miércoles, 31 de agosto de 2011

Ángelus del Papa Benedicto XVI durante el mes de Agosto 2011

BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Palacio Apostólico de Castelgandolfo
Domingo 7 de Agosto de 2011

Queridos hermanos y hermanas:

En el Evangelio de este domingo encontramos a Jesús que, retirándose al monte, ora durante toda la noche. El Señor, alejándose tanto de la gente como de los discípulos, manifiesta su intimidad con el Padre y la necesidad de orar a solas, apartado de los tumultos del mundo. Ahora bien, este alejarse no se debe entender como desinterés respecto de las personas o como abandonar a los Apóstoles. Más aún, como narra san Mateo, hizo que los discípulos subieran a la barca «para que se adelantaran a la otra orilla» (Mt 14, 22), a fin de encontrarse de nuevo con ellos. Mientras tanto, la barca «iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario» (v. 24), y he aquí que «a la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar» (v. 25); los discípulos se asustaron y, creyendo que era un fantasma, «gritaron de miedo» (v. 26), no lo reconocieron, no comprendieron que se trataba del Señor. Pero Jesús los tranquiliza: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» (v. 27). Es un episodio, en el que los Padres de la Iglesia descubrieron una gran riqueza de significado. El mar simboliza la vida presente y la inestabilidad del mundo visible; la tempestad indica toda clase de tribulaciones y dificultades que oprimen al hombre. La barca, en cambio, representa a la Iglesia edificada sobre Cristo y guiada por los Apóstoles. Jesús quiere educar a sus discípulos a soportar con valentía las adversidades de la vida, confiando en Dios, en Aquel que se reveló al profeta Elías en el monte Horeb en el «susurro de una brisa suave» (1 R 19, 12). El pasaje continúa con el gesto del apóstol Pedro, el cual, movido por un impulso de amor al Maestro, le pidió que le hiciera salir a su encuentro, caminando sobre las aguas. «Pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: “¡Señor, sálvame!”» (Mt 14, 30). San Agustín, imaginando que se dirige al apóstol, comenta: el Señor «se inclinó y te tomó de la mano. Sólo con tus fuerzas no puedes levantarte. Aprieta la mano de Aquel que desciende hasta ti» (Enarr. in Ps. 95, 7: PL 36, 1233) y esto no lo dice sólo a Pedro, sino también a nosotros. Pedro camina sobre las aguas no por su propia fuerza, sino por la gracia divina, en la que cree; y cuando lo asalta la duda, cuando no fija su mirada en Jesús, sino que tiene miedo del viento, cuando no se fía plenamente de la palabra del Maestro, quiere decir que se está alejando interiormente de él y entonces corre el riesgo de hundirse en el mar de la vida. Lo mismo nos sucede a nosotros: si sólo nos miramos a nosotros mismos, dependeremos de los vientos y no podremos ya pasar por las tempestades, por las aguas de la vida. El gran pensador Romano Guardini escribe que el Señor «siempre está cerca, pues se encuentra en la razón de nuestro ser. Sin embargo, debemos experimentar nuestra relación con Dios entre los polos de la lejanía y de la cercanía. La cercanía nos fortifica, la lejanía nos pone a prueba» (Accettare se stessi, Brescia 1992, p. 71).

Queridos amigos, la experiencia del profeta Elías, que oyó el paso de Dios, y las dudas de fe del apóstol Pedro nos hacen comprender que el Señor, antes aún de que lo busquemos y lo invoquemos, él mismo sale a nuestro encuentro, baja el cielo para tendernos la mano y llevarnos a su altura; sólo espera que nos fiemos totalmente de él, que tomemos realmente su mano. Invoquemos a la Virgen María, modelo de abandono total en Dios, para que, en medio de tantas preocupaciones, problemas y dificultades que agitan el mar de nuestra vida, resuene en el corazón la palabra tranquilizadora de Jesús, que nos dice también a nosotros: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» y aumente nuestra fe en él.



Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, sigo con gran preocupación los dramáticos y crecientes episodios de violencia en Siria, que han provocado numerosas víctimas y graves sufrimientos. Invito a los fieles católicos a orar para que el esfuerzo por la reconciliación prevalezca sobre la división y sobre el rencor. Además, renuevo a las autoridades y a la población siria un apremiante llamamiento para que se restablezca cuanto antes la convivencia pacífica y se responda adecuadamente a las legítimas aspiraciones de los ciudadanos, en el respeto de su dignidad y en beneficio de la estabilidad regional. 
Mi pensamiento va también a Libia, donde la fuerza de las armas no ha resuelto la situación. Exhorto a los organismos internacionales y a quienes tienen responsabilidades políticas y militares a impulsar nuevamente con convicción y decisión la búsqueda de un plan de paz para el país, a través de la negociación y el diálogo constructivo.

