Alepo, SIRIA (Agencia Fides, 20/11/2021) - "Perpetuar las sanciones contra Siria significa
condenar a muchas personas a la muerte". Así lo dice monseñor Georges
Abou Khazen, Vicario Apostólico de Alepo para los católicos de rito
latino, eligiendo palabras claras e inequívocas para describir los
efectos que producen las sanciones impuestas por los países occidentales
contra el régimen de Bashar al Assad en la vida cotidiana de millones
de sirios.
En los últimos días se han producido importantes confirmaciones y
ampliaciones, por parte de Estados Unidos y la Unión Europea, de las
medidas sancionadoras puestas en marcha por los países occidentales como
instrumento de presión sobre los actuales dirigentes políticos sirios.
Un portavoz del Departamento de Estado de EE.UU. ha confirmado que
Washington no ha aplicado ninguna flexibilización de las sanciones
contra el régimen sirio, y que no suavizará su oposición a los planes de
reconstrucción del país dirigidos por los aparatos de poder del
presidente Assad. Las declaraciones procedentes del Departamento de
Estado estadounidense pretendían cortar de raíz cualquier posible
inferencia sobre la supuesta implicación y el nihil obstat de Estados
Unidos en la decisión adoptada por los Emiratos Árabes Unidos de
construir una planta de energía solar en una zona rural cercana a
Damasco (decisión anunciada durante la reciente visita a Siria de
Abdullah bin Zayed, ministro
de Asuntos Exteriores de los Emiratos). El lunes 15 de noviembre, el
Consejo de la Unión Europea prorrogó a 4 nuevos ministros del gobierno
de Damasco las sanciones contra miembros y organismos vinculados al
aparato sirio que se habían prolongado el pasado mes de mayo hasta el 1 °
de junio de 2022.
Las sanciones europeas, introducidas en 2011 tras la represión de las
primeras manifestaciones organizadas por grupos opositores a Assad,
afectan actualmente a más de 280 personas y unas 70 organizaciones
vinculadas al gobierno sirio. Incluyen las exportaciones de petróleo y
el suministro de equipos tecnológicos. En declaraciones oficiales, los
organismos de la UE señalan que las sanciones anti-Assad están
calibradas para que no afecten al suministro de alimentos y medicinas.
Monseñor Georges, testigo sobre el terreno de lo que ve pasar en Alepo,
cuenta otra historia: “La situación cotidiana -dice a Fides el vicario
apostólico de la metrópoli siria- es en muchos aspectos peor que la que
vivimos cuando Alepo era un campo de batalla entre el ejército sirio y
las milicias de los llamados rebeldes. No hay medicinas, los hospitales
no están equipados con las máquinas necesarias para salvar vidas y
faltan productos de primera necesidad, incluidos los alimentos. Muchas
personas apenas pueden encontrar el pan suficiente para sobrevivir día a
día”. Una situación que se hace aún más insoportable por la impresión
de que el objetivo mal disimulado de las sanciones es precisamente
aumentar el sufrimiento de la población, para alimentar el descontento
con los dirigentes políticos y perseguir estrategias e intereses
geopolíticos jugando con la piel del pueblo sirio. “Siempre son los
pobres los que pagan - repite monseñor Georges -, mientras que los ricos
y los que mandan no pagan nada. Por eso seguimos diciendo aquí que las
sanciones son criminales”.