domingo, 31 de enero de 2021

Las palabras del Papa FRANCISCO en el rezo del Ángelus dominical

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 31 de enero de 2021).-  A las 12:00 horas del mediodía de hoy, el Papa FRANCISCO dirigió el rezo del Ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano.

Estas son las palabras del Pontífice al introducir la oración mariana:


PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Biblioteca del Palacio Apostólico
Domingo, 31 de enero de 2021


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje evangélico de hoy (cf. Mc 1,21-28) relata un día típico del ministerio de Jesús, se trata concretamente de un sábado, día dedicado al descanso y la oración, la gente iba a la sinagoga. En la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús lee y comenta las Escrituras. Su manera de hablar atrae a los presentes, que quedan asombrados porque demuestra una autoridad diferente a la de los escribas (v. 22). Además, Jesús se revela poderoso también en las obras. Así es, cuando un hombre en la sinagoga se vuelve contra él, llamándole el Santo de Dios, Jesús reconoce el espíritu maligno, le ordena que salga de ese hombre y lo expulsa (vv. 23-26).

Aquí vemos los dos elementos característicos de la acción de Jesús: la predicación y la obra taumatúrgica de curación: predica y cura. Ambos aspectos se destacan en el pasaje del evangelista Marcos, pero el que más sobresale es el de la predicación; el exorcismo se presenta para confirmar su “autoridad” singular y su enseñanza. Jesús predica con autoridad propia, como alguien que tiene una doctrina que procede de sí mismo, y no como los escribas que repetían tradiciones anteriores y leyes recibidas. Repetían palabras, palabras, palabras, solo palabras —como cantaba la gran Mina—. Eran así: solo palabras. En Jesús, en cambio, la palabra tiene autoridad, Jesús tiene autoridad. Y esto toca el corazón. La enseñanza de Jesús tiene la misma autoridad de Dios que habla; de hecho, con una sola orden libera fácilmente al poseído del maligno y lo cura. ¿Por qué? Porque su palabra obra lo que dice. Porque es el profeta definitivo. Pero, ¿por qué digo esto, qué es el profeta definitivo? Recordemos la promesa de Moisés. Dice Moisés: “Después de mí, más adelante, vendrá un profeta como yo —¡como yo!— que os enseñará” (cf. Dt 18,15). Moisés anuncia a Jesús como el profeta definitivo. Por eso [Jesús] no habla con autoridad humana, sino con autoridad divina, porque tiene el poder de ser el profeta definitivo, es decir, el Hijo de Dios que nos salva, nos sana a todos.

El segundo aspecto, el de las curaciones, muestra que la predicación de Cristo tiene como objetivo vencer el mal presente en el hombre y en el mundo. Su palabra apunta directamente contra el reino de Satanás, lo pone en crisis y lo hace retroceder, obligándolo a dejar el mundo. El poseído —ese hombre poseído, obseso—, tras la orden del Señor, es liberado y transformado en una nueva persona. Además, la predicación de Jesús pertenece a una lógica opuesta a la del mundo y del maligno: sus palabras se revelan como la alteración de un orden equivocado de las cosas. El diablo presente en el poseído, de hecho, grita cuando Jesús se acerca: «¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a arruinarnos?» (v. 24). Estas expresiones indican la total diferencia entre Jesús y Satanás: están en planos completamente diferentes; no hay nada en común entre ellos; son opuestos entre sí. Jesús, que tiene autoridad, que atrae a las personas con su autoridad, y también el profeta que libera, el profeta prometido que es el Hijo de Dios que sana. ¿Escuchamos las palabras autorizadas de Jesús? Siempre, no os olvidéis de llevar en el bolsillo o el bolso un pequeño Evangelio, para leerlo durante el día, para escuchar la palabra autorizada de Jesús. Y además, todos tenemos problemas, todos tenemos pecados, todos tenemos enfermedades espirituales. Pidamos a Jesús: “Jesús, tú eres el profeta, el Hijo de Dios, el que fue prometido para sanarnos. ¡Sáname!”. Pedir a Jesús la curación de nuestros pecados, de nuestros males.

La Virgen María guardó siempre en su corazón las palabras y los gestos de Jesús, y lo siguió con total disponibilidad y fidelidad. Que Ella nos ayude también a nosotros a escucharlo y seguirlo, para experimentar en nuestra vida los signos de su salvación.

 



Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Pasado mañana, 2 de febrero, celebraremos la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, cuando Simeón y Ana, ambos ancianos, iluminados por el Espíritu Santo, reconocieron a Jesús como el Mesías. El Espíritu Santo suscita aún hoy en los ancianos pensamientos y palabras de sabiduría: su voz es preciosa porque canta las alabanzas de Dios y guarda las raíces de los pueblos. Nos recuerdan que la vejez es un regalo y que los abuelos son el eslabón entre las generaciones, para transmitir a los jóvenes experiencias de vida y de fe. A menudo se olvida a los abuelos y nosotros olvidamos esta riqueza de preservar las raíces y transmitir. Por eso he decidido instituir la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, que se celebrará en toda la Iglesia cada año el cuarto domingo de julio, cerca de la fiesta de san Joaquín y santa Ana, los “abuelos” de Jesús. Es importante que los abuelos se encuentren con sus nietos y que los nietos se encuentren con sus abuelos, porque —como dice el profeta Joel— los abuelos soñarán frente a sus nietos, tendrán ilusiones [grandes deseos], y los jóvenes, tomando fuerzas de sus abuelos, irán adelante, profetizarán. Y precisamente el 2 de febrero es la fiesta del encuentro de abuelos con nietos.

Se celebra hoy el Día Mundial de la Lepra, iniciado hace más de sesenta años por Raoul Follereau y llevado adelante especialmente por las asociaciones inspiradas en su labor humanitaria. Expreso mi cercanía a quienes padecen esta enfermedad, y animo a los misioneros, agentes sanitarios y voluntarios comprometidos en su servicio. La pandemia ha confirmado lo necesario que es proteger el derecho a la salud de las personas más vulnerables: espero que los líderes de las naciones unan esfuerzos para curar a quienes padecen la enfermedad de Hansen y por su inclusión social.

Y saludo con cariño a los chicos y chicas de la Acción Católica de esta Diócesis de Roma —algunos de ellos están aquí—, reunidos de forma segura en las parroquias o conectados online, con motivo de la Caravana de la Paz. A pesar de la emergencia sanitaria, este año también, con la ayuda de padres y educadores y sacerdotes asistentes, han organizado esta maravillosa iniciativa. Siguen adelante con las iniciativas, ¡bien, muy bien! ¡Adelante, coraje! Sois estupendos, gracias. Y ahora escuchemos juntos el mensaje que algunos de ellos, aquí al lado, nos leerán en nombre de todos.

[Lectura del mensaje]

Normalmente, estos chicos traían globos para lanzarlos desde la ventana, pero hoy estamos encerrados aquí, no se puede hacer. ¡Pero el próximo año seguro que lo haréis!

Dirijo un cordial saludo a todos los que estáis conectados a través de los medios de comunicación. Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!.


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Mensaje del Prefecto del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral con motivo de la 68 Jornada Mundial del Enfermo de Lepra

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 31 de enero de 2021).-  Mensaje del Prefecto de la Congregación para el Desarrollo Integral de los Servicios Humanos, Em.mo Cardenal Peter Turkson, con motivo del 68° Día Mundial de la Lepra (Enfermedad de Hansen), que se celebra hoy domingo 31 de enero de 2021:


Mensaje del Prefecto del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral con motivo de la 68 Jornada Mundial del Enfermo de Lepra


A los Presidentes de las Conferencias Episcopales,

A los Obispos responsables de la Pastoral de la Salud,

A los religiosos y religiosas,

A los trabajadores sociales, sanitarios y agentes de pastoral,

A los voluntarios ya todas las personas de buena voluntad,

"Combatir la lepra"

El Día Mundial de la Lepra 2021 se celebra este 31 de enero con el siguiente objetivo general: “Combatir la lepra”. Este noble objetivo mantiene como parte de la realidad médica que la lepra es una enfermedad que se puede curar; sin embargo, esto implica algo más que una simple lucha, a nivel médico, contra la lepra. Se mantiene también como objetivo acabar con el estigma social que acompaña a esta difícil enfermedad y, en última instancia, contempla una recuperación integral de la persona humana.