(En francés)

Sabemos bien que en nuestra vida debemos afrontar múltiples problemas, que pueden parecer tempestades. A veces nos resulta difícil ver que Dios está presente en la barca zarandeada de nuestra vida. En esos momentos delicados, o de duda, como Pedro gritemos a Dios: «¡Señor, sálvame!». ¡Dios está allí! No nos abandona jamás. No olvidemos orar cada día. Reservemos siempre un tiempo para la oración, que nos lleva a pasar del miedo al amor. Nos hace ver el rostro luminoso de Dios, como se manifestó en Jesús durante la Transfiguración. Esta mirada nos hará ver con caridad a nuestros hermanos. Que María nos acompañe, y de modo especial al centenar de jóvenes iraquíes presentes aquí entre nosotros, a quienes saludo con afecto. Os bendigo de todo corazón.

(En español)

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los miembros del Coro Infantil de la Parroquia de Nuestra Señora del Milagro, de Valdestillas; a los fieles de la diócesis de San Luis, en Argentina; a los estudiantes de Isla de Pascua, Chile; así como a los jóvenes de la congregación mariana “Mater Salvatoris”, de Caracas. En el Evangelio de este domingo, el Señor, caminando sobre las aguas, sale al encuentro de los discípulos que se hallan en peligro y les dice: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!». También nosotros, aunque a veces se haga de noche o el viento sea contrario en nuestras vidas, estamos llamados a descubrir la presencia amorosa de Dios, que nunca nos abandona. Al acercarse la celebración de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, invito a todos a pedir a la Virgen María por los frutos de este esperado encuentro. Feliz Domingo.


BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Palacio Pontificio de Castelgandolfo
Domingo 14 de Agosto de 2011

Queridos hermanos y hermanas:

El pasaje evangélico de este domingo comienza con la indicación de la región a donde Jesús se estaba retirando: Tiro y Sidón, al noroeste de Galilea, tierra pagana. Allí se encuentra con una mujer cananea, que se dirige a él pidiéndole que cure a su hija atormentada por un demonio (cf. Mt 15, 22). Ya en esta petición podemos descubrir un inicio del camino de fe, que en el diálogo con el divino Maestro crece y se refuerza. La mujer no tiene miedo de gritar a Jesús: «Ten compasión de mí», una expresión recurrente en los Salmos (cf. 50, 1); lo llama «Señor» e «Hijo de David» (cf. Mt 15, 22), manifestando así una firme esperanza de ser escuchada. ¿Cuál es la actitud del Señor frente a este grito de dolor de una mujer pagana? Puede parecer desconcertante el silencio de Jesús, hasta el punto de que suscita la intervención de los discípulos, pero no se trata de insensibilidad ante el dolor de aquella mujer. San Agustín comenta con razón: «Cristo se mostraba indiferente hacia ella, no por rechazarle la misericordia, sino para inflamar su deseo» (Sermo 77, 1: PL 38, 483). El aparente desinterés de Jesús, que dice: «Sólo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel» (v. 24), no desalienta a la cananea, que insiste: «¡Señor, ayúdame!» (v. 25). E incluso cuando recibe una respuesta que parece cerrar toda esperanza —«No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos» (v. 26)—, no desiste. No quiere quitar nada a nadie: en su sencillez y humildad le basta poco, le bastan las migajas, le basta sólo una mirada, una buena palabra del Hijo de Dios. Y Jesús queda admirado por una respuesta de fe tan grande y le dice: «Que se cumpla lo que deseas» (v. 28).

Queridos amigos, también nosotros estamos llamados a crecer en la fe, a abrirnos y acoger con libertad el don de Dios, a tener confianza y gritar asimismo a Jesús: «¡Danos la fe, ayúdanos a encontrar el camino!». Es el camino que Jesús pidió que recorrieran sus discípulos, la cananea y los hombres de todos los tiempos y de todos los pueblos, cada uno de nosotros. La fe nos abre a conocer y acoger la identidad real de Jesús, su novedad y unicidad, su Palabra, como fuente de vida, para vivir una relación personal con él. El conocimiento de la fe crece, crece con el deseo de encontrar el camino, y en definitiva es un don de Dios, que se revela a nosotros no como una cosa abstracta, sin rostro y sin nombre; la fe responde, más bien, a una Persona, que quiere entrar en una relación de amor profundo con nosotros y comprometer toda nuestra vida. Por eso, cada día nuestro corazón debe vivir la experiencia de la conversión, cada día debe vernos pasar del hombre encerrado en sí mismo al hombre abierto a la acción de Dios, al hombre espiritual (cf. 1 Co 2, 13-14), que se deja interpelar por la Palabra del Señor y abre su propia vida a su Amor.

