Yangon, MYANMAR (Agencia Fides, 28/12/2021) - La Iglesia católica en Myanmar hace un
llamamiento general para deponer las armas y detener un conflicto civil
que se traduce en “atrocidades desgarradoras y horribles”, como las
definió el cardenal Charles Maung Bo en un comunicado difundido el 27 de
diciembre. El llamamiento se produce a raíz de la masacre de al menos
35 civiles inocentes el 24 de diciembre en el estado birmano de Kayah,
en la parte oriental de Myanmar, donde vive la mayoría de la población
karenni (o sino-tibetana) y donde los cristianos representan
aproximadamente el 50% de la población. Según fuentes locales,
confirmadas por imágenes difundidas en las redes sociales, 35 habitantes
de la aldea de Mo So, en el territorio de la ciudad de Hpruso, fueron
asesinados por militares. Había mujeres y niños y sus cuerpos fueron
quemados. Los refugiados de esa zona huían tras una ofensiva del
ejército. “El hecho de que los cuerpos de las personas asesinadas,
quemadas y
mutiladas fueran encontrados el día de Navidad hace que esta aterradora
tragedia sea aún más conmovedora y repugnante”, dijo el cardenal Bo,
arzobispo de Yangon y presidente de la Conferencia Episcopal de Myanmar,
recordando que “aunque gran parte del mundo celebró el nacimiento de
nuestro Señor Jesucristo, la gente de la aldea de Mo So sufrió el
terrible zarpazo y el dolor de un escandaloso acto de inhumanidad”.
Junto al purpurado, obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y
líderes laicos compartieron de manera el llamamiento a la tregua y la
petición de poner fin al conflicto que está desgarrando a la sociedad
birmana, donde el ejército regular, Tatmadaw, está dando caza a las
milicias formadas por jóvenes, las llamadas Fuerzas de Defensa del
Pueblo nacidas espontáneamente en todo el territorio en oposición a la
junta militar que tomó el poder en un golpe de estado el 1 de febrero.
La Iglesia birmana reconoce dolorosamente el hecho de que “todo nuestro
amado Myanmar es ahora una zona de guerra”, y que los bombardeos y la
destrucción tienen lugar en muchas partes del país. Se multiplican las
preguntas sobre “cuándo terminará la violencia, sobre cuándo cesarán
décadas de guerra civil en Myanmar, sobre cuándo podremos disfrutar de
una paz verdadera, con justicia y libertad verdadera y sobre cuándo
dejaremos de matarnos unos a otros”.
“Hago un llamamiento a todos los que tienen armas de fuego para que
depongan las armas. Insto al ejército de Myanmar, el Tatmadaw, a que
dejen de bombardear y señalar a personas inocentes, a que dejen de
destruir hogares e iglesias, escuelas y clínicas y a que entablen un
diálogo con el movimiento por la democracia y los grupos étnicos
armados. También pido a los grupos armados y a las Fuerzas de Defensa
del Pueblo que reconozcan que las armas no resuelven la crisis, sino que
la perpetúa, provocando más muertes, más hambre, con consecuencias
devastadoras para la educación de nuestros hijos, nuestra economía y
nuestra salud”, indica el mensaje lanzado por el cardenal, y respaldado
por toda la comunidad católica de la nación.
La Iglesia en Myanmar ve con tristeza a la nación “desfigurada por la
guerra y la violencia” y pide encarecidamente “buscar la paz dentro de
nosotros y entre nosotros”, invocando también la ayuda de la Comunidad
Internacional, en términos de oración, solidaridad y asistencia
humanitaria, en el arduo busca la paz y la justicia. “Es urgente
construir la paz y trazar juntos un nuevo futuro de libertad con
justicia, verdad y reconciliación”, exhorta el cardenal Bo.
Toda la Iglesia agradece al Papa Francisco que en el mensaje Urbi et
Orbi pronunciado en la Plaza de San Pedro el día de Navidad hablara de
Myanmar: “Rey de los gentiles, ayuda a las autoridades políticas a
pacificar sociedades trastornadas por tensiones y conflictos. Sostén al
pueblo de Myanmar, donde la intolerancia y la violencia están golpeando a
la comunidad cristiana y a los lugares de culto y oscurecen el rostro
pacífico de la población”.
La esperanza del pueblo birmano, observan los católicos locales, es
precisamente “el Niño que ha nacido entre nosotros (Is 9, 6), el Verbo
Encarnado, el Príncipe de la Paz”.