Atenas, GRECIA (Agencia Fides, 06/12/2021) – “No somos cristianos porque debemos, sino
porque es hermoso”. Sólo se puede seguir a Jesús a través de la
maravilla del encuentro con “personas y rostros” cambiados por su
gracia, y no a través de la adhesión forzada a un ideal ético-religioso.
Con estas palabras, y con otras expresiones sencillas y eficaces, el
Papa Francisco ha vuelto a sugerir a todos la dinámica propia y
elemental con la que también hoy, como en el tiempo de los primeros
Apóstoles, se puede llegar a ser y permanecer siendo cristiano. Lo ha
dicho en la mañana de hoy, lunes 6 de diciembre, al encontrarse con los
jóvenes de la pequeña y variada comunidad católica en Grecia, en la
última cita de su visita apostólica a la República Helénica. El
encuentro, que ha tenido lugar en el gimnasio del Colegio San Dionisio
de las Hermanas Ursulinas en Maroussi, en el área metropolitana de
Atenas, se ha basado en los testimonios de tres jóvenes: una chica de
origen
filipino, una joven de la diócesis católica de Tinos y un joven
refugiado sirio llegado a Grecia con su familia huyendo de la guerra.
A partir de sus relatos, el obispo de Roma ha propuesto criterios e
ideas fecundas para orientar toda iniciativa apostólica y misionera
dirigida en particular a los chicos y chicas de hoy.
En un discurso salpicado de referencias a la cultura, la literatura e
incluso la mitología griega, el Papa ha recordado que en la historia de
la humanidad la reflexión filosófica, pero también el arte y la ciencia
han tenido como punto de partida, como «chispa», el asombro, definido
por los griegos con la palabra «thaumàzein». “Así - ha recordado el Papa
-, comenzó la filosofía, de maravillarse frente a aquello que es,
frente a nuestra existencia, a la armonía de la creación y al misterio
de la vida”. Y el asombro – ha proseguido– “es el inicio de nuestra fe”. Los Evangelios – ha recordado el Papa -, describen una y otra vez el
asombro que experimentaban los que se encontraban con Cristo, y
precisamente por esa atracción del asombro comenzaban a seguirlo. Una
señal de que el corazón de la fe cristiana “no es una idea, no es una
moral; el corazón de la fe es una realidad, una realidad bellísima que
no depende de nosotros y que nos deja con la boca
abierta: ¡somos hijos amados de Dios!”. A los jóvenes que escuchaban, el
Papa les ha sugerido que "se dejen asombrar" por el amor de Dios, que
se manifiesta en los signos de la Creación y de forma aún más admirable
en la misericordia con la que otorga su perdón: “cuando estén
decepcionados por algo que hayan hecho – ha repetido el Papa - hay otro
asombro que no tienen que dejar escapar: el asombro del perdón. En esto
quiero ser claro: Dios perdona siempre. Somos nosotros los que nos
cansamos de pedir perdón, pero Él perdona siempre. Allí, en el perdón,
se encuentra el rostro del Padre y la paz del corazón. Allí, Él nos
restaura de nuevo, derrama su amor en un abrazo que vuelve a
levantarnos, que desintegra el mal cometido y vuelve a hacer
resplandecer la belleza incontenible que hay en nosotros, el ser sus
hijos predilectos”. Y nosotros “no podemos más que asombrarnos de que
seamos para Él, a pesar de todas nuestras debilidades y nuestros
pecados, hijos amados desde siempre y para siempre”. Basta “dejarse
mirar por la mirada de Dios”.
En el estado actual del mundo - ha reconocido el Papa, refiriéndose a
otras imágenes y figuras tomadas de los poemas de Homero y de la antigua
mitología griega -, se multiplican sobre todo para los jóvenes, los
“mensajes seductores e insistentes, que apuntan a beneficios fáciles, a
las falsas necesidades del consumismo, al culto del bienestar físico, a
la diversión a toda costa”, y recuerdan el mito de las sirenas, que
seducían a los marineros con su canto y luego los estrellaban contra las
rocas. Ulises, en la Odisea, sobrevivió a su encantamiento haciéndose
atar al mástil del barco. “Pero otro personaje, Orfeo, - ha señalado el
Papa - nos enseña un camino mejor: entonó una melodía más hermosa que la
de las sirenas y así las hizo callar”. Tampoco hoy en día, uno se
convierte y permanece como cristiano en virtud de un esfuerzo, o gracias
a estrategias de resistencia frente a los halagos del mundo, sino sólo
si encuentra y sigue una atracción
“prevalente”, más fascinante que las demás voces. “No somos cristianos
porque debemos – ha manifestado el Papa - , sino porque es hermoso”. Y
“La alegría del Evangelio, el asombro que provoca Jesús hace que las
renuncias y las fatigas pasen a un segundo plano”. En lo concreto,
Cristo prevalece porque se sirve del encuentro con “rostros y de
personas concretas”, como testimonian los Hechos de los apóstoles. Para
encontrar y seguir a Cristo “no basta tener ideas claras sobre Él, se
necesita ir hacia Él con la vida. Tal vez este sea el motivo por el que
tantos lo ignoran, porque sólo sienten predicaciones y discursos (…).En
cambio, Jesús se transmite a través de rostros y de personas concretas.
Hagan la prueba de releer los Hechos de los Apóstoles y verán cuántas
personas, rostros y encuentros; así conocieron a Jesús nuestros padres
en la fe”. A partir de estas consideraciones, el Papa ha sugerido que
los jóvenes acepten el reto de abandonar su
propia "zona de confort" y se abran a la aventura de encontrarse con los
demás y ponerse al servicio de los otros, señalando los gestos de
caridad y de compartir como oportunidades para experimentar y ver crecer
el asombro y la gratitud en sus propias vidas. En este espíritu,
mientras hay quienes se jactan de utilizar las redes sociales como
instrumentos privilegiados para "evangelizar a los jóvenes", el Papa ha
dirigido a los chicos y chicas - a menudo atrapados en las arenas
movedizas del mundo virtual - preciosas sugerencias críticas para
escapar de los mecanismos de homologación y manipulación: invitándoles a
no conformarse con los "encuentros virtuales", y a buscar "los reales,
sobre todo con “aquellos que os necesitan”. Muchos hoy –ha dicho el Papa
-, “son ‘de redes sociales’ pero poco ‘sociales’, encerrados en sí
mismos, prisioneros del teléfono que tienen entre sus manos. Pero en la
pantalla falta el otro, faltan
sus ojos, su respiración, sus manos. La pantalla se vuelve fácilmente un
espejo, donde crees que estás frente al mundo, pero en realidad estás
solo, en un mundo virtual lleno de apariencias”.