Dosso, NÍGER (Agencia Fides, 21/12/2021) - El padre Rafael Marco Casamayor, religioso de la
Sociedad de Misiones Africanas (SMA), es misionero en África desde hace
más de 50 años, más de 30 pasados en Benín y actualmente en Níger,
primero en Tera y Gaya y recientemente en Dosso.
“Llegamos a toda velocidad, acompañado por razones de seguridad por la
escolta impuesta, que tenía prisa por volver a Niamey, me acompañaron
René, un joven seminarista del SMA, y otro chico de la misión de Dosso”.
Así comienza el relato del P. Rafael a la Agencia Fides en el que
describe su nuevo camino de evangelización en tierra de misión: “En el
camino -continúa- nos encontramos con nuestros compañeros Habib y
Jolidon que habían partido antes que nosotros y que seguirían hasta
Dogon Dutchi, otra misión. Dos equipos de misioneros dispuestos a
recorrer los caminos de un país confinado, me dije al contemplar la
juventud y el humor de mis hermanos; ambos iniciamos de nuevo la
aventura misionera”.
“La escolta nos dejó a la entrada de la ciudad y, una vez que entramos
en la misión de Dosso, fuimos recibidos calurosamente por las hermanas
burundesas. En esta vocación itinerante nuestra, nos encontramos
respirando aire nuevo, contemplando cada detalle, cada gesto, la casa,
el patio, los árboles y el polvo.
La recepción solemne tuvo lugar el domingo durante la Eucaristía. El
padre Gabriel, el sacerdote que la presidía, nos presentó a la comunidad
y nos dio la bienvenida. Un anciano de la asamblea me regaló una
estera, para ‘acoger, escuchar, hablar con tu nueva gente y dialogar con
tu rebaño entre la hierba del campo y el polvo del camino’; luego un
par de sandalias ‘para que salgas, camines en busca de la oveja
perdida’; y finalmente también un rosario ‘para rezar y enseñarnos a
rezar’”.
El P. Rafael comenta que la ceremonia fue emotiva, alegre, cautivadora, sencilla y profunda. “A lo largo de la semana siguiente recibí visitas y, por supuesto, escuché consejos, quejas, resentimientos y molestias que parecían indicar una sensación de abandono forjada en la ausencia. La verdad es que llevaban demasiado tiempo sin sacerdote, sin una verdadera coordinación o plan, confiando sólo en la buena fortuna”.
“Me han acogido y hoy formo parte de la comunidad con la que he hecho un
pacto. Me he dado cuenta de que durante mucho tiempo se han sentido
abandonados y les invito a dejar atrás el resentimiento y la amargura,
precisamente para revitalizar nuestra comunidad. Todos venimos de
entornos muy diferentes y Dios nos reúne para ser testigos de su amor
aquí en Dosso”.
“El proyecto es de todos y juntos lo haremos realidad. Nuestra
comunidad, nuestra familia, puede renacer a partir de nuestra capacidad
de donación y sacrificio; y de la gracia de Dios”, concluye el
misionero.