lunes, 19 de enero de 2015

FRANCISCO: Viaje Apostólico a Sri Lanka y Filipinas (Enero 12 al 19 de 2015)

VIAJE APOSTÓLICO DEL SANTO PADRE 
FRANCISCO
A SRI LANKA Y FILIPINAS

(12-19 DE ENERO DE 2015)





CEREMONIA DE BIENVENIDA
DISCURSO DEL SANTO PADRE

Aeropuerto Internacional de Colombo
Martes 13 de enero de 2015



Señor Presidente
Distinguidas Autoridades del Gobierno
Eminencia, Excelencias
Queridos amigos


Quiero agradecerles su cordial recibimiento. He deseado mucho esta visita a Sri Lanka y pasar estos días junto a ustedes. Sri Lanka es conocida como la Perla del Océano Índico por su belleza natural. Pero es aún más importante que esta isla sea célebre por la calidez de su gente y la rica diversidad de sus tradiciones culturales y religiosas.


Señor Presidente, le expreso mis mejores deseos en su nueva responsabilidad. le agradezco su invitación a visitar Sri Lanka y sus palabras de bienvenida. Saludo a los distinguidos miembros del Gobierno y autoridades civiles que nos honran con su presencia. Agradezco especialmente la presencia de los distinguidos líderes religiosos, que desempeñan un papel tan importante en la vida de este país. Y naturalmente, quisiera expresar mi agradecimiento a los fieles, al coro, y a todas las personas que han contribuido a hacer posible esta visita. Agradezco de corazón a todos su amabilidad y hospitalidad.


Mi visita a Sri Lanka es fundamentalmente pastoral. Como Pastor universal de la Iglesia católica, he venido para conocer, animar y rezar con los fieles católicos de esta isla. Un momento culminante de esta visita será la canonización del beato José Vaz, cuyo ejemplo de caridad cristiana y respeto a todas las personas, independientemente de su raza o religión, sigue siendo una fuente de inspiración y enseñanza en la actualidad. Pero mi visita también quiere expresar el amor y preocupación de la Iglesia por todos los ciudadanos de Sri Lanka, y confirmar el deseo de la comunidad católica de participar activamente en la vida de esta sociedad.


Una tragedia constante en nuestro mundo es que tantas comunidades estén en guerra entre sí. La incapacidad para conciliar diferencias y desacuerdos, ya sean antiguos o nuevos, ha dado lugar a tensiones étnicas y religiosas, acompañadas con frecuencia por brotes de violencia. Durante muchos años, Sri Lanka ha conocido los horrores de la contienda civil, y ahora trata de consolidar la paz y curar las heridas de esos años. No es tarea fácil superar el amargo legado de injusticias, hostilidad y desconfianza que dejó el conflicto. Esto sólo se puede conseguir venciendo el mal con el bien (cf. Rm 12,21) y mediante el cultivo de las virtudes que favorecen la reconciliación, la solidaridad y la paz. El proceso de recuperación debe incluir también la búsqueda de la verdad, no con el fin de abrir viejas heridas, sino más bien como un medio necesario para promover la justicia, la recuperación y la unidad.


Queridos amigos, estoy convencido de que los creyentes de las diversas tradiciones religiosas tienen un papel esencial en el delicado proceso de reconciliación y reconstrucción que se está llevando a cabo en este país. Para que el proceso tenga éxito, todos los miembros de la sociedad deben trabajar juntos; todos han de tener voz. Todos han de sentirse libres de expresar sus inquietudes, sus necesidades, sus aspiraciones y sus temores. Pero lo más importante es que todos deben estar dispuestos a aceptarse mutuamente, a respetar las legítimas diferencias y a aprender a vivir como una única familia. Siempre que las personas se escuchan unos a otros con humildad y franqueza, sus valores y aspiraciones comunes se hacen más evidentes. La diversidad ya no se ve como una amenaza, sino como una fuente de enriquecimiento. El camino hacia la justicia, la reconciliación y la armonía social se ve con más claridad aún.


En este sentido, la gran obra de reconstrucción debe abarcar no sólo la mejora de las infraestructuras y la satisfacción de las necesidades materiales, sino también, y más importante aún, la promoción de la dignidad humana, el respeto de los derechos humanos y la plena inclusión de cada miembro de la sociedad. Tengo la esperanza de que los líderes políticos, religiosos y culturales de Sri Lanka, considerando el bien y el efecto positivo de cada una de sus palabras y actuaciones, contribuirán de manera duradera al progreso material y espiritual del pueblo de Sri Lanka.


Señor Presidente, queridos amigos, les doy las gracias una vez más por su acogida. Que estos días que pasaremos juntos sean días de amistad, diálogo y solidaridad. Invoco la abundancia de las bendiciones de Dios sobre Sri Lanka, la Perla del Océano Índico, y rezo para que su belleza resplandezca en la prosperidad y la paz de todos sus habitantes.


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ENCUENTRO INTERRELIGIOSO Y ECUMÉNICO
DISCURSO DEL SANTO PADRE


Bandaranaike Memorial International Conference Hall, Colombo
Martes 13 de enero de 2015


Queridos amigos


Me alegro de tener la oportunidad de participar en este encuentro, que reúne a las cuatro comunidades religiosas más grandes que integran la vida de Sri Lanka: el budismo, el hinduismo, el islam y el cristianismo. Muchas gracias por su presencia y su calurosa bienvenida. También doy las gracias a cuantos han ofrecido sus oraciones y peticiones, y de un modo particular expreso mi gratitud al Obispo Cletus Chandrasiri Perera y al Venerable Vigithasiri Niyangoda Thero por sus amables palabras.


He llegado a Sri Lanka siguiendo las huellas de mis predecesores, los papas Pablo VI y Juan Pablo II, para manifestar el gran amor y preocupación de la Iglesia católica por Sri Lanka. Es una gracia especial para mí visitar esta comunidad católica, confirmarla en la fe cristiana, orar con ella y compartir sus alegrías y sufrimientos. Es igualmente una gracia poder estar con todos ustedes, hombres y mujeres de estas grandes tradiciones religiosas, que comparten con nosotros un deseo de sabiduría, verdad y santidad.


En el Concilio Vaticano II, la Iglesia católica declaró su profundo y permanente respeto por las demás religiones. Dijo que ella «no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas» (Nostra aetate, 2). Por mi parte, deseo reafirmar el sincero respeto de la Iglesia por ustedes, sus tradiciones y creencias.
Con este espíritu de respeto, la Iglesia católica desea cooperar con ustedes, y con todos los hombres de buena voluntad, en la búsqueda de la prosperidad de todos los ciudadanos de Sri Lanka. Espero que mi visita ayude a impulsar y profundizar en las diversas formas de cooperación interreligiosa y ecuménica que se han emprendido en los últimos años.


Estas iniciativas loables han brindado oportunidades para el diálogo, que es esencial si queremos conocer, comprender y respetar a los demás. Pero, como demuestra la experiencia, para que este diálogo y encuentro sea eficaz, debe basarse en una presentación completa y franca de nuestras respectivas convicciones. Ciertamente, ese diálogo pondrá de relieve la variedad de nuestras creencias, tradiciones y prácticas. Pero si somos honestos en la presentación de nuestras convicciones, seremos capaces de ver con más claridad lo que tenemos en común. Se abrirán nuevos caminos para el mutuo aprecio, la cooperación y, ciertamente, la amistad.


Esos desarrollos positivos en las relaciones interreligiosas y ecuménicas adquieren un significado particular y urgente en Sri Lanka. Durante muchos años, los hombres y mujeres de este país han sido víctimas de conflictos civiles y violencia. Lo que se necesita ahora es la recuperación y la unidad, no nuevos enfrentamientos y divisiones. Sin duda, el fomento de la curación y de la unidad es una noble tarea que incumbe a todos los que se interesan por el bien de la nación y, en el fondo, por toda la familia humana. Espero que la cooperación interreligiosa y ecuménica demuestre que los hombres y las mujeres no tienen que renunciar a su identidad, ya sea étnica o religiosa, para vivir en armonía con sus hermanos y hermanas.


De cuántos modos los creyentes de las diferentes religiones pueden llevar a cabo este servicio. Cuántas son las necesidades que hay que atender con el bálsamo curativo de la solidaridad fraterna. Pienso particularmente en las necesidades materiales y espirituales de los pobres, de los indigentes, de cuantos anhelan una palabra de consuelo y esperanza. Pienso también en tantas familias que siguen llorando la pérdida de sus seres queridos.


Especialmente en este momento de la historia de su nación, ¡cuántas personas de buena voluntad están tratando de reconstruir los fundamentos morales de la sociedad en su conjunto! Que el creciente espíritu de cooperación entre los líderes de las diferentes comunidades religiosas se exprese en el compromiso de poner la reconciliación de todos los habitantes de Sri Lanka en el centro de los esfuerzos por renovar la sociedad y sus instituciones. Por el bien de la paz, nunca se debe permitir que las creencias religiosas sean utilizadas para justificar la violencia y la guerra. Tenemos que exigir a nuestras comunidades, con claridad y sin equívocos, que vivan plenamente los principios de la paz y la convivencia que se encuentran en cada religión, y denunciar los actos de violencia que se cometan.


Queridos amigos, les doy las gracias una vez más por su generosa acogida y su atención. Que este encuentro fraterno nos confirme a todos en nuestro compromiso de vivir en armonía y difundir la bendición de la paz.


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SANTA MISA Y CANONIZACIÓN DEL BEATO JOSÉ VAZ
HOMILÍA DEL SANTO PADRE


Galle Face Green, Colombo
Miércoles 14 de enero de 2015


«Verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios» (Is 52,10).
Ésta es la extraordinaria profecía que hemos escuchado en la primera lectura de hoy. Isaías anuncia la predicación del Evangelio de Jesucristo a todos los confines de la tierra. Esta profecía tiene un significado especial para nosotros al celebrar la canonización de un gran misionero del Evangelio, san José Vaz. Al igual que muchos misioneros en la historia de la Iglesia, él respondió al mandato del Señor resucitado de hacer discípulos de todas las naciones (cf. Mc 16,15). Con sus palabras, pero más aún, con el ejemplo de su vida, ha llevado al pueblo de este país a la fe que nos hace partícipes de «la herencia de los santos» (Hch 20,32).


En san José Vaz vemos un signo espléndido de la bondad y el amor de Dios para con el pueblo de Sri Lanka. Pero vemos también en él un estímulo para perseverar en el camino del Evangelio, para crecer en santidad, y para dar testimonio del mensaje evangélico de la reconciliación al que dedicó su vida.


Sacerdote del Oratorio en su Goa natal, san José Vaz llegó a este país animado por el celo misionero y un gran amor por sus gentes. Debido a la persecución religiosa, vestía como un mendigo y ejercía sus funciones sacerdotales en los encuentros secretos de los fieles, a menudo por la noche. Sus desvelos dieron fuerza espiritual y moral a la atribulada población católica. Se entregó especialmente al servicio de los enfermos y cuantos sufren. Su atención a los enfermos, durante una epidemia de viruela en Kandy, fue tan apreciada por el rey que se le permitió una mayor libertad de actuación. Desde Kandy pudo llegar a otras partes de la isla. Se desgastó en el trabajo misionero y murió, extenuado, a la edad de cuarenta y nueve años, venerado por su santidad.


San José Vaz sigue siendo un modelo y un maestro por muchas razones, pero me gustaría centrarme en tres. En primer lugar, fue un sacerdote ejemplar. Hoy aquí, hay muchos sacerdotes y religiosos, hombres y mujeres que, al igual que José Vaz, están consagrados al servicio de Dios y del prójimo. Os animo a encontrar en san José Vaz una guía segura. Él nos enseña a salir a las periferias, para que Jesucristo sea conocido y amado en todas partes. Él es también un ejemplo de sufrimiento paciente a causa del Evangelio, de obediencia a los superiores, de solicitud amorosa para la Iglesia de Dios 
(cf. Hch 20,28). Como nosotros, vivió en un período de transformación rápida y profunda; los católicos eran una minoría, y a menudo divididos entre sí; externamente sufrían hostilidad ocasional, incluso persecución. 


Sin embargo, y debido a que estaba constantemente unido al Señor crucificado en la oración, llegó a ser para todas las personas un icono viviente del amor misericordioso y reconciliador de Dios.


En segundo lugar, san José Vaz nos muestra la importancia de ir más allá de las divisiones religiosas en el servicio de la paz. Su amor indiviso a Dios lo abrió al amor del prójimo; sirvió a los necesitados, quienquiera que fueran y dondequiera que estuvieran. Su ejemplo sigue siendo hoy una fuente de inspiración para la Iglesia en Sri Lanka, que sirve con agrado y generosidad a todos los miembros de la sociedad. No hace distinción de raza, credo, tribu, condición social o religión, en el servicio que ofrece a través de sus escuelas, hospitales, clínicas, y muchas otras obras de caridad. Lo único que pide a cambio es libertad para llevar a cabo su misión. La libertad religiosa es un derecho humano fundamental. 


Toda persona debe ser libre, individualmente o en unión con otros, para buscar la verdad, y para expresar abiertamente sus convicciones religiosas, libre de intimidaciones y coacciones externas. Como la vida de san José Vaz nos enseña, el verdadero culto a Dios no lleva a la discriminación, al odio y la violencia, sino al respeto de la sacralidad de la vida, al respeto de la dignidad y la libertad de los demás, y al compromiso amoroso por todos.


Por último, san José Vaz nos da un ejemplo de celo misionero. A pesar de que llegó a Ceilán para ayudar y apoyar a la comunidad católica, en su caridad evangélica llegó a todos. Dejando atrás su hogar, su familia, la comodidad de su entorno familiar, respondió a la llamada a salir, a hablar de Cristo dondequiera que fuera. San José Vaz sabía cómo presentar la verdad y la belleza del Evangelio en un contexto multireligioso, con respeto, dedicación, perseverancia y humildad. Éste es también hoy el camino para los que siguen a Jesús. Estamos llamados a salir con el mismo celo, el mismo ardor, de san José Vaz, pero también con su sensibilidad, su respeto por los demás, su deseo de compartir con ellos esa palabra de gracia (cf. Hch 20,32), que tiene el poder de edificarles. Estamos llamados a ser discípulos misioneros.


Queridos hermanos y hermanas, pido al Señor que los cristianos de este país, siguiendo el ejemplo de san José Vaz, se mantengan firmes en la fe y contribuyan cada vez más a la paz, la justicia y la reconciliación en la sociedad de Sri Lanka. Esto es lo que el Señor quiere de vosotros. Esto es lo que san José Vaz os enseña. Esto es lo que la Iglesia necesita de vosotros. Os encomiendo a todos a la intercesión del nuevo santo, para que, en unión con la Iglesia extendida por todo el mundo, podáis cantar un canto nuevo al Señor y proclamar su gloria a todos los confines de la tierra. Porque grande es el Señor, y muy digno de alabanza (cf. Sal96,1-4). Amén.


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ORACIÓN MARIANA
DISCURSO DEL SANTO PADRE


Santuario de Nuestra Señora del Rosario, Madhu
Miércoles 14 de enero de 2015


Queridos hermanos y hermanas


Estamos en la casa de nuestra Madre. Aquí ella nos da la bienvenida. En este santuario de Nuestra Señora de Madhu, todo peregrino se puede sentir en su casa, porque aquí María nos lleva a la presencia de su Hijo Jesús. Aquí vienen los habitantes de Sri Lanka, tamiles y cingaleses por igual, como miembros de una sola familia. Encomiendan a María sus alegrías y tristezas, sus esperanzas y necesidades. Aquí, en su casa, se sienten seguros. Saben que Dios está muy cerca; sienten su amor; conocen su ternura y misericordia, la tierna misericordia de Dios.


Se encuentran hoy aquí familias que han sufrido mucho en el largo conflicto que rasgó el corazón de Sri Lanka. Muchas personas, tanto del norte como del sur, fueron asesinadas en la terrible violencia y derramamiento de sangre de aquellos años. Los habitantes de Sri Lanka no pueden olvidar los trágicos acontecimientos ocurridos en este mismo lugar, o el triste día en que la venerada imagen de María, que data de la llegada de los primeros cristianos a Sri Lanka, fue arrancada de su santuario.


Pero la Virgen permanece siempre con vosotros. Ella es la madre de todo hogar, de toda familia herida, de todos los que están tratando de volver a una existencia pacífica. Hoy le damos las gracias por haber protegido a la población de Sri Lanka de tantos peligros pasados y presentes. María nunca olvida a sus hijos en esta isla resplandeciente. Al igual que nunca se apartó del lado de su Hijo en la cruz, así nunca se aparta de sus hijos que sufren en Sri Lanka.


Hoy queremos dar las gracias a la Virgen por su presencia. Ante tanto odio, violencia y destrucción, queremos darle las gracias porque sigue llevándonos a Jesús, el único que tiene el poder para curar las heridas abiertas y devolver la paz a los corazones desgarrados. Pero también queremos pedirle que implore para nosotros la gracia de la misericordia de Dios. Pedimos también la gracia de reparar por nuestros pecados y por todo el mal que esta tierra ha conocido.


No es fácil hacer esto. Sin embargo, cuando llegamos a entender, a la luz de la Cruz, el mal que somos capaces de hacer, y del que incluso formamos parte, podremos experimentar el auténtico remordimiento y el verdadero arrepentimiento. Sólo entonces podremos recibir la gracia de acercarnos unos a otros, con una verdadera contrición, dando y recibiendo el perdón verdadero. En esta difícil tarea de perdonar y tener paz, María siempre está presente para animarnos, para guiarnos, para mostrarnos el camino. De la misma manera que perdonó a los verdugos de su Hijo al pie de la cruz, y luego recibió su cuerpo exánime entre sus manos, así ahora quiere guiar al pueblo de Sri Lanka a una mayor reconciliación, para que el bálsamo del perdón y la misericordia de Dios proporcione una verdadera curación para todos.