En el Evangelio de San Lucas se narra de manera fascinante la curación de la lepra. Mientras Jesús se dirigía a Jerusalén, se encontró con diez hombres que padecían esa enfermedad tropical desatendida de la piel. Se pararon a lo lejos y le pidieron a gritos ayuda y consuelo en su aflicción. Él les respondió curándolos de su dolencia física. Uno volvió a Jesús y, reconociendo que había sanado y recuperado su condición social, se le acercó dándole gracias. Al concluir ese encuentro, Jesús respondió: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado ”( Lc 17, 19).

La palabra latina para salvación es salus , y es la misma palabra que se emplea para expresar “curación”. Cuando en el Evangelio dice que Cristo sano al hombre enfermo de lepra, esta aplica el bálsamo de la dignidad humana además del remedio físico. Se convierte en un hecho que afecta a toda la persona y las consecuencias tienen un gran alcance. Cuando la Iglesia habla de la generosa oferta de Dios de salvar a todos los hombres, describala como un don universal e integral [1] . Dios desea sanar a todas las personas ya toda the person. La salud integral abarca también la dimensión personal y social; incluye tanto la naturalidad de la persona como lo físico.

En las últimas décadas, los servicios de atención a la salud han avanzado notablemente en el tratamiento de la lepra o enfermedad de Hansen. La terapia multimedicamentosa ha demostrado ser eficaz y todo un éxito para curar la lepra al infundir una gran experiencia. La atención sanitaria, además de tratar las dolencias físicas de la persona, también debe realizarse en cuenta las dimensiones sociales y psicológicas. La salud integral implica "la prevención, el diagnóstico, el tratamiento y la rehabilitación, para el equilibrio y la vida física, psíquica, social y espiritual de la persona" [2] .

La Organización Mundial de la Salud señala que el estigma sigue siendo una reto para la detección precoz y el éxito del tratamiento de la lepra. "Muchos pacientes padecen todavía exclusión social, depresión y pérdida de ingresos" [3], explica. Promover la inclusión de todas las personas en la sociedad y garantizar la integración en la comunidad, siguiendo siendo prioridades. Además, el apoyo financiero y las oportunidades para participar activamente en los viajes y la vida económica son esenciales para las personas afectadas por la lepra y sus familias. “Todo ser humano”, insiste el Papa Francisco, “mantiene el derecho a vivir con dignidad ya desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país. Lo conserva en todo caso si no es muy eficiente, tiene nacido o crecido con limitaciones ” [4] .

La salud integral es también un imperativo para las personas afectadas por la lepra, para su bienestar mental, "ya que se puede demostrar que la lepra repercute significativamente en la participación social y la salud mental, además de causar discapacidades físicas" [5]En cierto sentido, el enfermo de lepra no solo padece la enfermedad misma, hasta también la forma negativa en que se le acoge en la comunidad. La falta de adhesión social puede tener repercusiones profundamente negativas en la autoestima y la perspectiva de vida de una persona, haciendo que ésta sea aún más vulnerable a la enfermedad mental. El Papa FRANCISCO indica que la persona humana es, por naturaleza, abierta a las relaciones. “En su propia raíz reside el llamado para trascender a sí misma en el encuentro con otros” [6], insiste. La comunidad de los profesionales sanitarios, en particular, y la sociedad en su conjunto, ofrece un enorme servicio al bien común cuando ayuda a crear mecanismos que faciliten este proceso de integración personal de quienes padecen lepra y de sus familias.

En conclusión, ofrezco mi más sincero respeto y gratitud a quienes se dedican a “combatir la liebre” y ofrecen curación y esperanza a los que se ven afectados por la enfermedad de Hansen. Nos muestran, de manera muy práctica, que la lepra se puede curar, que el encuentro humano puede acabar con el estigma y que el bienestar mental es una parte esencial de la salud integral. Que la poderosa intercesión de María, salud de los enfermos, nos lleve a todos, de forma más complete, hacia el toque sanador de Jesucristo.

_______________________

[1] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 38.

[2] Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, “Nueva Carta de los Agentes Sanitarios”, 3.

[3] Organización Mundial de la Salud, “Estrategia mundial para la lepra 2016-2020”, 5.

[4] Papa FRANCISCO, Todos los hermanos , 107.

[5] PMW Somas, MW Waltz, WH van Brakel (2020), “El impacto de la lepra en el bienestar mental de las personas afectadas por la lepra y sus familiares: una revisión sistemática”, Global Mental Health 7, e15, 1.

[6] Papa FRANCISCOTodos los hermanos , 111.

El Santo Padre nombra a S.E.R. Elie Béchara Haddad, BS, Administrador de Tyr de los Greco-Melquitas

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 31 de enero de 2021).-  En otros Actos Pontificios hoy el Santo Padre FRANCISCO ha declarado Sede Vacante de Tyr de los Greco-Melquitas y ha nombrado a S.E.R. Elie Béchara Haddad, BS, Arzobispo de Saïdā de los Greco-Melquitas, Administrador Apostólico de la misma Arquieparquía. 

sábado, 30 de enero de 2021

Papa FRANCISCO recibe en Audiencia a los participantes en la reunión organizada por la Oficina Nacional de Catequesis de la CEI

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 30 de enero de 2021).-  El Papa FRANCISCO ha recibido esta mañana en Audiencia a los participantes en la reunión organizada por la Oficina Nacional de Catequesis de la Conferencia Episcopal Italiana.

Texto del discurso del Pontice a los presentes durante la Audiencia:


DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTECIPANTES EN LA REUNIÓN ORGANIZADA POR
LA OFICINA NACIONAL DE CATEQUESIS
DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA

Sala Clementina
Sábado, 30 de enero de 2021


Queridos hermanos y hermanas

Os doy la bienvenida y agradezco al cardenal Bassetti sus amables palabras. Se ha recuperado. ¡Gracias! Saludo al secretario general, monseñor Russo, y a todos vosotros que sostenéis el compromiso de la Iglesia italiana en el ámbito de la catequesis. Me alegra compartir con vosotros el recuerdo del 60º aniversario del nacimiento de la Oficina Nacional de Catequesis. Establecida incluso antes de la configuración de la Conferencia Episcopal, fue un instrumento indispensable para la renovación catequética después del Concilio Vaticano II. Este aniversario es una excelente ocasión para hacer memoria, dar gracias por los dones recibidos y renovar el espíritu de anuncio. Para ello, me gustaría compartir tres puntos que espero os ayuden en vuestros trabajos durante los próximos años.

El primero: catequesis y kerygma. La catequesis es el eco de la Palabra de Dios. En la transmisión de la fe, la Escritura —como recuerda el documento fundamental— es «el Libro; no un subsidio aunque sea el primero» (CEI, Il rinnovamento della catechesi, n. 107). La catequesis es, por tanto, la onda larga de la Palabra de Dios para transmitir en la vida la alegría del Evangelio. Gracias a la narración de la catequesis, la Sagrada Escritura se convierte en “el ambiente” en el que sentirse parte de la misma historia de la salvación, encontrando a los primeros testigos de la fe. La catequesis es tomar de la mano y acompañar en esta historia. Suscita un camino, en el que cada uno encuentra su propio ritmo, porque la vida cristiana no aplana ni homologa, sino que realza la unicidad de cada hijo de Dios. La catequesis es también un itinerario mistagógico, que procede en constante diálogo con la liturgia, ámbito en el que resplandecen símbolos que, sin imponerse, hablan a la vida y la marcan con la huella de la gracia.

El corazón del misterio es el kerygma, y el kerygma es una persona: Jesucristo. La catequesis es un espacio privilegiado para favorecer el encuentro personal con Él. Por lo tanto, debe estar entrelazada de relaciones personales. No hay verdadera catequesis sin el testimonio de hombres y mujeres de carne y hueso. ¿Quién de nosotros no recuerda al menos a uno de sus catequistas? Yo lo recuerdo. Me acuerdo de la monja que me preparó para la primera comunión y me hizo tanto bien. Los primeros protagonistas de la catequesis son ellos, mensajeros del Evangelio, a menudo laicos, que entran en juego con generosidad para compartir la belleza de haber encontrado a Jesús. «¿Quién es el catequista? Es el que custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y – es un memorioso de la historia de la salvación — y sabe despertarla en los demás... Es un cristiano que pone esta memoria al servicio del anuncio; no para exhibirse, no para hablar de sí mismo, sino para hablar de Dios, de su amor y su fidelidad» (Homilía de la Jornada de Catequistas en el Año de la Fe, 29 de septiembre de 2013).

