Latakia, SIRIA (Agencia Fides 20/10/2021) – En la época actual, en la que la fe "se está
extinguiendo en tantas partes del mundo", no se puede llegar a ser y
permanecer cristiano en virtud de estrategias y cursos de formación
humanos. Sólo se puede prosperar y perseverar en la fe si se ve actuar
"una fuerza que no es la nuestra, sino la del Espíritu Santo que actúa
en nosotros". Así es como el patriarca greco-melquita Youssef Absi ha
sugerido cual es la única fuente inagotable que en todas las
circunstancias, ya sean favorables o adversas, puede mover y alimentar
la labor apostólica de anunciar el Evangelio confiada por el propio
Cristo a sus discípulos.
El Patriarca ha querido salpicar de referencias - a la dinámica
elemental por la que la salvación prometida por Cristo se difunde por
todo el mundo -, la homilía de la divina liturgia que presidió con
motivo de la ordenación episcopal de Georges Khawam, oriundo de Alepo y
miembro de la Sociedad de los Misioneros de San Pablo (Padres
Paulistas), que el 17 de agosto fue elegido por el Sínodo de Obispos de
la Iglesia Patriarcal de Antioquía de los greco-melquitas como Arzobispo
de Lattaquié (Latakia) en Siria.
En su homilía, inspirándose en la segunda carta del Apóstol San Pablo a
su querido discípulo Timoteo, el Patriarca Youssef trazó una analogía
esclarecedora y realista entre los tiempos actuales y los de la primera
predicación apostólica, que siguen siendo paradigmáticos para las
aventuras misioneras de cada época. "Entre la primera y la segunda carta
de Pablo a Timoteo", recordó el Patriarca, "la comunidad cristiana
había comenzado a enfriarse y a declinar en cuanto a la fe y la vida
cristiana", siguiendo procesos en cierto modo similares a los que tienen
lugar hoy "en muchas regiones del mundo, donde la fe se extingue y
retrocede, hasta desaparecer".
En este contexto, la misión de anunciar el Evangelio también puede estar
marcada por "la fatiga, el dolor, la tristeza y la desesperación",
hasta el punto de experimentar "vergüenza y timidez" al confesar la fe
en Cristo. En este escenario de aparente decadencia, el patriarca
sugirió mirar a los acontecimientos de la primera predicación
apostólica, registrados en las Cartas y los Hechos de los Apóstoles.
El anuncio del Evangelio por parte de San Pablo y también de su
discípulo Timoteo tuvo lugar en la alegría y la esperanza, en medio de
las dificultades "que había ya entonces". Cuando "los demás nos
abandonan, cuando los mismos cristianos nos abandonan, y nos damos
cuenta de que somos jarrones de madera y terracota al lado de jarrones
de oro y plata" -continuó el Patriarca- entonces puede ocurrir que "el
amor se enfríe, y el miedo se introduzca en nosotros", poniéndonos a
prueba y confesando la fe, exasperando el contraste entre "la lealtad al
Evangelio y nuestros límites y traiciones". Pero precisamente en estas
circunstancias -señaló el Primado de la Iglesia melquita- se hace algo
más fácil reconocer que, siguiendo a Jesús y anunciando su Evangelio,
necesitamos en todo momento" el "don de su gracia". Refiriéndose a la
consagración episcopal que se estaba celebrando, el Patriarca se dirigió
al obispo electo
Georges recordándole que "hoy recibes un espíritu de fuerza. Y este
espíritu es el propio Espíritu Santo. No sois vosotros los que recibís
la fuerza del Espíritu Santo, sino que vosotros recibís el Espíritu
Santo, y es Él quien es fuerte. Y ahora sois fuertes porque el Espíritu
Santo, que es fuerte, habita y actúa en vosotros". "En nuestra vida de
pastores -continuó el Patriarca Youssef- podemos caer en la tentación de
confundir fuerza y autoritarismo, fuerza y arrogancia. Nuestro rebaño
necesita ver un poder que no es nuestro, sino el del Espíritu Santo que
mora en nosotros. Necesitan ver el fuerte Espíritu Santo que habita en
nosotros. Así nunca tendrán miedo. Pero si no ven que este poderoso
Espíritu Santo habita en nosotros, porque a sus ojos no somos más que
gobernantes, arrogantes, despreciadores, fuertes en todo menos en
Cristo, es decir, débiles, si esto sucede, se apartarán de nosotros”.