Queridos hermanos y hermanas, alimentemos por tanto cada día nuestra fe, con la escucha profunda de la Palabra de Dios, con la celebración de los sacramentos, con la oración personal como «grito» dirigido a él y con la caridad hacia el prójimo. Invoquemos la intercesión de la Virgen María, a la que mañana contemplaremos en su gloriosa asunción al cielo en alma y cuerpo, para que nos ayude a anunciar y testimoniar con la vida la alegría de haber encontrado al Señor.



Después del Ángelus

Saludo con afecto a los grupos de lengua española, en particular a los fieles llegados de Cuba, acompañados por el señor cardenal Jaime Ortega Alamino, que encabeza la primera peregrinación de cubanos a los sepulcros de los santos Apóstoles, y renuevo mi cercanía y afecto a todos los hijos de ese amado país. Un saludo cordial también a los jóvenes de Colombia, de Venezuela y de Argentina, así como a los que se unen a ellos de camino a Madrid para la Jornada mundial de la juventud. Invito a todos a encomendar en la oración este viaje apostólico a España, que llevaré a cabo dentro de pocos días, para que en él se cosechen abundantes frutos de vida cristiana.

(En polaco)

Hoy se celebra el 70° aniversario del martirio de san Maximiliano Kolbe en el campo de exterminio de Auschwitz. Su amor heroico es signo luminoso de la victoriosa presencia de Dios en el drama humano del odio, del sufrimiento y de la muerte. Oremos para que, a través de nuestro amor, los hombres en todo el mundo experimenten esta presencia divina.



SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Palacio Pontificio de Castelgandolfo
Lunes 15 de Agosto de 2011

Queridos hermanos y hermanas:

En el corazón del mes de agosto, los cristianos de Oriente y de Occidente celebran conjuntamente la fiesta de la Asunción de María santísima al cielo. En la Iglesia católica, el dogma de la Asunción —como es sabido— fue proclamado durante el Año santo de 1950 por mi venerado predecesor el siervo de Dios Papa Pío XII. Esa memoria, sin embargo, hunde sus raíces en la fe de los primeros siglos de la Iglesia.

En Oriente se llama todavía hoy «Dormición de la Virgen». En un antiguo mosaico de la basílica de Santa María la Mayor en Roma, que se inspira precisamente en el icono oriental de la «Dormitio», están representados los Apóstoles que, advertidos por los ángeles del final terreno de la Madre de Jesús, se encuentran reunidos en torno al lecho de la Virgen. En el centro está Jesús, que tiene entre sus brazos una niña: es María, que se hizo «pequeña» por el Reino y fue llevada por el Señor al cielo.

En la página del Evangelio de san Lucas de la liturgia de hoy, hemos leído que María «en aquellos días se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá» (Lc 1, 39). En aquellos días María se apresuró desde Galilea hacia una localidad cercana a Jerusalén, para ir a encontrar a su pariente Isabel. Hoy la contemplamos subiendo hacia la montaña de Dios y entrando en la Jerusalén celestial, «vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap 12, 1).

La página bíblica del Apocalipsis, que leemos en la liturgia de esta solemnidad, habla de una lucha entre la mujer y el dragón, entre el bien y el mal. San Juan parece proponernos de nuevo las primeras páginas del libro del Génesis, que narran la historia tenebrosa y dramática del pecado de Adán y Eva. Nuestros progenitores fueron derrotados por el maligno; en la plenitud de los tiempos, Jesús, nuevo Adán, y María, nueva Eva, vencen definitivamente al enemigo, y esta es la alegría de este día. Con la victoria de Jesús sobre el mal, también la muerte interior y la física quedan derrotadas. María fue la primera en tomar en sus brazos al Hijo de Dios, Jesús, hecho niño, y ahora es la primera en estar a su lado en la gloria del cielo.

Es un misterio grande el que celebramos hoy; es sobre todo un misterio de esperanza y de alegría para todos nosotros: en María vemos la meta hacia la cual caminan todos los que saben unir su propia vida a la de Jesús, que lo saben seguir como hizo María. Esta fiesta, por consiguiente, habla de nuestro futuro, nos dice que también nosotros estaremos junto a Jesús en la alegría de Dios y nos invita a tener valentía, a creer que el poder de la Resurrección de Cristo puede obrar también en nosotros y hacernos hombres y mujeres que cada día tratan de vivir como resucitados, llevando la luz del bien a la oscuridad del mal que hay en el mundo.



