CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 7 de diciembre de 2018).- Discurso pronunciado por S.E. Mons. Paul Richard Gallagher,
Secretario para las Relaciones con los Estados, durante el 25º Consejo
Ministerial de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en
Europa (OSCE) en curso en Milán del 6 al 7 de diciembre de 2018:
Discurso de S.E. Mons. Paul R. Gallagher
Señor Presidente
Quisiera comenzar manifestando a esta 25ª reunión del Consejo
Ministerial los mejores deseos de Su Santidad el Papa FRANCISCO, que
asegura a toda la familia de la OSCE su apoyo y sus oraciones.
Además, deseo expresar mi gratitud y la de mi delegación al
Presidente en funciones, Su Excelencia Enzo Moavero Milanesi, Ministro
de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional de la República
Italiana, así como a toda la Presidencia italiana OSCE 2018 en funciones
por sus esfuerzos durante el transcurso de este año. También estamos
agradecidos al Gobierno de Italia y a las Autoridades de la ciudad de
Milán por su generosa hospitalidad durante estos dos días, que coinciden
con la celebración, mañana, del santo patrono de esta ciudad, el obispo
y doctor de la Iglesia del siglo IV, San Ambrosio.
La Santa Sede participó activamente en las negociaciones que llevaron
al Acta Final de Helsinki y a la sucesiva CSCE y se involucra con la
OSCE de hoy por una razón fundamental: este proceso desde hace 46 años
busca "paz, seguridad y justicia y el desarrollo continuo de relaciones
amistosas y cooperación” entre los Estados participantes.[1]
Reuniendo a estos Estados participantes en torno a una mesa,“como
Estados soberanos e independientes y en condiciones de plena igualdad ”[2],
la CSCE y la OSCE, a pesar de los desafíos, han demostrado y continúan
demostrando su valor y su repercusión como el acuerdo de seguridad
regional más grande del mundo. Como tal, la CSCE / OSCE tanto por su
propia naturaleza como a lo largo de su historia, ha confirmado que no
solo es distinta de otras organizaciones internacionales, sino que
también ofrece valor añadido al trabajo realizado por organizaciones
como las Naciones Unidas o el Consejo de Europa.
Desafortunadamente, tampoco nuestro tiempo presente es inmune a las
guerras, conflictos y tensiones, incluso dentro de la región de la OSCE y
en los países vecinos. En consideración a su naturaleza y misión
particulares, la Santa Sede alienta encarecidamente a los actores
interesados en abstenerse de acciones que desestabilicen a los países
vecinos, y a participar, en cambio, en un diálogo abierto y honesto,
en un esfuerzo por fortalecer la paz y la justicia y cumplir los
compromisos que hemos asumido, haciendo uso de las herramientas de
nuestra Organización diseñadas para solucionar conflictos y restaurar un
clima de confianza entre los Estados participantes.
La Santa Sede sigue siendo una firme sostenedora de los esfuerzos de
la OSCE encaminados a resolver conflictos y prevenir y combatir las
amenazas transnacionales, incluidas el terrorismo y el extremismo
violento y la radicalización que conduce al terrorismo, así como
aquellos que se ocupan de cuestiones más amplias relacionadas con la
seguridad, como la migración, la trata de seres humanos, al igual que
las consecuencias humanitarias y el sufrimiento debido a los conflictos.
Ya que "la persona humana es el fundamento y el propósito de la vida
política", nuestro primer objetivo debe ser garantizar que todas las
personas vivan en paz y seguridad. Aprovecho esta oportunidad para
reafirmar la disposición de la Santa Sede a ayudar y comprometerse con
todos los procedimientos, herramientas e iniciativas de la OSCE que
buscan hacer de la paz una realidad para todos nuestros pueblos.
