lunes, 31 de agosto de 2020

Papa FRANCISCO recibe en Audiencia a Mons. Brian Udaigwe

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 31 de agosto de 2020).-   El Papa FRANCISCO ha recibido esta mañana de lunes en Audiencia a S.E. Monseñor Brian Udaigwe, Arzobispo titular de Suelli, Nuncio Apostólico en Sri Lanka.

El Santo Padre nombra Obispo Auxiliar de Roma

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 31 de agosto de 2020).-  En otros Actos Pontificios hoy el Santo Padre FRANCISCO ha nombrado Obispo Auxiliar de Roma, al Reverendo Dario Gervasi, Párroco de la Parroquia Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, asignándole la sede titular de Subaugusta.

Curriculum vitae

S.E. Mons. Dario Gervasi nació en Roma, el 9 de mayo de 1968. Concluyó los estudios en el Pontificio Seminario Romano Mayor. Después de la ordenación Sacerdotal, ocurrida el 22 de mayo de 1994, prosiguió con los estudios de Teología Dogmática en la Pontificia Universidad Gregoriana donde obtuvo la Licenciatura.

Ha sido: Vicario Parroquial enlas Parroquias Santa Maria delle Grazie al Trionfale y Santos Joaquín y Ana; más tarde Párroco en la Parroquia Santos Joaquín y Ana, Vicerrector del Pontificio Seminario Mayor Romano, encargado de la Obra de Vocaciones Sacerdotales del Vicariato de Roma y Diputado de la Congregación de Misioneros del Instituto Imperial Borromeo .

Actualmente es Párroco de la Parroquia Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y Prefecto de la 17 Prefectura de la Diócesis de Roma.

domingo, 30 de agosto de 2020

Ángelus dominical del Papa FRANCISCO [Agosto 30 de 2020]

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 30 de agosto de 2020).-  A las 12:00 horas de este domingo, el Papa FRANCISCO desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano ha rezado el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Estas son las palabras del Santo Padre antes de introducir la oración mariana:


PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo, 30 de agosto de 2020


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje evangélico de hoy (cfr Mt 16, 21-27) está unido al del domingo pasado (cfr Mt 16, 13-20). Después de que Pedro, en nombre también de los otros discípulos, ha profesado la fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios, Jesús mismo empieza a hablar de su pasión. A lo largo del camino hacia Jerusalén, explica abiertamente a sus amigos lo que le espera al final en la ciudad santa: preanuncia su misterio de muerte y de resurrección, de humillación y de gloria. Dice que deberá «sufrir mucho por causa de los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley; que lo matarían y al tercer día resucitaría» (Mt 16, 21). Pero sus palabras no son comprendidas, porque los discípulos tienen una fe todavía inmadura y demasiado unida a la mentalidad de este mundo (cfr Rm 12, 2). Ellos piensan en una victoria demasiado terrena, y por eso no entienden el lenguaje de la cruz.

Frente a la perspectiva de que Jesús pueda fracasar y morir en la cruz, el mismo Pedro se rebela y le dice: «Dios no lo quiera, Señor; no te ocurrirá eso» (v. 22). Cree en Jesús - Pedro es así-, tiene fe, cree en Jesús, cree; le quiere seguir, pero no acepta que su gloria pase a través de la pasión. Para Pedro y los otros discípulos - ¡pero también para nosotros! - la cruz es algo incómodo, la cruz es un “escándalo”, mientras que Jesús considera “escándalo” el huir de la cruz, que sería como eludir la voluntad del Padre, a la misión que Él le ha encomendado para nuestra salvación. Por esto Jesús responde a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son como los de Dios, sino como los de los hombres» (v. 23). Diez minutos antes, Jesús ha alabado a Pedro, le ha prometido ser la base de su Iglesia, el fundamento; diez minutos después le llama “Satanás”. ¿Cómo se entiende esto? ¡Nos sucede a todos! En los momentos de devoción, de fervor, de buena voluntad, de cercanía al prójimo, miramos a Jesús y vamos adelante; pero en los momentos en los que viene la cruz, huimos. El diablo, Satanás - como dice Jesús a Pedro - nos tienta. Es propio del espíritu malo, es propio del diablo alejarnos de la cruz, de la cruz de Jesús.

Dirigiéndose después a todos, Jesús añade: «Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga» (v. 24). De este modo Él indica el camino del verdadero discípulo, mostrando dos actitudes. La primera es «renunciar a sí mismos», que no significa un cambio superficial, sino una conversión, una inversión de mentalidad y de valores. La otra actitud es la de tomar la cruz. No se trata solo de soportar con paciencia las tribulaciones cotidianas, sino de llevar con fe y responsabilidad esa parte de cansancio, esa parte de sufrimiento que la lucha contra el mal conlleva. La vida de los cristianos es siempre una lucha. La Biblia dice que la vida del creyente es una milicia: luchar contra el espíritu malo, luchar contra el Mal.

Así el compromiso de “tomar la cruz” se convierte en participación con Cristo en la salvación del mundo. Pensando en esto, hacemos que la cruz colgada en la pared de casa, o esa pequeña que llevamos al cuello, sea signo de nuestro deseo de unirnos a Cristo en el servir con amor a los hermanos, especialmente a los más pequeños y frágiles. La cruz es signo santo del Amor de Dios, es signo del Sacrificio de Jesús, y no debe ser reducida a objeto supersticioso o joya ornamental. Cada vez que fijamos la mirada en la imagen de Cristo crucificado, pensemos que Él, como verdadero Siervo del Señor, ha cumplido su misión dando la vida, derramando su sangre para la remisión de los pecados. Y no nos dejemos llevar a la otra parte, en la tentación del Maligno. Como consecuencia, si queremos ser sus discípulos, estamos llamados a imitarlo, gastando sin reservas nuestra vida por amor de Dios y del prójimo.

La Virgen María, unida a su Hijo hasta el calvario, nos ayude a no retroceder frente a las pruebas y a los sufrimientos que el testimonio del Evangelio conlleva para todos nosotros.




Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,

pasado mañana, 1° de septiembre, se celebra la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. Desde esta fecha, hasta el 4 de octubre, celebraremos con nuestros hermanos cristianos de varias Iglesias y tradiciones el “Jubileo de la Tierra”, para recordar la institución, hace 50 años, de la Jornada de la Tierra. Saludo a las diferentes iniciativas promovidas en distintas partes del mundo y, entre estas, el concierto que se celebra hoy en el catedral de Port-Louis, capital de Mauricio, donde lamentablemente recientemente tuvo lugar un desastre ambiental.

Sigo con preocupación las tensiones en la zona del Mediterráneo oriental, afectada por varios focos de inestabilidad. Por favor, hago un llamamiento al diálogo constructivo y al respeto de la legalidad internacional para resolver los conflictos que amenazan la paz de los pueblos de esa región.

Y os saludo a todos vosotros aquí presentes hoy de Roma, Italia y de diferentes países. Veo las banderas allí, y saludo a la comunidad religiosa de Timor Oriental en Italia. ¡Bien hecho, con las banderas! Los peregrinos de Londrina y Formosa, en Brasil; los jóvenes de Grantorto, diócesis de Vicenza. ¡Bienvenidos! También veo banderas polacas, saludos a los polacos; banderas argentinas, también los argentinos. ¡Bienvenidos todos!

Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!