Por último, queremos pedir a María Madre que acompañe con su intercesión los esfuerzos de ambas comunidades de Sri Lanka, tamiles y cingaleses, por reconstruir la unidad que se había perdido. Al igual que su imagen volvió a su santuario de Madhu después de la guerra, pedimos al Señor que todos sus hijos e hijas de Sri Lanka puedan volver ahora a la casa de Dios con un renovado espíritu de reconciliación y comunión.


Queridos hermanos y hermanas, me siento feliz de estar con vosotros en la casa de María. Oremos unos por otros. Sobre todo, pidamos que este santuario sea siempre una casa de oración y un remanso de paz. Que, por intercesión de Nuestra Señora de Madhu, todos los hombres encuentren aquí el ánimo y la fuerza para construir un futuro de reconciliación, justicia y paz para todos los hijos de esta querida tierra. Amén.


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ENCUENTRO DEL SANTO PADRE CON LOS PERIODISTAS
DURANTE EL VUELO HACIA 
MANILA

Jueves 15 de enero de 2015




(Padre Lombardi)


Como puede comprobar, también en este viaje intermedio, estamos todos deseosos de escuchar sus palabras. Y muchas felicidades por la primera parte del viaje que ha sido espléndida. Como en otras ocasiones, le haremos una serie de preguntas. Cuando usted se canse, nos lo dice y le dejamos marchar en paz… ¿Está cansado? De todas formas, para comenzar, como sé que hay algo que usted considera importante y que le gustaría decirnos sobre este viaje, en concreto sobre el significado de esta canonización de San José Vaz, le pido que nos hable de esto al principio, para que tengamos presente este importante mensaje que nos quiere dar. Después pasamos a las preguntas. Tenemos inscritas diversas personas.


(Papa FRANCISCO)


Antes de nada, buenos días, y también una duda para Carolina: Es verdad, me ha llegado la imagen de la Virgen de Luján, muchas gracias. Estas canonizaciones se han llevado a cabo con la metodología –prevista en el Derecho de la Iglesia– que se llama equipolente. Se aplica cuando un hombre o una mujer es beato, beata, desde hace mucho tiempo y tiene la veneración del pueblo de Dios, que de hecho lo venera como santo, y no se hace el proceso. Hay algunos casos así desde hace siglos. El proceso de Ángela de Foligno fue así; ella fue la primera. Después decidí hacer lo mismo con personas que han sido grandes evangelizadores y evangelizadoras. En primer lugar, Pedro Fabro, que fue un gran evangelizador de Europa: murió –podríamos decir– en el camino, cuando, con cuarenta años, viajaba para evangelizar. Y después vinieron los demás: los evangelizadores de Canadá, Francisco de Laval y María de la Encarnación, que, por el gran apostolado que hicieron, fueron prácticamente los fundadores de la Iglesia en Canadá, siendo él Obispo y ella religiosa. El siguiente fue José de Anchieta, de Brasil, fundador de São Paulo, que hacía tiempo que era beato, y ahora es santo. José Vaz, aquí, como evangelizador de Sri Lanka. Y en septiembre próximo, Deo mediante, haré la canonización de Junípero Serra, en los Estados Unidos, porque fue el evangelizador del oeste de los Estados Unidos. Son figuras de grandes evangelizadores, que están en sintonía con la espiritualidad y la teología de la Evangelii gaudium. Y por eso he elegido esas figuras. Era esto.


(Padre Lombardi)


Gracias. Y ahora pasemos a las preguntas, para las que se han inscrito nuestros colegas. El primero es Jerry O’Connell de America Magazine, al que usted conoce bien. Le damos la palabra.


(Jerry O’Connell)


Lo primero de todo, Santo Padre, estoy de acuerdo con el P. Lombardi: felicidades por el éxito de la visita a Sri Lanka. Le hago una pregunta en nombre del grupo inglés. Hemos decidido hacerle una pregunta “puente”, que incluya la visita a Sri Lanka y a Filipinas. Hemos visto en Sri Lanka la belleza de la naturaleza, pero también nos hemos dado cuenta de la vulnerabilidad de la isla, a causa de los cambios climáticos, el mar, etc. Nos dirigimos ahora a Filipinas, y usted visitará la zona que ha sido devastada. Ya hace más de un año que está estudiando la cuestión de la ecología y de la protección de la creación. Mi pregunta se refiere a tres aspectos. El primero: ¿el cambio climático se debe principalmente a la acción del hombre, por no cuidar suficientemente la naturaleza? El segundo: ¿cuándo saldrá su Encíclica? Tercero: como hemos visto en Sri Lanka, usted insiste mucho en la colaboración entre las religiones; ¿tiene previsto convocar a las otras religiones para afrontar este problema? Gracias.


(Papa FRANCISCO)


La primera pregunta. Usted ha usado una palabra que me evita tener que precisar: “principalmente”. Yo no sé si totalmente, pero principalmente, en gran medida, es el hombre el que maltrata la naturaleza continuamente. Nos hemos adueñado un poco de la naturaleza, de la hermana tierra, de la madre tierra. Recuerdo –ustedes me han oído contar esto– que un viejo campesino me dijo una vez: “Dios perdona siempre, nosotros –los hombres– perdonamos algunas veces, la naturaleza no perdona nunca”. Si la maltratas, ella te maltrata. Creo que hemos explotado demasiado la naturaleza; las deforestaciones, por ejemplo. Recuerdo que en Aparecida, entonces yo no entendía bien este problema, cuando oía a los obispos brasileños hablar de la deforestación de la Amazonia, no conseguía entenderlo bien. La Amazonia es un pulmón del mundo. Después, hace cinco años, con una comisión de derechos humanos, puse un recurso ante la Corte Suprema de Argentina para detener, al menos temporalmente, una terrible deforestación en el norte del país, en la zona norte de Salta, Tartagal. Esto es un aspecto. Otro aspecto es el monocultivo. Los agricultores, por ejemplo, saben que si uno cultiva el maíz durante tres años, después tiene que cambiar y sembrar otra cosa durante uno o dos años, para que se recupere la tierra, para que la tierra crezca. Por ejemplo, en mi país, se cultiva sólo soja y se cultiva hasta que la tierra se agota. No todos hacen esto, pero es un ejemplo, como puede haber tantos otros. Creo que el hombre ha ido demasiado lejos. Gracias a Dios, hoy hay voces, muchas voces, que hablan de esto; en este momento, me gustaría recordar a mi querido hermano Bartolomé, que desde hace años predica sobre este tema. He leído muchas cosas suyas para preparar esta Encíclica. Podría volver sobre el tema, pero no quiero alargarme. Solamente añado esto: Guardini usa una expresión que lo explica muy bien. Dice él: La segunda manera de incultura es la mala. La primera es la incultura que recibimos con la creación para cultivarla, pero cuando te adueñas demasiado y te pasas, esta cultura se vuelve contra ti, pensemos en Hiroshima. Se crea una segunda incultura.
En cuanto a la Encíclica, el cardenal Turkson con su equipo preparó el primer borrador. A partir de este borrador, trabajé con algunas personas. Después, algunos teólogos elaboraron un tercer borrador, del que envié copia a la Congregación para la Doctrina de la Fe, a la Segunda Sección de la Secretaría de Estado y al Teólogo de la Casa Pontificia, para que estudiasen bien que no diga “bobadas”. Hace tres semanas recibí las respuestas, algunas muy abultadas, pero todas constructivas. Y ahora dedicaré una semana completa en marzo para terminarla. Pienso que a finales de marzo estará lista y se comenzará a traducir. Si el trabajo de las traducciones va bien –mons. Becciu me está escuchando: él tiene que ayudar en esto–, si va bien, podrá salir en junio o julio. Lo importante es que haya un poco de tiempo entre la aparición de la Encíclica y el encuentro de París, para que sea una contribución. El encuentro de Perú no ha sido un gran qué. Me ha defraudado la falta de coraje: se han quedado a medias. Esperemos que en París sean más decididos los representantes para avanzar en este tema.


Por lo que se refiere a la tercera pregunta, creo que el diálogo entre las religiones sobre este punto es importante. Las otras religiones tienen una buena percepción. También sobre este punto hay un acuerdo para tener la misma visión. No todavía en la Encíclica. De hecho, he hablado con algunos de otras religiones sobre el tema y sé que también el cardenal Turkson y, al menos, dos teólogos lo han hecho. Ése es el camino. No será una declaración común. Los encuentros vendrán después.


(Padre Lombardi)


Gracias, Santo Padre. Y ahora le damos la palabra a Pia, del grupo de Filipinas.


(Pia)


Santo Padre, Filipinas está muy, muy feliz de recibirlo dentro de unas horas. Mi pregunta es: ¿cuál es su mensaje para los miles de personas que no han podido encontrarlo, y que no podrán verlo personalmente, aunque les hubiera gustado? Lo siento, no hablo italiano…


(Papa FRANCISCO)


Respondiendo a esto, corro el riesgo de ser demasiado simple, pero diré algo. El centro, el núcleo del mensaje serán los pobres, los pobres que quieren salir adelante, los pobres que sufrieron a causa del tifón Yolanda y todavía hoy sufren sus consecuencias, los pobres que tienen puesta su fe y esperanza en esta conmemoración del V centenario de la predicación del Evangelio en Filipinas; el pueblo de Dios, en Filipinas, los pobres, también los pobres explotados, explotados por quienes cometen tantas injusticias sociales, espirituales, existenciales. Pienso en ellos. En este viaje a Filipinas, pienso en ellos. El otro día, el 7 de enero, fue la fiesta de Navidad de las Iglesias Orientales, y en nuestra casa, en Santa Marta, hay tres personas de nacionalidad etíope y algunos filipinos, que trabajan allí. Los etíopes celebraron la fiesta: invitaron a comer a todos los dependientes, unos cincuenta. Yo también estuve, y miraba a los empleados de Filipinas, que han dejado su patria, en busca de mayor bienestar, dejando padre, madre, hijos, para ir… Los pobres. No sé… El núcleo será esto.


(Padre Lombardi)


Viene ahora Juan Vicente Boo y hace la pregunta en nombre del grupo español.


(Juan Vicente Boo)


Santo Padre, en primer lugar, tengo que decirle que para estar cansado tiene buen aspecto. Me gustaría preguntarle, de parte del grupo español, sobre la historia de Sri Lanka y la historia contemporánea. En los años de la guerra civil, hubo más de 300 atentados kamikazes en Sri Lanka, atentados suicidas, perpetrados por hombres y mujeres, niños y niñas. Ahora estamos viendo atentados suicidas de muchachos, muchachas y niños. ¿Qué piensa de este modo de hacer la guerra? Gracias.


(Papa FRANCISCO)


Quizás, lo que se me ocurre decir es una falta de respeto, pero es lo que se me ocurre. Creo que, detrás de un atentado suicida, hay un desequilibrio, un desequilibrio humano. No sé si mental, pero sí humano. Hay algo que no funciona en esa persona. No tiene ese equilibrio sobre el sentido de su vida, de su propia vida y de la de los otros. Lucha por… sí, da la vida, pero no la da bien. Hay mucha gente, mucha gente que da la vida en lo que hace –pensemos en los misioneros, por ejemplo–, pero para construir. En estos casos, en cambio, se da la vida autodestruyéndose y para destruir. Así no, hay algo que no funciona. Acompañé la elaboración de la tesis, no de doctorado sino de licencia, de un piloto de Alitalia, que la hizo en sociología sobre los kamikazes japoneses. Aprendí algunas cosas, pero es difícil entenderlo. Cuando la corregía, me fijaba sobre todo en la metodología. Pero no se entiende… No sucede sólo en Oriente. Hay investigaciones en este momento, investigaciones sobre una propuesta llegada en la Segunda Guerra Mundial a Italia, una propuesta hecha al fascismo italiano. No hay pruebas, pero se está investigando. Hay algo en estos casos que tiene mucho que ver con los sistemas dictatoriales o totalitarios. Con los sistemas totalitarios. Tiene mucho que ver. El sistema totalitario mata, si no la vida, mata posibilidades, mata el futuro, mata muchas cosas. Y también la vida. Es así. Pero el problema no se ha acabado. No es sólo oriental. Es importante. No se me ocurre más.
Sobre el uso de los niños. Lo que he dicho in genere se refiere a todos, pero, aparte de eso, hablemos a los niños. Los niños son usados por doquier para muchas cosas: explotados en el trabajo, utilizados como esclavos, abusados sexualmente. Años atrás, con algunos miembros del Senado de Argentina, quisimos impulsar una campaña en los hoteles más importantes, para decir públicamente que allí los turistas no podían abusar de los niños. No conseguimos hacerlo. Hay resistencias escondidas. No sé si se abusaba o no, era una medida preventiva. Después, en alguna ocasión, cuando estaba en Alemania caían en mis manos algunos periódicos y estaba la parte del turismo, y turismo en aquellas zonas del sureste asiático, y también turismo erótico, y allí estaban los niños. Los niños son explotados; el trabajo esclavo de los niños es terrible. También para esto son explotados. No me atrevo a decir más.


(Padre Lombardi)


Gracias, Santidad. Ahora damos la palabra a Ignazio Ingrao, en nombre del grupo italiano.


(Ignazio Ingrao)


Buenos días, soy del semanario Panorama e Il mio Papa. Santidad, hay mucha preocupación en el mundo por su seguridad. Según los servicios secretos americanos e israelíes, el Vaticano es incluso la diana de los terroristas islámicos. En las páginas web fundamentalistas ha aparecido la bandera del Islam que ondea sobre San Pedro. Se teme también por su seguridad en los viajes al extranjero. Sabemos que usted no quiere renunciar al contacto directo con la gente, pero, en estas circunstancias, ¿no cree que sería necesario modificar algo su manera de actuar y sus actividades? Se teme también por la integridad de los fieles que participan en las celebraciones, en caso de atentados. ¿Le preocupa esto? Y, más en general, ¿cuál cree que es la mejor manera de responder a estas amenazas de los integristas islámicos? Gracias.


(Papa FRANCISCO)


Para mí, la mejor manera de responder es siempre la mansedumbre. Ser manso, humilde –como el pan– sin agredirEsa es mi postura, pero hay mucha gente que no lo comprende. Después, en cuanto a las preocupaciones, me preocupan los fieles, de verdad, me preocupan. Y he hablado de ello con la Seguridad vaticana: aquí en el vuelo está el Dr. Giani, que es el encargado de esto; él está al día sobre este problema. Me preocupa, me preocupa mucho. ¿Tengo miedo? Usted sabe que tengo un defecto: una buena dosis de inconsciencia. Soy inconsciente en estas cosas. Algunas veces me he preguntado: ¿Y si me pasara algo? Y he dicho al Señor: Señor, solamente te pido una gracia, que no me duela. Porque no soy valiente ante el dolor, soy muy muy miedoso, pero no tengo miedo de Dios. Pero sé que se toman las medidas de seguridad, prudentes pero seguras. Después, veremos.


(Padre Lombardi)


Gracias, Santidad. Y ojalá tuviéramos también nosotros siempre la misma serenidad. Ahora es el turno de Christoph Schmidt, del grupo alemán, que viene rápidamente. Se va preparando Sébastien Maillard. Después preguntaremos al Papa si desea continuar o prefiere cortar.


(Christoph Schmidt)


Santo Padre, buenos días. ¿Podría decirnos algo sobre la visita de ayer al templo budista, que ha sido una gran sorpresa? ¿Por qué una visita tan espontánea? ¿Se inspira usted de alguna manera en esta religión? Sabemos que los misioneros cristianos estuvieron convencidos hasta el siglo XX de que el budismo era un engaño, una religión del diablo. Y, en tercer lugar, ¿qué podría aportar el budismo para el futuro de Asia?


(Papa FRANCISCO)


¿Cómo ha sido la visita? ¿Por qué he ido? El rector de este templo budista logró que el gobierno lo invitase al aeropuerto y allí –es muy amigo del cardenal Ranjith– me saludó y me invitó a visitar el templo; también le dijo a Ranjith que me llevase. Después hablé con el cardenal, pero no había tiempo, porque cuando llegué, tuve que suspender el encuentro con los obispos, porque no me encontraba bien, estaba cansado –esos 29 km de saludos a la gente me dejaron destrozado– y no había tiempo. Ayer, al regreso de Madhu, se presentó la posibilidad, llamó por teléfono y fuimos. En ese templo hay reliquias de los discípulos de Buda, de dos de ellos. Para ellos son muy importantes. Estas reliquias estaban en Inglaterra y consiguieron que se las devolviesen. Él vino a verme al aeropuerto y yo fui a verlo a su casa. Lo primero.


Lo segundo. Ayer, en Madhu, vi una cosa que nunca me hubiera imaginado: no todos eran católicos, ni siquiera la mayoría. Había budistas, musulmanes, hinduistas, y todos iban allí a rezar; van y dicen que reciben gracias. En el pueblo –y el pueblo nunca se equivoca–… ahí está el sentido del pueblo, hay algo que los une. Y, si están así unidos tan naturalmente que van juntos a rezar a un templo –que es cristiano, pero no es sólo cristiano porque todos lo quieren–, ¿por qué no puedo ir yo a un templo budista a saludar? Este testimonio de ayer en Madhu es muy importante. Nos ayuda a comprender el sentido de la interreligiosidad que se vive en Sri Lanka: hay respeto entre ellos. Hay grupitos fundamentalistas, pero no están  con el pueblo: son élites ideológicas, pero no están con el pueblo.


