CIUDAD DEL VATICANO (Agencia Fides 22/10/2021) - Ha sido la invitación de la Virgen
María "Id, Siervas mías", la que ha empujado a la congregación de las
Siervas Franciscanas de María, un instituto religioso italiano, nacido
en la Toscana, a dirigirse hacia tierras lejanas e iniciar misiones en
Indonesia y Colombia.
Así lo explica la hermana Alessandra Dalpozzo, Madre General de las
Siervas Franciscanas de María, al presentar las actividades misioneras
de su congregación en una conferencia celebrada en el Vaticano el 21 de
octubre.
Las Hermanas Franciscanas Siervas de María nacieron en 1744 en Quadalto,
Palazzuolo sul Senio, en la provincia de Florencia, de la adhesión de
tres muchachas a la invitación de la Santísima Virgen, que se les
apareció en sueños y les dijo: "Id, mis Siervas". Las Hermanas, cuyo
modelo es María en la actitud de escucha, contemplación y ofrenda,
combinan el espíritu contemplativo con el del apostolado, realizado en
las parroquias, las misiones populares, la educación, la pastoral
juvenil y la asistencia a los pobres y enfermos.
En particular, en 2009, impulsada por la misma invitación a "salir" e
"ir a llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra", la
congregación comenzó su presencia en Atambua, en la isla de Timor, en
Indonesia. Fue la primera "misión ad gentes" de las hermanas, llamadas
allí por la diócesis, que les confió el cuidado de dos internados. Los
internados, que llevan el nombre de Santa Teresa de Ávila y Santa María
Goretti, acogen a un total de unas 150 niñas y ofrecen a las
adolescentes locales, procedentes de familias muy pobres, la posibilidad
de cursar estudios secundarios.
Sor Alessandra recuerda la contribución decisiva de la Obra Pontificia
para la Propagación de la Fe que, ofreciéndoles un subsidio, hizo
posible la construcción de la capilla en el centro de esta misión, un
lugar de oración, vida espiritual, celebración y encuentro comunitario.
Sor Alessandra recuerda: "Dondequiera que nos llamen a trabajar, en cada
lugar del mundo, sentimos que también son lugares elegidos por María,
donde queremos ser sus siervas, donde nos sentimos implicadas para estar
en la Iglesia y para la misión de la Iglesia; queremos ser
constructoras de paz, esa paz que es el don de Cristo muerto y
resucitado por nosotras".