Esta disponibilidad y este compromiso activo deberían también
aplicarse, indudablemente, a los esfuerzos encaminados a prevenir y
combatir la violencia contra las mujeres y que buscan eliminar todas las
formas de violencia.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos inicia reconociendo
que “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el
reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e
inalienables de todos los miembros de la familia humana;” .[3]
El compromiso de la OSCE con los derechos humanos se basa en lo mismo:
“reconocer el valor universal de los derechos humanos y de las
libertades fundamentales, cuyo respeto es un factor esencial de la paz,
la justicia y el bienestar” [4]
dentro y entre los Estados participantes. De hecho, la " la
universalidad de los derechos es el tema crucial de nuestro tiempo, un
verdadero argumento stantis aut cadentis, sobre el que se juega
la posibilidad de que los derechos humanos sigan marcando el horizonte
común para la construcción de nuestras sociedades, el punto de
referencia obligatorio para el ejercicio del poder político, el
indicador de la ruta para la comunidad internacional.".[5]
A este respecto se deben reconocer dos hechos :
Primero, una interpretación radicalmente individualista de ciertos
derechos y la afirmación de "nuevos derechos", - conceptos, ambos,
objetivamente distantes de la Declaración Universal y del Acta Final de
Helsinki- contribuyen a hacer mucho más difícil el consenso universal.
Si los Estados participantes ni siquiera pueden ponerse de acuerdo sobre
lo que significa el concepto de "derecho humano", no debería sorprender
que la dimensión humana siga quedando aún más atrás de la primera y la
segunda dimensión en el progreso de compromisos nuevos o más específicos
adoptados por consenso.
En segundo lugar, la universalidad de los derechos humanos se basa en
la idea de que todos los derechos humanos universales y las libertades
fundamentales deben ser protegidos y promovidos. Ignorar algunos
derechos humanos, estableciendo una jerarquía entre los derechos humanos
y hacer que el respeto de un derecho humano esté condicionado a la
aceptación de una interpretación discutible de "derechos" es
inaceptable. Esta realidad se muestra abiertamente, -y a veces
dolorosamente-, en los eventos de dimensión humana.
En este sentido, la Santa Sede debe expresar una vez más su
preocupación por la creciente prevalencia de lo que el Papa Francisco ha
denominado "un enfoque reduccionista" o una comprensión de la libertad
de religión o de creencias. Ese enfoque- desvinculado objetivamente
tanto de la Declaración Universal como de los compromisos de la OSCE -
busca reducir las religiones "a la oscuridad tranquila de la conciencia
del individuo o relegarlas a los recintos cerrados de iglesias,
sinagogas o mezquitas" [6]revelando
no solo una carencia en apreciar el verdadero sentido de la libertad de
religión o de creencias, sino también el papel legítimo de la religión
en la plaza pública.[7]
Tal falta de comprensión continúa alimentando sentimientos y
manifestaciones de intolerancia y discriminación contra los cristianos,
que bien podría denominarse "el último prejuicio aceptable" en muchas
sociedades. Si realmente buscamos un enfoque amplio para prevenir y
combatir la intolerancia y la discriminación, debemos evitar un enfoque
selectivo y prestar atención también a tales manifestaciones de
intolerancia y discriminación.
La Santa Sede hace, pues, un llamamiento a todos los Estados
participantes para que reconozcan que el único enfoque significativo de
la dimensión humana es buscar un entendimiento común de los derechos
humanos universales y de las libertades fundamentales, así como de su
protección y promoción.
Para concluir, deseo renovar mi gratitud a la Presidencia italiana
por su liderazgo y los esfuerzos realizados durante el año pasado y
expreso mis sinceros deseos de éxito a la Presidencia eslovaca entrante,
al tiempo que garantizo la cooperación y el apoyo continuos de la Santa
Sede.
Gracias, señor Presidente.
[1] Acta Final de Helsinki, Declaración sobre los principios que rigen las relaciones entre los Estados Participantes, 1a.
[2] Reglas de Procedimiento de la OSCE 1.
[3]DUDH, Preámbulo.
[4]
Acta Final de Helsinki, VII. Respeto por los derechos humanos y las
libertades fundamentales, incluida la libertad de pensamiento,
conciencia, religión o creencia.
[5]
Arzobispo Paul Richard Gallagher, Intervención en el Consejo de Europa
para la celebración del 70 aniversario de la Declaración Universal de
los Derechos del Hombre, 10 de septiembre de 2018.
[6]
Papa FRANCISCO, Encuentro por la libertad religiosa con la comunidad
hispana y otros inmigrantes, Independence Hall, Filadelfia, 26 de
septiembre de 2015.
[7] Cf. Decisión 3/13 del Consejo Ministerial de la OSCE sobre libertad de pensamiento, conciencia, religión o creencia.