Texto del discurso que el Papa ha dirigido a los presentes durante la Audiencia:
DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA CONFERENCIA INTERNACIONAL SOBRE EL TEMA
"DROGAS Y ADICCIONES: UN OBSTÁCULO PARA EL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL"
A LOS PARTICIPANTES EN LA CONFERENCIA INTERNACIONAL SOBRE EL TEMA
"DROGAS Y ADICCIONES: UN OBSTÁCULO PARA EL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL"
Sala Clementina
Sábado, 1° de diciembre de 2018
Sábado, 1° de diciembre de 2018
Queridos hermanos y hermanas,
Os recibo con mucho gusto al final de vuestra Conferencia
Internacional sobre Drogas y Adicciones. Saludo cordialmente a todos y
agradezco al cardenal Turkson las palabras con las que ha presentado
nuestro encuentro.
En estos días, habéis tratado temas y problemáticas relacionados con
el preocupante fenómeno de las drogas y las nuevas y viejas adicciones
que obstaculizan el desarrollo humano integral. La comunidad entera se
ve interpelada por las dinámicas socioculturales actuales y por las
formas patológicas derivadas de un clima cultural secularizado, marcado
por el capitalismo de consumo, la autosuficiencia, la pérdida de
valores, el vacío existencial, de la precariedad de los lazos y de las
de relaciones. La droga, como hemos subrayado ya varias veces, es una
herida en nuestra sociedad, que atrapa a muchas personas en sus redes.
Son víctimas que han perdido su libertad a cambio de esta esclavitud,
una adicción que podemos llamar química.
El uso de droga, como vosotros bien sabéis, causa daños gravísimos
a la salud, a la vida humana y a la sociedad. Todos estamos llamados a
combatir la producción, la elaboración y la distribución de la droga en
el mundo. Es deber y tarea de los gobiernos abordar con valentía esta
lucha contra los traficantes de muerte. Traficantes de muerte: no
debemos tener miedo de calificarlos así. El espacio virtual se está
revelando un ámbito cada vez más peligroso: en algunos sitios de
Internet, los jóvenes, y no solo ellos, son seducidos y arrastrados a
una esclavitud de la que es difícil liberarse y que conduce a la pérdida
del significado de la vida y, a veces, de la vida misma. Ante este
escenario preocupante, la Iglesia siente con urgencia la necesidad de
instaurar en el mundo contemporáneo una forma de humanismo que vuelva a
situar a la persona humana en el centro de la vida social económica y
cultural; Un humanismo cuyo fundamento es el "Evangelio de la
Misericordia". Partiendo de él, los discípulos de Jesús encuentran
inspiración para llevar a cabo una acción pastoral realmente eficaz con
el fin de aliviar, cuidar y curar los muchos sufrimientos relacionados
con las adicciones multiformes presentes en la escena humana.
La Iglesia, junto con las instituciones civiles, nacionales e
internacionales, y los diversos organismos educativos, está comprometida
activamente en todos los lugares del mundo para contrarrestar la
difusión de las adicciones movilizando sus energías en la prevención, la
cura, la rehabilitación y los proyectos de reintegración que devuelvan
la dignidad a quienes han sido privados de ella. Para vencer las
adicciones, es necesario un esfuerzo sinérgico que involucre a los
diferentes grupos y organismos presentes en el territorio en la
activación de programas sociales que promuevan la salud, la ayuda
familiar y, sobre todo, la educación. En esta perspectiva, me sumo a
los deseos que habéis formulado en vuestra Conferencia, de una mayor
coordinación de las políticas antidroga y contra la adicción, - las
políticas aisladas no sirven: es un problema humano, es un problema
social, todo debe estar vinculado- creando redes de solidaridad y
cercanía con aquellos que están marcados por estas patologías.
Queridos hermanos y hermanas, muchas gracias por vuestra contribución
en estos días de estudio y reflexión. Os animo a continuar, en vuestros
diversos ámbitos de acción, vuestro trabajo de animación y sostén
también a favor de aquellos que han salido del túnel de la droga y de
las diversas adicciones. Estas personas necesitan la ayuda y el apoyo de
todos nosotros: así podrán, a su vez aliviar el sufrimiento de muchos
hermanos y hermanas en dificultades.
Confío vuestros esfuerzos y vuestros propósitos de bien a la
intercesión de María Santísima, Salud de los Enfermos, y, mientras os
pido que recéis por mí, os bendigo a todos de corazón, así como a
vuestras familias y a vuestras comunidades. Gracias.
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