Rumbek, SUDÁN DEL SUR (Agencia Fides 23/07/2021) – “No tengo dudas sobre el deseo de volver a mi
Sudán del Sur, la gente me espera y, más allá de los muchos problemas,
hay también una gran esperanza. Y quiero formar parte de ella”. El
violento atentado del que fue objeto la noche del 25 al 26 de abril
pasado ha dejado profundas huellas en su cuerpo y en su alma, pero no
parece haber debilitado en Mons. Christian Carlassare, obispo de Rumbek,
el entusiasmo de pastor y el amor por su país de misión.
Tres meses después del trágico suceso, mientras se encuentra en vías de
rehabilitación completa tras un largo tratamiento en Italia, en una
entrevista con la Agencia Fides el obispo habla de sus esperanzas y
expectativas de un pueblo que en estos días celebra el décimo
aniversario de independencia, pero que aún está lejos del sueño de una
democracia completa y pacífica.
“Fue un momento muy dramático, tuve que encomendarme al Señor pensando
que mi trabajo terminaría ahí. Esto me ha concedido desprendimiento y
libertad y la conciencia de que nuestro testimonio es válido cuando
somos fieles al Evangelio hasta el final, en nuestra fidelidad
cotidiana. En este momento estoy esperando con gran paz y libertad
interior, dispuesto a volver cuanto antes”, dice, recordando los
trágicos momentos del atentado.
“Las tres primeras semanas – relata -, estuve inmóvil en la cama y,
tras una sencilla operación inicial de vendaje en el propio Rumbek para
detener la pérdida de sangre, me trasladaron a Nairobi. Allí me quedé
hasta hace unas semanas. Me sometieron a 6 operaciones diferentes,
empecé a caminar de nuevo con muletas y a partir de cierto momento mi
estado mejoró visiblemente. Ahora he venido a Italia, a mi pueblo en la
zona de Vicenza, sin muletas y tengo que hacer ejercicio para
recuperarme del todo”.
Mientras tanto, la investigación sigue su curso: “Hasta ahora no hay
ninguna versión oficial – señala -. Se han producido varias detenciones y
en este momento hay seis personas que siguen en prisión: han sido
trasladadas de Rumbek a Juba, una clara señal de que el caso va a parar
al tribunal de la capital. Los seis actualmente encarcelados forman
parte de una familia que actuó en favor de los intereses del clan que,
con toda probabilidad, no estaban de acuerdo con mi nombramiento. Pero
el atentado, no hace falta decirlo, no ha beneficiado a nadie, nadie se
ha beneficiado al final”.
Sobre el hecho de que parece que los agresores procedían de círculos católicos, “me gustaría reiterar – ha dicho- que si una familia presiona por sus propios intereses hasta el punto de utilizar la violencia, poco importa que sean cristianos o de otras confesiones, son individuos armados que deciden cometer estos actos”. Al final, han atraído sobre sus personas mucho resentimiento de la mayoría de la población, mientras que se ha producido una auténtica carrera de solidaridad hacia mí, tanto de la gente de Rumbek como de los sudaneses del sur en Kenia, que incluso vinieron a visitarme: una reacción muy positiva que da esperanzas de que la población tome partido contra la violencia sin sentido. Para mí, en todo caso, lo que cuenta es el bien de la Iglesia y del país, no espero cosas para mí, la diócesis debe ponerse en marcha, comprendiendo y purificándose”.
Mientras tanto, en la diócesis de Rumbek se han hecho nuevos
nombramientos para la dirección y la pastoral a la espera de que el
padre Christian se reincorpore a su puesto. “En primer lugar, he hecho
lo que he podido por mi salud y creo que puedo volver lo antes posible.
Sin embargo, es muy importante que se haga todo lo posible para resolver
el caso y, tal vez aún más crucial, que la diócesis tenga una vía
dentro de sí misma de regeneración para garantizar la seguridad y la
posibilidad de trabajar y tomar decisiones. En mi ausencia, un
administrador apostólico ha sido nombrado por el Vaticano en la persona
del obispo de la diócesis de Wau Mathew Remigio. Tiene plena autoridad
en la diócesis y en la conducción del proceso, y puede contar con un
equipo de colaboradores formado por el padre Andrea Osman, sacerdote de
la diócesis nombrado vicario general, dos religiosas y un sacerdote
jesuita, además de un laico”.
De fondo está la situación de Sudán del Sur, un país que ha vivido
largos periodos de conflicto, hambruna, pobreza y emergencias
humanitarias desde su independencia en 2011. En los dos últimos años,
gracias a los acuerdos de paz y a la puesta en marcha de una primera
experiencia de gobierno de unidad nacional, se ha renovado la esperanza
de volver a la normalidad. Pero los continuos enfrentamientos, la
miseria y las dificultades en el camino del desarrollo corren el riesgo
de mortificarlo una y otra vez. Monseñor Carlassare afirma: “Es un
momento de gran esperanza para Sudán del Sur que nos hace mirar al país
con un poco más de perspectiva. Hay dos elementos a tener en cuenta, el
primero es que la paz es siempre muy frágil, siempre está sujeta a
límites y situaciones de violencia que la minan. Es un largo camino que
hay que recorrer sin asustarnos por lo lejos que nos puede llevar. Hay
informes de constantes enfrentamientos y situaciones graves que deben
resolverse a nivel local. Un ejemplo clásico es el estado del Alto Nilo,
que sufre graves tensiones debido a la asignación de tierras con un
sistema tribal que no puede funcionar. Hay que educar a la gente para
que conviva y el gobierno, al mismo tiempo, debe demostrar que trabaja
por la seguridad. La segunda es la excesiva circulación de armas. La
propia zona de Rumbek, al igual que muchas otras, está sometida a una
enorme circulación de armas que acaban en manos de civiles no
controlados por el gobierno. Es el resultado del conflicto que trajo las
armas y las entregó a quienes no debían tenerlas. Es inevitable que se
genere miedo e incertidumbre: en muchas zonas hay enfrentamientos en las
calles, sobre todo donde hay recursos, porque la gente va a tomarlos
por la fuerza con las armas”.