Para ello, es bueno recordar «ciertas características del anuncio que hoy son necesarias en todas partes: que exprese el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa: Tu eres amado, tu eres amada, esto es lo primero, esta es la puerta; que no imponga la verdad y que apele a la libertad, como hacía Jesús que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas. Esto exige al evangelizador ciertas actitudes que ayudan a acoger mejor el anuncio. ¿Y cuáles son estas actitudes que cada catequista debe tener? cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena» (Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 165). Jesús las tenía. Es toda la geografía de la humanidad la que el kerygma, la brújula infalible de la fe, ayuda a explorar.

Y sobre este punto —el catequista— retomo algo que también debe decirse a los padres, a los abuelos... la fe se transmite “en dialecto”. Un catequista que no sabe explicar en el dialecto de los jóvenes, de los niños, de los que... Pero con el dialecto no me refiero al lingüístico, del que Italia es tan rica: no, al dialecto de la cercanía, al dialecto que se puede entender, al dialecto de la intimidad. A mí me conmueve ese pasaje de los Macabeos, de los siete hermanos (2M, 7). Se dice dos o tres veces que su madre les sostenía hablándoles en dialecto [«en la lengua de los padres»]. Es importante: la verdadera fe se transmite en dialecto. Los catequistas deben aprender a transmitirla en dialecto, es decir, ese lenguaje que sale del corazón, que nace, que es el más familiar, el más cercano a todos. Si no hay dialecto, la fe no se transmite totalmente ni bien.

El segundo punto: catequesis y futuro. El año pasado se cumplieron 50 años del documento Il rinnovamento della catechesi, donde la Conferencia Episcopal Italiana recogía las indicaciones del Concilio. A este respecto, hago mías las palabras de San Pablo VI, dirigidas a la primera Asamblea General de la CEI después del Vaticano II: «Debemos mirar al Concilio con gratitud a Dios y con confianza en el futuro de la Iglesia; será el gran catecismo de los nuevos tiempos» (23 de junio de 1966). Y volviendo al tema, con ocasión del primer Congreso Catequético Internacional, añadió: «Es una tarea que incesantemente renace e incesantemente se renueva para la catequesis, comprender estos problemas que surgen del corazón del hombre, para reconducirlos a su fuente oculta: el don del amor que crea y salva» (25 de septiembre de 1971). Por eso, la catequesis inspirada por el Concilio está continuamente a la escucha del corazón del hombre, siempre con un oído atento, siempre buscando renovarse.

Esto es magisterio: el Concilio es magisterio de la Iglesia. O estás con la Iglesia y por tanto sigues el Concilio, y si no sigues el Concilio o lo interpretas a tu manera, como quieres, no estás con la Iglesia. A este respecto tenemos que ser exigentes, severos. No, el Concilio no se negocia para tener más de estos... No, el Concilio es así. Y este problema que estamos viviendo, de selectividad del Concilio, se ha repetido a lo largo de la historia con otros Concilios. A mí me da tanto que pensar un grupo de obispos que después del Vaticano I se fueron, un grupo de laicos, otros grupos, para continuar la “verdadera doctrina” que no era la del Vaticano I. “Nosotros somos los verdaderos católicos”... Hoy ordenan a mujeres. La actitud más severa, para custodiar la fe sin el magisterio de la Iglesia, te lleva a la ruina. Por favor, ninguna concesión a los que intentan presentar una catequesis que no sea concorde con el Magisterio de la Iglesia.

Así como en el período postconciliar la Iglesia italiana fue rápida y capaz a la hora de acoger los signos y las sensibilidades de los tiempos, también hoy está llamada a ofrecer una catequesis renovada que inspire todos los ámbitos de la pastoral: caridad, liturgia, familia, cultura, vida social, economía... De la raíz de la Palabra de Dios, a través del tronco de la sabiduría pastoral, florecen enfoques fructuosos de los diversos aspectos de la vida. La catequesis es, pues, una aventura extraordinaria: como “vanguardia de la Iglesia” tiene la tarea de leer los signos de los tiempos y de acoger los desafíos presentes y futuros. No debemos tener miedo de hablar el lenguaje de las mujeres y los hombres de hoy. De hablar el lenguaje fuera de la Iglesia, si de esto debemos tener miedo. No debemos tener miedo de hablar el lenguaje de la gente. No debemos tener miedo de escuchar las preguntas, cualesquiera que sean, las cuestiones no resueltas, de escuchar las fragilidades, las incertidumbres: de esto no debemos tener miedo. No hay que tener miedo de elaborar nuevos instrumentos: en los años setenta el Catecismo de la Iglesia italiana era original y apreciado; también los tiempos actuales requieren inteligencia y valor para elaborar instrumentos actualizados, que transmitan a los hombres de hoy la riqueza y la alegría del kerygma, y la riqueza y la alegría de la pertenencia a la Iglesia

Tercer punto: catequesis y comunidad. En este año marcado por el aislamiento y el sentimiento de soledad causados por la pandemia, hemos reflexionado varias veces sobre el sentido de pertenencia que está en la base de una comunidad. El virus ha excavado en el tejido vivo de nuestros territorios, especialmente en los existenciales, alimentando miedos, recelos, desconfianza e incertidumbre. Ha puesto en jaque prácticas y hábitos consolidados y, así nos lleva a replantearnos nuestro ser comunidad. Hemos comprendido, en efecto, que no podemos avanzar solos y que la única manera de salir mejor de la crisis es salir juntos —nadie se salva solo, salir juntos—, volviendo a abrazar con más convicción la comunidad en la que vivimos. Porque la comunidad no es una aglomeración de individuos, sino la familia en la que nos integramos, el lugar donde nos cuidamos los unos a los otros, los jóvenes a los mayores y los mayores a los jóvenes, los de hoy a los que vendrán mañana. Sólo redescubriendo el sentido de la comunidad puede cada uno encontrar su propia dignidad en plenitud.

La catequesis y el anuncio no pueden dejar de poner en el centro esta dimensión comunitaria. No es el momento de estrategias elitistas. La gran comunidad: ¿cuál es la gran comunidad? El santo pueblo fiel de Dios. No se puede avanzar fuera del santo pueblo fiel de Dios, que —como dice el Concilio— es infalible in credendo. Siempre con el santo pueblo de Dios. En cambio, buscar pertenencias elitistas te aleja del pueblo de Dios quizás con fórmulas sofisticadas; pero pierdes esa pertenencia a la Iglesia que es el santo pueblo fiel de Dios. Es el tiempo de ser artesanos de comunidades abiertas que sepan valorar los talentos de cada uno. Es el tiempo de comunidades misioneras, libres y desinteresadas, que no busquen protagonismo y ventaja, sino que caminen por los senderos de la gente de nuestro tiempo, inclinándose hacia los marginados. Es el tiempo de comunidades que miren a los ojos a los jóvenes decepcionados, que acojan a los forasteros y den esperanza a los desencantados. Es el tiempo de comunidades que dialoguen sin miedo con los que tienen ideas diferentes. Es el tiempo de comunidades que, como el buen samaritano, sepan acercarse a los que la vida ha herido, para vendar sus llagas con compasión. No os olvidéis de esta palabra, compasión. Cuántas veces en el evangelio se dice de Jesús: “Y tuvo compasión”, “tuvo compasión”. Como dije en la Conferencia Eclesial de Florencia, deseo una Iglesia «cada vez más cercana a los abandonados, los olvidados, los imperfectos. [...] Una Iglesia alegre con rostro de madre, que comprenda, acompañe, acaricie». Lo que refería entonces al humanismo cristiano vale también para la catequesis: «Afirma radicalmente la dignidad de cada persona como hijo de Dios, establece entre cada ser humano una fraternidad fundamental, enseña a comprender el trabajo, a habitar la creación como una casa común, ofrece razones para la alegría y el humorismo, incluso en medio de una vida muchas veces muy dura» (Discurso a la V Conferencia Nacional de la Iglesia Italiana, Florencia, 10 de noviembre de 2015).

He mencionado la Conferencia de Florencia. Después de cinco años, la Iglesia italiana debe volver a la Conferencia de Florencia, e iniciar un proceso de Sínodo nacional, comunidad por comunidad, diócesis por diócesis: también este proceso será una catequesis. En la Conferencia de Florencia se intuye precisamente el camino a seguir en este Sínodo. Retomarlo, ahora. Es el momento. Y empezar a caminar.

