Ali Sabieh, GIBUTI (Agencia Fides, 03/07/2021) – “Tras varios años de intenso trabajo,
algunos niños discapacitados han sido admitidos en la escuela primaria y
secundaria. Esto es una gran alegría para nosotros, porque antes los
niños discapacitados estaban escondidos en chozas, ahora son libres y
tienen más confianza, porque pueden aprender a escribir y leer como los
demás niños. Sus familias han entendido el significado de esta escuela y
ahora también el Gobierno, que quiere crear nuevas instalaciones para
este fin”.
Lo explica a la Agencia Fides la hermana Dalmazia Colombo, misionera de
la Consolata, hablando del proyecto “Una escuela para todos” activo en
Yibuti, dedicado a la inclusión y escolarización de niños y jóvenes con
discapacidad.
Las hermanas están presentes en Yibuti desde hace doce años: “Abrimos
una misión aquí en noviembre de 2009 -cuenta la hermana Dalmazia- para
llevar el Evangelio y estar al servicio de los más pobres”. “Actualmente
somos cinco hermanas y trabajamos en las áreas de salud, en el hospital
local, y de formación. En esta área -continúa- estamos involucradas en
la escuela de costura, que ofrece a las jóvenes y a las madres, además
de programas específicos, cursos de alfabetización, para darles la
oportunidad de crear un futuro y mantener a sus familias con dignidad.
También colaboramos con la diócesis para ofrecer formación a quienes,
por diversas razones, no han podido acceder a la escuela pública”.
En Yibuti, muchos niños discapacitados no pueden ir a la escuela: sólo
entre el 5 y el 10% se matriculan en cursos regulares. El resultado es
que no más del 5% de los adultos discapacitados son capaces de leer y
escribir correctamente. “Para ayudar a estos niños y jóvenes a tener una
vida lo más serena posible -explica la hermana Dalmazia- en 2013, en la
diócesis de Ali Sabieh, abrimos este espacio educativo que tiene como
objetivos el cuidado, la educación y la rehabilitación de niños con
discapacidades o necesidades especiales, en situaciones como la
epilepsia, el síndrome de Down, la parálisis cerebral y el autismo”.
“A lo largo de estos años – dice la misionera -, muchos niños discapacitados han sido rehabilitados en el centro, algunos de los cuales han vuelto a sus casas, a sus familias, reintegrándose en la sociedad”. En este contexto, las Hermanas Misioneras de la Consolata intentan implicar a las familias mediante la creación de redes, de modo que las familias puedan ayudarse mutuamente: “Así se recrea esa familia ‘extensa’ que es uno de los pilares de la sociedad africana y que funciona como una especie de ‘amortiguador social’ -explica la religiosa - gracias al cual la persona discapacitada nunca está sola y, aunque los padres o los hermanos no puedan ocuparse de ella, sigue encontrando ayuda”. “Nuestro objetivo -concluye- es también transmitir una imagen diferente de la discapacidad, para que la gente entienda que quienes viven con una discapacidad son un recurso y no una vergüenza que hay que ocultar”.
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