Bangui, REPÚBLICA CENTROAFRICANA (Agencia Fides, 15/02/2019) - "Cuando se firmó el acuerdo alcanzado en Jartum
al día siguiente en Bangui, ya era letra muerta", dijo mons. Juan José
Aguirre Muñoz, obispo de Bangassou, al comentar el acuerdo entre el
gobierno de la República Centroafricana y catorce grupos rebeldes. El
acuerdo se negoció en Jartum y se firmó el 6 de febrero en la capital
centroafricana, Bangui.
El hecho de que las negociaciones tuvieran lugar en la capital sudanesa y
no en Addis Abeba, la capital etíope y sede de la Unión Africana, según
el obispo Aguirre, ya es significativo porque los líderes de cinco
grupos rebeldes temían ser detenidos allí por ser buscados por la Corte
Penal Internacional. Sudán, por otra parte, no reconoce el tribunal para
el que Jartum era un lugar seguro para ellos.
"Es el octavo acuerdo de paz firmado en dos años", recuerda Mons.
Aguirre en una entrevista con Vida Nueva, pero sobre todo es la
situación en el terreno la que habla con los hechos, porque "los
rebeldes controlan el 80% del país y sólo el 20% restante está en manos
del gobierno".
Entonces, ¿por qué se firmó un acuerdo de este tipo? "La negociación fue
impuesta por la comunidad internacional para salvar las apariencias",
explica mons. Aguirre. Los que han obtenido una ventaja no son los
ciudadanos de África Central sino "los rebeldes, todos radicalizados o
criminales y casi todos los no centroafricanos" armados por algunos
países árabes que a su vez compran armas en Estados Unidos, expuso el
obispo Aguirrre. "Todo esto sucede con la complicidad de la Unión
Africana y la tibieza de Francia, porque Rusia ha entrado en nuestro
país para poner de nuevo en marcha las FACA (Fuerzas Armadas
Centroafricanas)".
"Los rebeldes piden un decreto de inmunidad aplicable a todos (aunque la
Corte Penal Internacional no lo tendrá en cuenta) y el cargo de primer
ministro, con el único propósito de poder dividir el país en dos. Esto
adicionalmente al control del 80% de las minas de diamantes, oro,
cobalto, mercurio y trashumancia, pero quieren más", dice el obispo.
Los habitantes pobres de África Central son los perdedores. Mons.
Aguirre concluyó poniéndose "en manos de Dios para que transforme el
corazón de los violentos, para que nadie reanude las hostilidades y para
que todos busquen la paz".