Queridos hermanos y hermanas, os doy las gracias por todo lo que hacéis. Os invito a seguir rezando y a pensar con creatividad en una catequesis centrada en el kerygma, que mire al futuro de nuestras comunidades, para que estén cada vez más enraizadas en el Evangelio, comunidades fraternas e inclusivas. Os bendigo y os acompaño. Y vosotros, por favor, rezad por mí: lo necesito. Gracias.


Link: http://www.vatican.va/content/francesco/es/events/event.dir.html/content/vaticanevents/es/2021/1/30/ufficio-catechistico-cei.html


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Audiencias darias del Santo Padre [Sábado 30 de enero de 2021]

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 30 de enero de 2021).-  El Papa FRANCISCO ha recibido esta mañana en Audiencia a:

- S.E. el Cardenal Marc Ouellet, P.S.H., Prefecto de la Congregación para los Obispos.

- S.E. el Cardenal Blase Joseph Cupich, Arzobispo de Chicago (Estados Unidos).

- S.E. Mons. Piero Coccia, Arzobispo de Pesaro (Italia).

- Participantes en la reunión organizada por la Oficina Nacional de Catequesis de la Conferencia Episcopal Italiana.

Audiencia al Tribunal de la Rota Romana con motivo de la inauguración del año judicial

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 30 de enero de 2021).-   Ayer por la mañana, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre FRANCISCO recibió en Audiencia a los Prelados Auditores, Funcionarios, Abogados y Colaboradores del Tribunal de la Rota Romana, con motivo de la solemne inauguración del Año Judicial.

Tras el saludo del decano del Tribunal de la Rota Romana, S.E. Mons. Pio Vito Pinto, el Papa dirigió a los presentes el siguiente discurso:


DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON OCASIÓN DE LA INAUGURACIÓN DEL AÑO JUDICIAL
DEL TRIBUNAL DE LA ROTA ROMANA

Sala Clementina
Viernes, 29 de enero de 2021


Queridos hermanos y hermanas:

Debería hablar de pie, pero ya sabéis que la ciática es un huésped algo molesto. Me disculpo y os hablaré sentado.

Me complace encontrarme con vosotros con motivo de la inauguración del año judicial. Os saludo cordialmente a todos: al decano, Mons. Pio Vito Pinto, a quien agradezco sus palabras, a los prelados auditores, a los funcionarios y a los colaboradores del Tribunal de la Rota Romana.

Quisiera enlazar con el discurso del año pasado, en particular con el tema que atañe a buena parte de las decisiones de la Rota en los últimos tiempos: por un lado, una carencia de fe, que no ilumina como debiera la unión conyugal — esto ya lo había denunciado tres veces públicamente mi predecesor Benedicto XVI—; por otro lado, los aspectos fundamentales de esta unión que, además de la unión entre hombre y mujer, incluyen el nacimiento y el don de los hijos y su crecimiento.

Sabemos que la jurisprudencia de la Rota Romana, en sintonía con el magisterio pontificio, ha ilustrado la jerarquía de los bienes del matrimonio aclarando que la figura del bonum familiae va mucho más allá de la referencia a los puntos de nulidad; a pesar de que en el pasado se hubiese abierto un cierto resquicio a un hipotético punto de nulidad vinculado al bonum familiae. Esa posibilidad se cerró convenientemente, reforzando así la figura teológica de la familia como efecto del matrimonio prefigurado por el Creador. Por mi parte, no he dejado de recomendar que el bonum familiae no se vea de forma negativa, como si pudiera considerarse uno de los puntos de la nulidad. En efecto, es siempre y en todo caso el fruto bendito de la alianza conyugal; no puede extinguirse in toto por la declaración de nulidad, porque el ser familia no puede considerarse un bien suspendido, en cuanto es fruto del plan divino, al menos para la prole generada. Los cónyuges con los hijos dados por Dios son esa nueva realidad que llamamos familia.

Ante un matrimonio declarado jurídicamente nulo, la parte que no está dispuesta a aceptar esa disposición es, sin embargo, con los hijos un unum idem. Por ello, es necesario que se tenga en cuenta la cuestión relevante: ¿qué será de los hijos y de la parte que no acepte la declaración de nulidad? Hasta ahora todo parecía obvio, pero desgraciadamente no lo es. Es necesario, por tanto, que las declaraciones de principios vayan seguidas de adecuadas proposiciones de hecho, recordando siempre que «la familia es la base de la sociedad y la estructura más adecuada para garantizar a las personas el bien integral necesario para su desarrollo permanente» (Discurso a la Federación Europea de Asociaciones Familiares Católicas, 1° de junio de 2017). En consecuencia, estamos llamados a identificar el camino que conduce a opciones congruentes con los principios afirmados. Todos somos conscientes de lo arduo que es el paso de los principios a los hechos. Cuando hablamos del bien integral de las personas, es necesario preguntarse cómo puede realizarse en las múltiples situaciones en las que se encuentran los hijos.

La nueva unión sacramental, que sigue a la declaración de nulidad, será ciertamente una fuente de paz para el cónyuge que la pidió. Sin embargo, ¿cómo explicar a los hijos que —por ejemplo— su madre, abandonada por el padre y a menudo no dispuesta a establecer otro vínculo matrimonial, recibe la eucaristía dominical con ellos, mientras que el padre, conviviente o a la espera de la declaración de nulidad del matrimonio, no puede participar en la mesa eucarística? En la Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos de 2014 y en la Asamblea General Ordinaria de 2015, los Padres sinodales, reflexionando sobre el tema de la familia, se plantearon estas preguntas, comprendiendo también que es difícil, a veces imposible, ofrecer respuestas. Sin embargo, las preocupaciones de los Padres sinodales y la solicitud maternal de la Iglesia ante tanto sufrimiento han encontrado un instrumento pastoral útil en la Exhortación apostólica Amoris laetitia. En este documento se dan indicaciones claras para que nadie, especialmente los pequeños y los que sufren, se quede solo o sea tratado como un medio de chantaje entre padres divididos (cf. Exhort. apost. Amoris laetitia, 241). Como sabéis, el próximo 19 de marzo comienza el “Año de la Familia Amoris laetitia”. También vosotros, con vuestro trabajo, aportáis una valiosa contribución a este camino eclesial con las familias para la familia.

Queridos jueces, en vuestras sentencias no dejáis de dar testimonio de esta inquietud apostólica de la Iglesia, considerando que el bien integral de las personas exige que no permanezcamos inertes ante los efectos desastrosos que puede acarrear una decisión sobre la nulidad matrimonial. A vuestro Tribunal Apostólico, así como a los demás tribunales de la Iglesia, se pide que hagan «más accesibles y ágiles, posiblemente totalmente gratuitos, los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad» (ibid., 244). La Iglesia es madre, y vosotros, que tenéis un ministerio eclesial en un ámbito tan vital como es la actividad judicial, estáis llamados a abriros a los horizontes de esta difícil pero no imposible labor pastoral, que tiene que ver con la preocupación por los hijos, como víctimas inocentes de tantas situaciones de ruptura, divorcio o nuevas uniones civiles (cf. ibíd., 245). Se trata de ejercer vuestra misión de jueces como un servicio cargado de sentido pastoral, que nunca puede faltar en la delicada decisión sobre la nulidad o no de una unión conyugal. A menudo se piensa en la declaración de nulidad matrimonial como un acto frío de mera “decisión jurídica”. Pero no es ni puede ser así. Las sentencias del juez eclesiástico no pueden prescindir de la memoria, hecha de luces y sombras, que han marcado una vida, no sólo de los dos cónyuges sino también de los hijos. Los cónyuges y los hijos constituyen una comunidad de personas, que se identifica siempre y ciertamente con el bien de la familia, incluso cuando ésta se ha desmoronado.

No debemos cansarnos de dedicar toda la atención y el cuidado a la familia y al matrimonio cristiano: aquí invertís gran parte de vuestra solicitud por el bien de las Iglesias particulares. Que el Espíritu Santo, al que invocáis antes de cada decisión a tomar sobre la verdad del matrimonio, os ilumine y os ayude a no olvidar los efectos de tales actos: en primer lugar el bien de los hijos, su paz o, por el contrario, la pérdida de la alegría ante la separación. Ojalá la oración —¡los jueces deben rezar mucho!— y el compromiso común pongan de relieve esta realidad humana, a menudo dolorosa: una familia que se divide y otra que, como consecuencia, se forma, menoscabando esa unidad que hizo la alegría de los hijos en la unión anterior.

