Alepo, SIRIA (Agencia Fides 20/12/2021) - El camino sinodal emprendido por la Iglesia
universal a propuesta del Papa Francisco, puede convertirse, para las
comunidades católicas de Alepo y de la atormentada Siria, en un momento
propicio para descubrir los nuevos caminos en los que el Señor quiere
dibujar la misión de su Iglesia, liberándola de la tentación del
repliegue sobre sí misma y del inmovilismo paralizado ante los malos
tiempos. Mons. Georges Abou Khazen, Vicario Apostólico de Alepo para los
católicos de rito latino, invita a aprovechar esta oportunidad, incluso
en las difíciles condiciones que atormentan la vida del pueblo sirio.
En el mensaje que acaba de publicar con vistas a la Navidad, el obispo
franciscano expresa una visión alimentada por la esperanza cristiana y
libre de cualquier victimismo recriminatorio paralizante.
En el texto difundido por monseñor Georges, las consideraciones sobre el
camino sinodal iniciado por la Iglesia universal se entremezclan con la
espera del Señor que viene, junto con referencias concretas a los
problemas que asedian la vida cotidiana en Siria, donde incluso en las
zonas ahora libres de guerra y conflicto armado, las condiciones
económicas "se hacen más difíciles día a día".
El "modelo sinodal" seguido en el proceso que implicará a toda la
Iglesia católica con vistas al Sínodo de 2023 -subraya el Vicario
Apostólico de Alepo- “no es nuevo en realidad. Es el modelo de las
primeras Iglesias del cristianismo: una Iglesia sinodal en la que los
bautizados comparten con los sacerdotes y los obispos la responsabilidad
conjunta de la futura misión”. Incluso en la condición de sufrimiento y
precariedad que marca la posguerra siria, dice el obispo Georges, “mi
esperanza viene de las docenas, cientos, es más, diría miles de laicos
que no se han quedado de brazos cruzados”, y han atestiguado con sus
vidas que la misión de anunciar el Evangelio consolando y ayudando a los
que sufren no es un "asunto" reservado al clero. “Han demostrado que
las circunstancias difíciles no son necesariamente una oportunidad y una
justificación para replegarse en uno mismo y encerrarse en una apatía
paralizante y triste” prosigue el obispo.
Precisamente el relato histórico de la Navidad, y el propio dinamismo del misterio de la encarnación de la nación, revelan la fuente que anima la esperanza cristiana y la misión de la Iglesia, incluso en circunstancias difíciles y condiciones adversas: "En Navidad -señala el obispo Abou Khazen- celebramos la venida de Cristo, la Palabra de Dios que vino y habitó entre nosotros. Sí, vino y habitó entre nosotros. No se limitó a abrir la puerta y decir: ‘Quien quiera venir aquí, no me moveré de mi sitio’. En cambio, bajó del cielo para encontrarse con los seres humanos. Del mismo modo, la Virgen María, después de que el ángel Gabriel le anunciara que concebiría y daría a luz un hijo sin ‘conocer varón’, se dirigió a su prima Isabel en las montañas para servirla, porque Isabel, que esperaba a Juan el Bautista, era anciana y necesitaba a alguien que estuviera a su lado”. El mismo movimiento de "salir al encuentro" -añade el Vicario Apostólico de Alepo- es compartido en el relato evangélico por los Reyes Magos, que "vinieron a buscar al rey recién nacido" siguiendo la estrella. Esperaban encontrarlo en los palacios, y a los palacios fueron primero a preguntar por él, señala el obispo George, “pero no lo encontraron. Y como su deseo de conocerle era más fuerte que su imaginación, encontraron y reconocieron al niño divino en un humilde pesebre, entre gente humilde”. La Navidad de este año, “que celebramos como parte del camino del Sínodo -continua el obispo franciscano-, nos recuerda que Dios no viene a nosotros mientras estamos quietos y estables, sino mientras caminamos: 'El pueblo que caminaba en la oscuridad ha visto una gran luz'. No debemos dejar que las circunstancias nos paralicen y nos impidan caminar y preguntar”.