Ulán Bator, MONGOLIA (Agencia Fides, 07/08/2021) – “Ser obispo en Mongolia creo que se parece
mucho al ministerio episcopal de la Iglesia primitiva. Somos como los
apóstoles que en los primeros días del cristianismo dieron testimonio de
Cristo resucitado siendo una minoría en comparación con los lugares y
culturas donde fueron. Para mí esta es una gran responsabilidad que me
acerca al verdadero sentido de la misión”. Así explica a la Agencia
Fides su experiencia en el país y su tarea evangelizadora monseñor
Giorgio Marengo, Prefecto Apostólico de Ulán Bator.
El padre Giorgio Marengo, obispo consagrado en agosto del año pasado,
llegó a Mongolia con sus hermanos, los Misioneros de la Consolata, en
2003 para acompañar y ayudar pastoralmente a la pequeña comunidad de
Arvaiheer, en la región de Uvurkhangai. Desarrolla su actividad a través
de iniciativas relacionadas con las necesidades y problemas del lugar
como, por ejemplo, programas extraescolares para niños, unas duchas
públicas, un proyecto de artesanía llevado por mujeres, la guardería y
un grupo de rehabilitación para alcohólicos. “Es un trabajo complejo y, a
veces, incluso duro, que no desanima a estos verdaderos pastores con
olor a oveja, misioneros y misioneras que viven y dan testimonio del
Evangelio entre nosotros”, asegura monseñor Marengo. La Iglesia de
Mongolia, joven, pequeña y periférica, atiende con cariño a 1.300 fieles
de un total de tres millones y medio de habitantes.
La escasez numérica es inversamente proporcional al compromiso y
dedicación, basados en la hermandad y la armonía para revitalizar,
guiados por el Evangelio, aquellas raíces cristianas de origen siríaco
presentes en la zona desde el siglo X y luego congeladas por la epopeya
del imperio mongol. “El cristianismo no se vivía desde hace siglos. Por
eso hoy, a nivel popular, se cree que es algo nuevo, que ha venido del
exterior en los últimos años, sin tener en cuenta que es una página
antigua de la Historia. Hoy en día hay ocho parroquias y unos sesenta
misioneros de diferentes nacionalidades y congregaciones que se reúnen
regularmente para afrontar juntos los problemas, coordinar actividades y
planificar nuevas iniciativas. En 2022 celebraremos los 30 años de la
renovada presencia de la Iglesia católica en este gran país asiático”,
explica el padre Giorgio a la Agencia Fides.
“En cuanto a los que han recibido el bautismo, es necesario continuar
una labor de acompañamiento y formación para ayudar a los fieles a
crecer en la fe. La misión parte, ante todo, de una escucha profunda del
Señor que nos envía, del Espíritu que vive y nos moldea, y de las
personas a las que es enviado”, prosigue el prelado. Los misioneros son
hombres y mujeres de profunda espiritualidad que extraen de la comunión
con Cristo la sabiduría necesaria para empatizar con la comunidad. Por
eso, el obispo asegura que “es importante, por ejemplo, estudiar el
idioma o perfeccionar las herramientas que permitan establecer una
relación con las personas, tratando de comprender cuáles son sus
referentes, su historia y sus raíces culturales y religiosas”.
“Hay una expresión que creo que puede transmitir bien la naturaleza de
nuestro compromiso misionero. La escuché de boca de monseñor Thomas
Menamparampil, arzobispo emérito de Guwahati, India: “susurrar el
Evangelio al corazón de Asia”. Me gusta aplicar esta imagen a Mongolia
donde el anuncio de la Palabra del Evangelio, con un susurro, es un
trabajo constante de evangelización que requiere entrar en relación
profunda con las personas. En virtud de esta auténtica relación de
amistad, podemos compartir lo más precioso que tenemos: la fe en nuestro
Señor Jesucristo”, concluye el obispo.