Aprovecho la ocasión para exhortar a cada obispo —constituido por Cristo como padre, pastor y juez en su propia Iglesia— a abrirse cada vez más al desafío vinculado a este tema. Se trata de perseguir con tenacidad y llevar a término un camino eclesiológico y pastoral necesario, orientado a no dejar a la sola intervención de las autoridades civiles a los fieles que sufren por juicios no aceptados y padecidos. La imaginación de la caridad favorecerá la sensibilidad evangélica ante las tragedias familiares cuyos protagonistas no pueden ser olvidados. Es más urgente que nunca que los colaboradores del obispo, en particular el vicario judicial, los agentes de la pastoral familiar y especialmente los párrocos, se esfuercen por ejercer esa diaconía de protección, cuidado y acompañamiento del cónyuge abandonado y eventualmente de los hijos que sufren las decisiones, por justas y legítimas que sean, de nulidad matrimonial.

Estas, queridas hermanas y hermanos, son las consideraciones que quería someter a vuestra atención, con la certeza de encontrar en vosotros personas dispuestas a compartirlas y hacerlas suyas. Expreso a cada uno de vosotros en particular mi agradecimiento, con la confianza de que el Tribunal de la Rota Romana, manifestación autorizada de la sabiduría jurídica de la Iglesia, seguirá desempeñando con coherencia su nada fácil munus al servicio del plan divino sobre el matrimonio y la familia. Invocando sobre vosotros y sobre vuestro trabajo los dones del Espíritu Santo, os impartiré de todo corazón la bendición apostólica. Y os pido también, por favor, que recéis por mí.

Y no quisiera terminar hoy sin un comentario más familiar entre nosotros, porque nuestro querido decano, dentro de unos meses, cumplirá 80 años y tendrá que dejarnos. Me gustaría agradecerle el trabajo que ha realizado, no siempre comprendido. Sobre todo, quiero agradecer a Monseñor Pinto su tenacidad para llevar a cabo la reforma de los procesos matrimoniales: una sola sentencia, luego el juicio breve, que fue como una novedad, pero era natural porque el obispo es el juez.

Recuerdo que, poco después de la promulgación del juicio breve, un obispo me llamó y me dijo: “Tengo este problema: una chica quiere casarse por la Iglesia; ya estaba casada hace algunos años por la Iglesia, pero la obligaron a casarse porque estaba embarazada... Hice todo, pedí a un sacerdote que hiciera de vicario judicial, a otro que hiciera de defensor del vínculo... Y los testigos, los padres dicen que sí, que fue forzado, que el matrimonio fue nulo. Dígame, Santidad, ¿qué debo hacer?”, me preguntó el obispo. Y le pregunté: “Dime, ¿tienes un bolígrafo a mano?” — “Sí”. — "Firma. Tú eres el juez, sin darle tantas vueltas”.

Pero esta reforma, especialmente la del juicio breve, ha encontrado y encuentra muchas resistencias. Lo confieso: después de esta promulgación recibí cartas, muchas, no sé cuántas pero muchas. Casi todos los abogados que perdían la clientela. Y está el problema del dinero. En España se dice: “Por la plata baila el mono”. Es un dicho que queda claro. Y también esto con dolor: he visto en algunas diócesis la resistencia de algún vicario judicial que con esta reforma perdía, no sé, cierto poder, porque se daba cuenta de que el juez no era él, sino el obispo.

Agradezco a Monseñor Pinto la valentía que tuvo y también la estrategia de llevar adelante esta forma de pensar, de juzgar, hasta la votación por unanimidad, que me dio la posibilidad de firmar [el Documento].

La sentencia doble. Usted mencionó al Papa Lambertini, un gran hombre de la liturgia, del derecho canónico, de sentido común, incluso de sentido del humor, pero lamentablemente tuvo que hacer la doble sentencia por problemas económicos en alguna diócesis. Pero volvamos a la verdad: el juez es el obispo. Tiene que ayudarle el vicario judicial, tiene que ayudarle el promotor de justicia, hay que ayudarle; pero él es el juez, no puede lavarse las manos. Volver a esto que es la verdad del Evangelio.

Y también agradezco a Monseñor Pinto su entusiasmo al hacer catequesis sobre este tema. Viaja por todo el mundo enseñando esto: es un hombre entusiasta, pero entusiasta en todos los tonos, ¡porque también tiene mucho temperamento! Es una forma negativa —digamos— de entusiasmo. Pero ya tendrá tiempo de corregirse..., ¡todos lo hacemos! Me gustaría darle las gracias. Interpreto los aplausos como aplausos a su temperamento [risas].

¡Muchas gracias, Monseñor Pinto! Gracias. [aplausos]


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Las disposiciones para detener el virus provienen solo de la Iglesia

Managua, NICARAGUA (Agencia Fides, 30/01/2021) – El arzobispo de Managua, cardenal Leopoldo Brenes, el pasado jueves 28 de enero, comunicó al clero que todas sus reuniones se realizarán a partir de ahora solo a través de la plataforma digital Zoom, para evitar la propagación de la pandemia Covid-19, que en semanas parece haber aumentado en el país centroamericano. "Las asambleas generales de todo el clero se realizarán de forma virtual, utilizando la plataforma Zoom", ordenó el cardenal Brenes en un mensaje enviado a la Agencia Fides por la Arquidiócesis de Managua.

La decisión del Cardenal es parte de una serie de disposiciones para prevenir la propagación de la infección por coronavirus SARS-CoV-2, que causa la enfermedad Covid-19, dijo. El cardenal Brenes también dispuso que los encuentros de vida comunitaria se llevaran a cabo de forma mixta, presencial y virtual. En presencia, respetando el protocolo de salud y manteniendo distancias personales en los espacios de encuentro; de forma virtual, según los recursos disponibles de cada comunidad o área pastoral ”, explicó.

El cardenal reiteró la "prohibición de procesiones y aglomeraciones" y, con vistas al miércoles de ceniza, dispuso para las celebraciones "horarios oportunos, una breve liturgia y el rito de la imposición de cenizas en la cabeza". También expresó su comprensión por los creyentes que se abstendrán de asistir al rito de la iglesia.

Con respecto a los sacramentos de la Confirmación y Primera Comunión, todo párroco encontrará la mejor manera de celebrarlos, siempre y cuando se adhiera al protocolo de salud propuesto por la Iglesia Católica.

La Iglesia Católica en Nicaragua es una de las instituciones que adhirió con más rigor a las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para evitar la propagación del Covid-19, al ordenar el cierre de iglesias o la cancelación de procesiones, el uso de máscaras. y otros dispositivos sanitarios en parroquias.

Transmitir la misa a través de los medios tradicionales o las redes sociales ahora se ha vuelto tradicional durante la pandemia.

El compromiso de la Iglesia contrasta con las disposiciones del gobierno nicaragüense, que no ha establecido ningún tipo de restricción ante la pandemia, aplicando medidas mínimas de prevención social y promoviendo reuniones de grandes grupos. 

Lamentablemente, en esta segunda ola de la pandemia, el número de contagios ha aumentado enormemente en el país centroamericano. 

viernes, 29 de enero de 2021

Mensaje del Papa FRANCISCO para la Jornada Mundial de las Misiones

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 29 de enero de 2021).-  Mensaje del Papa FRANCISCO para la 95ª Jornada Mundial de las Misiones que se celebrará el domingo 17 de octubre de 2021:


MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2021

 

«No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20)

 

Queridos hermanos y hermanas:

Cuando experimentamos la fuerza del amor de Dios, cuando reconocemos su presencia de Padre en nuestra vida personal y comunitaria, no podemos dejar de anunciar y compartir lo que hemos visto y oído. La relación de Jesús con sus discípulos, su humanidad que se nos revela en el misterio de la encarnación, en su Evangelio y en su Pascua nos hacen ver hasta qué punto Dios ama nuestra humanidad y hace suyos nuestros gozos y sufrimientos, nuestros deseos y nuestras angustias (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22). Todo en Cristo nos recuerda que el mundo en el que vivimos y su necesidad de redención no le es ajena y nos convoca también a sentirnos parte activa de esta misión: «Salgan al cruce de los caminos e inviten a todos los que encuentren» (Mt 22,9). Nadie es ajeno, nadie puede sentirse extraño o lejano a este amor de compasión.

