Estambul, TURQUÍA (Agencia Fides, 23/10/2021) - Era el 22 de octubre de 1991 cuando
Bartolomeo Arkhontònis, de 51 años, entonces metropolita greco-ortodoxo
de Calcedonia, fue elegido por unanimidad por el Santo Sínodo del
Patriarcado Ecuménico como 270 arzobispo de Constantinopla y Patriarca
ecuménico. El aniversario se celebró en Estambul, con la divina liturgia
celebrada el viernes 22 de octubre en la catedral de San Jorge en el
Fanar, la sede patriarcal que se asoma al Cuerno de Oro. En un discurso
pronunciado al final de la liturgia, y sin pretender hacer un balance
detallado y exhaustivo, el propio Bartolomé explicó con sabiduría
cristiana qué criterios y qué caminos ha seguido durante este largo
tiempo, lleno de sorpresas, vivido como “primus inter pares” entre los
Primados de las Iglesias ortodoxas. “Durante estos treinta años de
nuestro Patriarcado hemos rezado desde el fondo de nuestro corazón,
'como servidores de Cristo y administradores de los sacramentos de
Dios', pidiendo poder hacer todo lo posible por la estabilidad y el
crecimiento de la Iglesia, por la custodia del tesoro, por la fiel
continuidad de la Tradición y por el fortalecimiento del Santo Sínodo,
en la convicción de que la institución sinodal es expresión de la
administración eclesiástica regular en toda Iglesia ortodoxa”, recordó
el Patriarca.
En su discurso, Bartolomé recordó su compromiso de estrechar los lazos
con otras Iglesias ortodoxas, culminado con la realización del Santo y
Gran Concilio de las Iglesias Ortodoxas, celebrado en Creta en 2016, y
también con la publicación de “Tomos de autonomía y autocefalía”, (como
la concedida a la Iglesia autocéfala ucraniana, que provocó un conflicto
aún no resuelto entre el Patriarcado Ecuménico y el Patriarcado de
Moscú) destinado, según el Patriarca Ecuménico, a favorecer la “solución
de problemas” surgidos durante muchos años para varios grupos
eclesiales ortodoxos.
El sucesor del Apóstol Andrés también recordó la contribución ofrecida
del Patriarcado Ecuménico “al despertar de toda la humanidad en temas
clave como el respeto a la persona humana, la postura frente al cambio
climático y la protección de la naturaleza, la paz de los pueblos, la
reconciliación, el cultivo de relaciones amistosas entre los países de
ambos lados del Egeo, el diálogo y el conocimiento mutuo inter eclesial e
interreligioso”. Bartolomé también destacó que “todo el trabajo del
Patriarcado Ecuménico no se llevó a cabo con un espíritu de poder
mundano, sino en el espíritu del Señor Todopoderoso”. “¿Qué hemos
logrado? ¿Qué continuidad, duración o evolución tendrá todo lo que hemos
hecho?”, se preguntó el Patriarca, confiando en que el mismo Cristo es
“el Maestro de la obra” y “el Señor de la viña”.
Bartolomé solo expresó su pesar humano y pastoral por no haber logrado
la reapertura de la Santa y Venerable Escuela Teológica de Halki, cuna
en el pasado de teólogos y figuras espirituales que enriquecieron a toda
la cristiandad. “Hoy entrando en nuestra cuarta década en el trono
ecuménico apostólico y patriarcal y en la archidiócesis de
Constantinopla”, añadió el Patriarca Bartolomé en la parte final de su
discurso “invocamos la misericordia del Señor y decimos, ‘Señor, como
quieras, si quieres, y durante el tiempo que quieras’”.