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Audiencias diarias del Papa FRANCISCO [Sábado 29 de agosto de 2020]

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 29 de agosto de 2020).-  El Papa FRANCISCO ha recibido esta mañana en Audiencia a:

- Excmo. Sr. Seiji Okada, Embajador del Japón, con motivo de la presentación de sus cartas credenciales;

- Su Eminencia el Cardenal Luis Antonio G. Tagle, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos;

- SE Mons. Ettore Balestrero, Arzobispo titular. de Vittoriana, Nuncio Apostólico en la República Democrática del Congo;

- SE Mons. Felix Gmür, Obispo de Basilea (Suiza).

Cartas Credenciales del nuevo Embajador del Japón ante la Santa Sede

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 29 de agosto de 2020).-  Esta mañana, el Santo Padre FRANCISCO ha recibido en Audiencia al Excmo. Sr. Seiji Okada, Embajador de Japón ante la Santa Sede, con motivo de la presentación de sus cartas credenciales.

Aquí están las notas biográficas esenciales del nuevo Embajador:

Excmo. Sr. Seiji Okada,

Embajador de Japón ante la Santa Sede

El nacido el 2 de junio de 1956 nació

El esta casado y tiene dos hijos.

Licenciado en Derecho (Universidad Meiji)1979. Ocupó los siguientes cargos: Oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores (1981); Director de la División de Asuntos Económicos Japón-Corea del Sur, Dirección General de Asia y Oceanía (2006); Coordinador Regional, Segunda División de África, Departamento de Asuntos Africanos, Dirección General de Asuntos Africanos y del Medio Oriente (2007); Director de la Segunda División de África, Departamento de Asuntos Africanos, Dirección General de Asuntos Africanos y del Medio Oriente (2008); Consejero de la Embajada en Kenia (2009); Consejero de la Embajada en Afganistán (2010); Cónsul General en Canadá (Vancouver) (2012); Director General Adjunto del Departamento de Asuntos Africanos, Dirección General de Asuntos Africanos y de Oriente Medio y Dirección General de Cooperación Internacional (2016); Embajador en Sudán del Sur (2017-2020).

Nombramientos del Santo Padre [Sábado 29 de agosto de 2020]

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 29 de agosto de 2020).-  En otros Actos Pontificios hoy el Santo Padre FRANCISCO:



* Ha nombrado a Su Excelencia Monseñor Giambattista Diquattro, Arzobispo Titular de Giromonte, actualmente Nuncio Apostólico en India y Nepal, como Nuncio Apostólico en Brasil.


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* Ha aceptado la renuncia a la pastoral de la diócesis de Hung Hoá (Viêt Nam), presentada por SE Monseñor Jean Marie Vu Tât. 

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Ha nombrado Obispo Auxiliar de la Arquieparquía de Kottayam de los Sirio-Malabares (India) al Reverendo Sacerdote Gheevarghese (George) Kurisummoottil, actualmente Syncellus para los fieles Syro-Malankara de la misma Arquieparquía, asignándole la sede titular de Chayal dei Syro-Malankara. El elegido tomó el nombre de Gheevarghese Mar Aprem.

Curriculum vitae

SE Mons. Gheevarghese Mar Aprem Kurisummottil nació el 9 de agosto de 1961 en Tiruvalla e ingresó en el Seminario Menor de San Estanislao en Kottayam después de la escuela primaria .

Hizo sus estudios filosóficos y teológicos en el Seminario Interdiocesano de San José en Mangalore.

Después de su ordenación Sacerdotal el 27 de diciembre de 1987, fue Vicerrector del Seminario Menor durante tres años.

Prestó sus servicios durante diez años en varias parroquias, antes de obtener su Maestría en Arte Sacro en la Universidad Holy Spirit Maronite en Kaslik (Líbano), donde residió de 2001 a 2004.

Después de la escuela secundaria, enseñó Iconografía en el Instituto de Investigación Ecuménica St. Ephrem y Teología de iconos en el Seminario Apostólico St. Thomas .

Fue Director de la Comisión “Hadusa” de Artes Escénicas de la Arquieparquía de Kottayam de 2009 a 2013, mientras ejercía el ministerio parroquial.

Desde 2014 es Párroco de la iglesia católica St. Theresa, Ranni.

En 2019 fue nombrado Syncellus para los fieles Syro-Malankara confiados a la Arquieparquía Syro-Malabar de Kottayam.


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Ha aceptado la dimisión del cargo de Obispo Auxiliar de la Diócesis Patriarcal de Jerusalén de los Latinos presentada por Su Excelencia Monseñor Giacinto-Boulos Marcuzzo.

jueves, 27 de agosto de 2020

Audiencias diarias del Papa FRANCISCO [Jueves 27 de agosto de 2020]

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 27 de agosto de 2020).-  El Papa FRANCISCO ha recibido esta mañana en Audiencia a:

- SE la Sra. Chiara Porro, Embajadora de Australia, con motivo de la presentación de sus cartas credenciales;

- Su Eminencia el Cardenal Willem Jacobus Eijk, Arzobispo de Utrecht (Holanda);

- SE Mons. Pierbattista Pizzaballa, OFM, Arzobispo titular de Verbe, Administrador Apostólico "sede vacante" del Patriarcado de Jerusalén de los latinos;

- Doctor Maximino Caballero Ledo, Secretario General de la Secretaría de Economía, con su esposa.

Notas biográficas de la nueva Embajadora de Australia ante la Santa Sede

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 27 de agosto de 2020).-  Esta mañana, el Santo Padre FRANCISCO recibió en Audiencia a SE Sra. Chiara Porro, Embajadora de Australia ante la Santa Sede, con motivo de la presentación de sus cartas credenciales.

Aquí están las notas biográficas esenciales de la nueva Embajadora:

SE Sra. Chiara Porro,

Embajadora de Australia ante la Santa Sede

Nació el 30 de julio de 1984.

Está casada y tiene dos hijos.

Licenciada en Política, Filosofía y Economía (Universidad de York, Gran Bretaña, 2005) y Máster en Relaciones Internacionales y Diplomáticas (Universidad de Leiden, Holanda, 2007) .

Ha ocupado los siguientes cargos: Oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores y Comercio (MAE) (2009); Segundo Secretario, Alta Comisión, India (2011-2014); Oficial Ejecutivo para África Oriental y Central, MAE (2014); Oficial ejecutivo, Grupo de trabajo sobre el ébola, MAE (2014 - 2015); Subdirector, Sección de Planificación de Recursos Financieros y Presupuestarios, MAE (2015-2016); Consejero, Sección Internacional, Gabinete del Primer Ministro (2016-2018); Vicecónsul General en el Consulado General en Numea, Nueva Caledonia (2018-2020); Director, Sección de Enlace Ministerial, MAE (2020).

Comunicado de la Fundación Vaticana Juan Pablo I,

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 27 de agosto de 2020).-  La Fundación Vaticana Juan Pablo I, creada por el Papa FRANCISCO con Rescriptum ex audentia el pasado 17 de febrero para que se fomente internacionalmente la investigación, los estudios a profundidad sobre el pensamiento y las enseñanzas de Juan Pablo I, a fin que desde su reciente constitución está trabajando arduamente para consolidar su estructura y preparar actividades que contribuyan a resaltar la obra de Juan Pablo I.