La experiencia de los apóstoles

La historia de la evangelización comienza con una búsqueda apasionada del Señor que llama y quiere entablar con cada persona, allí donde se encuentra, un diálogo de amistad (cf. Jn 15,12-17). Los apóstoles son los primeros en dar cuenta de eso, hasta recuerdan el día y la hora en que fueron encontrados: «Era alrededor de las cuatro de la tarde» (Jn 1,39). La amistad con el Señor, verlo curar a los enfermos, comer con los pecadores, alimentar a los hambrientos, acercarse a los excluidos, tocar a los impuros, identificarse con los necesitados, invitar a las bienaventuranzas, enseñar de una manera nueva y llena de autoridad, deja una huella imborrable, capaz de suscitar el asombro, y una alegría expansiva y gratuita que no se puede contener. Como decía el profeta Jeremías, esta experiencia es el fuego ardiente de su presencia activa en nuestro corazón que nos impulsa a la misión, aunque a veces comporte sacrificios e incomprensiones (cf. 20,7-9). El amor siempre está en movimiento y nos pone en movimiento para compartir el anuncio más hermoso y esperanzador: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1,41).

Con Jesús hemos visto, oído y palpado que las cosas pueden ser diferentes. Él inauguró, ya para hoy, los tiempos por venir recordándonos una característica esencial de nuestro ser humanos, tantas veces olvidada: «Hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor» (Carta enc. Fratelli tutti, 68). Tiempos nuevos que suscitan una fe capaz de impulsar iniciativas y forjar comunidades a partir de hombres y mujeres que aprenden a hacerse cargo de la fragilidad propia y la de los demás, promoviendo la fraternidad y la amistad social (cf. ibíd., 67). La comunidad eclesial muestra su belleza cada vez que recuerda con gratitud que el Señor nos amó primero (cf. 1 Jn 4,19). Esa «predilección amorosa del Señor nos sorprende, y el asombro —por su propia naturaleza— no podemos poseerlo por nosotros mismos ni imponerlo. […] Sólo así puede florecer el milagro de la gratuidad, el don gratuito de sí. Tampoco el fervor misionero puede obtenerse como consecuencia de un razonamiento o de un cálculo. Ponerse en “estado de misión” es un efecto del agradecimiento» (Mensaje a las Obras Misionales Pontificias, 21 mayo 2020).

Sin embargo, los tiempos no eran fáciles; los primeros cristianos comenzaron su vida de fe en un ambiente hostil y complicado. Historias de postergaciones y encierros se cruzaban con resistencias internas y externas que parecían contradecir y hasta negar lo que habían visto y oído; pero eso, lejos de ser una dificultad u obstáculo que los llevara a replegarse o ensimismarse, los impulsó a transformar todos los inconvenientes, contradicciones y dificultades en una oportunidad para la misión. Los límites e impedimentos se volvieron también un lugar privilegiado para ungir todo y a todos con el Espíritu del Señor. Nada ni nadie podía quedar ajeno a ese anuncio liberador.

Tenemos el testimonio vivo de todo esto en los Hechos de los Apóstoles, libro de cabecera de los discípulos misioneros. Es el libro que recoge cómo el perfume del Evangelio fue calando a su paso y suscitando la alegría que sólo el Espíritu nos puede regalar. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos enseña a vivir las pruebas abrazándonos a Cristo, para madurar la «convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos» y la certeza de que «quien se ofrece y entrega a Dios por amor seguramente será fecundo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 279).

Así también nosotros: tampoco es fácil el momento actual de nuestra historia. La situación de la pandemia evidenció y amplificó el dolor, la soledad, la pobreza y las injusticias que ya tantos padecían y puso al descubierto nuestras falsas seguridades y las fragmentaciones y polarizaciones que silenciosamente nos laceran. Los más frágiles y vulnerables experimentaron aún más su vulnerabilidad y fragilidad. Hemos experimentado el desánimo, el desencanto, el cansancio, y hasta la amargura conformista y desesperanzadora pudo apoderarse de nuestras miradas. Pero nosotros «no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesús como Cristo y Señor, pues no somos más que servidores de ustedes por causa de Jesús» (2 Co 4,5). Por eso sentimos resonar en nuestras comunidades y hogares la Palabra de vida que se hace eco en nuestros corazones y nos dice: «No está aquí: ¡ha resucitado!» (Lc 24,6); Palabra de esperanza que rompe todo determinismo y, para aquellos que se dejan tocar, regala la libertad y la audacia necesarias para ponerse de pie y buscar creativamente todas las maneras posibles de vivir la compasión, ese “sacramental” de la cercanía de Dios con nosotros que no abandona a nadie al borde del camino. En este tiempo de pandemia, ante la tentación de enmascarar y justificar la indiferencia y la apatía en nombre del sano distanciamiento social, urge la misión de la compasión capaz de hacer de la necesaria distancia un lugar de encuentro, de cuidado y de promoción. «Lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20), la misericordia con la que hemos sido tratados, se transforma en el punto de referencia y de credibilidad que nos permite recuperar la pasión compartida por crear «una comunidad de pertenencia y solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes» (Carta enc. Fratelli tutti, 36). Es su Palabra la que cotidianamente nos redime y nos salva de las excusas que llevan a encerrarnos en el más vil de los escepticismos: “todo da igual, nada va a cambiar”. Y frente a la pregunta: “¿para qué me voy a privar de mis seguridades, comodidades y placeres si no voy a ver ningún resultado importante?”, la respuesta permanece siempre la misma: «Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente vive» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 275) y nos quiere también vivos, fraternos y capaces de hospedar y compartir esta esperanza. En el contexto actual urgen misioneros de esperanza que, ungidos por el Señor, sean capaces de recordar proféticamente que nadie se salva por sí solo.

Al igual que los apóstoles y los primeros cristianos, también nosotros decimos con todas nuestras fuerzas: «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20). Todo lo que hemos recibido, todo lo que el Señor nos ha ido concediendo, nos lo ha regalado para que lo pongamos en juego y se lo regalemos gratuitamente a los demás. Como los apóstoles que han visto, oído y tocado la salvación de Jesús (cf. 1 Jn 1,1-4), así nosotros hoy podemos palpar la carne sufriente y gloriosa de Cristo en la historia de cada día y animarnos a compartir con todos un destino de esperanza, esa nota indiscutible que nace de sabernos acompañados por el Señor. Los cristianos no podemos reservar al Señor para nosotros mismos: la misión evangelizadora de la Iglesia expresa su implicación total y pública en la transformación del mundo y en la custodia de la creación.

Una invitación a cada uno de nosotros

El lema de la Jornada Mundial de las Misiones de este año, «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20), es una invitación a cada uno de nosotros a “hacernos cargo” y dar a conocer aquello que tenemos en el corazón. Esta misión es y ha sido siempre la identidad de la Iglesia: «Ella existe para evangelizar» (S. Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 14). Nuestra vida de fe se debilita, pierde profecía y capacidad de asombro y gratitud en el aislamiento personal o encerrándose en pequeños grupos; por su propia dinámica exige una creciente apertura capaz de llegar y abrazar a todos. Los primeros cristianos, lejos de ser seducidos para recluirse en una élite, fueron atraídos por el Señor y por la vida nueva que ofrecía para ir entre las gentes y testimoniar lo que habían visto y oído: el Reino de Dios está cerca. Lo hicieron con la generosidad, la gratitud y la nobleza propias de aquellos que siembran sabiendo que otros comerán el fruto de su entrega y sacrificio. Por eso me gusta pensar que «aun los más débiles, limitados y heridos pueden ser misioneros a su manera, porque siempre hay que permitir que el bien se comunique, aunque conviva con muchas fragilidades» (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 239).

En la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra cada año el penúltimo domingo de octubre, recordamos agradecidamente a todas esas personas que, con su testimonio de vida, nos ayudan a renovar nuestro compromiso bautismal de ser apóstoles generosos y alegres del Evangelio. Recordamos especialmente a quienes fueron capaces de ponerse en camino, dejar su tierra y sus hogares para que el Evangelio pueda alcanzar sin demoras y sin miedos esos rincones de pueblos y ciudades donde tantas vidas se encuentran sedientas de bendición.