Finalmente, la idea de que iban al infierno. Pero también los protestantes… Cuando era niño, hace 70 años, todos los protestantes iban al infierno, todos. Eso nos decían. Recuerdo la primera experiencia de ecumenismo que tuve. Se la conté el otro día a los dirigentes del Ejército de Salvación. Tenía cuatro o cinco años –pero me acuerdo, lo puedo ver todavía–, e iba por la calle con mi abuela, que me llevaba de la mano. Por la otra acera venían dos señoras del Ejército de Salvación, con ese sombrero que llevaban antes, con lazos, o algo por el estilo –ahora ya no lo llevan–. Pregunté a mi abuela: “Abuela, ¿son monjas?”. Y me dijo: “No, son protestantes, pero son buenas”. Fue la primera vez que oí hablar bien de una persona de otra religión, de un protestante. Entonces, en la catequesis, nos decían que todos iban al infierno. Pero me parece que la Iglesia ha crecido mucho en la conciencia del respeto –como les dije en el Encuentro interreligioso, en Colombo–, en los valores. Cuando leemos lo que dice el Concilio Vaticano II sobre los valores en las otras religiones –el respeto–, ha crecido mucho la Iglesia en esto. Y sí, ha habido tiempos oscuros en la historia de la Iglesia, tenemos que decirlo, sin vergüenza, porque también nosotros nos encontramos en un camino de conversión continua: del pecado a la gracia siempre. Y esta interreligiosidad como hermanos, respetándose siempre, es una gracia. No sé si había algo más que haya olvidado… ¿Es todo? Vielen Danke.


(Padre Lombardi)


Sébastien Maillard, del grupo francés.


(Sébastien Maillard)


Santo Padre, ayer por la mañana, en la Misa, habló de la libertad religiosa como derecho humano fundamental. Pero, para respetar a las diversas religiones, ¿hasta qué punto se puede llegar en la libertad de expresión, que es también un derecho humano fundamental?


(Papa FRANCISCO)


Gracias por la pregunta; es inteligente. Creo que los dos son derechos humanos fundamentales: la libertad religiosa y la libertad de expresión. No se puede… pensemos… Usted es francés, vayamos a París. Hablemos claro. No se puede ocultar una verdad: que toda persona tiene derecho a practicar su religión, sin ofender, libremente. Así lo hacemos, así lo queremos hacer todos. En segundo lugar, no se puede ofender, declarar la guerra, matar en nombre de la religión, es decir, en nombre de Dios. A nosotros, lo que sucede ahora nos resulta un poco… nos sorprende. Pero pensemos también en nuestra historia, en las numerosas guerras de religión que hemos tenido. Piense en la “noche de San Bartolomé”… ¿Cómo se entiende eso? También nosotros hemos cometido el mismo pecado. Pero no se puede matar en nombre de Dios. Es una aberración. Matar en nombre de Dios es una aberración. Creo que esto es lo principal sobre la libertad de religión: se debe practicar con libertad, sin ofender, pero sin imposiciones y sin matar.
La libertad de expresión. Las personas no sólo tienen la libertad, el derecho, sino también la obligación de decir lo que piensan para colaborar al bien común. La obligación. Pensemos en un diputado, en un senador: si no dice lo que piensa que es el camino adecuado, no colabora al bien común. Y como ellos, muchos otros. Tenemos la obligación de hablar abiertamente: tener esta libertad, pero sin ofender. Porque es verdad que no se puede reaccionar violentamente, pero, si el Dr. Gasbarri, gran amigo, ofende a mi madre, se lleva un puñetazo. Es normal. Es normal. No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás, no se pude ridiculizar la fe. El Papa Benedicto, en un discurso –no recuerdo dónde con exactitud–, habló de esa mentalidad post-positiva, de la metafísica post-positiva, que al final llevaba a creer que las religiones y las expresiones religiosas son un especie de subcultura, que son toleradas, pero son poca cosa, no forman parte de la cultura iluminista. Y esto es herencia de la Ilustración. Mucha gente habla mal de la religión, se burla, podríamos decir que “juega” con la religión de los otros; son provocaciones, y puede suceder lo que mismo que si el Dr. Gasbarri habla mal de mi madre. Hay un límite. Toda religión tiene dignidad, toda religión que respete la vida humana, la persona humana. Y no puedo ridiculizarla. Ése es el límite. He utilizado este ejemplo de mi madre, para decir que en la libertad de expresión hay límites. No sé si he conseguido responder a la pregunta. Gracias.


(Padre Lombardi)


Gracias, Santidad. Ya llevamos más de media hora y hemos hecho el primer turno de todos los grupos. Nos ha dicho que se encontraba un poco cansado. Siéntase libre. ¿Quiere seguir? De verdad, díganos cuándo quiere terminar. Ahora está anotado en la lista Joshua McElwee, del National Catholic Report.


(Joshua McElwee)


Santo Padre, gracias de nuevo por su tiempo. Usted ha hablado en numerosas ocasiones contra el extremismo religioso. ¿Tiene alguna idea concreta de cómo implicar a los líderes religiosos en la lucha contra este problema? ¿Quizás mediante un encuentro en Asís, como hicieron el Papa Juan Pablo II y el Papa Benedicto XVI?


(Papa FRANCISCO)


Gracias. También se ha hecho esta propuesta. Sé que algunos están trabajando en eso. He hablado con el cardenal Tauran, que está en el Diálogo interreligioso, y él lo ha oído. Sé que el deseo no es solamente nuestro, sino también de otras partes, también de las otras religiones; está en el ambiente. No sé si se está organizando algo, pero el deseo está en el ambiente. Gracias.


(Padre Lombardi)


La última pregunta corresponde de nuevo al grupo filipino. La hace Lynda Jumilla Abalos y después dejamos libre al Papa.


(Lynda Jumilla Abalos)


Buenos días, Santo Padre. Siento que mi italiano no sea demasiado bueno. Santidad, Usted ha hecho un llamamiento a la verdad, a la reconciliación en Sri Lanka. Me gustaría preguntarle si apoya la Comisión para la verdad en Sri Lanka y en otros países para los conflictos internos…


(Papa FRANCISCO)


No sé bien cómo funcionan estas Comisiones. Conocí la de Argentina, en su momento, después de la dictadura militar, y entonces la apoyé, porque era un buen camino. De estas otras, no puedo hablar porque no las conozco en concreto. Sí, apoyo todos los esfuerzos encaminados a encontrar la verdad y también todas las iniciativas equilibradas, no como venganza, equilibradas, que contribuyan a poner de acuerdo. Le oí decir al presidente de Sri Lanka –no quisiera que esto se interpretase como un comentario político-, repito lo que oí, con lo cual estoy de acuerdo. Me dijo esto: quiere ir adelante en el camino de la paz –primera palabra–, de la reconciliación, antes que nada. Después, después continuó con otra palabra. Dijo: porque se debe generar armonía en el pueblo. La armonía es más hermosa que la paz y la reconciliación. Es más. Es más hermosa todavía. Es incluso musical, la armonía. Y después me dijo más: porque esta armonía nos dará felicidad y alegría. Paz, reconciliación, armonía, felicidad y alegría. Me quedé admirado y dije: “Me alegro de oír esto, pero no es fácil”. Quinta palabra: Sí, tendremos que llegar al corazón del pueblo. Y esta última palabra tan profunda me hace pensar para responder a su pregunta: solamente llegando al corazón del pueblo, que conoce el sufrimiento, las injusticias, que ha sufrido tanto en las guerras y también en las dictaduras, ¡tanto! Solamente llegando allí –también el pueblo conoce el perdón-, podemos encontrar los caminos justos, sin compromisos, justos, para ir adelante en esto que usted dice. Las Comisiones de investigación sobre la verdad son uno de los elementos que pueden ayudar, al menos pienso en las de Argentina: un elemento que ha ayudado. Uno, pero hay otras cosas que hacer para que podamos llegar a la paz, a la reconciliación, a la armonía, a la felicidad y podamos llegar al corazón del pueblo. Esto es lo que se me ocurre, y tomo las palabras del presidente que me han parecido bien dichas.


(Padre Lombardi)


Gracias, Santo Padre. Creo que nos ha dado materia más que suficiente para trabajar en las próximas horas de este viaje.


Una última pequeña cosa. Precisamente hoy la Agencia ANSA, que es la principal agencia de información italiana, cumple 70 años. Siempre nos acompaña fielmente alguien de ANSA, y también ahora está con nosotros Giovanna Chirri. Si Usted, Santidad, le pudiese decir una palabra de felicitación a la Agencia ANSA por sus 70 años…


(Papa FRANCISCO)


El primer contacto que tuve con la Agencia ANSA fue cuando conocí a Francesca Ambrogetti en Buenos Aires. Francesca era la presidente del grupo, del equipo de periodistas extranjeros en Buenos Aires. A través de ella, conocí a la Agencia ANSA, y ella representó bien a su Agencia en Buenos Aires. Les deseo lo mejor. 70 años no son poca cosa. Perseverar en el servicio durante 70 años tiene gran mérito. Les deseo lo mejor, siempre lo mejor.  Cuando no sé cómo están las cosas, tengo la costumbre de pedir a Santa Teresita del Niño Jesús que, si se ocupa ella de un problema, de una cuestión, me envíe una rosa, y lo hace, algunas veces, pero de forma extraña. Y así se lo pedí también para este viaje, que se ocupase ella y me enviase una rosa, pero en lugar de una rosa, ha venido usted a saludarme. Gracias a Carolina, gracias a Teresita y gracias a ustedes. Gracias. Buenos días.


(Padre Lombardi)


Gracias a Usted, Santidad, y buen viaje. Descanse ahora un poco, de manera que se pueda preparar para los tres próximos días. Gracias a todos.


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ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO
DISCURSO DEL SANTO PADRE


Rizal Ceremonial Hall del Palacio Malacañán, Manila
Viernes 16 de enero de 2015


Señoras y Señores:


Gracias, señor Presidente, por su amable acogida y por sus palabras de saludo en nombre de las autoridades y el pueblo de Filipinas, y de los distinguidos miembros del Cuerpo diplomático. Le agradezco de corazón su invitación a visitar Filipinas. Mi visita es sobre todo pastoral. Tiene lugar cuando la Iglesia en este país se prepara para celebrar el quinto centenario del primer anuncio del Evangelio de Jesucristo en estas costas. El mensaje cristiano ha tenido una inmensa influencia en la cultura filipina. Espero que este importante aniversario resalte su constante fecundidad y su capacidad para seguir plasmando una sociedad que responda a la bondad, la dignidad y las aspiraciones del pueblo filipino.
De manera particular, esta visita quiere expresar mi cercanía a nuestros hermanos y hermanas que tuvieron que soportar el sufrimiento, la pérdida de seres queridos y la devastación causada por el tifón Yolanda. Al igual que tantas personas en todo el mundo, he admirado la fuerza heroica, la fe y la resistencia demostrada por muchos filipinos frente a éste y otros desastres naturales. Esas virtudes, enraizadas en la esperanza y la solidaridad inculcadas por la fe cristiana, dieron lugar a una manifestación de bondad y generosidad, sobre todo por parte de muchos jóvenes. En esos momentos de crisis nacional, un gran número de personas acudieron en ayuda de sus vecinos necesitados. Con gran sacrificio, dieron su tiempo y recursos, creando redes de ayuda mutua y trabajando por el bien común.


Este ejemplo de solidaridad en el trabajo de reconstrucción nos enseña una lección importante. Al igual que una familia, toda sociedad echa mano de sus recursos más profundos para hacer frente a los nuevos desafíos. En la actualidad, Filipinas, junto con muchos otros países de Asia, se enfrenta al reto de construir sobre bases sólidas una sociedad moderna, una sociedad respetuosa de los auténticos valores humanos, que tutele nuestra dignidad y los derechos humanos dados por Dios, y lista para enfrentar las nuevas y complejas cuestiones políticas y éticas. Como muchas voces en vuestro país han señalado, es más necesario ahora que nunca que los líderes políticos se distingan por su honestidad, integridad y compromiso con el bien común. De esta manera ayudarán a preservar los abundantes recursos naturales y humanos con que Dios ha bendecido este país. Y así serán capaces de gestionar los recursos morales necesarios para hacer frente a las exigencias del presente, y transmitir a las generaciones venideras una sociedad de auténtica justicia, solidaridad y paz.


Para el logro de estos objetivos nacionales es esencial el imperativo moral de garantizar la justicia social y el respeto por la dignidad humana. La gran tradición bíblica prescribe a todos los pueblos el deber de escuchar la voz de los pobres y de romper las cadenas de la injusticia y la opresión que dan lugar a flagrantes e incluso escandalosas desigualdades sociales. La reforma de las estructuras sociales que perpetúan la pobreza y la exclusión de los pobres requiere en primer lugar la conversión de la mente y el corazón. Los Obispos de Filipinas han pedido que este año sea proclamado el «Año de los Pobres». Espero que esta profética convocatoria haga que en todos los ámbitos de la sociedad se rechace cualquier forma de corrupción que sustrae recursos a los pobres. Que impulse también un esfuerzo concertado para garantizar la inclusión de todo hombre, mujer y niño en la vida de la comunidad.


La familia, y sobre todo los jóvenes, desempeñan un papel fundamental en la renovación de la sociedad. Un momento destacado de mi visita será el encuentro con las familias y los jóvenes, aquí en Manila. Las familias tienen una misión indispensable en la sociedad. Es en la familia donde los niños aprenden valores sólidos, altos ideales y sincera preocupación por los demás. Pero al igual que todos los dones de Dios, la familia también puede ser desfigurada y destruida. Necesita nuestro apoyo. Sabemos lo difícil que es hoy para nuestras democracias preservar y defender valores humanos básicos como el respeto a la dignidad inviolable de toda persona humana, el respeto de los derechos de conciencia y de libertad religiosa, así como el derecho inalienable a la vida, desde la de los no nacidos hasta la de los ancianos y enfermos. Por esta razón, hay que ayudar y alentar a las familias y las comunidades locales en su tarea de transmitir a nuestros jóvenes los valores y la visión que permita lograr una cultura de la integridad: aquella que promueve la bondad, la veracidad, la fidelidad y la solidaridad como base firme y aglutinante moral para mantener unida a la sociedad.


Señor Presidente, distinguidas autoridades, queridos amigos:


Al comenzar mi visita a este país, no puedo dejar de mencionar el papel importante de Filipinas para fomentar el entendimiento y la cooperación entre los países de Asia, así como la contribución eficaz, y a menudo no reconocida, de los filipinos de la diáspora a la vida y el bienestar de las sociedades en las que viven. A la luz de la rica herencia cultural y religiosa, que enorgullece a su país, les dejo un desafío y una palabra de aliento. Que los valores espirituales más profundos del pueblo filipino sigan manifestándose en sus esfuerzos por proporcionar a sus conciudadanos un desarrollo humano integral. De esta forma, toda persona será capaz de realizar sus potencialidades, y así contribuir de manera sabia y eficaz al futuro de este país. Espero que las meritorias iniciativas para promover el diálogo y la cooperación entre los fieles de distintas religiones consigan su noble objetivo. De modo particular, confío en que el progreso que ha supuesto la consecución de la paz en el sur del País promueva soluciones justas que respeten los principios fundantes de la nación y los derechos inalienables de todos, incluidas las poblaciones indígenas y las minorías religiosas.


Invoco sobre ustedes, y todos los hombres, mujeres y niños de esta amada nación, abundantes bendiciones de Dios.


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SANTA MISA CON LOS OBISPOS, SACERDOTES, RELIGIOSAS Y RELIGIOSOS
HOMILÍA DEL SANTO PADRE


Catedral de la Inmaculada Concepción, Manila
Viernes 16 de enero de 2015


«¿Me amas?... Apacienta mis ovejas» (Jn 21,15-17). Las palabras de Jesús a Pedro en el Evangelio de hoy son las primeras que os dirijo, queridos hermanos obispos y sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y jóvenes. Estas palabras nos recuerdan algo esencial. Todo ministerio pastoral nace del amor... nace del amor. La vida consagrada es un signo del amor reconciliador de Cristo. Al igual que santa Teresa de Lisieux, cada uno de nosotros, en la diversidad de nuestras vocaciones, está llamado de alguna manera a ser el amor en el corazón de la Iglesia.


Os saludo a todos con gran afecto. Y os pido que hagáis llegar mi afecto a todos vuestros hermanos y hermanas ancianos y enfermos, y a todos aquellos que no han podido estar aquí con nosotros hoy. Ahora que la Iglesia en Filipinas mira hacia el quinto centenario de su evangelización, sentimos gratitud por el legado que han dejado tantos obispos, sacerdotes y religiosos de generaciones pasadas. Ellos trabajaron, no sólo para predicar el Evangelio y edificar la Iglesia en este país, sino también para forjar una sociedad animada por el mensaje del Evangelio de la caridad, el perdón y la solidaridad al servicio del bien común. Hoy vosotros continuáis esa obra de amor. Como ellos, estáis llamados a construir puentes, a apacentar las ovejas de Cristo, y preparar caminos nuevos para el Evangelio en Asia, en los albores de una nueva era.


«El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14). En la primera lectura de hoy, san Pablo nos dice que el amor que estamos llamados a proclamar es un amor reconciliador, que brota del corazón del Salvador crucificado. Estamos llamados a ser «embajadores de Cristo» (2 Co 5,20). El nuestro es un ministerio de reconciliación. Proclamamos la Buena Nueva del amor infinito, de la misericordia y de la compasión de Dios. Proclamamos la alegría del Evangelio. Pues el Evangelio es la promesa de la gracia de Dios, la única que puede traer la plenitud y la salvación a nuestro mundo quebrantado. Es capaz de inspirar la construcción de un orden social verdaderamente justo y redimido.