En el 42 aniversario de su elección como Pontífice, la Fundación se complace en anunciar que, durante el Consejo de Administración del 3 de julio, el Presidente, Cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin, designado según lo previsto en el art. 11 del Estatuto, el Comité Científico con personalidad «de probada competencia y experiencia» y ha ordenado su actividad atribuyendo el rol de Coordinadora del Comité Científico a la Dra. Stefania Falasca, Vicepresidenta de la Fundación. El Comité, cuyos miembros son designados por un quinquenio, está integrados de la siguiente manera:

1. Prof. Carlo Ossola, Filólogo Académico del Collège de France de París;

2. Rev. Prof. Dario Vitali, Catedrático de Eclesiología y Director del Departamento de Teología Dogmática de la Pontificia Universidad Gregoriana;

3. Mons. Prof. Gilfredo Marengo, Catedrático de Antropología Teológica y Vicedecano del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia de la Pontificia Universidad Lateranense;

4. Prof. Mauro Velati, Colaborador de la Fundación Juan XXIII para las Ciencias Religiosas y de la Causa de Canonización de Juan Pablo I para la que escribió la parte relativa a los años venecianos en la Biographia ex documentis de la Positio;

5. Rev. Diego Sartorelli, Director de la Biblioteca y Archivo Histórico del Patriarcado de Venecia;

6. Dr. Loris Serafini, archivero, Director del Museo Albino Luciani de Canale d'Agordo.

En esta primera fase de las actividades de la Fundación, el Consejo de Administración también resolvió, de acuerdo con el apartado 5 del art. 11 del Estatuto, para cooptar al Prefecto de los Archivos Apostólicos Vaticanos, Mons. Sergio Pagano y al Prefecto de la Biblioteca Apostólica Vaticana, Mons. Cesare Pasini, en el Comité Científico por sus competencias.

Ciudad del Vaticano, 26 de agosto de 2020  

miércoles, 26 de agosto de 2020

Audiencia General del Papa FRANCISCO: “El destino universal de los bienes y la virtud de la esperanza”

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 26 de agosto de 2020).-  La Audiencia General de esta mañana se ha desarrollado a las 9.30 horas en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano.

En el discurso en lengua italiana el Papa FRANCISCO, continuando con el ciclo de catequesis sobre el tema: “Curar el mundo”, ha centrado su meditación en el argumento “El destino universal de los bienes y la virtud de la esperanza” (Lectura: Dt 14,28-29; 15,1.4-5).

Después de haber resumido Su catequesis en diversas lenguas, el Santo Padre ha dirigido particulares expresiones de saludo a los fieles.

La Audiencia General ha concluído con el canto del Pater Noster y la Bendición Apostólica.


PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Biblioteca del Palacio Apostólico
Miércoles, 26 de agosto de 2020


Catequesis - “Curar el mundo”: 4. El destino universal de los bienes y la virtud de la esperanza


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Ante de la pandemia y sus consecuencias sociales, muchos corren el riesgo de perder la esperanza. En este tiempo de incertidumbre y de angustia, invito a todos a acoger el don de la esperanza que viene de Cristo. Él nos ayuda a navegar en las aguas turbulentas de la enfermedad, de la muerte y de la injusticia, que no tienen la última palabra sobre nuestro destino final.

La pandemia ha puesto de relieve y agravado problemas sociales, sobre todo la desigualdad. Algunos pueden trabajar desde casa, mientras que para muchos otros esto es imposible. Ciertos niños, a pesar de las dificultades, pueden seguir recibiendo una educación escolar, mientras que para muchísimos otros esta se ha interrumpido bruscamente. Algunas naciones poderosas pueden emitir moneda para afrontar la emergencia, mientras que para otras esto significaría hipotecar el futuro.

Estos síntomas de desigualdad revelan una enfermedad social; es un virus que viene de una economía enferma. Tenemos que decirlo sencillamente: la economía está enferma. Se ha enfermado. Es el fruto de un crecimiento económico injusto —esta es la enfermedad: el fruto de un crecimiento económico injusto— que prescinde de los valores humanos fundamentales. En el mundo de hoy, unos pocos muy ricos poseen más que todo el resto de la humanidad. Repito esto porque nos hará pensar: pocos muy ricos, un grupito, poseen más que todo el resto de la humanidad. Esto es estadística pura. ¡Es una injusticia que clama al cielo! Al mismo tiempo, este modelo económico es indiferente a los daños infligidos a la casa común. No cuida de la casa común. Estamos cerca de superar muchos de los límites de nuestro maravilloso planeta, con consecuencias graves e irreversibles: de la pérdida de biodiversidad y del cambio climático hasta el aumento del nivel de los mares y a la destrucción de los bosques tropicales. La desigualdad social y el degrado ambiental van de la mano y tienen la misma raíz  (cfr. Enc. Laudato si’, 101): la del pecado de querer poseer, de querer dominar a los hermanos y las hermanas, de querer poseer y dominar la naturaleza y al mismo Dios. Pero este no es el diseño de la creación.

«Al comienzo Dios confió la tierra y sus recursos a la administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2402). Dios nos ha pedido dominar la tierra en su nombre (cfr. Gen 1, 28), cultivándola y cuidándola como un jardín, el jardín de todos (cfr. Gen 2,15). «Mientras “labrar” significa cultivar, arar o trabajar [...],  “cuidar” significa proteger, custodiar, preservar» (LS, 67). Pero cuidado con no interpretar esto como carta blanca para hacer de la tierra lo que uno quiere. No. Existe «una relación de reciprocidad responsable» (ibid.) entre nosotros y la naturaleza. Una relación de reciprocidad responsable entre nosotros y la naturaleza. Recibimos de la creación y damos a nuestra vez. «Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla» (ibid.). Ambas partes.

De hecho, la tierra «nos precede y nos ha sido dada» (ibid.), ha sido dada por Dios «a toda la humanidad» (CIC, 2402). Y por tanto es nuestro deber hacer que sus frutos lleguen a todos, no solo a algunos. Y este es un elemento-clave de nuestra relación con los bienes terrenos. Como recordaban los padres del Concilio Vaticano II «el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás» (Const. past. Gaudium et spes, 69). De hecho, «la propiedad de un bien hace de su dueño un administrador de la providencia para hacerlo fructificar y comunicar sus beneficios a otros» (CIC, 2404). Nosotros somos administradores de los bienes, no dueños. Administradores. “Sí, pero el bien es mío”. Es verdad, es tuyo, pero para administrarlo, no para tenerlo egoístamente para ti.

Para asegurar que lo que poseemos lleve valor a la comunidad, «la autoridad política tiene el derecho y el deber de regular en función del bien común el ejercicio legítimo del derecho de propiedad» (ibid., 2406)[1]. La «subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes [...] es una “regla de oro” del comportamiento social y el primer principio de todo el ordenamiento ético-social» (LS, 93)[2].

Las propiedades, el dinero son instrumentos que pueden servir a la misión. Pero los transformamos fácilmente en fines, individuales o colectivos. Y cuando esto sucede, se socavan los valores humanos esenciales. El homo sapiens se deforma y se convierte en una especie de homo œconomicus —en un sentido peor— individualista, calculador y dominador. Nos olvidamos de que, siendo creados a imagen y semejanza de Dios, somos seres sociales, creativos y solidarios, con una inmensa capacidad de amar. Nos olvidamos a menudo de esto. De hecho, somos los seres más cooperativos entre todas las especies, y florecemos en comunidad, como se ve bien en la experiencia de los santos[3]. Hay un dicho español que me ha inspirado esta frase, y dice así: florecemos en racimo como los santos. Florecemos en comunidad como se ve en la experiencia de los santos.