Contemplar su testimonio misionero nos anima a ser valientes y a pedir con insistencia «al dueño que envíe trabajadores para su cosecha» (Lc 10,2), porque somos conscientes de que la vocación a la misión no es algo del pasado o un recuerdo romántico de otros tiempos. Hoy, Jesús necesita corazones que sean capaces de vivir su vocación como una verdadera historia de amor, que les haga salir a las periferias del mundo y convertirse en mensajeros e instrumentos de compasión. Y es un llamado que Él nos hace a todos, aunque no de la misma manera. Recordemos que hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia. También hay un aspecto de la apertura universal del amor que no es geográfico sino existencial. Siempre, pero especialmente en estos tiempos de pandemia es importante ampliar la capacidad cotidiana de ensanchar nuestros círculos, de llegar a aquellos que espontáneamente no los sentiríamos parte de “mi mundo de intereses”, aunque estén cerca nuestro (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 97). Vivir la misión es aventurarse a desarrollar los mismos sentimientos de Cristo Jesús y creer con Él que quien está a mi lado es también mi hermano y mi hermana. Que su amor de compasión despierte también nuestro corazón y nos vuelva a todos discípulos misioneros.

Que María, la primera discípula misionera, haga crecer en todos los bautizados el deseo de ser sal y luz en nuestras tierras (cf. Mt 5,13-14).

Roma, San Juan de Letrán, 6 de enero de 2021, Solemnidad de la Epifanía del Señor.


FRANCISCO


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Mensaje del Santo Padre a los Miembros de las Asociaciones Entraide et Fraternité y Action Vivre ensemble

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 29 de enero de 2021).-  Mensaje que el Santo Padre FRANCISCO ha enviado a los Miembros de las Asociaciones Entraide et Fraternité y Action Vivre ensemble:


MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DE LAS ASOCIACIONES
"ENTRAIDE ET FRATERNITE" Y "ACTION VIVRE ENSEMBLE"

 

 

En 1961, los obispos de Bélgica tomaron la iniciativa de lanzar la campaña de "Compartir la Cuaresma" e invitaron a los católicos a compartir sus recursos en favor del Congo, que se había independizado. Para ello, fundaron vuestra asociación y la llamaron Entraide et Fraternité. Desde hace sesenta años preparáis y organizáis Compartir la Cuaresma en Bélgica; desde entonces habéis ampliado vuestro campo de acción a países de todo el mundo. En 1971, los Obispos lanzaron Action Vivre ensemble, para organizar la campaña de Adviento y ayudar a las asociaciones que luchan contra la pobreza en Bélgica. El campo de acción prioritario de vuestras asociaciones es el apoyo a la actividad social de vuestros interlocutores sea en el Sur del mundo, que en Bélgica. 

Felicito a vuestras dos organizaciones por su fidelidad en el cumplimiento de su misión y agradezco de corazón a todos los que se comprometen con ellas como voluntarios, profesionales o benefactores.

Los retos que os esperan se ven agravados por la crisis del COVID-19, que afecta a todo el mundo, pero de manera aún más terrible a los más pobres y marginados. Por tanto, es más importante que nunca continuar y desarrollar la acción emprendida. Así, pues, animo de todo corazón a vuestros equipos de Entraide et Fraternité y Action Vivre ensemble, así como a los numerosos voluntarios que apoyan vuestra acción en las parroquias y en el seno de la sociedad civil; animo a vuestros interlocutores que luchan día a día contra las pobrezas inaceptables, así como a los donantes que os apoyan mediante el aporte financiero. Todos tenemos el mismo objetivo: construir un mundo más justo y fraternal. 

De todo corazón, os imparto la bendición apostólica y mi ánimo para que continuéis incansablemente vuestro compromiso en el camino de la amistad social y la fraternidad, con la gracia de Cristo, el buen samaritano por excelencia. Y no os olvidéis de rezar por mí y por la Iglesia en todo el mundo.

En el Vaticano, 8 de enero de 2021

FRANCISCO


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Audiencias diarias del Papa [Viernes 29 de enero de 2021]

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 29 de enero de 2021).-  El Papa FRANCISCO ha recibido esta mañana en Audiencia a:

- S.E. el Cardenal Luis Antonio G. Tagle, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

- S.E. Mons. Vito Pio Pinto, Decano del Tribunal de la Rota Romana.

- Colegio de Prelados Auditores de la Rota Romana.

- Oficiales del Tribunal de la Rota Romana, con motivo de la inauguración del año judicial.

El Santo Padre nombra al Rev. Peter Beňo, Obispo titular de Amudarsa y Auxiliar de Nitra, Eslovaquia

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 29 de enero de 2021).-  En otros Actos Pontifcios hoy el Santo Padre  FRANCISCO ha nombrado Obispo titular de Amudarsa y Auxiliar de Nitra (Eslovaquia) al Reverendo Peter Beňo, hasta ahora Decano de Trenčín, Párroco y Rector del Santuario diocesano de los Santos Andrés Svorad y Benito en Skalka nad Váhom.

Currículum vitae

S.E. Mons. Peter Beňo nació el 2 de septiembre de 1972 en Bánovce nad Bebravou.

Fue ordenado Sacerdote el 14 de septiembre de 1996 para la diócesis de Nitra.

Tras la ordenación sacerdotal, ocupó los siguientes cargos: Vicario Parroquial en Púchov (1996-1997), Administrador Parroquial en Nesluša (1997-2002), Prefecto del Seminario Mayor de San Gorazda en Nitra (2002-2008), Profesor en el Instituto Teológico de Nitra y en la Facultad de Teología Santos Cirilo y Metodio de la Universidad Comenius de Bratislava (2002-2008), Párroco en Soblahov (2008-2014). Desde 2014 es Párroco en Skalka nad Váhom y en 2016 fue nombrado Rector del Santuario diocesano de los Santos Andrés Svorad y Benito en el mismo municipio. Desde 2018 es también Decano de Trenčín.

“Misión de compasión” y corresponsabilidad entre las diócesis en la Iglesia universal

CIUDAD DEL VATCANO (Agencia Fides, 29/01/2021) – “En el Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2021, el Papa Francisco recuerda que la situación actual de la pandemia ha amplificado el dolor, la soledad y la pobreza, resaltando esa 'necesidad de redención', a la que Dios en Cristo no es extraño, como escribe el Papa, hoy ante este sufrimiento no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, el Señor. Por eso escuchamos resonar en el mensaje las palabras de esperanza: ¡no está aquí, ha resucitado!”, dice a la Agencia Fides monseñor Giampietro Dal Toso, subsecretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y presidente de las Obras Misionales Pontificias, comentando el mensaje publicado hoy.


“Esas palabras - continúa - confieren la audacia necesaria para buscar creativamente todas las formas posibles de vivir la compasión. En este tiempo de pandemia, afirma el Papa, es urgente la misión de la compasión, capaz de hacer de la distancia necesaria un lugar de encuentro, cuidado y promoción. Con este espíritu - remarca el arzobispo - esperamos que crezca el principio de corresponsabilidad que es la base de nuestra experiencia como Obras Misionales Pontificias, donde todos se sienten interpelados por las necesidades de los demás. Por ello, como se subraya en una reciente carta enviada por la Congregación para la Evangelización de los Pueblos a los obispos de unas 1.100 circunscripciones eclesiásticas que reciben anualmente una contribución de las Obras Misionales Pontificias, las diócesis más grandes y estructuradas de los territorios de misión, receptoras del subsidio ordinario, pueden renunciar a él y cederlo, para que pueda ser redistribuido a iglesias más pequeñas y más pobres y por lo tanto más probadas”. Se trata de los subsidios del “Fondo de Solidaridad Universal” (FUS), fruto de la colecta universal que se realiza en todo el mundo en la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra cada año el penúltimo domingo de octubre. “Los territorios bajo la jurisdicción de Propaganda Fide - diócesis, vicariatos apostólicos, prefecturas apostólicas, administraciones apostólicas, misiones ‘sui iuris’- se encuentran sobre todo en las zonas más pobres del mundo. Nuestra intención es la de provocar un impulso solidario dentro de la Iglesia universal, para mejorar la distribución de los fondos: si hay diócesis u obispos capaces de llevar a cabo la vida pastoral gracias a los recursos locales, podrían renunciar voluntariamente al subsidio, total o parcialmente, permitiendo así que las diócesis más pobres obtengan una mayor contribución”, explica mons. Dal Toso.