Ser embajador de Cristo significa, en primer lugar, invitar a todos a un renovado encuentro personal con el Señor Jesús (Evangelii Gaudium, 3), nuestro encuentro personal con él. Esta invitación debe estar en el centro de vuestra conmemoración de la evangelización de Filipinas. Pero el Evangelio es también una llamada a la conversión, a examinar nuestra conciencia, como personas y como pueblo. Como los obispos de Filipinas han enseñado justamente, la Iglesia está llamada a reconocer y combatir las causas de la desigualdad y la injusticia, profundamente arraigadas, que deforman el rostro de la sociedad filipina, contradiciendo claramente las enseñanzas de Cristo. El Evangelio llama a cada cristiano a vivir una vida de honestidad, integridad e interés por el bien común. Pero también llama a las comunidades cristianas a crear «ambientes de integridad», redes de solidaridad que se extienden hasta abrazar y transformar la sociedad mediante su testimonio profético.


Los pobres. Los pobres están en el centro del Evangelio, son el corazón del Evangelio: si quitamos a los pobres del Evangelio no se comprenderá el mensaje completo de Jesucristo. Como embajadores de Cristo, nosotros, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, debemos ser los primeros en acoger en nuestros corazones su gracia reconciliadora. San Pablo explica con claridad lo que esto significa: rechazar perspectivas mundanas y ver todas las cosas de nuevo a la luz de Cristo; ser los primeros en examinar nuestras conciencias, reconocer nuestras faltas y pecados, y recorrer el camino de una conversión constante, de una conversión cotidiana. ¿Cómo podemos proclamar a los demás la novedad y el poder liberador de la Cruz, si nosotros mismos no dejamos que la Palabra de Dios sacuda nuestra complacencia, nuestro miedo al cambio, nuestros pequeños compromisos con los modos de este mundo, nuestra «mundanidad espiritual» (cf. Evangelii Gaudium, 93)?


Para nosotros, sacerdotes y personas consagradas, la conversión a la novedad del Evangelio implica un encuentro diario con el Señor en la oración. Los santos nos enseñan que ésta es la fuente de todo celo apostólico. Para los religiosos, vivir la novedad del Evangelio significa también encontrar una y otra vez en la vida comunitaria y en los apostolados de la comunidad el incentivo de una unión cada vez más estrecha con el Señor en la caridad perfecta. Para todos nosotros, significa vivir de modo que se refleje en nuestras vidas la pobreza de Cristo, cuya existencia entera se centró en hacer la voluntad del Padre y en servir a los demás. Naturalmente, el gran peligro es el materialismo que puede deslizarse en nuestras vidas y comprometer el testimonio que ofrecemos. Sólo si somos pobres, sólo si somos pobres nosotros mismos, y eliminamos nuestra complacencia, seremos capaces de identificarnos con los últimos de nuestros hermanos y hermanas. 


Veremos las cosas desde una perspectiva nueva, y así responderemos con con honestidad e integridad al desafío de anunciar la radicalidad del Evangelio en una sociedad acostumbrada a la exclusión social, a la polarización y a la desigualdad escandalosa.
Quisiera decir unas palabras especialmente a los jóvenes sacerdotes, religiosos y seminaristas, aquí presentes. Os pido que compartáis la alegría y el entusiasmo de vuestro amor a Cristo y a la Iglesia con todos, y especialmente con los de vuestra edad. Que estéis cerca de los jóvenes, que pueden estar confundidos y desanimados, pero que siguen viendo a la Iglesia como compañera en el camino y fuente de esperanza. Estar cerca de aquellos que, viviendo en medio de una sociedad abrumada por la pobreza y la corrupción, están abatidos, tentados de darse por vencidos, de abandonar los estudios y vivir en la calle. Proclamar la belleza y la verdad del mensaje cristiano a una sociedad que está tentada por una visión confusa de la sexualidad, el matrimonio y la familia. Como sabéis, estas realidades sufren cada vez más el ataque de fuerzas poderosas que amenazan con desfigurar el plan de Dios sobre la creación y traicionan los verdaderos valores que han inspirado y plasmado todo lo mejor de vuestra cultura.


La cultura filipina, en efecto, ha sido modelada por la creatividad de la fe. Los filipinos son conocidos en todas partes por su amor a Dios, su ferviente piedad y su cálida devoción a Nuestra Señora y el rosario. Este gran patrimonio contiene un gran potencial misionero. Es la forma en la que vuestro pueblo ha inculturado el Evangelio y sigue viviendo su mensaje (cf. Evangelii Gaudium, 122). En vuestros trabajos para preparar el quinto centenario, construid sobre esta sólida base.


Cristo murió por todos para que, muertos en él, ya no vivamos para nosotros mismos, sino para él (cf. 2 Co 5,15). Queridos hermanos obispos, sacerdotes y religiosos: pido a María, Madre de la Iglesia, que os conceda un celo desbordante que os lleve a gastaros con generosidad en el servicio de nuestros hermanos y hermanas. Que de esta manera, el amor reconciliador de Cristo penetre cada vez más profundamente en el tejido de la sociedad filipina y, a través de él, hasta los confines de la tierra. Amén.



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ENCUENTRO CON LAS FAMILIAS
DISCURSO DEL SANTO PADRE


Mall of Asia Arena, Manila
Viernes 16 de enero de 2015


Estimadas familiasQueridos amigos en Cristo


Muchas gracias por vuestra presencia aquí esta noche y por el testimonio de vuestro amor a Jesús y a su Iglesia. Agradezco a monseñor Reyes, Presidente de la Comisión Episcopal de Familia y Vida, sus palabras de bienvenida. Y, de una manera especial, doy las gracias a los que han presentado sus testimonios – gracias – y han compartido su vida de fe con nosotros. La Iglesia de Filipinas está bendecida por el apostolado de muchos movimientos que se ocupan de la familia, y yo les agradezco su testimonio.


Las Escrituras rara vez hablan de san José, pero cuando lo hacen, a menudo lo encuentran descansando, mientras un ángel le revela la voluntad de Dios en sueños. En el pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar, nos encontramos con José que descansa no una vez sino dos veces. Esta noche me gustaría descansar en el Señor con todos vosotros. Tengo necesidad de descansar en el Señor con las familias, y recordar mi familia: mi padre, mi madre, mi abuelo, mi abuela… Hoy descanso con vosotros y quisiera reflexionar con vosotros sobre el don de la familia.


Pero antes quisiera decir algo sobre el sueño. Mi inglés es tan pobre. Si me lo permitís, pediré a Mons. Miles de traducir y hablaré en español. A mí me gusta mucho esto de soñar en una familia. Toda mamá y todo papá soñó a su hijo durante nueve meses ¿es verdad o no? [Sí] Soñar cómo será el hijo. No es posible una familia sin soñar. Cuando en una familia se pierde la capacidad de soñar los chicos no crecen, el amor no crece, la vida se debilita y se apaga. Por eso les recomiendo que a la noche, cuando hacen el examen de conciencia, se hagan también, también, esta pregunta: ¿Hoy soñé con el futuro de mis hijos? ¿hoy soñé con el amor de mi esposo, de mi esposa? ¿hoy soñé con mis padres, mis abuelos que llevaron la historia hasta mí. ¡Es tan importante soñar! Primero de todo soñar en una familia. No pierdan esta capacidad de soñar.


Y también cuántas dificultades en la vida del matrimonio se solucionan si nos tomamos un espacio de sueño. Si nos detenemos y pensamos en el cónyuge, en la cónyuge. Y soñamos con las bondades que tiene, las cosas buenas que tiene. Por eso es muy importante recuperar el amor a través de la ilusión de todos los días. ¡Nunca dejen de ser novios!


A José le fue revelada la voluntad de Dios durante el descanso. En este momento de descanso en el Señor, cuando nos detenemos de nuestras muchas obligaciones y actividades diarias, Dios también nos habla. Él nos habla en la lectura que acabamos de escuchar, en nuestra oración y testimonio, y en el silencio de nuestro corazón. Reflexionemos sobre lo que el Señor nos quiere decir, especialmente en el Evangelio de esta tarde. Hay tres aspectos de este pasaje que me gustaría que considerásemos. Primero: descansar en el Señor. Segundo: levantarse con Jesús y María. Tercero: ser una voz profética.


Descansar en el Señor. El descanso es necesario para la salud de nuestras mentes y cuerpos, aunque a menudo es muy difícil de lograr debido a las numerosas obligaciones que recaen sobre nosotros. Pero el descanso es también esencial para nuestra salud espiritual, para que podamos escuchar la voz de Dios y entender lo que él nos pide. José fue elegido por Dios para ser el padre putativo de Jesús y el esposo de María. Como cristianos, también vosotros estáis llamados, al igual que José, a construir un hogar para Jesús. Preparar una casa para Jesús. Le preparáis un hogar en vuestros corazones, vuestras familias, vuestras parroquias y comunidades.


Para oír y aceptar la llamada de Dios, y preparar una casa para Jesús, debéis ser capaces de descansar en el Señor. Debéis dedicar tiempo cada día a descansar en el Señor, a la oración. Rezar es descansar en el Señor. Es posible que me digáis: Santo Padre, lo sabemos, yo quiero orar, pero tengo mucho trabajo. Tengo que cuidar de mis hijos; además están las tareas del hogar; estoy muy cansado incluso para dormir bien. Tenéis razón, seguramente es así, pero si no oramos, no conoceremos la cosa más importante de todas: la voluntad de Dios sobre nosotros. Y a pesar de toda nuestra actividad y ajetreo, sin la oración, lograremos realmente muy poco.


Descansar en la oración es especialmente importante para las familias. Donde primero aprendemos a orar es en la familia. No olvidéis: cuando la familia reza unida, permanece unida. Esto es importante. Allí conseguimos conocer a Dios, crecer como hombres y mujeres de fe, vernos como miembros de la gran familia de Dios, la Iglesia. En la familia aprendemos a amar, a perdonar, a ser generosos y abiertos, no cerrados y egoístas. Aprendemos a ir más allá de nuestras propias necesidades, para encontrar a los demás y compartir nuestras vidas con ellos. Por eso es tan importante rezar en familia. Muy importante. Por eso las familias son tan importantes en el plan de Dios sobre la Iglesia. Rezar juntos en familia es descansar en el Señor.


Yo quisiera decirles también una cosa personal. Yo quiero mucho a san José, porque es un hombre fuerte y de silencio y en mi escritorio tengo una imagen de san José durmiendo y durmiendo cuida a la Iglesia. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de san José, para que lo sueñe. Esto significa para que rece por ese problema.


Otra consideración: levantarse con Jesús y María. Esos momentos preciosos de reposo, de descanso con el Señor en la oración, son momentos que quisiéramos tal vez prolongar. Pero, al igual que san José, una vez que hemos oído la voz de Dios, debemos despertar, levantarnos y actuar (cf. Rm 13,11). Como familia, debemos levantarnos y actuar. La fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en él. Esto es muy importante. Debemos adentrarnos en el mundo, pero con la fuerza de la oración. Cada uno de nosotros tiene un papel especial que desempeñar en la preparación de la venida del reino de Dios a nuestro mundo.


Del mismo modo que el don de la sagrada Familia fue confiado a san José, así a nosotros se nos ha confiado el don de la familia y su lugar en el plan de Dios. Lo mismo que con san José. A san José el regalo de la Sagrada Familia le fue encomendado para que lo llevara adelante, a cada uno de ustedes y de nosotros – porque yo también soy hijo de una familia – nos entregaron el plan de Dios para llevarlo adelante. El ángel del Señor le reveló a José los peligros que amenazaban a Jesús y María, obligándolos a huir a Egipto y luego a instalarse en Nazaret. Así también, en nuestro tiempo, Dios nos llama a reconocer los peligros que amenazan a nuestras familias para protegerlas de cualquier daño.
Estemos atentos a las nuevas colonizaciones ideológicas. Existen colonizaciones ideológicas que buscan destruir la familia. No nacen del sueño, de la oración, del encuentro con Dios, de la misión que Dios nos da. Vienen de afuera, por eso digo que son colonizaciones. No perdamos la libertad de la misión que Dios nos da, la misión de la familia. Y así como nuestros pueblos en un momento de su historia llegaron a la madurez de decirle ‘no’ a cualquier colonización política, como familia tenemos que ser muy, muy sagaces, muy hábiles, muy fuertes para decir ‘no’ a cualquier intento de colonización ideológica sobre la familia. Y pedirle a san José, que es amigo del ángel, que nos mande la inspiración para saber cuándo podemos decir ‘sí’ y cuándo debemos decir ‘no’.


Las dificultades que hoy pesan sobre la vida familiar son muchas. Aquí, en las Filipinas, multitud de familias siguen sufriendo los efectos de los desastres naturales. La situación económica ha provocado la separación de las familias  a causa de la migración y la búsqueda de empleo, y los problemas financieros gravan sobre muchos hogares. Si, por un lado, demasiadas personas viven en pobreza extrema, otras, en cambio, están atrapadas por el materialismo y un estilo de vida que destruye la vida familiar y las más elementales exigencias de la moral cristiana. Éstas son las colonizaciones ideológicas. La familia se ve también amenazada por el creciente intento, por parte de algunos, de redefinir la institución misma del matrimonio, guiados por el relativismo, la cultura de lo efímero, la falta de apertura a la vida.


Pienso en el beato Pablo VI en un momento donde se le proponía el problema del crecimiento de la población tuvo la valentía de defender la apertura a la vida de la familia. Él sabía las dificultades que había en cada familia, por eso en su Carta Encíclica era tan misericordioso con los casos particulares. Y pidió a los confesores que fueran muy misericordiosos y comprensivos con los casos particulares. Pero él miró más allá, miró a los pueblos de la tierra y vio esta amenaza de destrucción de la familia por la privación de los hijos. Pablo VI era valiente, era un buen pastor y alertó a sus ovejas de los lobos que venían. Que desde el cielo nos bendiga esta tarde.


Nuestro mundo necesita familias buenas y fuertes para superar estos peligros. Filipinas necesita familias santas y unidas para proteger la belleza y la verdad de la familia en el plan de Dios y para que sean un apoyo y ejemplo para otras familias. Toda amenaza para la familia es una amenaza para la propia sociedad. Como afirmaba a menudo san Juan Pablo II, el futuro de la humanidad pasa por la familia (cf. Familiaris Consortio, 85). El futuro pasa a través de la familia. Así pues, ¡custodiad vuestras familias! ¡proteged vuestras familias! Ved en ellas el mayor tesoro de vuestro país y sustentarlas siempre con la oración y la gracia de los sacramentos. Las familias siempre tendrán dificultades, así que no le añadáis otras. Más bien, sed ejemplo vivo de amor, de perdón y atención. Sed santuarios de respeto a la vida, proclamando la sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. ¡Qué gran don para la sociedad si cada familia cristiana viviera plenamente su noble vocación! Levantaos con Jesús y María, y seguid el camino que el Señor traza para cada uno de vosotros.


Por último, el Evangelio que hemos escuchado nos recuerda nuestro deber cristiano de ser voces proféticas en medio de nuestra sociedad. José escuchó al ángel del Señor, y respondió a la llamada de Dios a cuidar de Jesús y María. De esta manera, cumplió su papel en el plan de Dios, y llegó a ser una bendición no sólo para la sagrada Familia, sino para toda la humanidad. Con María, José sirvió de modelo para el niño Jesús, mientras crecía en sabiduría, edad y gracia (cf. Lc 2,52). Cuando las familias tienen hijos, los forman en la fe y en sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad, se convierten en una bendición para nuestro mundo. Las familias pueden llegar a ser una bendición para el mundo. El amor de Dios se hace presente y operante a través de nuestro amor y de las buenas obras que hacemos. Extendemos así el reino de Cristo en este mundo. Y al hacer esto, somos fieles a la misión profética que hemos recibido en el bautismo.


Durante este año, que vuestros obispos han establecido como el Año de los Pobres, os pediría, como familias, que fuerais especialmente conscientes de vuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesús. Esto significa estar dispuestos a salir de vuestras casas y atender a nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Os pido además que os preocupéis de aquellos que no tienen familia, en particular de los ancianos y niños sin padres. No dejéis que se sientan nunca aislados, solos y abandonados; ayudadlos para que sepan que Dios no los olvida. Hoy quedé sumamente conmovido en el corazón después de la Misa, cuando visité ese hogar de niños solos, sin familia. Cuánta gente trabaja en la Iglesia para que ese hogar sea una familia. Esto significa llevar adelante proféticamente qué significa una familia. Incluso si vosotros mismos sufrís la pobreza material, tenéis una abundancia de dones cuando dais a Cristo y a la comunidad de su Iglesia. No escondáis vuestra fe, no escondáis a Jesús, llevadlo al mundo y dad el testimonio de vuestra vida familiar.


Queridos amigos en Cristo, sabed que yo rezo siempre por vosotros. Rezo por las familias, lo hago. Rezo para que el Señor siga haciendo más profundo vuestro amor por él, y que este amor se manifieste en vuestro amor por los demás y por la Iglesia. No olvidéis a Jesús que duerme. No olvidéis a san José que duerme. Jesús ha dormido con la protección de José. No lo olvidéis: el descanso de la familia es la oración. No olvidéis de rezar por la familia. No dejéis de rezar a menudo y que vuestra oración dé frutos en todo el mundo, de modo que todos conozcan a Jesucristo y su amor misericordioso. Por favor, dormid también por mí y rezad también por mí, porque necesito verdaderamente vuestras oraciones y siempre cuento con ellas. Muchas gracias.



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SANTA MISA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE


Tacloban International Airport
Sábado 17 de enero de 2015


En la primera Lectura, escuchamos que se dice que tenemos un gran sacerdote que es capaz de compadecerse de nuestras debilidades, que fue probado en todo como nosotros, excepto en el pecado (cf. Heb 4,15). Jesús es como nosotros. Jesús vivió como nosotros.
Es igual a nosotros en todo. En todo, menos en el pecado, porque Él no era pecador. Pero para ser más igual a nosotros se vistió, asumió nuestros pecados. ¡Se hizo pecado! Y eso lo dice Pablo, que lo conocía muy bien. Y Jesús va delante nuestro siempre, y cuando nosotros pasamos por alguna cruz, Él ya pasó primero.