Cuando la obsesión por poseer y dominar excluye a millones de personas de los bienes primarios; cuando la desigualdad económica y tecnológica es tal que lacera el tejido social; y cuando la dependencia de un progreso material ilimitado amenaza la casa común, entonces no podemos quedarnos mirando. No, esto es desolador. ¡No podemos quedarnos mirando! Con la mirada fija en Jesús (cfr. Heb 12, 2) y con la certeza de que su amor obra mediante la comunidad de sus discípulos, debemos actuar todos juntos, en la esperanza de generar algo diferente y mejor. La esperanza cristiana, enraizada en Dios, es nuestra ancla. Ella sostiene la voluntad de compartir, reforzando nuestra misión como discípulos de Cristo, que ha compartido todo con nosotros.

Y esto lo entendieron las primeras comunidades cristianas, que como nosotros vivieron tiempos difíciles. Conscientes de formar un solo corazón y una sola alma, ponían todos sus bienes en común, testimoniando la gracia abundante de Cristo sobre ellos (cfr. Hch 4, 32-35). Nosotros estamos viviendo una crisis. La pandemia nos ha puesto a todos en crisis. Pero recordad: de una crisis no se puede salir iguales, o salimos mejores, o salimos peores. Esta es nuestra opción. Después de la crisis, ¿seguiremos con este sistema económico de injusticia social y de desprecio por el cuidado del ambiente, de la creación, de la casa común? Pensémoslo. Que las comunidades cristianas del siglo XXI puedan recuperar esta realidad —el cuidado de la creación y la justicia social: van juntas—, dando así testimonio de la Resurrección del Señor. Si cuidamos los bienes que el Creador nos dona, si ponemos en común lo que poseemos de forma que a nadie le falte, entonces realmente podremos inspirar esperanza para regenerar un mundo más sano y más justo.

Y para finalizar, pensemos en los niños. Leed las estadísticas: cuántos niños, hoy, mueren de hambre por una no buena distribución de las riquezas, por un sistema económico como he dicho antes; y cuántos niños, hoy, no tienen derecho a la escuela, por el mismo motivo. Que esta imagen, de los niños necesitados por hambre y por falta de educación, nos ayude a entender que después de esta crisis debemos salir mejores. Gracias.

 


 

[1] cfr. GS, 71; S. Juan Pablo II, Cart. enc. Sollicitudo rei socialis, 42; Cart. enc. Centesimus annus, 40.48).

[2] cfr. S. Juan Pablo II, Cart. enc. Laborem exercens, 19.

[3] “Florecemos en racimo, como los santos”: expresión común en lengua española.

 



Catequesis y saludos del Papa FRANCISCO en español:

Queridos hermanos y hermanas:

La pandemia actual ha puesto de relieve y ha agravado algunos problemas ya existentes, especialmente la brecha entre las clases sociales. Esto hace que muchas personas corran el peligro de perder la esperanza. La desigualdad que se vive revela una enfermedad social; un virus que proviene de una economía enferma; fruto de un crecimiento económico que ignora los valores humanos fundamentales. El modelo económico se muestra indiferente ante el daño infligido a la Casa común; es el pecado de querer poseer y dominar a los demás, a la naturaleza e incluso al mismo Dios.

Sin embargo, debemos recordar que Dios nos dio la tierra “a todos” para que la cuidáramos y la cultiváramos. Nosotros somos administradores de lo que el Señor nos ha otorgado y estamos llamados a asegurar que sus frutos lleguen a todos, no sólo a unos pocos. Sin embargo, observamos que el homo sapiens, llamado a ser solidario, se deforma y se convierte en una especie de homo œconomicus, que busca su propio interés de forma individualista.

Con la mirada fija en Jesús, y unidos como comunidad, necesitamos actuar todos juntos, con la esperanza de generar algo diferente y mejor. La esperanza cristiana, arraigada en Dios, es nuestra ancla. Así lo entendieron y practicaron las primeras comunidades cristianas que, viviendo también tiempos difíciles, se sostenían recíprocamente y ponían todo en común.

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. En estos momentos de pandemia que aflige al mundo entero, los animo a acoger el don de la esperanza que viene de Dios. Cristo, Señor de la Historia, nos ayuda a navegar por las tumultuosas aguas que nos toca atravesar, de la enfermedad, de la muerte, de la injusticia, y a navegar siempre con la mirada fija en Él. Que Dios los bendiga.



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Comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 26 de agosto de 2020).-  La Prefectura de la Casa Pontificia informa que el Miércoles 2 de septiembre retomará las Audiencias Generales, el Santo Padre FRANCISCO con la presencia de los fieles.

Siguiendo las indicaciones sanitarias de la Autoridad, las Audiencias del mes de septiembre se desarrollarán en el Cortile San Damaso del Palacio Apostólico, con inicio a las 9.30 horas.

La participación será abierta a todos quienes lo deseen sin necesidad de entradas.

El ingreso será dado desde las 7.30 horas del Portón de Bronce (Columnata derecha de la Plaza de San Pedro).

lunes, 24 de agosto de 2020

Mensaje del Papa FRANCISCO a los jóvenes reunidos en Medjugorje en ocasión de su encuentro anual

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 17 de agosto de 2020).- Mensaje del Papa FRANCISCO a los participantes en el encuentro anual de los jóvenes en Medjugorje.


MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO

A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO ANUAL DE LOS JÓVENES EN MEDJUGORJE

 

¡Queridos!

El encuentro anual de jóvenes en Medjugorje es un tiempo rico en oración, catequesis y fraternidad. Os ofrece a todos vosotros la posibilidad de encontrar a Jesucristo vivo, especialmente en la Eucaristía, celebrada y adorada, y en la Reconciliación. Y de este modo os ayuda a descubrir otra forma de vivir, diversa a la cultura de lo provisional, según la cual nada puede ser definitivo, sino que sólo cuenta el disfrute del momento presente. En este clima de relativismo, en el que es difícil encontrar respuestas verdaderas y seguras, las palabras guía del Festival: «Venid y veréis» (Juan 1,39), dirigidas por Jesús a los discípulos, son una bendición. Jesús también vuelve su mirada hacia vosotros y os invita a ir y a estar con él.

¡No tengáis miedo! Cristo vive y quiere que cada uno de vosotros viva. Él es la verdadera belleza y la juventud de este mundo. Todo lo que toca se hace joven, se hace nuevo, se llena de vida y de sentido (cf. Exhortación apostólica Christus vivit, 1). Lo vemos precisamente en esa escena del Evangelio, cuando el Señor pregunta a los dos discípulos que le siguen: «¿Qué buscáis?». Y ellos responden: «Rabino, ¿dónde vives?». Y Jesús dice: «Venid y lo veréis» (cf. Juan 1,35-39). Y van y ven y se quedan. En la memoria de aquellos discípulos la experiencia del encuentro con Jesús quedó tan grabada en ellos que uno de ellos incluso registró la hora: «Era más o menos la hora décima» (v. 39).

