Loikaw, MYANMAR (Agencia Fides 29/12/2021) - El funeral por los 35 civiles, todos católicos,
asesinados el 24 de diciembre en la aldea de Mo So, cerca de la ciudad
de Hpruso, tuvo lugar hoy en medio del luto, el llanto y la oración en
Kayah, en la parte oriental de Myanmar. Según informan fuentes de Fides
en la diócesis de Loikaw, en cuyo territorio tuvo lugar la masacre, los
militares al final dieron permiso a los familiares de las víctimas para
acceder a la zona y recuperar los cuerpos, todos carbonizados, para
proceder al entierro. El funeral consistió en un simple rito fúnebre
dirigido por catequistas, sin Eucaristía y sin la presencia de un
sacerdote, ya que el ejército no permitió que el párroco local llegara
al pueblo. Entre los fallecidos había dos pequeños: Juan, un niño de
tres años, y Ágata, una niña de 2 años, que fueron asesinados junto con
sus padres. Entre las víctimas también hay dos trabajadores birmanos que
colaboraban con la ONG internacional Save the
Children.
“Todos estamos tristes, asustados y conmocionados. Es una verdadera
crueldad. Eran personas inocentes que huían de los combates. Este tipo
de ataque es atroz e inhumano. Observamos una pérdida total de
conciencia entre los militares. El ejército ahora está aterrorizando y
masacrando sin piedad a la población cometiendo crímenes de lesa
humanidad”, explica a la Agencia Fides Clement, laico católico presente
en el funeral.
Una mujer católica local, Mih Nge, asegura conmovida que lo han perdido
todo, “la casa, el sustento y la tierra, pero no nos daremos por
vencidos. Seguimos vivos y ofrecemos nuestras vidas por la libertad y la
dignidad de todos y por el futuro de nuestros jóvenes. En este inmenso
dolor, no perdemos la esperanza, siempre hay esperanza porque creemos en
Dios, fuente de nuestra esperanza”.
La masacre ha horrorizado a toda la Iglesia católica birmana que lanzó
un llamamiento al cese del fuego y al fin de la guerra civil. También en otras zonas de Myanmar, el eco de la masacre ha
generado una ola de indignación y solidaridad. El padre Dominc Kung,
sacerdote católico de la diócesis de Hakha, en el oeste de la nación,
asegura a la Agencia Fides que “la sangre de estos inocentes muertos no
se derramará en vano, sino que constituirá una fuerza poderosa para el
pueblo. Ellos son un apoyo para nuestro pueblo y rezarán por nuestro
sufrimiento en el Cielo, junto al Señor”.
Fuentes locales de Fides señalan que la guerra civil en Myanmar está
empeorando: “Los soldados entran en las aldeas, cazan, arrestan, queman y
matan indiscriminadamente. No distinguen entre civiles y personas que
empuñan las armas. En todo el país cunde la violencia. La gente tiene
miedo y huye a los bosques para escapar de las matanzas. Los militares
también ven a los civiles como una amenaza porque dicen que apoyan a las
milicias de las Fuerzas Populares de Defensa. Matan
indiscriminadamente. Es terrible. Nuestro sufrimiento está al límite.
Suplicamos la ayuda de Dios y pedimos la atención de la Comunidad
Internacional”.