Y, si hoy todos nosotros nos reunimos aquí, 14 meses después que pasó el tifón Yolanda, es porque tenemos la seguridad de que no nos vamos a frustrar en la fe, porque Jesús pasó primero. En su pasión, Él asumió todos nuestros dolores y, – permítanme esta confidencia – cuando yo vi desde Roma esta catástrofe, sentí que tenía que estar aquí. Ese día, esos días, decidí hacer el viaje aquí. Quise venir para estar con ustedes. Un poco tarde, me dirán; es verdad, pero estoy.


Estoy para decirles que Jesús es el Señor, que Jesús no defrauda. Padre, – me puede decir uno de ustedes –, a mí me defraudó, porque perdí mi casa, perdí lo que tenía, estoy enfermo. Es verdad eso que me decís y yo respeto tus sentimientos; pero lo miro ahí clavado y desde ahí no nos defrauda. Él fue consagrado Señor en ese trono y ahí pasó por todas las calamidades que nosotros tenemos. ¡Jesús es el Señor! Y es Señor desde la cruz; ahí reinó. Por eso, Él es capaz de entendernos, como escuchamos en la primera Lectura: Se hizo en todo igual a nosotros. Por eso tenemos un Señor que es capaz de llorar con nosotros, que es capaz de acompañarnos en los momentos más difíciles de la vida.
Tantos de ustedes han perdido todo. Yo no sé qué decirles. ¡Él sí sabe qué decirles! Tantos de ustedes han perdido parte de la familia. Solamente guardo silencio, los acompaño con mi corazón en silencio…


Tantos de ustedes se han preguntado mirando a Cristo: ¿Por qué, Señor? Y, a cada uno, el Señor responde en el corazón, desde su corazón. Yo no tengo otras palabras que decirles. Miremos a Cristo: Él es el Señor, y Él nos comprende porque pasó por todas las pruebas que nos sobrevienen a nosotros.


Y junto a Él en la cruz estaba la Madre. Nosotros somos como ese chico que está allí abajo, que en los momentos de dolor, de pena, en los momentos que no entendemos nada, en los momentos que queremos rebelarnos, solamente nos viene tirar la mano y agarrarnos de su pollera, y decirle: “¡Mamá!”, como un chico que, cuando tiene miedo, dice: “¡Mamá!”. Es quizás la única palabra que puede expresar lo que sentimos en los momentos oscuros: ¡Madre!, ¡Mamá!


Hagamos juntos un momento de silencio, miremos al Señor. Él puede comprendernos porque pasó por todas las cosas. Y miremos a nuestra Madre y, como el chico que está abajo, agarrémonos de la pollera y con el corazón digámosle: “Madre”. En silencio, hagamos esta oración, cada uno dígale lo que siente…


No estamos solos, tenemos una Madre, tenemos a Jesús, nuestro hermano mayor. No estamos solos. Y también tenemos muchos hermanos que, en el momento de catástrofe, vinieron a ayudarnos. Y también nosotros nos sentimos más hermanos… que nos hemos ayudado unos a otros.


Esto es lo único que me sale decirles. Perdónenme si no tengo otras palabras. Pero tengan la seguridad de que Jesús no defrauda; tengan la seguridad que el amor y la ternura de nuestra Madre no defrauda. Y, agarrados a ella como hijos y con la fuerza que nos da Jesús nuestro hermano mayor, sigamos adelante. Y como hermanos, caminemos. Gracias.


Después de la Comunión:


Acabamos de celebrar la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo.


Jesús nos precedió en este camino y nos acompaña en cada momento que nos reunimos a orar y celebrar.


Gracias, Señor, por estar hoy con nosotros.


Gracias, Señor, por compartir nuestros dolores.


Gracias, Señor, por darnos esperanza.


Gracias, Señor, por tu gran misericordia.


Gracias, Señor, porque quisiste ser como uno de nosotros.


Gracias, Señor, porque siempre estás cercano a nosotros, aun en los momentos de cruz.


Gracias, Señor, por darnos la esperanza.


Señor, que no nos roben la esperanza.


Gracias, Señor, porque en el momento más oscuro de tu vida, en la cruz, te acordaste de nosotros y nos dejaste una Madre, tu Madre.


Gracias, Señor, por no dejarnos huérfanos.



¡Qué consoladoras son las palabras que hemos escuchado! Una vez más, se nos dice que Jesucristo es el Hijo de Dios, nuestro Salvador, nuestro Sumo Sacerdote que nos trae la misericordia, la gracia y la ayuda en nuestras necesidades (cf. Hb 4,14-16). Él sana nuestras heridas, perdona nuestros pecados y nos llama, como a san Mateo (cf. Mc 2,14), para que seamos sus discípulos. Lo bendecimos por su amor, su misericordia y su compasión. Alabado sea Dios.


Doy gracias al Señor Jesús que nos ha permitido reunirnos aquí esta mañana. He venido para estar con vosotros, en esta ciudad que fue devastada por el tifón Yolanda hace catorce meses. Les traigo el amor de un padre, la oración de toda la Iglesia, la promesa de que no nos olvidamos de vosotros, que seguís reconstruyendo. Aquí, la tormenta más fuerte jamás registrada en la tierra fue superada por la fuerza más poderosa del universo: el amor de Dios. En esta mañana, queremos dar testimonio de aquel amor, de su poder para transformar muerte y destrucción en vida y comunidad. La resurrección de Cristo, que celebramos en esta Misa, es nuestra esperanza y una realidad que experimentamos también ahora. Sabemos que la resurrección viene sólo después de la cruz, la cruz que habéis llevado con fe, dignidad y la fuerza que viene de Dios.


Nos reunimos sobre todo para orar por aquellos que han muerto, por los que siguen desaparecidos y por los heridos. Encomendamos a Dios las almas de los difuntos, nuestras madres, padres, hijos e hijas, familiares, amigos y vecinos. Tenemos la confianza de que, en la presencia de Dios, encontrarán misericordia y paz (cf. Hb 4,16). Su ausencia causa una gran tristeza. Para vosotros que los conocíais y amabais –y todavía los amáis–, el dolor por su pérdida es grande. Pero miremos con ojos de fe hacia el futuro. Nuestra tristeza es una semilla que algún día dará como fruto la alegría que el Señor ha prometido a los que confían en sus palabras: «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados» (Mt 5,5).


Nos hemos reunido esta mañana también para dar gracias a Dios por su ayuda en los 
momentos de necesidad. Él ha sido vuestro apoyo en estos meses tan difíciles. Se han perdido muchas vidas, ha habido sufrimiento y destrucción. Y, a pesar de todo, nos reunimos para darle gracias. Sabemos que él cuida de nosotros, que en Jesús su Hijo, tenemos un Sumo Sacerdote que puede compadecerse de nosotros (cf. Hb 4,15), que sufre con nosotros. La com-pasión de Dios, su sufrimiento con nosotros, le da sentido y valor eterno a nuestras luchas. Vuestro deseo de darle las gracias por todos los bienes recibidos, aun cuando se ha perdido tanto, no indica sólo el triunfo de la resistencia y la fortaleza del pueblo filipino, sino también un signo de la bondad de Dios, de su cercanía, su ternura, su poder salvador.


También damos gracias a Dios Todopoderoso por todo lo que se ha hecho, en estos meses de una emergencia sin precedentes, para ayudar, reconstruir y auxiliar. Pienso, en primer lugar, en aquellos que acogieron y alojaron al gran número de familias desplazadas, ancianos y jóvenes. ¡Qué difícil es abandonar el propio hogar y modo de vida! Damos las gracias a aquellos que han cuidado a las personas sin hogar, los huérfanos y los indigentes. Los sacerdotes y los religiosos y religiosas hicieron todo lo que pudieron. Mi agradecimiento para todos aquellos que habéis alojado y alimentado a los que buscaban refugio en las iglesias, conventos, casas parroquiales, y que seguís ayudando a los que todavía lo necesitan. Vosotros acreditáis a la Iglesia. Sois el orgullo de vuestra nación. Os doy las gracias a cada uno personalmente. Cuanto hicisteis por el más pequeño de los hermanos y hermanas de Cristo, lo hicisteis por él (cf. Mt 25,41).


En esta Misa queremos también dar gracias a Dios por los hombres y mujeres de bien que llevaron a cabo las operaciones de rescate y socorro. Damos gracias por tantas personas que en todo el mundo dieron generosamente su tiempo, su dinero y sus recursos. Países, organizaciones y personas individuales en todo el mundo pusieron a los necesitados en primer lugar; es un ejemplo a seguir. Pido a los líderes de los gobiernos, a los organismos internacionales, a los benefactores y a las personas de buena voluntad que no cejen en su empeño. Es mucho lo que queda por hacer. Aunque ya no estén en los titulares de prensa, las necesidades continúan.


La primera lectura de hoy, tomada de la Carta a los Hebreos, nos insta a ser firmes en nuestra fe, a perseverar, a acercarnos con confianza al trono de la gracia de Dios (cf. Hb 4,16). Estas palabras tienen una resonancia especial en este lugar. En medio de un gran sufrimiento, vosotros no dejasteis nunca de confesar la victoria de la cruz, el triunfo del amor de Dios. Habéis visto el poder de ese amor en la generosidad de tantas personas y pequeños milagros de bondad. Pero también habéis visto, en la especulación, el saqueo y las respuestas fallidas a este gran drama humano, tantos signos trágicos de la maldad de la que Cristo vino a salvarnos. Oremos para que también esto nos lleve a una mayor confianza en el poder de la gracia de Dios para vencer el pecado y el egoísmo. Oremos en particular para que todos sean más sensibles al grito de nuestros hermanos y hermanas necesitados. Oremos para que se rechace toda forma de injusticia y corrupción que, robando a los pobres, envenenan las raíces mismas de la sociedad.


Queridos hermanos y hermanas, en esta dura prueba habéis sentido la gracia de Dios de una manera especial a través de la presencia y el cuidado amoroso de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Ella es nuestra Madre. Que os ayude a perseverar en la fe y la esperanza, y a atender a todos los necesitados. Que ella, junto con los santos Lorenzo Ruiz y Pedro Calungsod, y todos los demás santos, siga implorando la misericordia de Dios y la amorosa compasión para este país y para todo el amado pueblo filipino. Amén.


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ENCUENTRO CON SACERDOTES, RELIGIOSAS, RELIGIOSOS, SEMINARISTAS
Y FAMILIAS DE LOS SUPER
VIVIENTES DEL TIFÓN
DISCURSO DEL SANTO PADRE


Catedral de la Transfiguración del Señor, Palo
Sábado 17 de enero de 2015


Queridos hermanos y hermanas:


Os saludo con gran afecto en el Señor. Me alegro de que podamos encontrarnos en esta catedral de la Transfiguración del Señor. Esta casa de oración, como tantas otras, ha sido reparada gracias a la notable generosidad de muchas personas. Se alza como un signo elocuente del inmenso esfuerzo de reconstrucción que vosotros y vuestros vecinos habéis llevado a cabo tras la devastación causada por el tifón Yolanda. También nos recuerda a todos nosotros que, a pesar de los desastres y el sufrimiento, nuestro Dios actúa constantemente, haciendo nuevas todas las cosas.


Muchos de vosotros habéis sufrido enormemente, no sólo por la destrucción causada por el tifón, sino por la pérdida de familiares y amigos. Hoy encomendamos a la misericordia de Dios a todos los que han muerto, e invocamos su consuelo y paz para todos los que aún lloran. Tengamos presente de una manera particular a cuantos el dolor les hace difícil ver el camino a seguir. Al mismo tiempo, demos gracias al Señor por todos los que, en estos meses, se han esforzado por retirar los escombros, visitar a los enfermos y moribundos, consolar a los afligidos y enterrar a los muertos. Su bondad, y la generosa ayuda que provenía de tantas personas en todo el mundo, son una señal cierta de que Dios nunca nos abandona.


De una manera especial, me gustaría agradecer a los numerosos sacerdotes y religiosos que respondieron con desbordante generosidad a las necesidades urgentes de los habitantes de las zonas más afectadas. Con vuestra presencia y caridad, habéis dado testimonio de la belleza y la verdad del Evangelio. Habéis hecho presente a la Iglesia como una fuente de esperanza, salvación y misericordia. Junto con muchos de vuestros vecinos, habéis demostrado también la profunda fe y la fortaleza del pueblo filipino. Los numerosos testimonios de bondad y abnegación que se produjeron en esos días oscuros han de ser recordados y transmitidos a las generaciones futuras.


Hace unos momentos, he bendecido el nuevo Centro para los pobres, que se erige como un nuevo signo de la atención y preocupación de la Iglesia por nuestros hermanos y hermanas necesitados. Son muchos, y el Señor los ama a todos. Hoy, desde este lugar que ha conocido un sufrimiento y una necesidad humana tan profundos, pido que se haga mucho más por los pobres. Por encima de todo, pido que en todo el país se trate a los pobres de manera justa, que se respete su dignidad, que las medidas políticas y económicas sean equitativas e inclusivas, que se desarrollen oportunidades de trabajo y educación, y que se eliminen los obstáculos para la prestación de servicios sociales. El trato que demos a los pobres será el criterio con el que seremos juzgados (cf. Mt 25,40. 45). Os pido a todos vosotros, y a cuantos son responsables de la marcha de la sociedad, que renovéis vuestro compromiso a favor de la justicia social y la promoción de los pobres, tanto aquí como en toda Filipinas.


Por último, me gustaría dirigir unas palabras de sincero agradecimiento a los jóvenes aquí presentes, y entre ellos a los seminaristas y jóvenes religiosos. Muchos de vosotros habéis mostrado una generosidad heroica en los momentos posteriores al tifón. Espero que siempre tengáis presente que la verdadera felicidad viene como consecuencia de ayudar a los demás, entregándose a ellos con abnegación, misericordia y compasión. De esta manera, seréis una fuerza poderosa para la renovación de la sociedad, no sólo en la reconstrucción de los edificios, sino más importante aún, en la edificación del reino de Dios, en la santidad, la justicia y la paz en vuestra tierra.


Queridos sacerdotes y religiosos, queridas familias y amigos. En esta catedral de la Transfiguración del Señor, pidamos que nuestras vidas sigan siendo sustentadas y transfiguradas por el poder de su resurrección. Os encomiendo a todos a la protección amorosa de María, Madre de la Iglesia. Que ella obtenga para vosotros, y para todo el amado pueblo de estas tierras, abundantes bendiciones de consuelo, alegría y paz en el Señor. Que Dios os bendiga.


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ENCUENTRO CON LOS JÓVENES
DISCURSO DEL SANTO PADRE


Campo de deportes de la Universidad de Santo Tomás, Manila
Domingo 18 de enero de 2015


Dear Young Friends,


When I speak spontaneously, I do it in Spanish. No? Because I don’t know English language. May I do it? Thank you very much!


Here is father Mark, a good translator!


Primero de todo una noticia triste: ayer, mientras estaba por empezar la Misa, se cayó una de las torres, como ésa, y, al caer, hirió a una muchacha que estaba trabajando y murió. Su nombre es Cristal. Ella trabajó en la organización de esa Misa. Tenía 27 años. Era joven como ustedes y trabajaba para una asociación que se llama “Catholic Relief Services”. Era una voluntaria. Yo quisiera que nosotros, todos juntos, ustedes jóvenes como ella, rezáramos en silencio un minuto y, después, invocáramos a nuestra Madre del cielo. Oremos.


(Silencio … Ave María)


También, hagamos una oración por su papá y su mamá. Era única hija. Su mamá está llegando de Hong Kong. Su papá ha venido a Manila a esperar a su mamá.
(Our Father…)


It is a joy for me to be with you this morning. I greet each of you from the heart, and I thank all those who made this meeting possible. During my visit to the Philippines, I wanted in a particular way to meet with young people, to listen to you and to talk with you. I want to express the love and the hopes of the Church for you. And I want to encourage you, as Christian citizens of this country, to offer yourselves passionately and honestly to the great work of renewing your society and helping to build a better world.
In a special way, I thank the young people who have offered words of welcome to me: Jun, Leandro and Rikky. Thank you very much!


A little… Y la pequeña representación de las mujeres. ¡Demasiado poco! Las mujeres tienen mucho que decirnos en la sociedad de hoy. A veces, somos demasiado machistas, y no dejamos lugar a la mujer. Pero la mujer es capaz de ver las cosas con ojos distintos de los hombres. La mujer es capaz de hacer preguntas que los hombres no terminamos de entender. Presten ustedes atención. Ella [indica a Jun] hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta. Y no le alcanzaron las palabras. Necesitó decirla con lágrimas. Así que, cuando venga el próximo Papa a Manila, que haya más mujeres (aplausos).


Yo te agradezco, Jun, que hayas expresado tan valientemente tu experiencia. Como dije recién, el núcleo de tu pregunta casi no tiene respuesta. Solamente cuando somos capaces de llorar sobre las cosas que vos viviste, podemos entender algo y responder algo. La gran pregunta para todos: ¿Por qué sufren los niños?, ¿por qué sufren los niños? Recién cuando el corazón alcanza a hacerse la pregunta y a llorar, podemos entender algo. Existe una compasión mundana que no nos sirve para nada. Vos hablaste algo de esto. Una compasión que, a lo más, nos lleva a meter la mano en el bolsillo y a dar una moneda. Si Cristo hubiera tenido esa compasión, hubiera pasado, curado a tres o cuatro y se hubiera vuelto al Padre. Solamente cuando Cristo lloró y fue capaz de llorar, entendió nuestros dramas. Queridos chicos y chicas, al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero, aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades, no sabemos llorar. Ciertas realidades de la vida se ven solamente con los ojos limpios por las lágrimas. Los invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo? ¿O mi llanto es el llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría tener algo más? Y esto es lo primero que yo quisiera decirles: Aprendamos a llorar, como ella nos enseñó hoy. No olvidemos este testimonio. La gran pregunta: ¿Por qué sufren los niños?, la hizo llorando; y la gran respuesta que podemos hacer todos nosotros es aprender a llorar.