Los subsidios concedidos por las Obras Misionales Pontificias “apoyan sólo los proyectos pastorales mediante la provisión de gastos específicos relacionados con la obra de evangelización, la vida de las Iglesias locales, la formación del clero, de religiosos y catequistas”, recuerda el arzobispo, explicando que “esta obra es muy importante para el futuro de la Iglesia en los cinco continentes”. Esta contribución ofrecida y entregada por las OMP es preciosa y significativa para los territorios que la reciben. Las OMP apoyan, por ejemplo, seminarios diocesanos o interdiocesanos y ofrecen apoyo financiero a los obispos jubilados, a menudo el único que tienen en las regiones más pobres, donde los católicos son una minoría y la comunidad local no tiene la capacidad económica para sostenerlos.


Además de la colecta habitual para la Jornada Mundial de las Misiones, el Papa Francisco en el 2020, estableció en las OMP un “Fondo Especial de Emergencia Covid” para ayudar a las Iglesias de los países más pobres a lidiar con la pandemia y sus repercusiones económicas. Gracias a este fondo especial, se han podido realizar y sostener más de 250 proyectos, con intervenciones realizadas en 41 países y 229 entre arquidiócesis, diócesis, vicariatos apostólicos y conferencias episcopales, por un valor de más de 1,85 millones de dólares.


En total, en 2020 las Obras Misionales Pontificias han distribuido aproximadamente 130 millones de dólares, destinados a territorios de misión. Los subsidios de las OMP financiaron el año pasado 2.870 proyectos en territorios de misión para la educación y protección de los niños; 79.380 seminaristas mayores y menores y 8.094 novicios en sus cursos de formación; además del nacimiento y construcción de 751 nuevas iglesias en los cinco continentes.


La colecta de 2020, de la que aún se esperan los datos definitivos, ha estado marcada por la crisis económica posterior a la pandemia.

El Cardenal Tagle: “La misión es compartir el amor recibido de Dios por pura gratitud”

CIUDAD DEL VATICANO (Agencia Fides, 29/01/2021) – “El Santo Padre en el Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones del 2021, tomado de los Hechos de los apóstoles, une la misión y la experiencia humana de la misericordia de Cristo: quiere decirnos que no hay dicotomía ni separación entre lo que llamamos espiritualidad y el trabajo del apostolado”: así lo afirma, en entrevista con la Agencia Fides, el cardenal Luis Antonio Tagle, prefecto de la Congregación para la Evangelización de Pueblos, comentando el Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones de 2021, publicado hoy por la Santa Sede, titulado «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20). “Espiritualidad - explica el cardenal - significa tener una profunda experiencia del amor misericordioso de Dios, que nos ha sido dado en Jesucristo. Jesús, con su amor por nosotros, se convirtió en uno de nosotros, nuestro hermano, el que abrazó nuestras debilidades, nuestros trabajos y nuestros sueños, nuestras alegrías y esperanzas, como dice Gaudium et Spes. Y, como recuerda el papa Francisco, cuando una persona es amada, cuando experimenta ser amada, como sucedió con los apóstoles, no puede quedárselo para sí, sino que quiere compartirlo: es un hecho hermoso y precioso, y así se convierte en misión”.

El Prefecto prosigue: “La misión, por tanto, está íntimamente ligada al amor de Cristo. No es un trabajo, no es una obra humana, que a veces incluso se siente como una tarea pesada, como una carga. En cambio, es un puro acto de gratitud. Es una respuesta de gratitud por el amor recibido de Dios. Abrazados y envueltos por el amor de Dios, queremos compartir este amor especialmente con aquellos que no se sienten amados, que se sienten abandonados, rechazados, con los de las periferias existenciales. Los que hemos experimentado el amor de Dios, los que hemos escuchado y acogido el Evangelio del amor, lo compartimos con el prójimo, con el corazón rebosante de gratitud”.

Otro aspecto que el Papa Francisco toca en el mensaje es el de la compasión: “La compasión - observa el cardenal Tagle - es una de las formas de mostrar a la humanidad herida de hoy, en los tiempos difíciles que vivimos, el rostro del amor de Dios. Para anunciar el Evangelio hoy, el lenguaje entendido por la humanidad es el de la caridad y la compasión: es uno de los aspectos para compartir el amor de Dios. Muchas personas en todo el mundo ya eran frágiles, marginadas y vulnerables antes de la pandemia. Hoy su situación ha empeorado: por eso comunicar, con nuestra vida, la presencia y la compasión de Cristo les traerá consuelo y nueva esperanza. El Papa nos llama en el mensaje a ser 'misioneros de la esperanza', en un mundo que tiene una gran necesidad de bondad, hospitalidad, misericordia, fraternidad. La misión es realizar cada acción de la vida con el espíritu de la Eucaristía, es vivir la vida como una Eucaristía, una vida de gratitud y acción de gracias a Dios. Y hacer todo en el nombre del Señor Jesucristo. Él es el mayor don que hemos recibido, y ese don da fruto: nosotros mismos somos fruto de su Espíritu y de su presencia, somos los que llevamos al mundo el don inestimable de su amor”.

Por último, el Prefecto de Propaganda Fide quiere recordar, en la conversación con Fides, el valor de la missio ad gentes y de quienes dan la vida por llevarla a cabo: “Los misioneros son aquellas personas que, para compartir el amor de Dios, dejen sus certezas, el consuelo de su vida y van a las periferias del mundo, entre los más pobres y desfavorecidos, entre los que sufren y los necesitados, testificando con sus vidas que Dios es amor, y que ama y se entrega a toda criatura. Los misioneros son aquellos que, como los apóstoles, no pueden guardar para sí el amor que han experimentado: el Espíritu los empuja hasta los confines de la tierra para anunciarlo y dárselo a los que más lo necesitan, a los que sufren y están desesperados, a los que no le conocen y no han experimentado el inmenso amor de Cristo. Hoy, mientras el mundo entero atraviesa desafíos muy difíciles como el de la pandemia, la misión de Cristo continúa a través de cada uno de nosotros: donde están los más necesitados, también hay misioneros, dispuestos a consolar corazones heridos, en el nombre de Cristo Jesús”.

La segunda ola de Covid-19 peligra con afectar con fuerza a los países africanos

Roma, ITALIA (Agencia Fides, 29/01/2021) – “Varios países africanos están experimentando ahora la segunda ola del virus”, dice el p. Charles Chilufya SJ, Coordinador Task Force Africa de la Comisión Covid-19 del Vaticano y Director de la Oficina de Justicia y Ecología de la Conferencia Jesuita de África y Madagascar (JCAM). “Varios países han informado de un nuevo aumento” en el último mes. La novedad de esta segunda oleada es que el virus “ha comenzado a extenderse en zonas de alta densidad”. Los gobiernos de varios estados africanos están preocupados por el progreso de la epidemia.

Una preocupación compartida por las Conferencias Episcopales locales, como la de Tanzania. En un comunicado enviado a la Agencia Fides, los obispos de Tanzania advierten a los fieles sobre la “nueva ola de infecciones por coronavirus”, que ha provocado un aumento de muertes. “Nuestro país no es una isla ... Debemos defendernos, tomar precauciones y rezar a Dios con todas nuestras fuerzas para que este flagelo no nos alcance”. Los obispos piden a los tanzanos que redoblen sus esfuerzos en la lucha contra el virus “utilizando todas las armas espirituales, físicas, científicas y sociales. No paramos de rezar, mantener las distancias sociales, lavarnos y desinfectarnos las manos, tomando las medidas necesarias cuando veamos signos de enfermedad y evitar reuniones que puedan resultar peligrosas”.

En Zambia, la diócesis de Ndola está considerando suspender las celebraciones litúrgicas porque, según un comunicado, “en la mayoría de nuestras parroquias e instituciones, las medidas preventivas del COVID-19 han sido muy relajadas y, en algunos casos, incluso completamente abandonadas”. Recordamos que la Iglesia en Zambia ha sido duramente golpeada por el Covid-19 .

África alberga aproximadamente al 17% de la población mundial. Al 31 de diciembre, la Universidad John Hopkins informó 2.743.670 casos de coronavirus en el continente y 64.868 muertes, lo que representa el 3,31% y el 3,58% de los casos y muertes mundiales, respectivamente. Si estos datos son precisos o , es algo difícil de determinar, ya que la Organización Mundial de la Salud informó que, en comparación con otras áreas del mundo, las pruebas para detectar el coronavirus en África son pocas. Sudáfrica encabeza la lista de casos de Covid-19 en el continente con poco más de 1 millón de casos reportados y alrededor de 28.500 muertes.