Beirut, LÍBANO (Agencia Fides, 16/07/2021) - Con la renuncia del primer ministro designado
Saad Hariri a formar un nuevo gobierno “se abre una nueva etapa en la
crisis libanesa”. El resultado parece incierto: puede que se abran
nuevas vías de salida, o que el país se hunda aún más en los problemas
que lo desbordan”. Así lo dice el sacerdote maronita Rouphael Zgheib,
director nacional de las Obras Misionales Pontificias en el Líbano,
optando por una actitud de espera más que por un tono perentorio al
describir la posible evolución de la dramática situación en el país de
los cedros.
Líbano lleva 11 meses sin gobierno. La devaluación de la lira ha
provocado una inflación devastadora, en un país marcado por la escasez
de combustible, la emergencia por la pandemia, el racionamiento del
suministro eléctrico y la ira social alimentada por la falta de
identificación de los responsables de la masacre causada por la
explosión en el puerto de Beirut (4 de agosto de 2020). En este
contexto, ayer, jueves 15 de julio, el primer ministro en funciones,
Saad Hariri, tras presentar la lista de 24 ministros técnicos que había
elegido, dimitió de su cargo.
El paso atrás del líder del partido suní “Futuro” ha sido presentado por
los principales medios de comunicación como el resultado del tira y
afloja que mantienen desde hace meses Hariri y el presidente del Líbano,
el ex general cristiano maronita Michel Aoun, sobre la composición del
equipo de gobierno. Analistas locales, consultados por la Agencia Fides,
consideran demasiado estrecha y parcial la interpretación que remonta
la crisis libanesa al enfrentamiento en la cumbre entre el primer
ministro y el presidente, y ponen en tela de juicio los factores
geopolíticos y las incógnitas que inciden de forma decisiva en los
actuales escenarios del País de los Cedros.
En particular, según muchos, el debilitamiento político de Hariri se
debe a la falta de apoyo que le brindó Arabia Saudí en el pasado. No ha
pasado desapercibido que el primer ministro en funciones, en los
numerosos viajes al extranjero (incluido al Vaticano) realizados en los
últimos meses para recabar apoyos internacionales, nunca ha hecho una
parada en Riad. En noviembre de 2017, siendo primer ministro del
entonces gobierno libanés, Saad Hariri había anunciado por sorpresa su
dimisión mientras se encontraba en la capital de Arabia Saudí. Sólo
regresó a su casa después de varios días, y en esa ocasión el presidente
libanés Aoun declaró que consideraba a Hariri como un “prisionero de
facto” de los saudíes.
Teniendo en cuenta la controvertida y complicada dinámica de la política
libanesa, los analistas consultados por la Agencia Fides no comparten
las consideraciones catastrofistas de los medios de comunicación
internacionales que leen la retirada de Hariri como la confirmación de
la debacle libanesa definitiva e irreversible. En un escenario lleno de
incógnitas, podrían abrirse nuevas hipótesis de “compromiso” entre
actores geopolíticos locales y globales interesados en no dejar caer al
abismo el frágil pero precioso experimento de “convivencia entre
diferentes” que representa el País de los Cedros. Muchos indicios
indican que Arabia Saudí desempeñará un papel importante en la evolución
de la crisis. En este contexto hay que leer también algunas
consideraciones singulares expresadas recientemente por el cardenal
libanés Béchara Boutros Raï, patriarca de Antioquía de los Maronitas,
que en el último año ha subrayado repetidamente la urgencia de reafirmar
y proteger la "neutralidad" libanesa respecto a los ejes de poder que
se enfrentan en Oriente Medio. El pasado 8 de julio, participando en la
presentación de un libro sobre las relaciones entre la Iglesia maronita y
el Reino de Arabia Saudí del abad Antoine Daou, el cardenal Raï ensalzó
el "vínculo de amistad" que une a Arabia Saudí con el Líbano y la
Iglesia maronita, declarando entre otras cosas que "Riad nunca ha
violado la soberanía libanesa".