Jesús, en el Evangelio, lloró. Lloró por el amigo muerto. Lloró en su corazón por esa familia que había perdido a su hija. Lloró en su corazón cuando vio a esa pobre madre viuda que llevaba a enterrar a su hijo. Se conmovió y lloró en su corazón cuando vio a la multitud como ovejas sin pastor. Si vos no aprendés a llorar, no sos un buen cristiano. Y éste es un desafío. Jun Chura y su compañera, que habló hoy, nos han planteado este desafío. Y, cuando nos hagan la pregunta: ¿Por qué sufren los niños? ¿Por qué sucede esto o esto otro o esto otro de trágico en la vida?, que nuestra respuesta sea o el silencio o la palabra que nace de las lágrimas. Sean valientes. No tengan miedo a llorar.


Y después vino Leandro Santos, el segundo. También hizo preguntas sobre el mundo de la información. Hoy, con tantos medios, estamos informados, hiper-informados, y ¿eso es malo? No. Eso es bueno y ayuda, pero corremos el peligro de vivir acumulando información. Y tenemos mucha información, pero, quizás, no sabemos qué hacer con ella. Corremos el riesgo de convertirnos en “jóvenes museos”, que tienen de todo, pero no saben qué hacer. No necesitamos “jóvenes museos”, sino jóvenes sabios. Me pueden preguntar: Padre, ¿cómo se llega ser sabio? Y éste es otro desafío: el desafío del amor. 
¿Cuál es la materia más importante que tienen que aprender en la Universidad? ¿Cuál es la materia más importante que hay que aprender en la vida? Aprender a amar. Y éste es el desafío que la vida te pone a vos hoy: Aprender a amar. No sólo acumular información. Llega un momento que no sabes qué hacer con ella. Eso es un museo. Sino, a través del amor, que esa información sea fecunda. Para esto el Evangelio nos propone un camino sereno, tranquilo: usar los tres lenguajes, el lenguaje de la mente, el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos. Y los tres lenguajes armoniosamente: lo que pensás, lo sentís y lo realizás. Tu información baja al corazón, lo conmueve y lo realiza. Y esto armoniosamente: pensar lo que se siente y lo que se hace; sentir lo que pienso y lo que hago; hacer lo que pienso y lo que siento. Los tres lenguajes. ¿Se animan a repetir los tres lenguajes? Pensar, sentir, hacer. En voz alta. Y todo esto armoniosamente.


El verdadero amor es amar y dejarme amar. Es más difícil dejarse amar que amar. Por eso es tan difícil llegar al amor perfecto de Dios, porque podemos amarlo, pero lo importante es dejarnos amar por él. El verdadero amor es abrirse a ese amor que está primero y que nos provoca una sorpresa. Si vos tenés sólo toda la información, estás cerrado a las sorpresas. El amor te abre a las sorpresas, el amor siempre es una sorpresa, porque supone un diálogo entre dos: entre el que ama y el que es amado. Y de Dios decimos que es el Dios de las sorpresas, porque él siempre nos amó primero y nos espera con una sorpresa. Dios nos sorprende. Dejémonos sorprender por Dios. Y no tengamos la psicología de la computadora de creer saberlo todo. ¿Cómo es esto? Espera un momento y la computadora tiene todas las respuestas: ninguna sorpresa. En el desafío del amor, Dios se manifiesta con sorpresas. Pensemos en san Mateo. Era un buen comerciante. Además, traicionaba a su patria porque le cobraba los impuestos a los judíos para pagárselos a los romanos. Estaba lleno de plata y cobraba los impuestos. Pasa Jesús, lo mira y le dice: Ven, sígueme. No lo podía creer. Si después tienen tiempo, vayan a ver el cuadro que Caravaggio pintó sobre esta escena. Jesús lo llama, le hace así. Los que estaban con él dicen: ¿A éste, que es un traidor, un sinvergüenza? Y él se agarra a la plata y no la quiere dejar. Pero la sorpresa de ser amado lo vence y sigue a Jesús. Esa mañana, cuando Mateo fue al trabajo y se despidió de su mujer, nunca pensó que iba volver sin el dinero y apurado para decirle a su mujer que preparara un banquete. El banquete para aquel que lo había amado primero, que lo había sorprendido con algo muy importante, más importante que toda la plata que tenía. ¡Déjate sorprender por Dios! No le tengas miedo a las sorpresas, que te mueven el piso, nos ponen inseguros, pero nos meten en camino. El verdadero amor te lleva a quemar la vida, aun a riesgo de quedarte con las manos vacías. Pensemos en san Francisco: dejó todo, murió con las manos vacías, pero con el corazón lleno.


¿De acuerdo? No jóvenes de museo, sino jóvenes sabios. Para ser sabios, usar los tres lenguajes: pensar bien, sentir bien y hacer bien. Y para ser sabios, dejarse sorprender por el amor de Dios, y andá y quemá la vida.


¡Gracias por tu aporte de hoy!


Y el que vino con un buen plan para ayudarnos a ver cómo podemos andar en la vida fue Rikky. Contó todas las actividades, todo lo que hace, todo lo que hacen los jóvenes, todo lo que pueden hacer. Gracias, Rikky, gracias por lo que hacés vos y tus compañeros. Pero yo te voy a hacer una pregunta: Vos y tus amigos van a dar, dan, dan, ayudan, pero vos ¿dejás que te den? Contéstate en el corazón. En el Evangelio que escuchamos recién, hay una frase que para mí es la más importante de todas. Dice el Evangelio que Jesús a ese joven lo miró y lo amó. Cuando uno ve el grupo de compañeros de Rikky y Rikky, uno los quiere mucho porque hacen cosas muy buenas, pero la frase más importante que dice Jesús: Sólo te falta una cosa. Cada uno de nosotros escuchemos en silencio esta palabra de Jesús: Sólo te falta una cosa [repiten].


¿Qué cosa me falta? Para todos los que Jesús ama tanto porque dan tanto a los demás, yo les pregunto: ¿Vos dejás que los otros te den de esa otra riqueza que no tenés?


Los saduceos, los doctores de la ley de la época de Jesús daban mucho al pueblo: le daban la ley, le enseñaban, pero nunca dejaron que el pueblo les diera algo. Tuvo que venir Jesús para dejarse conmover por el pueblo. ¡Cuántos jóvenes, no lo digo de vos, pero cuántos jóvenes como vos que hay aquí saben dar, pero todavía no aprendieron a recibir!
Sólo te falta una cosa. Hazte mendigo. Esto es lo que nos falta: aprender a mendigar de aquellos a quienes damos. Esto no es fácil de entender. Aprender a mendigar. Aprender a recibir de la humildad de los que ayudamos. Aprender a ser evangelizados por los pobres. Las personas a quienes ayudamos, pobres, enfermos, huérfanos, tienen mucho que darnos. ¿Me hago mendigo y pido también eso? ¿O soy suficiente y solamente voy a dar? Vos que vivís dando siempre y crees que no tenés necesidad de nada, ¿sabés que sos un pobre tipo? ¿sabés que tenés mucha pobreza y necesitás que te den? ¿Te dejás evangelizar por los pobres, por los enfermos, por aquellos que ayudás? Y esto es lo que ayuda a madurar a todos aquellos comprometidos como Rikky en el trabajo de dar a los demás: aprender a tender la mano desde la propia miseria.


Había algunos puntos que yo había preparado. Primero, ya lo dije, aprender a amar y aprender a dejarse amar. Hay un desafío, además, que es el desafío por la integridad… [inglés].


Amar a los pobres. Vuestros obispos quieren que miren a los pobres de manera especial este año. ¿Vos pensás en los pobres? ¿vos sentís con los pobres? ¿vos hacés algo por los pobres? ¿y vos pedís a los pobres que te den esa sabiduría que tienen? Esto es lo que quería decirles. Perdónenme porque no leí casi nada de lo que tenía preparado. Pero hay una frase que me consuela un poquito: “La realidad es superior a la idea”. “La realidad es superior a la idea”. Y la realidad que ellos plantearon, la realidad de ustedes es superior a todas las ideas que yo había preparado. ¡Gracias! ¡Muchas gracias! Y recen por mí.
 


Queridos jóvenes amigos:


Me alegro de estar con vosotros esta mañana. Mi saludo afectuoso a cada uno, y mi agradecimiento a todos los que han hecho posible este encuentro. En mi visita a Filipinas, he querido reunirme especialmente con vosotros los jóvenes, para escucharos y hablar con vosotros. Quiero transmitiros el amor y las esperanzas que la Iglesia tiene puestas en vosotros. Y quiero animaros, como cristianos ciudadanos de este país, a que os entreguéis con pasión y sinceridad a la gran tarea de la renovación de vuestra sociedad y ayudéis a construir un mundo mejor.


Doy las gracias de modo especial a los jóvenes que me han dirigido las palabras de bienvenida. Hablando en nombre de todos, han expresado con claridad vuestras inquietudes y preocupaciones, vuestra fe y vuestras esperanzas. Han hablado de las dificultades y las expectativas de los jóvenes. Aunque no puedo responder detalladamente a cada una de estas cuestiones, sé que, junto con vuestros pastores, las consideraréis atentamente y haréis propuestas concretas de acción para vuestras vidas.


Me gustaría sugerir tres áreas clave en las que podéis hacer una importante contribución a la vida de vuestro país. En primer lugar,el desafío de la integridad. La palabra «desafío» puede entenderse de dos maneras. En primer lugar, puede entenderse negativamente, como la tentación de actuar en contra de vuestras convicciones morales, de lo que sabéis que es verdad, bueno y justo. Nuestra integridad puede ser amenazada por intereses egoístas, la codicia, la falta de honradez, o el deseo de utilizar a los demás.


La palabra «desafío» puede entenderse también en un sentido positivo. Se puede ver como una invitación a ser valientes, una llamada a dar testimonio profético de aquello en lo que crees y consideras sagrado. En este sentido, el reto de la integridad es algo a lo que tenéis que enfrentaros ahora, en este momento de vuestras vidas. No es algo que podáis diferir para cuando seáis mayores y tengáis más responsabilidades. También ahora tenéis el desafío de actuar con honestidad y equidad en vuestro trato con los demás, sean jóvenes o ancianos. ¡No huyáis de este desafío! Uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan los jóvenes es el de aprender a amar. Amar significa asumir un riesgo: el riesgo del rechazo, el riesgo de que se aprovechen de ti, o peor aún, de aprovecharse del otro. ¡No tengáis miedo de amar! Pero también en el amor mantened vuestra integridad. También en esto sed honestos y justos.


En la lectura que acabamos de escuchar, Pablo dice a Timoteo: «Que nadie te menosprecie por tu juventud; sé, en cambio, un modelo para los creyentes en la palabra, la conducta, el amor, la fe y la pureza» (1 Tm 4,12). Estáis, pues, llamados a dar un buen ejemplo, un ejemplo de integridad. Naturalmente, al actuar así sufriréis la oposición, el rechazo, el desaliento, y hasta el ridículo. Pero vosotros habéis recibido un don que os permite estar por encima de esas dificultades. Es el don del Espíritu Santo. Si alimentáis este don con la oración diaria y sacáis fuerzas de vuestra participación en la Eucaristía, seréis capaces de alcanzar la grandeza moral a la que Jesús os llama. También seréis un punto de referencia para aquellos amigos vuestros que están luchando. Pienso especialmente en los jóvenes que se sienten tentados de perder la esperanza, de renunciar a sus altos ideales, de abandonar los estudios o de vivir al día en las calles.


Por lo tanto, es esencial que no perdáis vuestra integridad. No pongáis en riesgo vuestros ideales. No cedáis a las tentaciones contra la bondad, la santidad, el valor y la pureza. Aceptad el reto. Con Cristo seréis, de hecho ya los sois, los artífices de una nueva y más justa cultura filipina.


Una segunda área clave en la que estáis llamados a contribuir es la preocupación por el medio ambiente. Y esto no sólo porque vuestro país esté probablemente más afectado que otros por el cambio climático. Estáis llamados a cuidar de la creación, en cuanto ciudadanos responsables, pero también como seguidores de Cristo. El respeto por el medio ambiente es algo más que el simple uso de productos no contaminantes o el reciclaje de los usados. Éstos son aspectos importantes, pero no es suficiente. Tenemos que ver con los ojos de la fe la belleza del plan de salvación de Dios, el vínculo entre el medio natural y la dignidad de la persona humana. Hombres y mujeres están hechos a imagen y semejanza de Dios, y han recibido el dominio sobre la creación (cf.Gn 1, 26-28). Como administradores de la creación de Dios, estamos llamados a hacer de la tierra un hermoso jardín para la familia humana. Cuando destruimos nuestros bosques, devastamos nuestro suelo y contaminamos nuestros mares, traicionamos esa noble vocación.


Hace tres meses, vuestros obispos abordaron estas cuestiones en una Carta pastoral profética. Pidieron a todos que pensaran en la dimensión moral de nuestras actividades y estilo de vida, nuestro consumo y nuestro uso de los recursos del planeta. Os pido que lo apliquéis al contexto de vuestras propias vidas y vuestro compromiso con la construcción del reino de Cristo. Queridos jóvenes, el justo uso y gestión de los recursos de la tierra es una tarea urgente, y vosotros tenéis mucho que aportar. Vosotros sois el futuro de Filipinas. Interesaos por lo que le sucede a vuestra hermosa tierra.


Una última área en la que podéis contribuir es muy querida por todos nosotros: la ayuda a los pobres. Somos cristianos. Somos miembros de la familia de Dios. No importa lo mucho o lo poco que tengamos individualmente, cada uno de nosotros está llamado a acercarse y servir a nuestros hermanos y hermanas necesitados. Siempre hay alguien cerca de nosotros que tiene necesidades, ya sea materiales, emocionales o espirituales. El mayor regalo que le podemos dar es nuestra amistad, nuestro interés, nuestra ternura, nuestro amor por Jesús. Quien lo recibe lo tiene todo; quien lo da hace el mejor regalo.


Muchos de vosotros sabéis lo que es ser pobres. Pero muchos también habéis podido experimentar la bienaventuranza que Jesús prometió a los «pobres de espíritu» (cf. Mt 5,3). Quisiera dirigir una palabra de aliento y gratitud a todos los que habéis elegido seguir a nuestro Señor en su pobreza mediante la vocación al sacerdocio y a la vida religiosa. Con esa pobreza enriqueceréis a muchos. Os pido a todos, especialmente a los que podéis hacer y dar más: Por favor, ¡haced más! Por favor, ¡dad más! Qué distinto es todo cuando sois capaces de dar vuestro tiempo, vuestros talentos y recursos a la multitud de personas que luchan y que viven en la marginación. Hay una absoluta necesidad de este cambio, y por ello seréis abundantemente recompensados por el Señor. Porque, como él ha dicho: «Tendrás un tesoro en el cielo» ( Mc 10,21).


Hace veinte años, en este mismo lugar, San Juan Pablo II dijo que el mundo necesita «un tipo nuevo de joven», comprometido con los más altos ideales y con ganas de construir la civilización del amor. ¡Sed vosotros de esos jóvenes! ¡Que nunca perdáis vuestros ideales! Sed testigos gozosos del amor de Dios y de su maravilloso proyecto para nosotros, para este país y para el mundo en que vivimos. Por favor, rezad por mí. Que Dios os bendiga.


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SANTA MISA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE


Rizal Park, Manila
Domingo, 18 de enero de 2015




«Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9,5). Es una gran alegría para mí celebrar el domingo del Santo Niño con vosotros. La imagen del Santo Niño Jesús acompañó desde el principio la difusión del Evangelio en este país. Vestido como un rey, coronado y sosteniendo en sus manos el cetro, el globo y la cruz, nos recuerda continuamente la relación entre el Reino de Dios y el misterio de la infancia espiritual. Nos lo dice el Evangelio de hoy: «Quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él» (Mc 10,15). El Santo Niño sigue anunciándonos que la luz de la gracia de Dios ha brillado sobre un mundo que habitaba en la oscuridad, trayendo la Buena Nueva de nuestra liberación de la esclavitud y guiándonos por los caminos de la paz, el derecho y la justicia. Nos recuerda también que estamos llamados a extender el Reino de Cristo por todo el mundo.


En estos días, durante mi visita, he escuchado la canción: «Todos somos hijos de Dios». Esto es lo que el Santo Niño nos dice. Nos recuerda nuestra identidad más profunda. Todos somos hijos de Dios, miembros de la familia de Dios. Hoy san Pablo nos ha dicho que hemos sido hechos hijos adoptivos de Dios, hermanos y hermanas en Cristo. Eso es lo que somos. Ésa es nuestra identidad. Hemos visto una hermosa expresión de esto cuando los filipinos se volcaron con nuestros hermanos y hermanas afectados por el tifón.
El Apóstol nos dice que gracias a la elección de Dios hemos sido abundantemente bendecidos. Dios «nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos» (Ef 1, 3). Estas palabras tienen una resonancia especial en Filipinas, ya que es el principal país católico de Asia; esto ya es un don especial de Dios, una especial bendición. Pero es también una vocación. Los filipinos están llamados a ser grandes misioneros de la fe en Asia.


Dios nos ha escogido y bendecido con un propósito: «Para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia» (Ef 1,4). Nos eligió a cada uno de nosotros para ser testigos de su verdad y su justicia en este mundo. Creó el mundo como un hermoso jardín y nos pidió que cuidáramos de él. Pero, con el pecado, el hombre desfiguró aquella belleza natural; destruyó también la unidad y la belleza de nuestra familia humana, dando lugar a estructuras sociales que perpetúan la pobreza, la falta de educación y la corrupción.


