La desigualdad de riqueza (“wealth inequality” o también “wealth gap”) se estima en función de la distribución desigual de los activos entre los residentes de un país. La riqueza incluye el valor de los automóviles, las casas, los ahorros y las inversiones y objetos de valor personales de modo que su distribución desigual da como resultado niveles de vida desiguales. World Population Review sugiere que “la globalización ha reducido la desigualdad global entre las naciones, pero ha aumentado la desigualdad dentro de ellas” y que, en general, “los países en desarrollo se caracterizan por una mayor desigualdad que los países desarrollados”. La investigación se basa en el índice de Gini, o “coeficiente de Gini”, una medida estadística de la distribución desarrollada por el estadístico italiano Corrado Gini.
En el análisis de los casos asiáticos, Tailandia e Indonesia son países donde la riqueza y la prosperidad van en aumento, pero donde esta permanece extremadamente concentrada en manos de muy pocos. Hoy en día existen numerosas formas de medir estos parámetros: la ONG británica Oxfam publica su informe todos los años, mientras que la base de datos mundial sobre desigualdad (WID.world) se considera la “mayor base de datos disponible sobre la evolución histórica de la distribución mundial del ingreso y de la riqueza, tanto dentro de los países como entre ellos”.
Sobre la desigualdad, no solo económica, se centra el Objetivo n. 10 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, lanzados por la ONU con la llamada Agenda 2030: el objetivo apunta a aumentar los ingresos de las clases más pobres para lograr la responsabilidad e inclusión social, para garantizar la igualdad de oportunidades y una migración humana más regularizada y segura, así como una mayor voz de los países en desarrollo en el proceso de toma de decisiones dentro de las instituciones económicas y financieras internacionales.