Rovigo, ITALIA (Agencia Fides, 29/11/2021) - Afganistán está vivo en el corazón de los
fieles y de los misioneros: aunque la experiencia de la Missio sui iuris
en Kabul se haya interrumpido, los desafíos misioneros son el centro de
atención del Centro Misionero Diocesano de la diócesis italiana de
Adria-Rovigo y de la Familia Misionera de la Redención. Don Silvio
Baccaro, director del Centro, explica a la Agencia Fides que reunirse y
hablar de Afganistán, de la guerra y de la paz, “es una forma de acercar
a los ciudadanos a las familias afganas que Rovigo ha decidido acoger
tras la caída de Kabul el 15 de agosto”, mientras que la hermana Luisa,
superiora de la rama femenina de la Familia, recuerda los mensajes del
Papa sobre Afganistán y el papel fundamental de las mujeres.
Este impulso de animación misionera se refleja en la vida y la obra de
la Familia Misionera de la Redención, fundada en 1946 por don Achille
Corsato, sacerdote diocesano fallecido en 1998. El sacerdote,
fuertemente comprometido con las Obras Misionales Pontificias, siguiendo
lo profundamente misionero de su corazón, eligió como patrona a Santa
María Chiara Nanetti, martirizada el 9 de julio de 1900 en China y
proclamada santa el 1 de octubre de 2000 por San Juan Pablo II. En el
camino de su establecimiento, la Familia Misionera de la Redención se ha
compuesto por dos ramas: misioneros núbilmente consagrados; y
sacerdotes misioneros, diáconos y célibes consagrados con votos de
pobreza, castidad y obediencia, con el fin de contemplar, vivir y
anunciar con alegría el misterio de Cristo Redentor del mundo. Asociados
a la Familia están los misioneros laicos, matrimonios que forman el
grupo Familias para la Misión y que se comprometen a vivir el carisma de
la Familia.
Teresa Rizzo fue la primera hermana que, como laica consagrada, eligió
dedicar su vida a la misión, que ahora está presente en Italia, pero
también en Brasil y Burundi, de donde proceden casi todas las hermanas
que viven actualmente en la comunidad de Italia. La propia Superiora
actual es de Burundi, país del que ha regresado recientemente tras más
de una década de servicio en su país de origen. El reto - explican los
misioneros a la Agencia Fides - es "promover la educación y la formación
humana y cristiana, la cultura del respeto a la diversidad, la de la
solidaridad, la justicia, la legalidad y el diálogo interreligioso, en
nombre de Cristo Jesús". La misión apoya proyectos de desarrollo y
solidaridad a través de adopciones a distancia, formación escolar,
profesional y sanitaria "prestando atención a las necesidades más
urgentes de quienes el Señor nos hace encontrar".
En Burundi, cada año desde 1994, la Familia Misionera apoya y atiende a
más de mil niños y jóvenes. Se les proporcionan medicamentos en caso de
enfermedad, una alimentación adecuada y la escolarización en estructuras
creadas a lo largo de los años o en familias dispuestas a acoger niños.
La Familia pública también una revista mensual, que informa de sus
actividades, y ha impreso varios libros, entre ellos uno dedicado a una
historia muy especial: la del pequeño Deddy, un niño africano aquejado
de macrocefalia, enfermedad que primero le privó de la vista y luego se
cobró su pequeña vida. Pero la historia de este "niño misionero", que
las hermanas llevaron a Italia para que pudiera ser tratado
adecuadamente, es también un mensaje de esperanza que va más allá de la
enfermedad y acerca África a Europa. El niño también conoció a Benedicto
XVI y más tarde al Papa Francisco. A ambos les dijo: “No os veo con mis
ojos, pero os veo con mi corazón”.