdo
firmado en Sudán preveía su desarme, pero no se ha cumplido. Así,
continúan los enfrentamientos, los saqueos y la violencia". De este modo
denuncia la violencia el padre Aurelio Gazzera, misionero carmelita
italiano, quien desde hace 28 años reside en la República
Centroafricana, y actualmente es párroco de Bozoum y responsable de la
Cáritas diocesana.
A unos ochenta kilómetros de Bozoum, los días 20 y 21 de mayo, las
milicias de Tre Erre masacraron a civiles. "Esta milicia - continúa el
Padre Gazzera - dice que defiende a los pastores de la etnia Peul, pero
en realidad lucha por sí misma y por el botín. Nuestra zona es
relativamente tranquila, incluso si un departamento del Tre Erre acampa a
más de 20 km y tememos las tensiones".
En los últimos años, el padre Gazzera también ha centrado su atención en
la explotación de los recursos naturales y minerales del país. Una
actividad que el pasado 2 de mayo le costó su arresto por testificar
sobre la masacre en una mina de oro. "No hay reglas -dice amargamente el
padre Aurelio-, las licencias deben ser otorgadas a través de actos
oficiales del parlamento de Bangui. En cambio, la mayoría de ellos son
dados de manera informal por funcionarios públicos en complicidad con
los jefes de las instituciones. Desde principios de 2019, se han
concedido 116 licencias para la explotación de minas de diamantes y oro y
para el derribe de árboles valiosos (por su madera). Un diputado me
confirmó que sólo ocho concesiones habían seguido el procedimiento
establecido por la Ley. El presupuesto del Estado prevé 100.000 euros en
ingresos por licencias. ¡Una figura ridícula! Solo las minas de Bozoum
podrían rendir de 7 a 8 millones".
Los concesionarios son empresas chinas, rusas, libanesas y sudafricanas.
"Sucede que las empresas extranjeras -señala el religioso- firman
acuerdos que corrompen a los funcionarios, sin respetar ni a las
comunidades locales, ni a la naturaleza. Pero su importancia es tal que
el gobierno de Bangui les garantiza la protección de los militares.
Militares que, en otros lugares, no son vistos. El apetito de muchos se
ha desatado en este país, con el desprecio por quienes viven aquí y una
salvaje explotación de los recursos minerales".