A veces, cuando vemos los problemas, las dificultades y las injusticias que nos rodean, sentimos la tentación de resignarnos. Parece como si las promesas del Evangelio no se fueran a cumplir; que fueran irreales. Pero la Biblia nos dice que la gran amenaza para el plan de Dios sobre nosotros es, y siempre ha sido, la mentira. El diablo es el padre de la mentira. A menudo esconde sus engaños bajo la apariencia de la sofisticación, de la fascinación por ser «moderno», «como todo el mundo». Nos distrae con el señuelo de placeres efímeros, de pasatiempos superficiales. Y así malgastamos los dones que Dios nos ha dado jugando con artilugios triviales; malgastamos nuestro dinero en el juego y la bebida; nos encerramos en nosotros mismos. Y no nos centramos en las cosas que realmente importan. Esto es el pecado: olvidar en nuestro proprio corazón que somos hijos de Dios. Por ser hijos, tal como nos enseña el Señor, los niños tienen su propia sabiduría, que no es la sabiduría del mundo. Por eso el mensaje del Santo Niño es tan importante. 
Nos habla al corazón de cada uno de nosotros. Nos recuerda nuestra identidad más profunda, que estamos llamados a ser la familia de Dios.


El Santo Niño nos recuerda también que hay que proteger esta identidad. El Niño Jesús es el protector de este gran país. Cuando vino al mundo, su propia vida estuvo amenazada por un rey corrupto. Jesús mismo tuvo que ser protegido. Tenía un protector en la tierra: san José. Tenía una familia humana, la Sagrada Familia de Nazaret. Así nos recuerda la importancia de proteger a nuestras familias, y las familias más amplias como son la Iglesia, familia de Dios, y el mundo, nuestra familia humana. Lamentablemente, en nuestros días, la familia con demasiada frecuencia necesita ser protegida de los ataques y programas insidiosos, contrarios a todo lo que consideramos verdadero y sagrado, a lo más hermoso y noble de nuestra cultura.


En el Evangelio, Jesús acoge a los niños, los abraza y bendice. También nosotros necesitamos proteger, guiar y alentar a nuestros jóvenes, ayudándoles a construir una sociedad digna de su gran patrimonio espiritual y cultural. En concreto, tenemos que ver a cada niño como un regalo que acoger, querer y proteger. Y tenemos que cuidar a nuestros jóvenes, no permitiendo que les roben la esperanza y queden condenados a vivir en la calle.


Un niño frágil, que necesitaba ser protejido, trajo la bondad, la misericordia y la justicia de 
Dios al mundo. Se enfrentó a la falta de honradez y la corrupción, que son herencia del pecado, y triunfó sobre ellos por el poder de su cruz. Ahora, al final de mi visita a Filipinas, os encomiendo a él, a Jesús que vino a nosotros niño. Que conceda a todo el amado pueblo de este país que trabaje unido, protegiéndose unos a otros, comenzando por vuestras familias y comunidades, para construir un mundo de justicia, integridad y paz. Que el Santo Niño siga bendiciendo a Filipinas y sostenga a los cristianos de esta gran nación en su vocación a ser testigos y misioneros de la alegría del Evangelio, en Asia y en el mundo entero.


Por favor, no dejéis de rezar por mí. Que Dios os bendiga.


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Conferencia de prensa del Papa FRANCISCO durante el vuelo de regreso a Roma


Lunes 19 de enero de 2015



Padre Lombardi: Santo Padre, gracias por estar aquí. Lo vemos en espléndida forma, después de estos días de viaje, y le agradecemos que nos dé, también hoy, trabajo, porque el diálogo con usted nos dará qué hacer durante todo el vuelo.


Papa FRANCISCO: En primer lugar, quiero saludarlos. Buenos días. Gracias por su trabajo. El viaje ha sido intenso y, como decimos en español, “pasado por agua”. Ha sido hermoso. Muchas gracias por lo que han hecho.


Primera pregunta, Kara David, del grupo filipino:
Buenos días, Santo Padre. Le hablo en inglés. Muchas gracias por visitar nuestro país y por transmitir tanta esperanza a los filipinos. Nos gustaría que regresara de nuevo a nuestro país. Mi pregunta es la siguiente: Los filipinos han aprendido mucho escuchando su mensaje. ¿Ha aprendido algo el Santo Padre de los filipinos, de sus encuentros con ellos?


Papa FRANCISCO: Los gestos. Los gestos me han conmovido. No se trata de gestos protocolarios… Son gestos buenos, gestos sentidos, gestos que salen del corazón. Algunos casi hacen llorar. En ellos está todo: la fe, el amor, la familia, las esperanzas, el futuro… Ese gesto de los padres, levantando a los niños, para que el Papa los bendiga. El gesto de un padre… eran muchos: levantaban a sus hijos cuando pasaba por donde estaban ellos. Un gesto que no se ve en otras partes. Como diciendo: “Éste es mi tesoro, éste es mi futuro, éste es mi amor, por él vale la pena trabajar, por él vale la pena sufrir”. Es un gesto original, que brota del corazón.


El segundo gesto que me ha llamado poderosamente la atención es un entusiasmo no fingido, una alegría, un gozo, capaces de hacer fiesta incluso bajo la lluvia. Me decía uno de los ceremonieros que le han edificado los acólitos de Tacloban, que nunca perdían la sonrisa a pesar de esa lluvia. No era una sonrisa forzada. Una sonrisa postiza, no: una sonrisa que les salía. Y, tras esa sonrisa, está la vida normal, hay sufrimientos, hay problemas…


Otro gesto: las madres que llevaban a sus hijos enfermos en brazos; y también las madres que los llevaban hasta allí. Las madres no levantaban tanto a sus hijos… hasta aquí… [en brazos]. Sí, se veían muchos niños discapacitados, con discapacidades que impresionan un poco: no escondían a sus hijos, los acercaban al Papa para que los bendijera: “Éste es mi hijo, es así, pero esmío”. Todas las madres sienten y hacen lo mismo, pero el modo de hacerlo, eso es lo que me ha llamado la atención.


Gestos de paternidad, de maternidad, de entusiasmo, de alegría. Y hay una palabra que no es fácil entender porque se ha devaluado demasiado, se ha usado mal o se ha entendido mal, pero es una palabra que tiene sustancia: resignación. Un pueblo que conoce el sufrimiento, y que es capaz de levantarse y seguir adelante. Ayer, en la conversación que tuve con el padre de Krystel, la chica voluntaria que murió en Tacloban, quedé edificado [por lo que dijo]: “Ha muerto en acto de servicio”. Y buscaba palabras de consuelo para aceptarlo. Un pueblo que conoce el sufrimiento. Esto es lo que he visto, la forma en que he interpretado los gestos.


Segunda pregunta, Jean-Louis de la Vaissière, de France Presse, en nombre del grupo francés:
Su Santidad ha ido ya dos veces a Asia. Todavía no ha visitado a los católicos de África. Usted sabe que en la República Centroafricana, en Nigeria, en Uganda, muchos fieles que sufren a causa de la pobreza, de las guerras, del fundamentalismo islámico, esperan su visita este año. Lo que quería preguntarle es cuándo y dónde pie.

Papa FRANCISCO: Respondo todavía en hipótesis. El plan es ir a la República Centroafricana y a Uganda. Estos dos países este año. Creo que será hacia el final del año, por el tiempo. Hay que tener en cuenta el tiempo, que no haya lluvias, que no haga mal tiempo. Este viaje se ha retrasado un poco por el problema del ébola. Es una gran responsabilidad hacer concentraciones multitudinarias, por el riesgo de contagio. Pero en estos países no hay problema. Estos dos están previstos en hipótesis para este año.


Tercera pregunta, Salvatore Izzo, de AGI, la Agenzia Italiana di Informazione, en nombre del grupo italiano:
Santo Padre, en Manila estuvimos en un hotel muy elegante, todos eran muy atentos y se comía muy bien. Pero, en cuanto salíamos del hotel, nos sentíamos –por así decidirlo– agredidos moralmente por la pobreza. Veíamos niños en medio de la basura, tratados como deshechos –como probablemente diría usted–. Yo tengo un hijo de seis años y me he sentido avergonzado al ver a estos niños tan malparados. Mi hijo, que se llama Rocco, ha entendido muy bien lo que usted enseña cuando habla de compartir con los pobres. Y, cuando va a la escuela, intenta compartir su bocadillo con los que piden por la calle. A mí, me resulta más difícil. También a otras personas adultas les cuesta más. Sólo un Cardenal, hace 40 años, dejó todo para ir a vivir con los leprosos [Léger]. Y ésta es mi pregunta: ¿por qué es tan difícil seguir ese camino, incluso para los Cardenales? Y la otra cosa que quería preguntarle se refiere a Sri Lanka. Allí vimos todas aquellas chabolas cuando íbamos al aeropuerto. Son chabolas apoyadas en los árboles; la gente vive prácticamente bajo los árboles. La mayoría son tamiles y están discriminados. Usted, después de la masacre de París, al día siguiente, quizás en caliente, dijo: “Hay un terrorismo aislado y un terrorismo de Estado”. ¿Qué quería decir con la expresión “terrorismo de Estado”? A mí, se me ha venido a la cabeza viendo el sufrimiento y la discriminación de estas personas.


Papa FRANCISCO: Cuando uno de ustedes me preguntó cuál era el mensaje que quería dar en Filipinas, dije: los pobres. Es el mensaje que da hoy la Iglesia. También lo que usted dice de Sri Lanka, los tamiles, la discriminación… Los pobres, las víctimas de esta cultura del descarte. Esto es verdad. Hoy no se descarta sólo el envoltorio, lo que sobra. Se descarta a las personas. Me viene a la mente la imagen de las castas… Eso no puede ser. 


Y el descarte hoy parece normal. Usted hablaba del hotel lujoso junto a las chabolas. En mi diócesis de Buenos Aires, hay toda una zona nueva, que se llama Puerto Madero, hasta la estación del ferrocarril, y a continuación comienza la “Villa miseria”, los pobres, una pegada a la otra. En una parte hay 36 restaurantes de lujo, que, si vas a comer allí, te cuesta una fortuna; y, en la otra, hay hambre. Una al lado de la otra. Y tendemos a habituarnos a esto. 


Sí, aquí estamos nosotros y allí están los descartados. Ésa es la pobreza, y creo que la Iglesia tiene que dar cada vez más ejemplo a este respecto, rechazando todo tipo de mundanidad. Para nosotros consagrados, obispos, sacerdotes, religiosas, laicos que creen verdaderamente, el pecado más grave, el peligro más grave es la mundanidad. Es tan feo ver un consagrado, un hombre de Iglesia, una religiosa, mundanos. Es feo. Ése no es el camino de Jesús. Es el camino de una ONG llamada “Iglesia”. Pero esa ONG no es la Iglesia de Jesús. Porque la Iglesia no es una ONG, es otra cosa. Pero, cuando se mundaniza –una parte de la Iglesia, esas personas–, se convierte en una ONG y deja de ser Iglesia. La Iglesia es Cristo muerto y resucitado por nuestra salvación, es el testimonio de los cristianos que siguen a Cristo. Ese escándalo al que usted se ha referido es real; sí, muchas veces los cristianos, sacerdotes o laicos, escandalizamos; escandalizamos porque es difícil el camino de Jesús. Es verdad, la Iglesia tiene que despojarse.


Y usted me ha hecho pensar, a propósito de esa expresión “terrorismo de Estado”, que el descarte pudiera ser considerado como una especie de terrorismo. Nunca lo había visto así, en serio; usted me lo ha hecho pensar. No sé qué decirle, de verdad. Ciertamente no es una caricia; es como decir a uno: No, tú no, tú fuera.


Una vez, en Roma, a un vagabundo le dolía el vientre, pobre. Cuando tienes un dolor de vientre y vas a Urgencias, te dan una aspirina o algo por el estilo y te dan cita para dentro de quince días: “Venga dentro de quince días”. Éste se lo dijo a un sacerdote que, al verlo, se conmovió y le dijo: “Te voy a llevar al Hospital, pero, por favor, cuando empiece a explicar lo que te pasa, haz como que te desmayas”. Y así lo hizo: un artista, lo hizo bien. 
¡Era peritonitis! Este hombre estaba descartado. Si hubiese ido solo, hubiera sido descartado y hubiera muerto. El párroco fue inteligente y le supo ayudar. Estaba lejos de la mundanidad. ¿Es eso terrorismo? No lo sé, quizás sí, se podría pensar que lo fuera… Se podría pensar. Lo pensaré. Gracias. Y felicidades a la Agencia.


Cuarta pregunta, Jan-Christoph Kitzler, de la radio alemana Ard, en nombre del grupo alemán:
Gracias, Santo Padre. Quisiera volver un momento al encuentro que tuvo con las familias. Allí habló usted de “colonización ideológica”. ¿Nos podría explicar mejor este concepto? Después hizo referencia al Papa Pablo VI, hablando de casos especiales que son importantes en la pastoral familiar. ¿Nos puede poner algunos ejemplos de estos casos especiales y decirnos si sería necesario abrir caminos, ensanchar los “pasillos” de estos casos?


Papa FRANCISCO: La colonización ideológica: pondré sólo un ejemplo, que yo mismo presencié. Hace veinte años, en 1995, una señora Ministra de Educación había pedido un importante préstamo para poder construir escuelas para pobres. Le concedieron el préstamo con la condición de que en las escuelas los niños, a partir de un cierto grado, tuvieran un determinado libro. Era un libro escolar, un libro bien preparado didácticamente, en el que se enseñaba la ideología de género. Esta señora necesitaba el dinero del préstamo, pero ésa era la condición. Fue inteligente y dijo que sí; luego mandó hacer otro libro y dio los dos, y así lo consiguió.


Eso es la colonización ideológica: entrar en un pueblo con una idea que no tiene nada que ver con él; con grupos del pueblo sí, pero no con el pueblo, y así colonizar un pueblo con una idea que cambia o pretende cambiar su mentalidad o su estructura. Durante el Sínodo de los Obispos, los obispos africanos se quejaban de esto, que es como poner ciertas condiciones para conceder un préstamo. Hablo sólo de este caso que he conocido. ¿Por qué digo “colonización ideológica”? Porque aprovechan las necesidades de un pueblo o sus niños para entrar y hacerse fuertes. Pero esto no es nuevo. Lo mismo hicieron las dictaduras del siglo pasado. Llegaron con su doctrina. Recuerden a los “Balilla”, a la Juventud Hitleriana… Colonizaron al pueblo, lo querían colonizar. Pero ¡cuánto dolor! Los pueblos no pueden perder la libertad. El pueblo tiene su cultura, su historia; cada pueblo tiene su cultura. Cuando los imperios colonizadores imponen sus condiciones, pretenden que los pueblos pierdan su identidad y que se cree uniformidad. Ésa es la globalización de la esfera: todos los puntos son equidistantes del centro. Pero la verdadera globalización –me gusta decir esto– no es la esfera. Es importante globalizar, pero no como la esfera, sino como el poliedro, es decir, que cada pueblo, cada parte, conserve su identidad, su ser, sin ser colonizado ideológicamente. A esto llamo “colonizaciones ideológicas”. Hay un libro –perdónenme si hago publicidad–, quizás por el estilo puede resultar un poco pesado al principio, porque fue escrito en 1907 en Londres… Su autor vio este drama de la colonización ideológica en su tiempo y lo describió en su libro. Se titula Lord of the World, escrito en 1907. Su autor es Benson. Les aconsejo que lo lean. Así entenderán lo que quiero decir con “colonización ideológica”. Esto en cuanto a la primera pregunta.


La segunda: ¿qué quise decir de Pablo VI? Ciertamente la apertura a la vida es condición para el sacramento del matrimonio. Un hombre no puede casarse sacramentalmente con una mujer ni una mujer con un hombre si no están de acuerdo sobre este punto de estar abiertos a la vida. De tal manera que, si se puede probar que él o ella se casaron con la intención de no estar abiertos a la vida, ese matrimonio es nulo; la apertura a la vida es causa de nulidad matrimonial. Pablo VI estudió esto con una comisión: cómo hacer para ayudar a los múltiples casos, a los muchos problemas, problemas importantes que tienen que ver en el amor de la familia. Problemas de todos los días. Muchos, muchos… Pero había algo más. El rechazo de Pablo VI no era a los problemas personales, sobre los que más tarde dijo a los confesores que tenían que ser misericordiosos y entender las situaciones y perdonar o ser misericordiosos, comprensivos. Él miraba, más bien, al neo-malthusianismo universal que se estaba imponiendo. ¿Y cómo se reconoce este neo-malthusianismo? La tasa de natalidad está por debajo del 1% en Italia, lo mismo que en España. El neo-malthusianismo defendía un control de la humanidad por parte de las potencias. Esto no quiere decir que el cristiano tenga que hacer hijos en serie. Hace algunos meses, reñí a una señora en una parroquia porque estaba embarazada de su octavo hijo después de siete cesáreas: “¿Quiere usted dejar a sus siete hijos huérfanos?”. 

Eso es tentar a Dios. Se habla de paternidadresponsable. Ése es el camino: la paternidad responsable. Lo que quise decir es que Pablo VI no tuvo una visión trasnochada, cerrada. No, fue un profeta, que nos dijo: “Tengan cuidado con el neo-malthusianismo que está llegando”. Eso fue lo que quise decir. Gracias.


Padre Lombardi: Aprovecho para darles una noticia. Nos encontramos de nuevo sobre China. Se está convirtiendo en una costumbre tener estas ruedas de prensa con el Papa cuando sobrevolamos China, como cuando regresamos de Corea.