El Evangelio nos relata que después de haber estado en la casa del Señor, los dos discípulos se convirtieron en “mediadores” que permiten a otros encontrarse con Él, conocerlo y seguirlo. Andrés fue inmediatamente a decírselo a su hermano Simón y lo llevó a Jesús. Cuando vio a Simón, el Maestro le dio inmediatamente un apodo: “Cefas”, es decir, “Piedra”, que se convertiría en el nombre de Pedro (cf. Juan 1,40-42). Esto demuestra que al encontrar a Jesús uno se convierte en una persona nueva, y recibe la misión de transmitir esta experiencia a los demás, pero siempre manteniendo la mirada fija en Él, el Señor.

Queridos jóvenes, ¿habéis encontrado esta mirada de Jesús que os pregunta: «¿Qué buscáis?»? ¿Habéis oído su voz diciéndoos: «Venid y mirad»? ¿Habéis sentido ese impulso de salir? Tomaos el tiempo para estar con Jesús, para llenaros de su Espíritu y estar listos para la fascinante aventura de la vida. Id a Él, permaneced con Él en la oración, confiad en Él que es un experto del corazón humano.

Esta hermosa invitación del Señor: «Venid y veréis», dicha por el joven y amado discípulo de Cristo, se dirige también a los futuros discípulos. Jesús os invita a conocerlo y este Festival se convierte en una oportunidad para “venir y ver”. La palabra “venir”, además de indicar un movimiento físico, tiene un significado más profundo y espiritual. Indica un itinerario de fe cuyo propósito es “ver”, es decir, experimentar al Señor y, gracias a Él, ver el significado pleno y definitivo de nuestra existencia.

El gran modelo de la Iglesia con un corazón joven, dispuesto a seguir a Cristo con frescura y docilidad, sigue siendo siempre la Virgen María. La fuerza de su «sí» y de ese «hágase en mí» que le dijo al ángel siempre nos conmueve. Su «sí» significa involucrarse y tomar riesgos, sin otra garantía que la certeza de ser portador de una promesa. Su «He aquí la esclava del Señor» (Lucas 1,38) es el ejemplo más bello que nos dice lo que sucede cuando el hombre, en su libertad, se abandona en las manos de Dios. ¡Que este ejemplo os fascine y os guíe! María es la Madre que vela «por los hijos, estos hijos que caminamos por la vida muchas veces cansados, necesitados, pero queriendo que la luz de la esperanza no se apague. Eso es lo que queremos: que la luz de la esperanza no se apague. Nuestra Madre mira a este pueblo peregrino, pueblo de jóvenes querido por ella, que la busca haciendo silencio en el corazón aunque en el camino haya mucho ruido, conversaciones y distracciones» (Christus vivit, 48).

Queridos jóvenes, «corran atraídos por ese Rostro tan amado, que adoramos en la Sagrada Eucaristía y reconocemos en la carne del hermano sufriente. El Espíritu Santo los empuje en esta carrera hacia adelante. La Iglesia necesita su entusiasmo, sus intuiciones, su fe» (ibid., 299). En vuestra carrera por el Evangelio, animada también por este Festival, os encomiendo a todos a la intercesión de la Santísima Virgen María, invocando la luz y la fuerza del Espíritu para que seáis verdaderos testigos de Cristo. Por esto rezo y os bendigo, y os pido que recéis también por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 29 de junio de 2020

FRANCISCO


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Mensaje del Santo Padre en ocasión de la edición XLI del Meeting de Rímini

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 17 de agosto de 2020).-  Mensaje del Santo Padre FRANCISCO, firmado por el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, en ocasión de la 41.ma edición del Meeting para la amistad entre los pueblos


MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO,
FIRMADO POR EL CARDENAL SECRETARIO DE ESTADO PIETRO PAROLIN,
CON OCASIÓN DEL XLI 
MEETING PARA LA AMISTAD ENTRE LOS PUEBLOS

[RÍMINI, 18-23 DE AGOSTO DE 2020]

 

Vaticano, 5 de agosto de 2020

A Su Excelencia Reverendísima
Mons. Francesco Lambiasi,
obispo de Rimini

Excelencia Reverendísima:

El Santo Padre desea hacer llegar a través de usted su deseo de éxito de la XLI edición del Encuentro para la amistad entre los pueblos, que se desarrollará principalmente en modalidad digital. A los organizadores y a los que participarán el Papa FRANCISCO les asegura su cercanía y oración.

¿Quién no se ha sentido unido a los otros por la experiencia dramática de la pandemia? «Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados. La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida» (FRANCISCOMomento extraordinario de oración, Atrio de la Basílica de San Pedro, 27 de marzo de 2020).

El título de este año: «Privados de maravilla, quedamos sordos a lo sublime» (A. J. Heschel, Dios en busca del hombre, Turín 1969, 274), ofrece una contribución valiosa y original en un momento vertiginoso de la historia. En la búsqueda de los bienes más que del bien, muchos habían apuntado exclusivamente sobre las propias fuerzas, sobre la capacidad de producir y ganar, renunciando a esa actitud que en el niño constituye el tejido de la mirada sobre la realidad: el asombro. Con tal propósito, G. K. Chesterton escribía: «Las escuelas y los sabios más herméticos nunca han tenido la gravedad que habita en los ojos de un bebé de tres meses. La suya es la gravedad del asombro frente al universo, y este asombro no es misticismo, sino sentido común trascendente» (El acusado, Turín 2011, 113).

Viene a la mente la invitación de Jesús a ser como niños (cfr. Mt 18,3), pero también la maravilla frente al ser, que constituyó el principio de la filosofía en la antigua Grecia.

Es este asombro en el que pone y vuelve a poner en marcha la vida, consintiéndole volver a empezar en cualquier circunstancia: «Es la actitud que hemos de tener porque la vida es un don que siempre nos ofrece la posibilidad de empezar de nuevo», dijo el Papa FRANCISCO, insistiendo en la necesidad de recobrar asombro para vivir: «La vida sin asombro se vuelve gris, rutinaria; lo mismo sucede con la fe. Y también la Iglesia necesita renovar el asombro de ser morada del Dios vivo, Esposa del Señor, Madre que engendra hijos» (Homilía, 1 de enero de 2019).

En los días pasados hemos experimentado esa dimensión del asombro que asume la fuerza de la compasión en presencia del sufrimiento, de la fragilidad, de la precariedad de la existencia. Este noble sentimiento humano ha impulsado a médicos y enfermeros a afrontar el grave desafío del Coronavirus con dedicación extenuante y compromiso admirable. El mismo sentimiento rico de afecto por los propios estudiantes ha permitido a muchos profesores a acoger el cansancio de la didáctica a distancia, asegurando la conclusión del año escolar. E igualmente ha consentido a muchos volver a encontrar en los rostros y en la presencia de los familiares la fuerza para afrontar dificultades y cansancios.

En este sentido, el tema del próximo Encuentro constituye una poderosa llamada a descender en la profundidad del corazón humano a través de la cuerda del asombro. ¿Cómo no tener un sentimiento original sentimiento de asombro frente al espectáculo de un paisaje de montaña, o escuchando música que hacen vibrar el alma, o simplemente frente a la existencia de quienes nos aman y el don de la creación? El asombro es realmente el camino para recoger los signos del sublime, es decir de ese Misterio que constituye la raíz y el fundamento de todas las cosas. De hecho «no solo el corazón del hombre se presenta como un signo, sino también toda la realidad. Para interrogarse frente a los signos es necesaria una capacidad extremadamente humana, la primera que tenemos como hombres y mujeres: el asombro, la capacidad de asombrarse, como la llama Giussani. Solo el asombro conoce» (J. M. Bergoglio, en A. Savorana, Vida de don Giussani, Milán 2014, 1034). Por eso J. L. Borges ha podido decir: «Todas las emociones pasan, solo el asombro permanece» (El desierto y el laberinto).