Después del Ángelus

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana. La solemnidad de la gloriosa asunción de la Virgen María, que hoy recordamos, nos abre a la esperanza de la plenitud de la vida del Cielo, a la que Ella ya ha llegado y en la que nos aguarda. Que por la amorosa intercesión de la Madre de Dios desciendan abundantes gracias y bendiciones sobre la Iglesia y el mundo.



BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
VIAJE APOSTÓLICO A LA XXVI JMJ 
Aeropuerto Cuatro Vientos de Madrid
Domingo 21 de Agosto de 2011

Queridos amigos,

Ahora vais a regresar a vuestros lugares de residencia habitual. Vuestros amigos querrán saber qué es lo que ha cambiado en vosotros después de haber estado en esta noble Villa con el Papa y cientos de miles de jóvenes de todo el orbe: ¿Qué vais a decirles? Os invito a que deis un audaz testimonio de vida cristiana ante los demás. Así seréis fermento de nuevos cristianos y haréis que la Iglesia despunte con pujanza en el corazón de muchos.

¡Cuánto he pensado en estos días en aquellos jóvenes que aguardan vuestro regreso! Transmitidles mi afecto, en particular a los más desfavorecidos, y también a vuestras familias y a las comunidades de vida cristiana a las que pertenecéis.

No puedo dejar de confesaros que estoy realmente impresionado por el número tan significativo de Obispos y sacerdotes presentes en esta Jornada. A todos ellos doy las gracias muy desde el fondo del alma, animándolos al mismo tiempo a seguir cultivando la pastoral juvenil con entusiasmo y dedicación.

Saludo con afecto al Señor Arzobispo castrense y agradezco vivamente al Ejército del Aire el haber cedido con tanta generosidad la Base Aérea de Cuatro Vientos, precisamente en el centenario de la creación de la aviación militar española. Pongo a todos los que la integran y a sus familias bajo el materno amparo de María Santísima, en su advocación de Nuestra Señora de Loreto.

Asimismo, y al conmemorarse ayer el tercer aniversario del grave accidente aéreo ocurrido en el aeropuerto de Barajas, que ocasionó numerosas víctimas y heridos, deseo hacer llegar mi cercanía espiritual y mi afecto entrañable a todos los afectados por ese lamentable suceso, así como a los familiares de los fallecidos, cuyas almas encomendamos a la misericordia de Dios.

Me complace anunciar ahora que la sede de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en el dos mil trece, será Río de Janeiro. Pidamos al Señor ya desde este instante que asista con su fuerza a cuantos han de ponerla en marcha y allane el camino a los jóvenes de todo el mundo para que puedan reunirse nuevamente con el Papa en esa bella ciudad brasileña.

Queridos amigos, antes de despedirnos, y a la vez que los jóvenes de España entregan a los de Brasil la cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud, como Sucesor de Pedro, confío a todos los aquí presentes este gran cometido: Llevad el conocimiento y el amor de Cristo por todo el mundo. Él quiere que seáis sus apóstoles en el siglo veintiuno y los mensajeros de su alegría. ¡No lo defraudéis! Muchas gracias.

Saludo en francés

Chers jeunes de langue française, le Christ vous demande aujourd’hui d’être enracinés en Lui et de bâtir avec Lui votre vie sur le roc qu’il est Lui-même. Il vous envoie pour être des témoins courageux et sans complexes, authentiques et crédibles ! N’ayez pas peur d’être catholiques, d’en témoigner toujours autour de vous avec simplicité et sincérité ! Que l’Église trouve en vous et en votre jeunesse les missionnaires joyeux de la Bonne Nouvelle!

[Traducción española: Queridos jóvenes de lengua francesa, Cristo os pide hoy que estéis arraigados en Él y construyáis con Él vuestra vida sobre la roca que es Él mismo. Él os envía para que seáis testigos valientes y sin complejos, auténticos y creíbles. No tengáis miedo de ser católicos, dando siempre testimonio de ello a vuestro alrededor, con sencillez y sinceridad. Que la Iglesia halle en vosotros y en vuestra juventud a los misioneros gozosos de la Buena Noticia].

Saludo en inglés

I greet all the English-speaking young people present here today!  As you return home, take back with you the good news of Christ’s love which we have experienced in these unforgettable days.  Fix your eyes upon him, deepen your knowledge of the Gospel and bring forth abundant fruit!  God bless all of you until we meet again!