Quinta pregunta, Valentina Alazraki, del grupo español:
Santidad, en el viaje a Filipinas, usted utilizó esa imagen y ese gesto con nuestro pobre Gasbarri: que, en el caso de que hubiese ofendido a su madre, se hubiera merecido un puñetazo. Esta frase ha creado un poco de confusión y no todo el mundo la ha entendido bien, porque sería como si dijese que quizás en cierto sentido justificaba una reacción violenta ante una provocación. ¿Nos podría explicar algo más lo que quería decir?


Papa FRANCISCO: En teoría, podemos decir que una reacción violenta ante una ofensa, ante una provocación, en teoría, no es buena, no se debe hacer. En teoría, podemos decir lo que el Evangelio dice, que tenemos que poner la otra mejilla. En teoría, podemos decir que tenemos libertad de expresión y esto es importante. En la teoría, todos estamos de acuerdo. Pero somos humanos, y hemos de tener prudencia, que es una virtud de la convivencia humana. No puedo insultar, provocar a una persona continuamente, porque corro el riesgo de hacerla enfadar, corro el riesgo de que reaccione de una manera no justa. Esto es humano. Por eso digo que la libertad de expresión tiene que tener en cuenta la realidad humana; y por eso digo que debe hacerse un uso prudente. Es una forma de decir que tiene que ser educada. Prudente. La prudencia es una virtud humana que regula nuestras relaciones. Puedo llegar hasta aquí, y no puedo ir más allá… Esto es lo que quería decir, que, en teoría, todos estamos de acuerdo: existe la libertad de expresión, que una reacción violenta no es buena, es mala siempre. Todos de acuerdo. Pero, en la práctica, estemos atentos, porque somos humanos y podemos provocar a los otros; y por eso la libertad debe ir acompañada de la prudencia. Es lo que quería decir.


Sexta pregunta, Nicole Winfield, de Associated Press, de los Estados Unidos, en nombre del grupo inglés:
Santo Padre, del grupo inglés. Quisiera preguntar de nuevo sobre los viajes de este año. Ya nos ha dicho que estaba previsto el viaje a América. Ha mencionado tres ciudades: Nueva York, Washington y Filadelfia. Después, con la canonización de Serra, nos preguntábamos si estaría prevista una etapa en California o ir a la frontera de México. Y, además, usted dijo a nuestra compañera Elisabetta Piqué que estaban previstos tres viajes o un viaje a tres países de Sudamérica. ¿Cuáles son? Y ¿piensa usted beatificar personalmente al arzobispo Romero, cuyo martirio ha sido reconocido recientemente? He terminado.


Papa FRANCISCO: Comienzo por el final. La beatificación, se la disputarán el cardenal Amato y Mons. Paglia. Yo personalmente no. Las beatificaciones generalmente las celebra el cardenal del Dicasterio o algún otro.


De la última pregunta, pasamos a la primera: Estados Unidos. Sí, las tres ciudades son ésas: Filadelfia, para el Encuentro con las Familias, Nueva York –tengo ya la fecha de la visita a las Naciones Unidas, pero no me acuerdo– y Washington. Son estas tres. Me gustaría ir a California para hacer la canonización de Junípero Serra, pero el problema es el tiempo. Se necesitan dos días más. Pienso hacer la canonización en el Santuario de Washington. Es algo nacional. Creo que en Washington, en el Capitolio, hay una estatua de Junípero. Creo que es allí. Entrar en los Estados Unidos por la frontera con México sería lindo, como signo de hermandad y ayuda a los emigrantes, pero usted sabe que ir a México sin visitar a la Virgen es una tragedia y puede estallar una guerra. Además, se requerirían tres días más y no está claro del todo. Creo que serán solamente esas tres ciudades. Más tarde habrá tiempo para ir a México.


¿He olvidado algo? Ah, aunque todavía está en proyecto, los tres países latinoamericanos previstos para este año son: Ecuador, Bolivia y Paraguay. Estos tres. El año que viene, Deo volente, quisiera ir a Chile, Argentina y Uruguay, pero aún no hay nada previsto. Y falta Perú, que no sabemos dónde meterlo todavía. Así están las cosas.


Séptima pregunta, Carla Lim, del grupo filipino:
Buenos días, Santo Padre. Le agradezco el aliento que ha dado a mi país. De parte del pueblo de Filipinas, le doy las gracias. Perdone que no hable en italiano. Usted habló en algunos de sus discursos en Filipinas sobre la corrupción, dijo que la corrupción quita recursos al pueblo. ¿Qué puede hacer Su Santidad para luchar contra la corrupción, no sólo en los gobiernos, sino también quizás en la Iglesia?


Papa FRANCISCO: ¡Es atrevida! Actualmente la corrupción en el mundo está a la orden del día y las actitudes corruptas anidan fácilmente en las instituciones. En una institución, con muchos sectores aquí y allá, con muchos jefes y subjefes, es muy fácil que pueda anidar la corrupción. Toda institución puede caer en esto. La corrupción es quitar algo al pueblo. La persona corrupta, que hace negocios corruptos, o gobierna de manera corrupta o se asocia con otros para un negocio corrupto, roba al pueblo. Las víctimas son los que él [indicando a Salvatore Izzo] vio junto al hotel de lujo: ellos son las víctimas de la corrupción. 

La corrupción no es algo cerrado en sí mismo: se mueve. Y mata. Actualmente la corrupción constituye un problema mundial. En una ocasión, en el año 2001, pregunté al Jefe de Gabinete del Presidente en aquel momento –era un gobierno que no considerábamos demasiado corrupto, y era verdad–: “Dígame, de las ayudas que envían al interior del país, en efectivo o alimentos, ropa, ¿cuánto llega a su destino?”. Aquel hombre, que era un hombre auténtico, limpio, enseguida dijo: “El 35%”. Así me dijo. Era el año 2001, en mi patria.


Y ahora, la corrupción en las instituciones eclesiales. Cuando hablo de la Iglesia, de toda la Iglesia, me gusta decir los fieles, los bautizados. Y sería mejor decir los pecadores. Todos somos pecadores. Pero, cuando hablamos de la corrupción, nos referimos o a personas corruptas o a instituciones de la Iglesia que caen en la corrupción, y sí, hay casos, los hay. Recuerdo una vez, en el año 1994, apenas nombrado obispo del barrio de Flores en Buenos Aires, vinieron a verme dos empleados o funcionarios de un ministerio para decirme: “Usted tiene muchas necesidades aquí, con tantos pobres en las Villas miseria…”. “Ah, sí”, les dije, y les conté. “Nosotros podemos ayudarle. Si quiere, le podemos dar una ayuda de 400.000 pesos”. En aquel tiempo, había paridad uno a uno del peso con el dólar: 400.000 dólares. “¿De verdad lo harían?”. “Sí, sí”. Yo los escuchaba, porque ‘cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía’. Y añadieron: “Para poder hacerlo, nosotros lo depositamos y luego usted nos da la mitad”. En ese momento pensé: ¿Qué hago? Los insulto y les doy una patada donde nunca da el sol, o me hago el tonto. Y me hice el tonto. Dije –diciendo la verdad–, les dije: “Usted sabe que nosotros en las vicarías no tenemos cuenta; usted tiene que hacer el depósito en el Arzobispado con el recibo. Y allí está todo”. “Ah, no lo sabíamos… muchas gracias…”, y se marcharon. Pero después pensé: Si estos dos llegaron directamente, sin pedir permiso, es porque –es un mal pensamiento– alguno ha dicho que sí. Pero es un mal pensamiento. Es fácil caer en la corrupción. Pero recordemos esto: pecadores sí, corruptos no. Nunca corruptos. Tenemos que pedir perdón por esos católicos, esos cristianos, que escandalizan por su corrupción. Es una plaga en la Iglesia; pero hay muchos santos, y santos pecadores, pero no corruptos. Miremos también a la otra parte, a la Iglesia santa. Siempre hay alguno, pero… Gracias por haberse atrevido a hacer esta pregunta.


Octava pregunta, Anaïs Feuga, de “Radio France”, en nombre del grupo francés:
Estamos sobrevolando China. Cuando volvíamos de Corea, usted nos dijo que estaba dispuesto a ir a China al día siguiente. Teniendo en cuenta esas declaraciones, ¿nos podría explicar por qué no ha recibido al Dalai Lama que estuvo en Roma hace poco, y cómo están las relaciones con China?


Papa FRANCISCO: Gracias por la pregunta. Es habitual en el protocolo de la Secretaría de Estado no recibir a Jefes de Estado o personalidades del mismo rango cuando están en Roma para asistir a reuniones internacionales. Por ejemplo, con ocasión de la reunión de la FAO no recibí a ninguno. Por eso, no ha sido recibido. Vi que algunos periódicos decían que no lo había recibido por miedo a Chica. No es verdad. En aquel momento, la razón era ésa. Pidió una audiencia y se fijó una fecha. Lo había pedido antes, pero no para ese momento, y estamos en contacto. Pero el motivo no fue por rechazo a la persona o por miedo a China. Nosotros estamos abiertos y queremos la paz con todos.


Y, ¿cómo van las relaciones? El gobierno chino es educado; también nosotros somos educados y hacemos las cosas paso a paso, como se hacen las cosas en la historia. Todavía no se sabe, pero ellos saben que estoy dispuesto a recibirlos o a ir. Lo saben.


Novena pregunta, Marco Ansaldo, de “La Repubblica”, por el grupo italiano:
Padre Santo, ha realizado un viaje entusiasmante, muy rico, lleno de cosas aquí, en Filipinas. Pero me gustaría dar un paso atrás, también porque el terrorismo ataca a la cristiandad, a los católicos, en muchas zonas del mundo. Lo hemos visto de nuevo últimamente, en estos días, en Níger, pero los ejemplos son muchísimos. En el último viaje que hicimos con usted, regresando de Turquía, hizo un llamamiento a los líderes islámicos, diciendo que sería necesario un paso, una intervención muy firme por parte de ellos. No creo que esta iniciativa haya sido considerada y asumida, a pesar de sus palabras. Hay algunos países musulmanes moderados –puedo poner tranquilamente como ejemplo Turquía– que tienen una postura sobre el terrorismo –citemos los casos de Isis o también “Charlie Hebdo”– cuando menos ambigua. No sé si, en este mes y medio, ha tenido manera de reflexionar o pensar sobre cómo proceder más allá de su invitación que no ha sido acogida y que, sin embargo, es importante. Usted, o alguien en su nombre, pienso en la Secretaría de Estado, veo aquí a Mons. Becciu y al mismo cardenal Parolin… porque se trata de un problema que va a seguir planteándose.


Papa FRANCISCO: Aquel llamamiento se lo repetí también al Cuerpo Diplomático el mismo día que salimos hacia Sri Lanka, por la mañana. En el Discurso al Cuerpo Diplomático dije que esperaba que los líderes religiosos, políticos, académicos e intelectuales se expresasen al respecto. También el pueblo moderado islámico pide esto mismo a sus líderes. Algunos han hecho algo. Creo que es necesario dar un poco de tiempo porque para ellos la situación no es fácil. Tengo esperanza porque hay mucha gente buena entre ellos, muchos líderes buenos, y estoy seguro que llegará. Pero quisiera decir y subrayar que esto mismo lo repetí el día que comenzamos el viaje.


Décima pregunta, Cristoph Schmidt, del grupo alemán:
Santo Padre, antes que nada quisiera darle mil gracias por todos los momentos tan impresionantes de esta semana. Es la primera vez que le acompaño y me gustaría darle mil gracias. Mi pregunta: Usted ha dicho que en Filipinas hay muchos niños y que se alegraba de que hubiera tantos niños. Pero, según algunas encuestas, la mayoría de los filipinos cree que el enorme crecimiento de la población filipina es una de las razones más importantes de la gran pobreza del país, y una mujer filipina da a luz más de tres niños de media en su vida, y la postura católica sobre la contracepción parece ser de las pocas cuestiones en que un gran número de la gente de Filipinas no está de acuerdo con la Iglesia. ¿Qué piensa al respecto?


Papa FRANCISCO: Creo que el número de tres hijos por familia, que usted menciona, según dicen los técnicos, es importante para mantener la población. Tres por pareja. Cuando se baja de esta media, se va al otro extremo, como sucede en Italia, donde he oído –no sé si será verdad– que en 2024 no habrá dinero para pagar las pensiones. El descenso de la población. Por eso, la palabra clave para responder es la que la Iglesia usa siempre, y también yo: “paternidad responsable”. ¿Cómo se hace esto? Con el diálogo. Cada persona, con su pastor, debe preguntarse cómo llevar a cabo esta paternidad responsable. El ejemplo que he mencionado hace un poco, de aquella señora que esperaba el octavo hijo y había dado a luz a siete mediante cesárea: esto es una irresponsabilidad. “No, yo confío en Dios”. “Pero mira, Dios te da los medios; sé responsable”. Algunos creen que, para ser buenos católicos, tenemos que ser –perdonen la expresión– como conejos. No. Paternidad responsable. Esto es claro y para ello están en la Iglesia los grupos matrimoniales, están los expertos en esta materia, están los pastores, y se busca. Conozco muchas soluciones lícitas que han ayudado en esto. Ha hecho bien en decírmelo.


Quisiera añadir otra cosa que no tiene nada que ver, pero que guarda relación con esto. Para la gente más pobre, un hijo es un tesoro. Es verdad, también hay que ser prudentes en esto. Pero, para ellos, un hijo es un tesoro. Dios sabe cómo ayudarlos. Puede ser que algunos no sean prudentes, es verdad. Paternidad responsable. Pero hay que tener en cuenta también la generosidad de ese padre y de esa madre que ven en cada hijo un tesoro.


Undécima pregunta, Elisabetta Piqué, del grupo español:
En representación del grupo español, dos preguntas. Ha sido un viaje conmovedor para todos: hemos visto llorar todo el tiempo en Tacloban; nosotros mismos los periodistas hemos llorado; usted dijo ayer que el mundo tiene necesidad de llorar. Ha sido todo muy fuerte. Quisiéramos preguntarle cuál ha sido para usted el momento más fuerte: la Misa en Tacloban y ayer cuando esa niña se puso a llorar… Ésa es la primera pregunta. Después, la segunda: usted ayer hizo historia, superó el record de Juan Pablo II: había 6/7 millones de personas. ¿Cómo vive esto? El cardenal Tagle nos contaba que, durante la Misa, en el altar, usted le preguntaba: “¿Cuánta gente hay?”. ¿Cómo vive haber superado ese record, haber entrado en la historia como el Papa que ha celebrado la Misa más numerosa de la historia?


Papa FRANCISCO: La primera pregunta: el momento más fuerte. La Misa en Tacloban para mí ha sido fuerte, muy fuerte: ver a todo el pueblo de Dios allí en silencio, rezando tras esa catástrofe, pensar en mis pecados y en aquella gente… Ha sido muy fuerte, un momento muy fuerte. En el momento de la Misa, me sentí anonadado, casi no me salía la voz. No sé qué me pasó, quizás fuese la emoción, no sé, pero no sentí nada más. Es una especie de anonadamiento. Y además momentos fuertes han sido los gestos, todos los gestos. Cuando pasaba y un padre hacía así [hace el gesto de levantar un niño], daba la bendición, y él me decía gracias; para ellos bastaba la bendición. Pensaba: Y yo que tengo tantas pretensiones, que quiero esto, que quiero aquello… Esto me ha hecho bien. Momentos fuertes. Cuando supe que habíamos aterrizado en Tacloban con un viento de 70 km/h, me tomé en serio el aviso de que tenía que marchar a la una y no más tarde porque era peligroso. Pero no tuve miedo.


Por lo que se refiere a la presencia multitudinaria, me he sentido anonadado. Aquel era el pueblo de Dios y el Señor estaba allí. Es la alegría de la presencia de Dios que nos dice: Tengan presente que ustedes son servidores de estas personas… ellos son los protagonistas…


Después, la otra cosa, el llanto. Una de las cosas que se pierden cuando hay demasiado bienestar, o los valores no se comprenden bien, o nos habituamos a la injusticia, a esta cultura del descarte, es la capacidad de llorar. Es una gracia que hemos de pedir. Hay una hermosa oración en el Misal antiguo para pedir lágrimas. Decía así, más o menos: “Señor, tú que hiciste que Moisés hiciese salir agua de la roca con su bastón, haz que de la roca de mi corazón salga el agua del llanto”. Una oración bellísima. Nosotros los cristianos hemos de pedir la gracia de llorar, sobre todo los cristianos acomodados, y llorar por las injusticias y llorar por los pecados. Porque el llanto te permite comprender nuevas realidades o nuevas dimensiones de la realidad. Es lo que dijo la chica, también lo que le dije yo a ella. Fue la única que hizo la pregunta que no se puede responder: “¿Por qué sufren los niños?”. 

El gran Dostoievski se lo preguntaba, y no consiguió responder: ¿por qué sufren los niños? Ella, con su llanto: una mujer que lloraba. Cuando digo que es importante que las mujeres sean más tenidas en cuenta en la Iglesia, no es sólo para darles una función, de secretaria de un Dicasterio; eso puede ser. No, es para que nos digan cómo sienten y cómo ven la realidad, porque las mujeres ven desde una riqueza diferente, más grande. Otra cosa que quisiera subrayar aquí: lo que le dije al último chico [en el encuentro con los jóvenes], que realmente trabaja bien, da, organiza, ayuda a los pobres. Pero no olvidemos –le dije– que también nosotros tenemos que ser mendigos con respecto a ellos, porque los pobres nos evangelizan. Si quitamos a los pobres del Evangelio, no podemos comprender el mensaje de Jesús. Los pobres nos evangelizan. “Voy a evangelizar a los pobres”. Sí, pero déjate evangelizar por ellos, porque tienen valores que tú no tienes.


Muchas gracias por su trabajo. Lo valoro. Muchas gracias. Sé que es un sacrificio para ustedes.


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