Si no se cultiva esa mirada, uno se vuelve ciego delante de la existencia: encerrado en uno mismo, queda atraído por lo efímero y deja de cuestionar la realidad. Incluso en el desierto de la pandemia, a menudo han surgido preguntas latentes: ¿cuál es el significado de la vida, el dolor, la muerte? «El hombre no puede conformarse con respuestas reducidas o parciales, obligándose a censurar o a olvidar algún aspecto de la realidad. Dentro de sí él posee un anhelo de infinito, una tristeza infinita, una nostalgia que se apaga solo con una respuesta igualmente infinita. La vida sería un deseo absurdo, si esta respuesta no existiese» (J. M. BERGOCLIO, en Vida de don Giussani, cit., 1034).

Varias personas han ido en busca de respuestas o incluso simplemente preguntas sobre el sentido de la vida, a lo que todos aspiran, incluso sin ser conscientes de ello. Entonces sucedió algo aparentemente paradójico: en lugar de saciar su sed más profunda, el confinamiento ha despertado en algunos la capacidad de maravillarse frente a personas y hechos que antes se daban por sentados. Una circunstancia tan dramática ha devuelto, al menos por un tiempo, una forma más genuina de apreciar la existencia, sin ese complejo de distracciones y prejuicios que contaminan la mirada, desenfocan las cosas, vacían el asombro y nos distraen de preguntarnos quiénes somos.

En el pleno de la emergencia sanitaria el Papa ha recibido una carta firmada por diferentes artistas, que le daban las gracias por haber rezado por ellos durante una misa en Santa Marta. En esa ocasión dijo: «Los artistas nos hacen entender qué es la belleza, y sin la belleza no se puede entender el Evangelio» (Meditación matutina, 7 de mayo de 2020).

Lo decisiva que es la experiencia de la belleza para alcanzar la verdad lo ha mostrado, entre otros, el teólogo Hans Urs von Balthasar: «En un mundo sin belleza también el bien ha perdido su fuerza de atracción, la evidencia de su deber ser cumplido; y el hombre se queda perplejo frente a esto y se pregunta por qué no debe más bien preferir el mal. También esto constituye de hecho una posibilidad, incluso mucho más excitante. En un mundo que no se cree más capaz de afirmar lo bello, los argumentos a favor de la verdad han agotado su fuerza de conclusión lógica: el proceso que lleva a la conclusión es un mecanismo que ya no clava a nadie, y la misma conclusión no concluye más» (Gloria I, Milán 2005, 11).

Por eso el tema que caracteriza el Encuentro lanza un desafío decisivo a los cristianos, llamados a testimoniar el profundo atractivo que ejerce la fe en virtud de su belleza: «la atracción de Jesús», según una expresión querida por el siervo de Dios Luigi Giussani. Ha escrito sobre ello, a propósito de la educación a la fe, el Santo Padre, en lo que se retiene el documento programático de su pontificado: «todas las expresiones de verdadera belleza pueden ser reconocidas como un sendero que ayuda a encontrarse con el Señor Jesús. Si, como dice san Agustín, nosotros no amamos sino lo que es bello, el Hijo hecho hombre, revelación de la infinita belleza, es sumamente amable, y nos atrae hacia sí con lazos de amor. Entonces se vuelve necesario que la formación en la via pulchritudinis esté inserta en la transmisión de la fe» (Exhort. ap. Evangelii gaudium,167).

El Papa por eso os invita a continuar colaborando con él en el testimoniar al experiencia de la belleza de Dios, que se ha hecho carne para que nuestros ojos se asombren en el ver el rostro y nuestras miradas encuentren en Él la maravilla de vivir. Es lo que dijo un día San Juan Pablo II, del que hace poco hemos recordado el centenario del nacimiento: «Vale la pena ser hombre, porque Tú, Jesús, has sido hombre» (Homilía, 15 de abril de 1984). ¿No es quizá este asombroso descubrimiento la mayor contribución que los cristianos pueden ofrecer para sostener la esperanza de los hombres? Es una tarea de la que no podemos escapar, especialmente en este estrecho recodo de la historia. Es la llamada a ser transparencias de la belleza que nos ha cambiado la vida, testigos concretos del amor que salva, especialmente hacia los que ahora más sufren.

Con estos sentimientos, el Santo Padre envía de corazón la Bendición Apostólica a Vuestra Excelencia y a toda la comunidad del Encuentro, pidiendo que sigan recordándolo en la oración. Uno mi cordial saludo, mientras me confirmo, con un sentido de distinguido respeto,

de la Excelencia Vuestra Reverendísima dev.mo
Pietro Card. Parolin
Secretario de Estado


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El Papa FRANCISCO reza el Ángelus dominical

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 23 de agosto de 2020).-  A las 12.00 horas de este domingo, el Papa FRANCISCO ha rezado desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Estas son las palabras del Santo Padre antes de la oración mariana:


PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo, 23 de agosto de 2020


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (cfr. Mt 16,13-20) presenta el momento en el que Pedro profesa su fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios. Esta confesión del Apóstol es provocada por el mismo Jesús, que quiere conducir a sus discípulos a dar el paso decisivo en su relación con Él. De hecho, todo el camino de Jesús con los que le siguen, especialmente con los Doce, es un camino de educación de su fe. Antes que nada Él pregunta: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» (v. 13). A los apóstoles les gustaba hablar de la gente, como a todos nosotros. El chisme gusta. Hablar de los demás no es tan exigente, por esto, porque nos gusta; también “despellejar” a los otros. En este caso ya se requiere la perspectiva de la fe y no el chisme, es decir, pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Y los discípulos parece que hacen una competición en el referir las diferentes opciones, que quizá en gran parte ellos mismos compartían. Ellos mismos compartían. Básicamente, Jesús de Nazaret era considerado un profeta (v. 14).

Con la segunda pregunta, Jesús les toca directamente: «¿quién decís que soy yo?» (v. 15). A este punto, nos parece percibir algún instante de silencio, porque cada uno de los presentes es llamado a involucrarse, manifestando el motivo por el que sigue a Jesús; por esto es más que legítima una cierta vacilación. También si yo ahora os preguntara a vosotros: “¿Para ti, quién es Jesús?”, habrá un poco de vacilación. Les quita la vergüenza Simón, que con ímpetu declara: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo» (v. 16). Esta respuesta, tan plena y luminosa, no le viene de su ímpetu, por generoso que sea  —Pedro era generoso—, sino que es fruto de una gracia particular del Padre celeste. De hecho, Jesús mismo lo dice: «No te ha revelado esto la carne ni la sangre —es decir la cultura, lo que has estudiado— no, esto no te lo ha revelado. Te lo ha revelado mi Padre que está en los cielos» (v. 17). Confesar a Jesús es una gracia del Padre. Decir que Jesús es el Hijo del Dios vivo, que es el Redentor, es una gracia que nosotros debemos pedir: “Padre, dame la gracia de confesar a Jesús”. Al mismo tiempo, el Señor reconoce la pronta correspondencia de Simón con la inspiración de la gracia y por tanto añade, en tono solemne: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (v. 18). Con esta afirmación, Jesús hace entender a Simón el sentido del nuevo nombre que le ha dado, “Pedro”: la fe que acaba de manifestar es la “piedra” inquebrantable sobre la cual el Hijo de Dios quiere construir su Iglesia, es decir la Comunidad. Y la Iglesia va adelante siempre sobre la fe de Pedro, sobre la fe que Jesús reconoce [en Pedro] y lo hace jefe de la Iglesia.

