Bakavu, REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO
(Agencia Fides, 28/12/2021) - “En la cultura congoleña, la violencia contra una
mujer significa violencia contra la propia madre, porque es ella quien
da la vida y educa a los hijos. Las violaciones están planeadas como una
táctica de guerra por personas que conocen bien a la comunidad local.
La violencia es, por tanto, la marca indeleble de una guerra sin fin.
Las víctimas suelen ser niños, los más débiles y vulnerables”. Habla así
para la Agencia Fides el padre Bernard Ugeux, sacerdote de origen
belga, perteneciente a la Congregación de los Misioneros de África
(también llamados Padres Blancos). El religioso explica las difíciles
condiciones de vida de las mujeres congoleñas que viven en la región
oriental de Kivu.
“En esta zona los casos de violencia son sistemáticos”, dice el padre
Bernard. Según un informe de Naciones Unidas, la violencia contra las
mujeres supera los 15.000 casos en un año. “Estas mujeres muy jóvenes
son víctimas inocentes por partida doble, ya que después de ser
abusadas, también son culpabilizadas por ese abuso lo que significa que
serán rechazadas por su comunidad y quedarán abandonadas a su suerte”,
señala el sacerdote.
El Padre Bernard dirige, con un equipo de laicos congoleños, el Centro
Nyota fundado en 1986 por las Hermanas Doroteas y que hoy sirve como
escuela y refugio para 250 niñas a partir de los 11 años. “En su mayoría
son huérfanas o abandonadas por sus padres y provienen de familias muy
pobres. Vivían en la calle y sufrieron violencia y abuso. En el Centro
reciben atención y protección. Un psicólogo les proporciona la escucha y
el apoyo para ayudarlas a superar el trauma y construir una vida”,
explica el padre Ugeux.
Luego también hay un equipo de animadores y profesores congoleños que
imparten clases de alfabetización, matemáticas, francés, educación
sexual, cocina profesional y cursos de corte y costura. “La mayoría de
las jóvenes usuarias no tienen documento de identidad, ni siquiera
partida de nacimiento. Por eso, hemos iniciado un proceso para que
puedan obtener documentos de identidad, porque sin ellos no pueden
independizarse después de haber obtenido un diploma y haber aprendió una
profesión”, apunta el religioso. Pero la ayuda no está reservada solo
para las mujeres. “También queremos apoyar una escuela vocacional para
los chicos que trabajan en las minas de oro de Kamituga, en la diócesis
de Uvira”, explica el padre Bernard. Así, cada año 30 jóvenes aprenden
la profesión de carpintero y al final del curso reciben herramientas
para iniciar su propio proyecto.
La cercanía de la Iglesia a la población es concreta porque, como dice
el padre Bernard, “se trata de estar presente entre las personas, de
escucharlas, de ser solidario con ellas y de darles el apoyo del
Evangelio”. “Todos los días intentamos dar un pequeño paso juntos para
alejarnos de las pesadillas del pasado y redescubrir nuevas sonrisas y
esperanzas para el futuro”, concluye el misionero.
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Entrevista en el canal de Youtube de la Agencia Fides -> https://www.youtube.com/watch?