Tijuana, MÉXICO (Agencia Fides, 12/04/2019) – Hace apenas unas horas, el jurado de World
Press Photo 2019 presentó el premio como la mejor foto del año a "La
niña que llora en la frontera", de John Moore. La imagen simbólica de
2018 como foto-noticia del año, fue tomada el 12 de junio de 2018 en
McAllen, Texas, una ciudad en la frontera entre los Estados Unidos y
México, e inmediatamente despertó una gran emoción, relanzada a través
de todos los medios internacionales. El drama representado era claro:
los menores separados de sus familias migrantes que llegaron a la
frontera de los Estados Unidos. La foto muestra a la pequeña hondureña
Yanela Sánchez llorando bajo las piernas de su madre Sandra mientras era
controlada por un oficial de la frontera.
Después de su publicación, las autoridades fronterizas de EE. UU.
emitieron un comunicado en el que afirmaban que Yanela y su madre no
estaban entre las miles de familias que habían sido separadas en la
frontera. Sin embargo, la indignación pública con respecto a la política
de separar a los niños de sus familias perseguida por la administración
estadounidense obligó al presidente Donald Trump a revisar las
disposiciones a este respecto.
La situación real contada por esta foto, después de casi un año, sigue
siendo la misma: el calvario de las caravanas que no dejan de llegar a
la frontera mexicana con los Estados Unidos. En las últimas horas, Fides
ha recibido noticias particularmente alarmantes de México. Bajo la
nueva política de inmigración del gobierno mexicano, basada en el
respeto de los derechos humanos de los extranjeros en tránsito en el
país, el Instituto Nacional de Migración (INM) ha cerrado recientemente
los centros estatales para migrantes en Morelia, Acapulco, Nogales y
Reynosa, como se indica en la nota enviada a Fides, "debido a la falta
de condiciones mínimas de recepción y prestación de servicios". La
responsabilidad de ofrecer comida y alojamiento a los migrantes a lo
largo de su ruta, desde el sur hasta la frontera norte, recae ahora en
las pocas ONG presentes y en la Iglesia. Aunque algunos municipios de
las ciudades fronterizas, como Tijuana, tienen una Comisión
municipal para migrantes, en la práctica son las Iglesias locales y
algunas organizaciones de la sociedad civil que, con limosna y las
ofrendas de los fieles y las donaciones de los ciudadanos, logran acoger
y alimentar a los migrantes nacionales y extranjeros.
Solo en Tijuana, una ciudad fronteriza mexicana, un destino favorito
para aquellos que buscan ingresar a los Estados Unidos, hay 17 "Casa del
Migrante" administrados por la Iglesia y las ONG, que aún operan pero
están saturados en la capacidad máxima de recepción por el retorno
masivo de los centroamericanos que han solicitado asilo en los Estados
Unidos y regresan a México en espera de la respuesta de un juez de los
Estados Unidos a su solicitud.
Los responsables de estos centros calculan que, en general, atienden a
unas 1.200 personas, incluidos mexicanos y extranjeros. Por ejemplo, el
centro salesiano del Padre Chava ofrece entre 800 y 1,500 comidas todos
los días, solo gracias a la solidaridad que proviene de la comunidad
mexicana, que dona alimentos, medicinas, dinero y servicio voluntario.
Otro ejemplo lo ofrece la Iglesia Embajadores de Jesús, que se ha
convertido en uno de los albergues más grandes de Tijuana y actualmente
alberga a 250 personas: haitianos, guatemaltecos, hondureños,
salvadoreños, venezolanos, chilenos e incluso africanos.