[Traducción española: Saludo a todos los jóvenes de leguna inglesa que están hoy aquí. Al regresar a vuestra casa, llevad con vosotros la Buena Noticia del amor de Cristo, que habéis experimentado en estos días inolvidables. Con los ojos fijos en Él, profundizad en vuestro conocimiento del Evangelio y dad abundantes frutos. Dios os bendiga hasta que nos encontremos nuevamente].

Saludo en alemán

Meine lieben Freunde! Glaube ist keine Theorie. Glauben heißt, in eine persönliche Beziehung zu Jesus zu treten und die Freundschaft mit ihm in Gemeinschaft mit anderen, in der Gemeinschaft der Kirche zu leben. Vertraut Christus euer ganzes Leben an, und helft euren Freunden, daß auch sie zur Quelle des Lebens, zu Gott gelangen. Der Herr mache euch zu frohen Zeugen seiner Liebe.

[Traducción española: Mis queridos amigos. La fe no es una teoría. Creer significa entrar en una relación personal con Jesús y vivir la amistad con Él en comunión con los demás, en la comunidad de la Iglesia. Confiad a Cristo toda vuestra vida, y ayudad a vuestros amigos a alcanzar la fuente de la vida: Dios. Que el Señor haga de vosotros testigos gozosos de su amor].

Saludo en italiano

Cari giovani di lingua italiana! Vi saluto tutti! L’Eucaristia che abbiamo celebrato è Cristo risorto presente e vivo in mezzo a noi: grazie a Lui, la vostra vita è radicata e fondata in Dio, salda nella fede. Con questa certezza, ripartite da Madrid e annunciate a tutti ciò che avete visto e udito. Rispondete con gioia alla chiamata del Signore, seguiteLo e rimanete sempre uniti a Lui: porterete molto frutto!

[Traducción española: Queridos jóvenes de lengua italiana. Os saludo a todos. La Eucaristía que hemos celebrado es Cristo Resucitado, presente y vivo en medio de nosotros: Gracias a Él, vuestra vida está arraigada y fundada en Dios, firme en la fe. Con esta certeza, marchad de Madrid y anunciad a todos lo que habéis visto y oído. Responded con gozo a la llamada del Señor, seguidlo y permaneced siempre unidos a Él: daréis mucho fruto].

Saludo en portugués

Queridos jovens e amigos de língua portuguesa, encontrastes Jesus Cristo! Sentir-vos-eis em contra-corrente no meio duma sociedade onde impera a cultura relativista que renuncia a buscar e a possuir a verdade. Mas foi para este momento da história, cheio de grandes desafios e oportunidades, que o Senhor vos mandou: para que, graças à vossa fé, continue a ressoar a Boa Nova de Cristo por toda a terra. Espero poder encontrar-vos daqui a dois anos, na próxima Jornada Mundial da Juventude, no Rio de Janeiro, Brasil. Até lá, rezemos uns pelos outros, dando testemunho da alegria que brota de viver enraizados e edificados em Cristo. Até breve, queridos jovens! Que Deus vos abençoe!

[Traducción española: Queridos jóvenes y amigos de lengua portuguesa, habéis encontrado a Jesucristo. Os sentiréis yendo contra corriente en medio de una sociedad donde impera la cultura relativista que renuncia a buscar y a poseer la verdad. Pero el Señor os ha enviado en este momento de la historia, lleno de grandes desafíos y oportunidades, para que, gracias a vuestra fe, siga resonando por toda la tierra la Buena Nueva de Cristo. Espero poder encontraros dentro de dos años en la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en Río de Janeiro, Brasil. Hasta entonces, recemos unos por otros, dando testimonio de la alegría que brota de vivir enraizados y edificados en Cristo. Hasta pronto, queridos jóvenes. Que Dios os bendiga].

Saludo en polaco:

Drodzy młodzi Polacy, silni wiarą, zakorzenieni w Chrystusie! Niech owocują w was otrzymane w tych dniach od Boga talenty. Bądźcie Jego świadkami. Nieście innym orędzie Ewangelii. Waszą modlitwą i przykładem życia pomagajcie Europie odnaleźć jej chrześcijańskie korzenie.

[Traducción española: Queridos jóvenes polacos, firmes en la fe, arraigados en Cristo. Los talentos recibidos de Dios en estos días produzcan en vosotros abundantes frutos. Sed sus testigos. Llevad a los demás el mensaje del Evangelio. Con vuestra oración y con el ejemplo de la vida, ayudad a Europa a encontrar sus raíces cristianas].