Beirut, LÍBANO (Agencia Fides, 05/08/2020) - «Beirut, la esposa de Oriente, Beirut, el faro
de Occidente, está herida». Es una «ciudad devastada», reducida a «un
escenario de guerra sin guerra». Así comienza el llamamiento lanzado por
el Patriarca maronita Bechara Boutros Rai «a los Estados del mundo»,
después de la «misteriosa explosión» (esta es la expresión elegida por
el mismo Patriarca) que tuvo lugar el martes 4 de agosto en el puerto de
la capital libanesa, con un balance provisional de más de cien muertos y
miles de heridos.
El acontecimiento devastador - repite el cardenal libanés – ha
destrozado la ciudad, esparciendo muerte y devastación, destruyendo
hospitales, casas, iglesias y mezquitas, hoteles y tiendas. Y eso –
apremia el Patriarca - sucede precisamente cuando el Estado libanés «se
encuentra en una situación de bancarrota económica y financiera que hace
que sea incapaz de afrontar esta catástrofe», con el pueblo reducido «a
una situación de pobreza y miseria».
La Iglesia - refiere el cardenal - ha instituido una red de socorro en
todo el territorio libanés, pero la emergencia es tal que todo esfuerzo
realizado por la comunidad nacional resulta desigual respecto a la
catástrofe que ha afectado al País de los Cedros. Por eso, en nombre de
la Iglesia en el Líbano, el Patriarca Rai agradece anticipadamente «a
todos los Estados que han expresado su disponibilidad a ayudar a
Beirut», y se dirige «a todos los Estados amigos y hermanos», y en
particular a las grandes potencias y a las Naciones Unidas, pidiendo a
todos una ayuda inmediata para la salvación de Beirut, que prescinda de
toda consideración y cálculo político y geopolítico, «porque lo que ha
sucedido va más allá de la política y va más allá de los conflictos». El
Líbano, doblegado en los últimos años por una secuencia de catástrofes
de orden político, financiero, económico y en el frente de la seguridad
nacional - añade el Patriarca maronita - ahora «merece
el apoyo de sus hermanos y amigos, necesario para poner de nuevo en pie
su capital». Según el Patriarca Rai, la vía más adecuada para hacer
frente al estado de emergencia es la de crear un “fondo controlado por
las Naciones Unidas” para gestionar las ayudas. «Me dirijo a vosotros»
concluye el Patriarca «porque sé que amáis al Líbano y que responderéis a
este llamamiento. Me dirijo a vosotros porque sé cuánto os importa que
el Líbano recupere su papel histórico al servicio del hombre, de la
democracia y de la paz en Oriente Medio y en el mundo».
En el momento de la explosión, que ha devastado Beirut en la tarde del
martes 4 de agosto, los libaneses, exhaustos por la crisis económica y
la emergencia COVID que había vuelto a paralizar el país en los últimos
días, han dejado inmediatamente de lado toda dilación y se han
apresurado a socorrer a sus compatriotas: médicos y personal sanitario
han abierto hospitales y clínicas a la afluencia de los heridos, los
hoteleros han puesto sus instalaciones a disposición para acoger a los
desplazados que han huido de sus casas destruidas.
Lo mismo han hecho conventos, monasterios, iglesias y mezquitas. También
las oficinas de Cáritas Líbano han quedado devastadas por la explosión.
«Esta dolorosa tragedia» reza un comunicado emitido esta tarde por la
oficina política del Partido chiíta Hezbolá «y sus repercusiones
sociales, económicas, humanitarias y sanitarias» exigen de todos los
libaneses, de las fuerzas políticas y de todos los actores del país
solidaridad, unidad y trabajo compartido para superar esta difícil
prueba».