Hoy, escuchamos dirigida a cada uno de nosotros la pregunta de Jesús: “¿Y vosotros quién decís que soy yo?”. A cada uno de nosotros. Y cada uno de nosotros debe dar una respuesta no teórica, sino que involucra la fe, es decir la vida, ¡porque la fe es vida! “Para mí tú eres…”, y decir la confesión de Jesús. Una respuesta que nos pide también a nosotros, como a los primeros discípulos, la escucha interior de la voz del Padre y la consonancia con lo que la Iglesia, reunida en torno a Pedro, continúa proclamando. Se trata de entender quién es para nosotros Cristo: si Él es el centro de nuestra vida, si Él es el fin de todo nuestro compromiso en la Iglesia, de nuestro compromiso en la sociedad. ¿Quién es Jesús para mí? Quién es Jesucristo para ti, para ti, para ti… Una respuesta que nosotros debemos dar cada día.

Pero estad atentos: es indispensable y loable que la pastoral de nuestras comunidades esté abierta a las muchas pobrezas y emergencias que están por todos lados. La caridad es siempre la vía maestra del camino de fe, de la perfección de la fe. Pero es necesario que las obras de solidaridad, las obras de caridad que nosotros hacemos, no desvíen del contacto con el Señor Jesús. La caridad cristiana no es simple filantropía sino, por un lado, es mirar al otro con los mismos ojos que Jesús y; por el otro, es ver a Jesús en el rostro del pobre. Este es el camino verdadero de la caridad cristiana, con Jesús en el centro, siempre. María Santísima, beata porque ha creído, sea para nosotros guía y modelo en el camino de la fe en Cristo, y nos haga conscientes de que la confianza en Él da sentido pleno a nuestra caridad y a toda nuestra existencia.

 


Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Ayer se celebró la Jornada mundial en recuerdo de las víctimas de actos de violencia basados en la religión y en el credo. Recemos por estos hermanos y hermanas nuestros, y apoyemos con la oración y la solidaridad también a quienes —y son muchos— todavía hoy son perseguidos a causa de su fe religiosa. ¡Muchos!

Mañana, 24 de agosto, se cumplen 10 años de la masacre de setenta y dos migrantes en San Fernando, Tamaulipas, en México. Eran personas de diferentes países que buscaban una vida mejor. Expreso mi solidaridad a las familias de las víctimas que todavía hoy invocan justicia y verdad sobre lo sucedido. El Señor nos pedirá cuentas de todos los migrantes caídos en los viajes de la esperanza. Han sido víctimas de la cultura del descarte.

Mañana se cumplen también cuatro años del terremoto que golpeó el centro de Italia. Renuevo mi oración por las familias y las comunidades que han sufrido mayores daños, para que puedan ir adelante con solidaridad y esperanza; y mi deseo de que se acelere la reconstrucción, para que la gente pueda volver a vivir serenamente en estos bellísimos territorios de los Apeninos.

Deseo, además, reiterar mi cercanía a la población del Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, que está sufriendo a causa del terrorismo internacional. Lo hago en el vivo recuerdo de la visita que realicé a ese querido país hace un año.

Dirijo un cordial saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos. En particular, a los jóvenes de la parroquia del Cernusco en el Naviglio —estos que están de amarillo, allí— que salieron de Siena en bicicleta y han llegado hoy a Roma a lo largo de la Vía Francígena. ¡Habéis sido buenos! Y saludo también al grupo de familias de Carobbio degli Angeli (provincia de Bérgamo), que han venido en peregrinación en recuerdo de las víctimas del Coronavirus. Y no olvidamos, no olvidamos a las víctimas del coronavirus. Esta mañana he escuchado el testimonio de una familia que ha perdido a los abuelos sin poder despedirlos, en el mismo día. Mucho sufrimiento, muchas personas han perdido la vida, víctimas de la enfermedad; y muchos voluntarios, médicos, enfermeros, monjas, sacerdotes, que también han perdido la vida. Recordamos a las familias que han sufrido por esto.

Y a todos os deseo un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!



Link: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/events/event.dir.html/content/vaticanevents/es/2020/8/23/angelus.html


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El Santo Padre nombra Nuncio Apostólico en Panamá [Sábado 22 de agosto de 2020]

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 22 de agosto de 2020).-  En otros Actos Pontificios hoy el Santo Padre FRANCISCO ha nombrado Nuncio Apostólico en Panamá a Su Excelencia Reverendísima Monseñor Luciano Russo, Arzobispo titulare de Monteverde, hasta ahora Nuncio Apostólico en Argelia y en Túnez.

miércoles, 19 de agosto de 2020

Audiencia General del Papa FRANCISCO: “La opción preferencial por los pobres y la virtud de la caridad”

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 19 de agosto de 2020).-  La Audiencia General de esta mañana se celebró a las 9:30 horas en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano.

En el discurso en lengua italiana el Papa FRANCISCO, continuando con el nuevo ciclo de catequesis sobre el tema: “Curar al mundo”, ha centrado su meditación en el argumento “La opción preferencial por los pobres y la virtud de la caridad” (Lectura: 2 Cor 8,1-2.9).

Después de haber resumido Su catequesis en diversas lenguas, el Santo Padre ha dirigido particulares expresiones de saludo a los fieles.

La Audiencia General concluyó con el canto del Pater Noster y la Bendicióne Apostólica.


PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Biblioteca del Palacio Apostólico
Miércoles, 19 de agosto de 2020


Catequesis - “Curar el mundo”: 3. La opción preferencial por los pobres y la virtud de la caridad

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La pandemia ha dejado al descubierto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad que reina en el mundo. Y el virus, si bien no hace excepciones entre las personas, ha encontrado, en su camino devastador, grandes desigualdades y discriminación. ¡Y las ha incrementado!

Por tanto, la respuesta a la pandemia es doble. Por un lado, es indispensable encontrar la cura para un virus pequeño pero terrible, que pone de rodillas a todo el mundo. Por el otro, tenemos que curar un gran virus, el de la injusticia social, de la desigualdad de oportunidades, de la marginación y de la falta de protección de los más débiles. En esta doble respuesta de sanación hay una elección que, según el Evangelio, no puede faltar: es la opción preferencial por los pobres (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium [EG], 195). Y esta no es una opción política; ni tampoco una opción ideológica, una opción de partidos. La opción preferencial por los pobres está en el centro del Evangelio. Y el primero en hacerlo ha sido Jesús; lo hemos escuchado en el pasaje de la Carta a los Corintios que se ha leído al inicio. Él, siendo rico, se ha hecho pobre para enriquecernos a nosotros. Se ha hecho uno de nosotros y por esto, en el centro del Evangelio, en el centro del anuncio de Jesús está esta opción.

Cristo mismo, que es Dios, se ha despojado a sí mismo, haciéndose igual a los hombres; y no ha elegido una vida de privilegio, sino que ha elegido la condición de siervo (cfr. Fil 2, 6-7). Se aniquiló a sí mismo convirtiéndose en siervo. Nació en una familia humilde y trabajó como artesano. Al principio de su predicación, anunció que en el Reino de Dios los pobres son bienaventurados (cfr. Mt 5, 3; Lc 6, 20; EG, 197). Estaba en medio de los enfermos, los pobres y los excluidos, mostrándoles el amor misericordioso de Dios (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 2444). Y muchas veces ha sido juzgado como un hombre impuro porque iba donde los enfermos, los leprosos, que según la ley de la época eran impuros. Y Él ha corrido el riesgo por estar cerca de los pobres.

Por esto, los seguidores de Jesús se reconocen por su cercanía a los pobres, a los pequeños, a los enfermos y a los presos, a los excluidos, a los olvidados, a quien está privado de alimento y ropa (cfr. Mt 25, 31-36; CIC, 2443). Podemos leer ese famoso parámetro sobre el cual seremos juzgados todos, seremos juzgados todos. Es Mateo, capítulo 25. Este es un criterio-clave de autenticidad cristiana (cfr. Gal 2,10; EG, 195). Algunos piensan, erróneamente, que este amor preferencial por los pobres sea una tarea para pocos, pero en realidad es la misión de toda la Iglesia, decía San Juan Pablo II (cfr. S. Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 42). «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres» (EG, 187).

La fe, la esperanza y el amor necesariamente nos empujan hacia esta preferencia por los más necesitados,[1] que va más allá de la pura necesaria asistencia (cfr. EG, 198). Implica de hecho el caminar juntos, el dejarse evangelizar por ellos, que conocen bien al Cristo sufriente, el dejarse “contagiar” por su experiencia de la salvación, de su sabiduría y de su creatividad (cfr. ibid.). Compartir con los pobres significa enriquecerse mutuamente. Y, si hay estructuras sociales enfermas que les impiden soñar por el futuro, tenemos que trabajar juntos para sanarlas, para cambiarlas (cfr. ibid., 195). Y a esto conduce el amor de Cristo, que nos ha amado hasta el extremo (cfr. Jn 13, 1) y llega hasta los confines, a los márgenes, a las fronteras existenciales. Llevar las periferias al centro significa centrar nuestra  vida en Cristo, que «se ha hecho pobre» por nosotros, para enriquecernos «por medio de su pobreza» (2 Cor 8, 9).[2]

Todos estamos preocupados por las consecuencias sociales de la pandemia. Todos. Muchos quieren volver a la normalidad y retomar las actividades económicas. Cierto, pero esta “normalidad” no debería comprender las injusticias sociales y la degradación del ambiente. La pandemia es una crisis y de una crisis no se sale iguales: o salimos mejores o salimos peores. Nosotros debemos salir mejores, para mejorar las injusticias sociales y la degradación ambiental. Hoy tenemos una ocasión para construir algo diferente. Por ejemplo, podemos hacer crecer una economía de desarrollo integral de los pobres y no de asistencialismo. Con esto no quiero condenar la asistencia, las obras de asistencia son importantes. Pensemos en el voluntariado, que es una de las estructuras más bellas que tiene la Iglesia italiana. Pero tenemos que ir más allá y resolver los problemas que nos impulsan a hacer asistencia. Una economía que no recurra a remedios que en realidad envenenan la sociedad, como los rendimientos disociados de la creación de puestos de trabajo dignos (cfr. EG, 204). Este tipo de beneficios está disociado por la economía real, la que debería dar beneficio a la gente común (cfr. Enc. Laudato si’ [LS], 109), y además resulta a veces indiferente a los daños infligidos a la casa común. La opción preferencial por los pobres, esta exigencia ético-social que proviene del amor de Dios (cfr. LS, 158), nos da el impulso a pensar y a diseñar una economía donde las personas, y sobre todo los más pobres, estén en el centro. Y nos anima también a proyectar la cura del virus privilegiando a aquellos que más lo necesitan. ¡Sería triste si en la vacuna para el Covid-19 se diera la prioridad a los ricos! Sería triste si esta vacuna se convirtiera en propiedad de esta o aquella nación y no sea universal y para todos. Y qué escándalo sería si toda la asistencia económica que estamos viendo —la mayor parte con dinero público— se concentrase en rescatar industrias que no contribuyen a la inclusión de los excluidos, a la promoción de los últimos, al bien común o al cuidado de la creación (ibid.). Hay criterios para elegir cuáles serán las industrias para ayudar: las que contribuyen a la inclusión de los excluidos, a la promoción de los últimos, al bien común y al cuidado de la creación. Cuatro criterios.

Si el virus tuviera nuevamente que intensificarse en un mundo injusto para los pobres y los más vulnerables, tenemos que cambiar este mundo. Con el ejemplo de Jesús, el médico del amor divino integral, es decir de la sanación física, social y espiritual (cfr. Jn 5, 6-9) —como era la sanación que hacía Jesús—, tenemos que actuar ahora, para sanar las epidemias provocadas por pequeños virus invisibles, y para sanar esas provocadas por las grandes y visibles injusticias sociales. Propongo que esto se haga a partir del amor de Dios, poniendo las periferias en el centro y a los últimos en primer lugar. No olvidar ese parámetro sobre el cual seremos juzgados, Mateo, capítulo 25. Pongámoslo en práctica en este repunte de la epidemia. Y a  partir de este amor concreto, anclado en la esperanza y fundado en la fe, un mundo más sano será posible. De lo contrario, saldremos peor de esta crisis. Que el Señor nos ayude, nos dé la fuerza para salir mejores, respondiendo a la necesidad del mundo de hoy.

 

[1] cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre algunos aspectos de la "Teología de la Liberación", (1984), 5

[2] Benedicto XVIDiscurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (13 de mayo de 2007), 3.

 



Catequesis y saludos en español

Queridos hermanos y hermanas:

La pandemia ha dejado al descubierto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad que reina en el mundo. Ante esta situación, la respuesta es doble. Por un lado, hay que buscar una vacuna para el virus, que esté al alcance de todos. Pero también es necesario curar otro gran virus: el de la injusticia social, la marginación y la falta de oportunidades para los más débiles. Esta doble respuesta implica una elección evangélica, que es la opción preferencial por los pobres.

Cristo mismo, siendo Dios, se despojó de su condición divina. Nació en una familia humilde, trabajó, no eligió una vida de privilegio sino una vida de servicio. Estaba en medio de la gente. Se acercaba a los enfermos y a los pobres, mostrándoles el amor misericordioso de Dios. Su ejemplo es un criterio clave de autenticidad cristiana: todos estamos llamados a ser instrumentos de Dios para ayudar a los más necesitados.

Hoy nos preocupan las consecuencias sociales de la pandemia. Muchos quieren volver a la normalidad y retomar las actividades económicas, pero esa “normalidad”, entre comillas, no debería incluir las injusticias sociales y la degradación ambiental. Tenemos una oportunidad para construir algo nuevo. Por ejemplo, dar impulso a una economía donde las personas, y sobre todo los más pobres, estén en el centro; una economía que contribuya a la inclusión de los marginados, a la promoción de los últimos, al bien común y al cuidado de la creación.

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos a Jesús que nos ayude a curar las enfermedades que provocan los virus, y también los males que causa la injusticia social. Que el amor de Dios, anclado en la esperanza y fundado en la fe, nos impulse a poner las periferias en el centro y a los últimos en primer lugar. Que el Señor los bendiga.



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